viernes, 26 de junio de 2015

APRENDIZ DE RELOJERO




Hoy voy a referir una anécdota personal; algo que me ocurrió allá por el año 67, cuando estaba realizando el servicio militar y de la que ahora me río, pero que en su momento me causó un dolor de cabeza y un arresto de dos días.
Como todo el que me sigue conoce, yo soy natural de San Fernando, ciudad eminentemente militar y en la que todos los nacidos varones éramos inscritos por nuestros padres en Marina, lo que nos garantizaba hacer el servicio militar en la propia localidad, con las ventajas que eso acarreaba.
Pues bien, al cumplir los dieciocho años había que pedir prórroga de estudios, pues de otra forma te llamaban a filas. Ese año pedí la prórroga, pero al siguiente, a un compañero y a mi se nos olvidó y con diecinueve años, recién cumplidos, hubimos de incorporarnos a la Marina.
Después de un periodo de instrucción, yo fui destinado al Arsenal de La Carraca, en donde me mandaron a una oficina en la que se gestionaba todas las vicisitudes del personal de marinería que allí cumplía con sus obligaciones militares.
La oficina esta situada justo sobre la puerta que desde el Arsenal da paso a los muelles, un edificio muy bonito construido en tiempos de Carlos III (me parece) y que presenta dos torres muy airosas, una de las cuales estaba justamente sobre la oficina.
En la torre había un reloj y el taller del relojero, pues ese era un oficio imprescindible en aquellos tiempos, porque en la mar y para poder situarse, es absolutamente necesario conocer la hora de un punto determinado de tierra, por lo que a bordo de todos los barcos había un reloj de precisión, pero de los de cuerda, que era necesario mantener en perfecto funcionamiento.

Edificio de la oficina y taller de relojero (izquierda)

Además de ese trabajo del relojero, éste tenía la misión de mantener en hora todos los relojes que había en el Arsenal, así como los aparatos de precisión, como sismógrafos y barómetros, de los que había varios en distintas dependencias.
Pero la pieza clave era el reloj del campanario de la iglesia. Un viejísimo reloj que funcionaba gracias a los desvelos del afanoso relojero.
Pues bien, este profesional no tenía un sustituto, por lo que no se podía ir de vacaciones y el hombre estaba bastante enojado pues el año anterior había tenido que acudir al trabajo cada dos o tres días para mantener toda la relojería en funcionamiento, situación que no pensaba admitir aquel año.
Yo lo veía entrar en la oficina y hablar con el comandante que llevaba aquel negociado y cada día salía ofuscado y sin una solución a su problema. Pero un día, muy airado, oímos al comandante decir al relojero poco más o menos que no le tocara más aquellas partes pudendas y que se buscara él quien pudiera sustituirle.
Algo más tranquilo, pero con una gran responsabilidad, el relojero se dirigió al jefecillo que teníamos en la oficina, un suboficial inepto, pero soberbio, al que le preguntó si alguno de los marineros que estaban bajo sus órdenes, podría echarle una mano durante el mes de vacaciones.
El suboficial no se comprometió en nada, pero me miró y le dijo al relojero que yo era el más indicado, porque “tenía estudios”, así que el hombre se vino a la mesa en la que yo luchaba contra unas enormes “sábanas” de color rosa en las que se controlaba “el estado de fuerzas” del personal de marinería del Arsenal y me explicó cuál era su problema.
Yo no tenía demasiado trabajo y la propuesta del sustituir al relojero me liberaba cada mañana durante varias horas de estar en aquella oficina que apestaba a humedad, así que le dije que me enseñara a hacer el trabajo y que si me consideraba capaz, aceptaría sustituirle por un mes.
Sustituirle es mucho decir. Yo lo único que tenía que hacer era dar cuerda a una docena de relojes, ponerlos en hora y cargar de tinta los aparatos medidores.
Me dijo que no había dificultad y durante un par de días lo acompañé en su recorrido, mientras me explicaba que lo único delicado era, como ya mencioné, el reloj de la iglesia y me advirtió que tuviera muy en cuenta que todo el personal de oficina esperaba que el reloj diera las dos de la tarde para abandonar su trabajo y dirigirse a coger los autobuses que los llevaran a la ciudad, por lo que la puntualidad de aquel reloj era importante.
Después de recorrer despachos oficiales de los altos jefes del Arsenal, incluso la casa del propio Almirante, le tocó el turno al reloj de la iglesia, que siempre se dejaba para el final.
Entramos por la sacristía y subimos hasta el coro, luego subimos a la techumbre y por encima de la nave central de la iglesia fuimos hasta el reloj, que estaba en el centro de un frontón, entre las dos torres campanario.
Cuando vi aquella maquinaria, se me cayó el alma a los pies. Era como un rebujo de ruedas dentadas y flejes que hacía el ruido de una apisonadora de las que había antes, de esas que funcionaban a vapor. Sobre un eje que terminaba en cuadradillo, el relojero insertó una manivela que estaba en el suelo, junto a la maquinaria y empezó a girarla. Poco a poco una soga de grueso calibre se fue enrollando en una polea, mientras hacía ascender ¡una piedra! de lo menos treinta kilos que a falta del contrapeso que se perdería años atrás, era la que daba tensión a la polea, para tener a todo el mecanismo en funcionamiento.
Ya estaba sorprendido por la existencia de aquel mineral granítico en la maquinaria, pero aún me sorprendió más lo que a continuación relato y que es el eje de esta anécdota.
El eje de la anécdota y el eje del reloj, porque de aquella maquinaria salía un eje concéntrico que movía las dos agujas que nosotros no veíamos, pues el eje se colaba por la pared y aparecía, por el lado de la calle, ya engarzado en las agujas del reloj y para saber la posición de la manilla que marca los minutos, el relojero había sujetado al eje  un alambre que giraba solidariamente y que marcaba la situación que debía tener la aguja, pero por fuera, en la calle.
No sé si ha quedado claro; nosotros veíamos el reloj como si en el que está en nuestra muñeca, lo estuviésemos mirando desde dentro de la caja. Esto quiere decir que el movimiento se percibe en el sentido contrario.
Este es un detalle de suma importancia, como más adelante se verá.
Bueno, yo aprendí el recorrido que había que hacer cada día y aprendí a dar cuerda y poner en hora los relojes, para lo que antes de empezar, lo primero que tenía que hacer era poner en hora el mío, cosa que hacía por un cronómetro de precisión que había en la relojería.
Al de la iglesia no era necesario darle cuerda todos los días, pero imprescindible dársela el sábado, para que aguantase hasta el lunes.
No me pareció que el trabajo fuese demasiado complicado y me permitía un escaqueo diario y completamente justificado, por lo que lo acepté muy decidido, con gran alegría del relojero.
El primero de mes, cuando él empezó sus vacaciones, yo me hice cargo de la relojería y a una hora determinada, cuando me parecía, me despedía de mi jefecillo e iniciaba el recorrido por todo el Arsenal.
Los primeros días fueron bien. Yo cumplía con mi cometido y me quedaba tiempo para holgazanear hasta que me volvía a incorporar a mi oficina.
Así transcurrió toda la semana, hasta que llegó el sábado, día en que no podía olvidarme de dar cuerda al reloj de la iglesia.
Con mi reloj en hora exacta, fui recorriendo todos los despachos y viviendas en los que había que mantener los relojes y dejé el campanario para el último.
Por desconocimiento, falta de experiencia y quiero pensar también que por juventud, no tuve la precaución de mirar la hora que el reloj de la iglesia marcaba cuando subí a darle cuerda y cual no sería mi sorpresa al ver que tras subir la piedra los más de quince metros de recorrido, miré la posición del alambre sobre un reloj imaginario que tenía que dibujar sobre la pared.

Fachada de la iglesia con el reloj en el frontón

Lo recuerdo perfectamente y la aguja del minutero marcaba la hora y diez minutos.
¿Cómo era posible, si era la hora menos diez? Me dije y sin encomendarme a nadie solté el freno del eje y dejé correr los cuarenta minutos que faltaban para la hora exacta.
Ni por un momento pensé en lo que estaba haciendo mal, en que estaba mirando el reloj por detrás y que lo que yo veía como hora y diez minutos en realidad era menos diez minutos.
Satisfecho por mi decisión, dejé todo preparado, incluso engrasé los ejes con la alcucilla que estaba junto a la maquinaria y bajé contento las escaleras.
Era sábado y pronto nos iríamos a casa hasta el lunes.
Tampoco miré el reloj cuando bajé del campanario y me fui a mi oficina sin más.
La noticia fue lo primero que me explotó el la cara el lunes por la mañana.
¿Qué había pasado con el reloj que no había dado las campanadas a las dos de la tarde y todos los empleados había perdido los autobuses?
¡Y yo qué sé, mi comandante! Yo me limito a darle cuerda a los relojes y ya está.
Afortunadamente aquello se saldó con solo dos días de arresto, pero para poner en hora el reloj nuevamente, tuve que hacer un tremendo esfuerzo mental para ver las agujas desde el otro lado y hacer que el reloj avanzara doce horas menos los cuarenta minutos que yo lo había adelantado.

Me costó esfuerzo mental y físico pues tuve que bajar a la calle varias veces, para comprobar la hora que marcaba, hasta que lo dejé marchado como eso: como un reloj.

viernes, 19 de junio de 2015

LAS VACAS DE LA PAMPA





Ya he narrado en varias ocasiones los numerosos productos que España llevó al Nuevo Mundo y los que de allí trajo, pero casi nunca se habla de una especie animal que en países como Argentina se ha convertido en el motor del desarrollo.
Esta especie animal es el ganado vacuno que fue la causa principal del desarrollo del país desde el siglo XVIII.
En primer lugar, el ganado vacuno, las vacas, proporcionaban proteína animal y alimento básico muy fácil de conseguir. Su subproducto, la leche, era y sigue siendo alimento de primera necesidad. Luego, las vacas y los bueyes fueron el vehículo de empuje en la agricultura y en los transportes y por último, proporcionaba, tras su muerte, otro artículo de máxima utilidad: el cuero; un producto de consumo universal que durante muchas décadas se convirtió en el único fruto de exportación de Argentina.
A estos beneficios hay que agregar el escaso esfuerzo que suponía criar el ganado en aquellas feraces tierras, en la que casi no había que hacerle caso, salvo para seleccionar los animales que se iban a destinar al sacrificio, a la cría o al trabajo.
Así de fácil llegó Argentina a convertirse en la “carnicería del mundo”, circunstancia que en España conocemos muy bien, gracias a la gran ayuda, en forma de carne y cereales que recibimos de este país tras la guerra civil.
Pero la forma en que había llegado la Pampa a acumular una cabaña de vacuno de las dimensiones a las que llegó, es algo muy interesante.
Todo empezó hacia 1552 con la introducción de las llamadas “Siete vacas goes (grandes o gordas)”, en realidad un toro y seis vacas y cuando unos cuantos colonos españoles, afincados en el actual Paraguay, marcharon hasta las costas del Brasil con el fin de traer vacas, animal que todavía no existía en todo el cono sur americano.
Estos animales eran de la raza que entonces se denominaba “sansón”, por su fortaleza y más aptos para el trabajo o la producción de carne que la de leche.
Como es natural, los portugueses de Brasil no vieron con buenos ojos que los españoles pudieran introducir ganado vacuno en sus territorios, pues ellos conocían ya los enormes beneficios que en todos los órdenes proporcionaba este ganado, así que el gobernador de Brasil manifestó que sin la licencia expresa del rey de Portugal, de allí no se movía ni una sola vaca.
Pero los españoles eran hombres de arrestos y además iban bien provistos de fondos en forma de lingotes de oro y plata y piezas labradas, por lo que comenzaron a comprar animales y almacenarlos a escondidas, hasta que decidieron ponerse en marcha con una reata no demasiado grande.
Estas fueron las primeras; las segundas fueron varios centenares de cabezas que se trajeron desde Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia y que se vendieron al precio excesivamente alto de trescientos pesos. Esto significa que aquellas vacas “goes”, las primeras vacas, no debieron reproducirse de manera adecuada y la cabaña no habría prosperado. Pero esta nueva inyección de ganado sí que se reprodujo adecuadamente y en pocos años empezaron a salir cabezas de ganado hacia la recién fundada ciudad de Buenos Aires, así como hacia Santa Fe, El Chaco, Las Misiones, Córdoba, etc.
Pero el afán de los pobladores españoles era incrementar la cabaña, por lo que su consumo se producía muy escasamente, destinando todas las cabezas a la crianza, si bien los colonos tenían el ganado suelto, en las enormes dehesas donde la hierba crecía hasta la altura de la cintura y en la que muchas de las cabezas vacunas se hicieron montaraces, como consecuencia del pastoreo sin alambradas, en absoluta libertad.
Esto quiere decir que no estaban herradas ni se conocía a sus verdaderos dueños y que poco a poco se iban desplazando hacia el sur.

Ganado vacuno en total libertad en La Pampa

Ya en 1608 existe una mención del cabildo de Buenos Aires en el que se habla de ganado cimarrón y de la licencia que se da a algunos colonos para su captura y hacer matanza. En esa ocasión se rescatan casi mil quinientas cabezas.
Para tener derecho a realizar estos rescates de las cabezas montaraces, era suficiente una declaración jurada del colono ante el cabildo, expresando el número de cabezas que se poseían y cuantas se le habían escapado.
Ese ganado asilvestrado y no el de las granjas controladas por los colonos, es el que al final produce la inmensa cabaña vacuna de Argentina.
Pero la codicia humana iba en contra del desarrollo de la cabaña, pues al autorizarse las matanzas, se hacían de manera indiscriminada, sacrificando terneras que debían ser destinadas a la reproducción, cuando en realidad, de los sacrificios, solo se aprovechaba el sebo y la piel; el cuero, que ya entonces había alcanzado un valor de mercado y que, como es natural, era más valioso cuando procedía de animal joven y hembra que de macho y viejo. Era muy importante que la piel no presentase mataduras, heridas ni máculas y por eso se elegían los animales más sanos para esa industria, prefiriéndose los que se criaban en libertad que no los estabulados, pues estos se herían constantemente entre ellos, o con las vallas de los cercados.
Hubo de intervenir el gobernador de Buenos Aires que ante las enormes matanzas que se producía entre el ganado suelto, prohibió los desjarretaderos, una pieza de acero en forma de media luna, muy afilada, ensartada en la punta de una caña, con la que, a caballo, se cortaba el tendón del músculo llamado jarrete, casi como nuestro tendón de Aquiles, imposibilitando a los animales para la huída.
De igual manera que desde El Río de la Plata hacia el sur, se fueron asilvestrándo las cabezas de ganado (también caballos y yeguas se hacían mostrencos), llegando a constituir una cantidad importante, en otras provincias del interior iban ocurriendo cosas parecidas, calculándose que hacia 1625 existían más de cien mil cabezas de ganado cimarrón.
Como es natural, conforme este ganado iba avanzando hacia el sur y el interior del país, iba entrando en zonas pobladas por los indígenas del lugar, los patagonios, que veían como les llegaba aquel regalo llovido del cielo. Pero estos indígenas mostraron mucho más interés por los caballos y yeguas, que servían mejor a sus intereses laborales y para la monta y además su carne era más apreciada que la vacuna.
De aquellos patagonios descienden los gauchos, posiblemente los mejores ganaderos del mundo.

Típica imagen del gaucho

Conforme avanzan los años, el ganado, completamente descuidado se va internando por toda la Pampa sin que apenas se haga uso de él y los permisos para rescatarlos son cada vez más escasos y es que el precio del cuero ha caído notablemente en todos los mercados, muy posiblemente por la excesiva exportación desde Argentina y ya no es rentable hacer rodeos, matanzas, curado de pieles, viajes, etc., por lo que no hay rentabilidad en esa industria y el ganado destinado al consumo humano se recoge de las dehesas próximas a las ciudades, por lo que las más alejadas ven como el número de sus cabezas va en aumento, hasta que a principios del siglo XX se calcula la cabaña en treinta y seis millones de cabezas.
Pero no todo el tiempo ha sido de beneficio, pues los vecinos y colonos del Río de la Plata, mientras tenían ganado cimarrón a mano, descuidaron la producción del vacuno doméstico y se estima que hacia 1715 se cierran todas las vaquerías existentes en Río de la Plata, pues ya no quedaban vacas estabuladas, mientras varios años de pertinaz sequía, a la que ni rogativas ni novenas vencen, esquilma el ganado cimarrón que ha de emigrar a otros pastos mejor regados que los de la provincia de Buenos Aires.
Se calcula que hacia 1733 quedaban ochenta mil vacas en la jurisdicción de Buenos Aires, más otra buena cantidad pertenecientes a los jesuitas y estas sí que estaban en haciendas, debidamente cuidadas, contadas y en explotación.
Pero ni las sequías, ni los períodos de bonanza, son eternos y con un cambio en la meteorología, la hierba volvió a crecer y las vacas a reproducirse, llegando así a la cifra que antes se ha apuntado para el comienzo del siglo XX; cifra que podría ser muy superior, pues se hizo de una manera muy estimativa y carente de rigor, además de no haberse podido censar gran parte de los territorios pampeños más alejados y montañosos.
Actualmente se tiene un conocimiento más exacto del número de cabezas de ganado que libremente pastorea por la inmensa Pampa Argentina y ese número sobrepasa los cincuenta y cinco millones de cabezas vacunas que disponen de casi veinte mil metros cuadrados cada una para pastar.
Para referirse a las tierras feraces, suele decirse que incluso plantas un lápiz y crece, pues en aquellas tierras, sueltas un toro y una vaca y te encuentras con cincuenta millones. Es una exageración, como también lo sería decir que la mano del hombre nada tuvo que ver en ese prodigioso crecimiento, pero a lo largo del artículo se ha visto cómo una y otra vez se recurría al ganado silvestre, porque en las explotaciones la producción no era la adecuada.

Así pues, la cabaña vacuna argentina procede de unas pocas cabezas de ganado llevadas por los españoles que casi por ellas mismas se han ido reproduciendo hasta alcanzar cifras astronómicas.

jueves, 18 de junio de 2015

REFLEXIONES

CONSIDERACIONES REALIZADAS POR ANDRÉS DÍAZ MUÑOZ.

Comisario Principal del Cuerpo Nacional de Policía, jubilado.
Agregado oficial del Ministerio del Interior en la Embajada de Bolivia durante ocho años.


         
Después del resultado registrado en España en las últimas elecciones al Parlamento Europeo, son muchísimas las consideraciones que se están realizando en los distintos medios de comunicación. La mayoría de ellas, por no decir todas,  relacionadas con los resultados obtenidos por la formación PODEMOS, con su líder y cabeza  de lista Pablo Iglesias.  Estos resultados han conseguido traer a mi mente y recordar hechos acaecidos en Bolivia, país en el que ejercí el cargo de Agregado del Ministerio del Interior de la Embajada de España, país que  presumo conocer.
A los pocos meses de llegar al país andino, conocí la corrupción que inundaba a la clase política dirigente, pensaba que había cosas que no podrían suceder en España, me equivoqué. Aprovechándose de la putrefacción existente  en todo el sistema político y el complejo que por ello tenían, surge en el país la figura del sindicalista-cocalero Evo Morales Ayma, personaje que se alza como figura representativa del indigenismo y del campesino al defender la plantación de un cato de hoja coca (1.600 metros cuadrados) para cada familia del trópico de Cochabamba (El Chapare).  Con el objeto de conseguir sus fines, una de las actividades más frecuentes entre los campesinos, era el corte de la carretera troncal del país  esta une las dos poblaciones más importantes del país, como son La Paz y Santa Cruz de la Sierra.
Evo Morales luchaba contra el gobierno de Hugo Banzer (época democrática), para que el gobierno de éste, que se había comprometido con EE.UU con el Plan Dignidad (coca cero), no pudiera llevar a efecto los acuerdos relacionados  con la producción de la hoja de coca.  En 1997 la Confederación de Trabajadores del Trópico Cochabambino, liderada por Morales, decidió fusionarse con el partido Movimiento al Socialismo (MAS) para presentarse a las elecciones. En ellas obtuvo el acta de diputado por Cochabamba con el 70 por ciento de los votos de la demarcación.  Estos resultados fueron considerados por el resto de la clase política del país normal, teniendo en cuenta la problemática de la región, en relación a las plantaciones de la hoja de coca.
Con el fin de intentar ganar el poder en las elecciones de 2002, Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) elaboraron un programa de gobierno, éste incluía la convocatoria de una asamblea constituyente. Pocos días antes de estas elecciones, unas desafortunadas declaraciones del embajador de EE.UU, relacionadas con el indigenismo, hizo que estas se volvieran en su contra, consiguiendo un efecto distinto al perseguido. En las elecciones presidenciales de ese año Morales alcanzó el 20,9 % de los votos, 1,6 % menos que el ganador, Sánchez de Lozada. En las legislativas, el MÁS sacó el 11,9 %, lo que se tradujo en 27 diputados y ocho senadores, convirtiéndose en la segunda fuerza parlamentaria del país.  Los medios de comunicación del país analizaban las últimas elecciones e indicaban diversas consecuencias a sus resultados: Una recomposición del sistema de partidos, polarización de los partidos tradicionales y nuevas fuerzas políticas, consiguiéndose un avance cualitativo de la representación política por la inclusión de sectores indígenas y campesinos al sistema político, así como una importante redistribución territorial del voto.
A mediados del año 2002, se producen unos enfrentamientos entre militares y cocaleros en la provincia de Sacaba (Cochabamba) como consecuencia de ellos el Congreso acusa a Evo Morales de incitar a la violencia, por ello los legisladores encargan un informe a una comisión técnica, ésta estaba compuesta por siete miembros de la cámara de diputados. El resultado del informe acusaba a Evo Morales de ser “autor intelectual” del secuestro, tortura y asesinato  de un subteniente y un policía. Como consecuencia del mismo Evo fue separado del Congreso.
Nadie en Bolivia daba precio por aquel indígena, que se había encaramado tan alto en la política del país. A partir de aquellos hechos relatados, era raro el día que no hubiera a lo largo de todo el país incidentes de gravedad, estos llevaron a la dimisión de dos presidentes de la república,  Gonzalo Sánchez de Losada y Carlos Mesa, teniendo que asumir la presidencia el  Presidente de la Corte Suprema de Justicia que convocó elecciones y fueron ganadas por Evo Morales.
Antes de ganar Evo Morales las elecciones y desde la salida de Gonzalo Sánchez de Losada,   se observa en todo el Estado Boliviano unos cambios profundos; Visita del presidente de la república de Venezuela Hugo Chávez  que desde hacía pocas fechas había adquirido sin saberse como  un protagonismo enorme y en el que se observa bastante influencia en las decisiones que se toman en el país. Nombramiento en la embajada de Venezuela  de un embajador militar, personaje de lo más alejado de lo que puede considerarse un diplomático, sin formación ni escrúpulo alguno. Llegada a todos los departamentos del país, de una profusión importante de médicos de origen cubano; Interés en todas la embajadas afincadas en Bolivia un interesa desmesurado por reunirse con Evo y conocer sus inquietudes políticas y económicas, etc. 
A pesar de todo, parecía imposible que un indígena sin formación alguna, únicamente con una ideología comunista adquirida en Cuba, pudiera ostentar en algún momento la Jefatura del Estado boliviano.  Esta conclusión es parecida a la que actualmente se está realizando en España por muchos de sus comunicadores, los cuales a pesar de hablar y comentar el triunfo conseguido por el radical Pablo Iglesias, lo contemplan  en su interior como algo imposible de llevarse a efecto en España, lo mismo que viví en el país andino.
Venezuela es el tercer productor del mundo de petróleo, tras Arabia Saudí e Irán. El gobierno actual tiene al país sumido en un pobreza extrema, con una inflación galopante, de las mayores del mundo. Todas sus divisas son empleadas en exportar las ideas de la cuba castrista, por los países de habla hispana, que lo llevan a efecto por medio de sus servicios de inteligencia, que en la mayoría de las ocasiones lo ostentan personas con actividades sanitarias. 
En Europa el único país de habla castellana es España, en donde se da especialmente acogida a ciudadanos iberoamericanos, ello está  sirviendo de base, para introducir esas doctrinas bolivarianas, por medio personajes en todo el país, el cual se encuentra inmerso en una enorme crisis económica, con un porcentaje de paro de lo más grande del mundo, considerándose por la isla caribeña y su socios venezolanos, como un lugar de excelente caldo de cultivo para expandir sus ideologías.  Tenemos ejemplos varios ya en España, para poder constatar lo dicho, el Barrio del Gamonal en Burgos, con unos hechos violentos increíbles que fueron de cierta desproporción entre ellos y las reclamaciones efectuadas. En Gamonal acudieron miembros de organizaciones radicales españolas de todo tipo, que fueron subvencionadas y supervisadas por elementos extranjeros  Curiosamente en las últimas elecciones al parlamento europeo, el partido de las derecha española fue el más votado en el barrio de Gamonal.  Nuevamente se reproducen estos hechos en la ciudad condal, en donde un acuerdo del ayuntamiento democrático, de demolición de un edificio de propiedad privada, ha servido para que nuevamente radicales de todos los signos utilicen la fuerza para que no se lleve a efecto lo acordado democráticamente.
¿Quién iba a decir que Evo Morales con su  bandera de indigenismo, y su falta de formación cultural,  iba a conseguir su propósito?
¿Quién puede pensar que Pablo Iglesias con su bandera contra la corrupción y aprovechándose de la crisis y el paro existente pudiera conseguir su propósito?.
Hay una diferencia sustancial, Bolivia no es España. En el país andino solo era necesario un indígena (78 por ciento de la población lo es) en España era necesario una persona con una preparación oral y que actuara delante de una cámara de televisión, que es el medio  que nos da lamentablemente la cultura, que actualmente padecemos.  El enorme batacazo sufrido por los dos partidos mayoritarios españoles, nos hace pensar. Si aparte del comunismo existe otro sistema que nos sirva para atajar la injusticia social que está sufriendo el país, en donde la clase media, sostén de todo este entramado, “está tocada del ala”.  Dios nos libre, de lo que nos puede caer encima por culpa de una gran mayoría de esta clase política que nos gobierna, no muy lejana o  parecida a la que tenía Bolivia.  

Una vez pasado el tiempo y tras elecciones municipales y autonómicas esta es la siguiente reflexión.

Desde que se tuvo conocimiento de los resultados de las elecciones Europeas del año pasado, había considerado que tanto el gobierno  de España como el partido que lo sustenta, tomarían notas de los resultados obtenidos y actuarían en  consecuencia. Actualmente una vez conocidos los resultados de las elecciones autonómicas y municipales, se ha comprobado que el gobierno no tomó nota de aquellas.
Todo españolito de a pie piensa que el poder del estado es enorme, inconmensurable,  que los miembros del gobierno de turno poseen la misma cualidad. Sólo con los años, con la osadía y experiencia  que da la edad,  se da uno cuenta que los componentes de estos, son personas normales, iguales que cualquier otro ciudadano, con sus mismas virtudes y defectos,  estos último quizás más, por la circunstancia del poder, que en la mayoría de las ocasiones corrompe y otros no están ni mucho menos preparados como ellos creen para la misión que les corresponde. Estos políticos ignoro porque razones, se creen superiores a los demás, que son insustituibles y para remate  no conocen los problemas que existen entre la gente de la calle e incluso de los que le han votado.
Lamentablemente ni el partido del gobierno, ni ningún miembro del mismo han sabido explicar de ninguna manera las necesidades de sus decisiones legislativas y otras medidas  que a lo largo de la legislatura se han adoptado, fundamentalmente y como la más importante  de todas, la reforma laboral. Nos hemos enterado de ellas por las explicaciones y quejas que daban todos los partidos políticos y sindicatos que, a conveniencia de la calle, tergiversaban en los medios de comunicación. La única que se dio por parte del gobierno, fue su publicación en el BOE. No ha dado explicaciones sobre determinados proyectos de leyes que toda la oposición en marcha deformo en sus comienzo como es el caso de  la ley de Seguridad Ciudadana. Durante toda la legislatura ha venido dando la espalda a sus votantes,  sin tomar las medidas legislativas que este esperaba, ni explicación sobre las mismas. No ha tomado nota del deseo de su electorado de suprimir ciertas decisiones del gobierno anterior, al tiempo que tampoco ha dado razones.  Lo más grave de todo ha sido, que su gran éxito obtenido en la C.E.E  de evitar el rescate económico para España, tampoco se ha llegado a explicar. La única información que  llega al español de a pie es; Que la crisis económica  está superada con una serie de datos que no se entiende por parte del español medio, pues lo que se palpa es, que el número de parados no baja como se quisiera y las opciones de trabajo para los jóvenes son limitadísimas.
A todo lo expresado anteriormente habría que añadir la poca atención que se le ha prestado al plan soberanista catalán, en donde han dado la sensación que los independentistas han llevado la batuta y el gobierno ha seguido la pauta. Cualquier decisión tomada por el gobierno en contra del independentismo, hubiera sido en este caso aplaudida por su electorado. Un ejemplo sin dar más explicaciones lo tenemos en el auge de la formación catalana “Ciudadanos”, muy en contra del independentismo catalán.
A pesar de todo lo anterior aún queda algo importantísimo de lo que el gobierno de España tenía que haber tomado nota y ha parecido que estaba en el limbo. PODEMOS.
Pues bien ¿Como en todo este tiempo, no se ha dado cuenta, tanto los partidos constitucionalistas como el gobierno de que Podemos no es un partido político? 
¿Cómo es posible que los partidos comunistas desde el inicio de la transición no han tenido apenas influencia en España?.
¿Qué explicación se puede dar respecto a un partido de ideología comunista radical,  que haya conseguido en España los resultados de las últimas elecciones?.
Mi explicación es bien sencilla.
Podemos es una organización de origen cubano-venezolano (ahora se dice bolivariano) con ideas marxistas-leninistas, que se ha  aprovechado de la crisis económica europea y especialmente del paro que la misma ha originado en España. Esta organización ha tratado y conseguido por medio de sus agentes infiltrarse entre ciudadanos españoles a  los que la crisis económica ha golpeado,  así como en otros colectivos marginales, (ocupas, ácratas, antisistemas,  ninis etc.). Los miembros principales de la organización proceden de las entrañas más oscuras del comunismo más radical, sin escrúpulos alguno, bajuna que cada día según su conveniencia se ponen la piel de cordero que les interesa para que no sea muy visible su ideología, con tal de cumplir los objetivos que le asignaron las huestes bolivarianas, que a pesar de tener sumido a Venezuela en la miseria, quieren exportarla a éste país.
Todos los dirigente de podemos han sido cultivados políticamente en Cuba y económicamente en Venezuela,  con el fin de trasladar su ideario y sostén a una mayoría de los países sudamericanos. Dicho sistema es el que se viene utilizando en cuanto a España, aprovechando también lamentablemente de la escasa formación en general y especialmente en la política. Un buen  ejemplo de su funcionamiento lo tenemos en la gran cantidad de altos jefe militares y de la guardia nacional de aquel país, que no ven con buenos ojos el régimen chavista pero que los tienen en diferentes embajadas de todo el mundo, despilfarrando el dinero del país con el sólo fin de comprarlos para la dictadura.

Parece mentira que en todo este tiempo los servicios de información  de los cuerpos de seguridad del estado de España, no hayan podido o sabido demostrar el origen y sustento económico de esta organización y el peligro que supone. La única explicación a éste fracaso es que deberían estar muy ocupados con la amenaza  yihadista. La máxima culpabilidad considero en este caso recae a mi entender en nuestro servicio de inteligencia CNI, a los que los servicios de inteligencia de Cuba le están mojando la oreja. Tiene relación lo expresado con lo que hace un tiempo me comentaron, personas entendidas en la materia; Los servicios de inteligencia de la isla caribeña son los más preparados del mundo, juntos con los israelitas.

viernes, 12 de junio de 2015

NIGRINO, EL VALENCIANO DESCONOCIDO


Dicen los estudiosos del imperio romano que de la ingente cantidad de emperadores que tuvo Roma, solamente cinco merecen el calificativo de “Buenos Emperadores”: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio.
Pues bien, de estos cinco, dos fueron españoles: Trajano y Adriano.
Y es que España, que debe su actual configuración al proceso de romanización, acogió tan bien las formas políticas y sociales de Roma que buena parte de sus más claros exponentes de las artes, la filosofía, la literatura y las guerras, procedieron de aquella Hispania, la tierra de los conejos, a la que una ardilla podía cruzar saltando de árbol en árbol.
El más preclaro pensador latino, fue Séneca, nacido en Córdoba; el más hábil pedagogo y retórico, Quintiliano, nació en Calagurris, la actual Calahorra; el genial poeta Marcial, nació en Bílbilis, ahora Calatayud.
Y hubo más personajes insignes que naciendo en Hispania, dieron lustre y esplendor al imperio romano, entre ellos Teodosio I, el último gran emperador que a su muerte dividió el imperio entre sus dos hijos: Honorio y Arcadio; Diocles, el auriga, el deportista mejor pagado de toda la historia que ya mereció un artículo (http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/06/el-deportista-mejor-pagado.html); el agrónomo Columela, de mucha vinculación con Cádiz; el Obispo Osio, natural de Córdoba y alguno otro más, quizás de no tanto renombre.
Todos estos ilustres personajes fueron conocidos y ensalzados en su tiempo, sin embargo el protagonista de la historia que se narra en este artículo fue un hombre que hasta 1890, nada había dicho la historia de él, muy posiblemente porque fuera sometido a lo que en Roma se llamaba el borrado de la memoria, un castigo civil que hacía que cualquier acción, escultura, registro o conmemoración, se olvidase, como si nunca hubiese existido.
Este personaje se llamaba Marco Cornelio Nigrino y era un hispano, nacido en la provincia Tarraconenses, más concretamente en lo que es la actual ciudad de Lliria, al noroeste de Valencia.
Su padre, edetano de nacimiento, pertenecía a una rica familia que poseía cerca de Cuenca unas minas del yeso traslúcido, también llamado espejuelo (Lapis specularis) que se usaba para cerrar las ventanas cuando aún no existía el cristal. Esta explotación lo había convertido en un hombre inmensamente rico y para acrecentar el poder de la familia, pieza clave en la sociedad romana, se casó una mujer procedente de la provincia Bética llamada Curiacia Materna, cuya familia era muy influyente.
De esta unión nació Nigrino que a muy temprana edad ya empezó a detentar cargos en la milicia romana.
Fue destinado a Britannia en donde inició una esplendorosa carrera de títulos. De las islas pasó al Danubio, en tiempos del emperador Vespasiano, donde obtuvo numerosos triunfos ascendiendo a “legado”, un cargo de máxima responsabilidad en el ejército romano.
Fue cónsul en el senado romano en varias ocasiones y consiguió más condecoraciones que ningún otro militar romano.
Por el propio Vespasiano fue nombrado gobernador de Moesia, lo que actualmente sería Bulgaria, donde volvió a destacar luchando contra los dacios, un pueblo civilizado que competía con Roma por el control del Danubio.
Su carrera fue meteórica y su palmarés, inigualable y ¿qué debió ocurrir para que de este insigne personaje no se haya tenido ninguna referencia a lo largo de dieciocho siglos?
No se sabe con certeza, pero indudablemente se intuye.
En primer lugar es necesario explicar que la existencia de este insigne militar hispano fue conocida por pura casualidad, cuando a finales del siglo XIX y con motivo de unas obras que se estaban haciendo en una casa de la calle Valencia, de la ciudad de Lliria, apareció una lápida, a las que los romanos eran muy aficionados en la que se mencionaba a este destacado general y en la que enumeraba cada uno de los triunfos y condecoraciones que había obtenido y que literalmente dice: “Marco Cornelio, hijo de Marco de la tribu Galeria, Nigrino Curiatio Materno, cónsul, tribuno militar de la legión XIII Gemina, pretor con los emperadores Vespasiano y Tito, legado augusto de la legión VIII Augusta, pretor de la provincia de Aquitania, legado pretor de la provincia de Moesia, recibió por la guerra en la dacia dos coronas murales y dos coronas vallares y dos coronas clásicas y dos coronas aureas y hasta ocho purae y ocho vexiliae, legado augusto propretor de la provincia de Siria”.

Reconstrucción de la lápida de Nigrino


Es indudable que un personaje así debiera haber trascendido y tendría que haber sido mencionado por los historiadores del siglo I, en el que se desarrolló su vida, y sin embargo, como si nunca hubiese existido, sobre su figura se extiende un paño negro que la ha tenido oculta durante todo este tiempo.
Para explicar esto es necesario recordar que si algo era cotidiano en la Roma de los césares, era la conjura; el contubernio y la maquinación constante, lo que hizo ir debilitándose la estructura del gobierno, al que cada vez se accedía con menos preparación y siempre gracias a los apoyos de los correligionarios.
Nigrino, en sus inicios, tuvo la fortuna de apoyar a Vespasiano para su coronación como emperador y al salir bien la jugada, su carrera se propulsó notablemente.
Vespasiano pertenecía a la poderosa familia Flavia y con su nombramiento creó una dinastía, pues le sucedieron sus dos hijos, Tito y Domiciano.
El año 69 de nuestra era es conocido en Roma como el de los cuatro emperadores porque se sucedieron en un mismo año hasta cuatro césares, creando un desconcierto monumental, sobre todo por la forma en que iban acabando uno tras otro. (Recomiendo la lectura de mi artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/03/roma-no-paga-traidores.html).
El último de aquel año fue precisamente Vespasiano, cuyos soldados habían asesinado al emperador Vitelio.
Vespasiano gobernó durante diez años, hasta su muerte y le sucedió su hijo Tito que murió dos años después y a éste le sucedió Domiciano, quizás el emperador más demencial de cuantos se sentaron en el solio romano.
Domiciano estaba obsesionado con la lealtad de sus hombres y solamente nombraba para cargos de relieve a personas pertenecientes a familias que hubiesen estado comprometidas con la suya desde siempre. Así, nombró gobernador de Siria a Nigrino que doce años antes había estado al lado de su padre.
Siria era la más importante provincia de Asia y además de por el comercio, que era fundamental para Roma, porque se trataba de una zona muy levantisca, en donde las revueltas eran constantes y la que, al ser frontera exterior del imperio, recibía constantes agresiones e intentos de conquista.
Por eso el puesto ofrecido a Nigrino era de suma importancia, y el emperador confiaba ciegamente en él, y muy posiblemente sería el designado para sucederle.
Pero Domiciano ha sido definido como un perfecto tirano, cruel en extremo y paranoico; su perfil humano están a la altura de los de Nerón, Calígula y Tiberio, otros tres emperadores conocidos por sus desequilibrios y con ese condicionante es fácil imaginar que de inmediato se formó una conjura contra él en la que estaba implicado muy directamente Trajano, aunque no era él quien daba la cara.
Domiciano murió asesinado en su dormitorio, que también era su despacho, por un tal Esteban, criado liberto de la casa palaciega, con auxilio de otros criados y de la guardia pretoriana que custodiaba la puerta de la sala.
Tras su muerte, Nerva fue elegido emperador y a la muerte de éste, le sucedió Trajano.
Según refiere Plinio el Viejo, un heroico gobernador de una provincia oriental, reunió un poderoso ejército para oponerse al nombramiento de Nerva y enfrentarse a Trajano. Este gobernador no podía ser otro que Nigrino, contra el que usaron todas las vías diplomáticas para evitar la sublevación y ésta no llegó a producirse, pero es evidente que el personaje quedaría muy dañado.
Hasta el extremo de que muy probablemente en el mandato de Nerva o en el mismo Trajano, al que se ha creído ver que era su enemigo mortal, a pesar de ser ambos hispanos, se decretase contra el la llamada “Damnatio memoriae”, condena de memoria, que significaba condenar el recuerdo de un enemigo del estado y suponía borrar todo vestigio de esa persona.
Por eso es más que probable que Nigrino decidiese volver a su Lliria natal, donde posiblemente estaría la casa de su familia y en la que él se instaló, mandando esculpir la lápida a la que se hace referencia más arriba, para perpetuar su memoria y burlarse así de la damnatio a la que fue condenado.
Una casualidad ha arrebatado al olvido la figura de un hombre que pudo ser emperador de Roma y terminó siendo olvidado durante siglos.


sábado, 6 de junio de 2015

UNA CARA DE LA ESCLAVITUD: LA APASIONANTE HISTORIA DE "CÁNDIDA LA NEGRA" Y 5



Manuel Pacheco Albalate
Publicado en Pliegos
 Academia de Bellas Artes Santa Cecilia
Número 8, año 2006, pp. 39-62
ISSN: 1695-1824



Cuando el barco está próximo a perderse bajo las aguas, cuando casi todas las personas lo han abandonado, cuentan que un religioso, en el momento de abandonar la embarcación, ve a nuestra atemorizada Cándida temblorosa en un rincón, se compadece de ella, toma una de las canasta de mimbre que tan corriente solían ser por aquellos años en los barcos, la introduce dentro, la deposita en el agua y se arroja él también al mar perdiendo todo contacto con ella.

Refería Cándida, a sus más íntimos, que no supo cuanto tiempo estuvo en la mar, pero que con éste más tranquilo, cuando volvió a tener su natural color azulado y perdió el verde ocre y su agresividad, las antes embravecidas olas y ahora suaves la fueron acercando a la orilla, a la orilla de una extensa playa de rubia arena, a la playa que más tarde supo llamaban de la Isleta de los Conejos, como antes era conocida la actual de Valdelagrana. Sí recordaba cómo acertó a pasar por allí un hombre ya mayor, antiguo campesino, que recogía madera y retama para hacer el picón con que se ganaba el sustento en su madurez. Al piconero, por su parte, semejante hallazgo le conmocionó; no eran los restos de madera de un naufragio los que arrojaba el mar, como otras veces, sino una linda y joven negrita. La tomó con delicadeza, se compadeció de ella, le dio el calor que pudo compartieron sus escasas ropas, y lentamente caminaron hacía la calle Lechería donde él vivía. A pesar de sus pocas posibilidades económicas, la prohijó, y ya adolescente la tomó por compañera hasta su muerte.

Cuando ésta acaeció, buscó Cándida nuevo compañero con quien compartir su libertad y sus ganas de vivir, y no tuvo que marchar muy lejos. En la misma casa, en la que residían cincuenta vecinos según los datos que hemos hallado, se marchó como “huésped”, que es el calificativo que le da el padrón, a las habitaciones de un gitano con el que compartía el patio de vecinos común, de profesión viticultor, mucho más joven que ella pero ya mayor, que había dejado la viña y poseía una pequeña carbonería en la misma calle Lechería esquina con calle Rosa, junto a la fragua del también gitano “El Cohete”. Con este nuevo piconero, cuyo nombre no creemos necesario citar, compartió vida y profesión. Vendió su picón por las calles de El Puerto, y realizó toda clase de faenas domésticas allá donde se le requería, actividad muy en consonancia con la que habían realizado tiempos atrás los esclavos andaluces. Trabajó como una negra, y pasó muchas, muchas necesidades que cubría siempre con su sonrisa. Su sonrisa y su gran cesto colgado al brazo.

Entre los años 1940 a 1945[1], fecha que no hemos podido concretar por los problemas antes mencionados, cuando el compañero de Cándida podría tener entre 65 y 70 años, y ella, aunque no lo parecía, un siglo, miembros de la Compañía de Jesús de El Puerto, siguiendo la estela de sus compañeros de orden los Padres Alonso de Sandoval y San Pedro Claver, se preocuparon por legalizar la situación de esta pareja. Porque dejaran de vivir “ilícitamente” y fueran un matrimonio cristiano. Para lo cual, primeramente, había que bautizar a ella, pues suponemos que él habría recibido esta gracia divina.

El bautismo, por regla general, se celebraba pocos días después del nacimiento, y el expediente que reflejaba en la iglesia el haber recibido tal sacramento debía contener, y sigue conteniendo, el nombre que se le impone, la fecha de nacimiento, el día en que recibe el agua sacramental,  y los nombres, la residencia y los lugares de nacimiento de los padres, así como el de la o las personas que lo apadrinan. De documentos, como comprenderéis, no había nada, y solamente se tenía constancia de los datos que ella de memoria aportaba. Fueron obstáculos que pudieron subsanarse y por tanto se unieron en matrimonio el gitano y la negra. Sin embargo, nos vamos a detener en analizar algunos de los que ella aportó, pues nos van a clarificar su llegada a El Puerto.

El primero es su lugar de nacimiento. Los portugueses fundaron la ciudad de Sáo Paulo de Loanda (Luanda) al noroeste de Angola, en lo que fue en un principio el fuerte de San Miguel, factoría fortificada para el comercio de esclavos. Durante los siglos XVII al XIX, llegaban a Luanda muchos grupos de diferentes bantúes que eran capturados en Guinea Ecuatorial, Namibia, Zambia, Mozambique, etc. convirtiéndose el puerto, bajo el dominio portugués, en el más importante del tráfico de esclavos. De aquí salían constantemente barcos negreros para Brasil, pero también alguno que otro para un pequeño centro del sur de España, para Huelva y sus ciudades limítrofes, que también traficaban con este “genero”, según nos indica el historiador y político sevillano Antonio Delgado Hernández (1805 – 1879: “Los mareantes de Palos, Moguer y Huelva frecuentaban las costas de Guinea, de donde extraían esclavos negros para los mercaderes de Andalucía…”

Luego queda, medianamente nítido, que Cándida debió nacer en Luanda como ella decía. También analicemos la composición del antroponímico de los negros esclavos en este periodo. En primer lugar, naturalmente se le ponía el nombre de pila, que en los que pertenecían a españoles o de raíces cristianas era por supuesto cristiano, en nuestro caso Cándida proviene del latín, significando pura e inmaculada; semejante al de Catalina, aunque éste de origen griego pero diciendo lo mismo. Los apellidos podían ser varios: primero la raza (negro, mulato, pardo, tiznado, cuarterón, etc.), seguido de la etnia (si se conocía), a continuación la procedencia, y por último el nombre del amo. A lo expuesto agregamos que entre las esclavas de Huelva existía un número destacado de Catalinas o Cándidas, y que Cándida la “Negra” llevaba por apellido, con anterioridad a contraer su matrimonio, sólo el de Huelva, todo lo cual nos lleva a suponer que allí llegó desde el mercado de Luanda donde había nacido, no teniendo otro apellido por no tener dueño.

¿Y por qué el naufragio por estas costas?  Veamos. Algunas de las familias acomodadas de Huelva que tenían esclavos, algunos de ellos de cierto valor como en el caso de las jóvenes muchachas que tenían uno añadido por su posibilidad de descendencia y nueva venta, lo entregaban a un mediador para que lo condujera al otro lado del océano, a los palenques de subastas, y obtener un rendimiento que por acá no conseguirían. Puestos a suponer, bien pudo ser éste el caso de Cándida Huelva Jiménez. Por cierto que el segundo apellido, el de Jiménez, debió ser, o tomarlo, del padrino que la bautizó, pues sólo aparece con éste en los últimos padrones, cuando ya ha contraído matrimonio.

Hasta aquí la vida de nuestro personaje ha girado entre noticias fehacientes y suposiciones más o menos contrastadas, pero a partir de aquí, lamentablemente, todo está perfectamente documentado. Era la caída de la tarde de un frío miércoles 3 de enero de 1951. Cándida enciende un brasero de picón, del picón que estuvo tan relacionado con su vida, y que lo va a estar hasta sus últimos momentos. Cuando supone que está ya hecho ascuas, completamente brillante pero sin llama, lo deposita debajo las faldas de una sencilla mesa camilla, y se dispone a recibir su confortable calor, a administrárselo bajo alguna que otra paletada. Pero la combustión desprende el temible monóxido de carbono, la ventilación de la pequeña habitación es poca, y el letal gas le hace lentamente perder la conciencia. Cae sobre las brasas sin poder salir de ellas, y sus carnes centenarias van recibiendo una marca mucho mayor que la que pudo producirle la carimba que nunca le aplicaron, y que se utilizaban sin llegar a tener el color rojo, como estaba la estufa, para dañar menos a los que se le aplicaba. Cuando llegaron a ella estaba en un lamentable estado. Sus vecinos, sus vecinos de la calle Lechería, los niños hechos hombres a los que ella tanto quiso, la llevaron al único centro médico que existía en El Puerto, al Hospital de San Juan de Dios donde el médico de guardia, después de atenderla, redacto el siguiente informe:
Miércoles 3 de enero de 1951. 18’20 horas.
Cándida Huelva, Lechería nº 5.
Quemaduras de 3º grado en ambas regiones glúteas y piernas. Casual.
Quedó ingresada.
Dos días después, el 5 de enero, la publicación “Cruzados” de Acción Católica, informaba a los portuenses del accidente: “En el hospital de San Juan de Dios fue asistida la anciana Cándida Huelva de 110 años, conocida por “La Negra” que cuando estaba en las faenas propias de la casa se le prendió fuego a las ropas, apreciándosele importantes quemaduras  en ambas regiones glúteas y pierna derecha, quedando hospitalizada.”

Durante casi veinte días todavía tuvo fuerzas “La Negra” para luchar con su destino, pero fue ésta su ultima aventura. Según el libro de defunciones nº 5,  del Archivo Parroquial de la Iglesia de San Joaquín, folio 269, asiento nº 13, en día veintidós de enero de dicho año de mil novecientos cincuenta y uno, en la más estricta pobreza se le dio “…sepultura eclesiástica al cadáver de Cándida Huelva, natural de Portugal, de estado casada…”

Ésta, en resumen, es la pequeña gran historia de una singular mujer, personaje inconfundible, popular durante casi un siglo para los portuenses, pero sobre todo sencilla, cariñosa, amante de los niños, de esos que ella tanto quiso y nunca tuvo. En 1987, una mujer tremendamente sensible y querida amiga mía, Lola Alba, le escribió esta composición poética con la que concluimos nuestro pequeño homenaje a Cándia la Negra.

Un barquito llegó a El Puerto
Y trajo una flor morena,
Con el cuerpo de bambú
Y la carita canela.

El pelo como la endrina
Los ojos como la pena,
El alma de golondrina
Y el corazón de azucena.

Un gitanillo de El Puerto
La quiso por peteneras.
¡Gitano de fragua y yunque!
Con sonido de Candelas.

Churumbeles de azabache
Soñó Cándida la Negra
¡Sabanitas de silencios!
En cunas de mimbres seca.

¡Ay! ¡Soleá de mis tormentos!
¡Soleá de nucas negras!
¡Tu vientre quedó desierto
Como noches sin estrellas!

Por la calle Larga arriba
Viene Cándida la Negra,
Meciendo sus carnes blandas
Con vaivén de cubanera.

Lleva un canasto de mimbre
Con dos grandes tapaderas
Donde guarda sus recuerdos
De cubanita morena.

¿Qué llevas en el canasto
Cándida, canasto con tapaderas?
¡Hambre! Porque el hambre poco pesa,
Y, hay que llevarlo “tapao”
Pá que no cunda y se extienda.

¡Ay soleá, soleá!
¡Golondrinita morena!
Tu pelo se volvió plata
Tu cara quedó canela.





[1] En el Padrón Municipal de 1940 dice vivir como “huésped” con el cabeza de familia.  En el siguiente de 1945 aparece como casada, y solamente ella forma la unidad familiar. Su ya marido debía no encontrarse en El Puerto. En el siguiente, el de 1950, ya son dos los miembros de la familia, y ella aparece casada junto a su esposo.

viernes, 5 de junio de 2015

UNA CARA DE LA ESCLAVITUD: LA APASIONANTE HISTORIA DE "CÁNDIDA LA NEGRA" -4-




Manuel Pacheco Albalate
Publicado en Pliegos
 Academia de Bellas Artes Santa Cecilia
Número 8, año 2006, pp. 39-62
ISSN: 1695-1824

Cándida “La Negra”

Mucho, demasiado, me he extendido en hacerle un preámbulo a Cándida, que era el objeto principal de estas notas. Pero consideré la necesidad de situarnos ante la que fue última vecina del puerto, de nacimiento esclava y de piel color negra. Esto, unido a mi afición por escudriñar entre los acontecimientos acaecidos en El Puerto, de hurgar por los archivos, ha motivado que lo que en principio pensé iban a ser sólo unas anotaciones, haya salido algo más extenso. Pero es que el tema, si a todos, como decía al principio, despierta un cierto interés, a mí me lo despertó desde mi infancia, y con el viví muchos años hasta que supe algo más de mi simpática negra “Cándida”.

Fotografía de Cándida la Negra en su vejez

Desde que tengo conciencia, desde los primeros años de mi vida, de aquellos que dicen que fueron duros pero que para mí no fueron ni mejores ni peores porque no conocí otros, recuerdo cómo al llegar la noche, mi madre, mi buena madre, cansada de realizar durante todo el día las faenas propias del hogar, me preparaba, me metía en la cuna, que más que cuna era una cama pequeña, y sentada a mi lado, con la cabeza en ocasiones entre sus manos, y en otras realizando alguna que otra caricia por mi frente, por mis sienes, esperaba pacientemente a que me durmiera, a que con mi sueño pudiera llegar el descanso de su ajetreado y largo día. Transcurrido un buen rato, con más sueño ella que yo, que solamente tenía ganas de jugar y viendo como el dios Morfeo no hacia acto de presencia para llevarme y tenerme en silencio durante ocho o diez horas, mi madre se ponía seria y en un tono imperativo me decía. “Duérmete, que viene Cándida la Negra”. ¡Hasta aquí había llegado la cosa! Yo no sabía quien era Cándida, si era persona o animal, buena o no tanto, ni qué representaba, pero el tono de la voz de mi madre me hacía comprender que algo gordo era, que debía tomarme la cosa muy en serio y, de inmediato, contraía todos mis músculos, apretaba mis pequeños ojos, y en un instante la situación se resolvía. No había venido Morfeo, pero si la buena de Cándida La Negra a poner paz, a relajar la situación, a que el descanso llegara a mí y a mi madre.

Pasaron los años, fui creciendo, fui teniendo conocimiento del mundo en que vivía, supe que El Puerto era algo más que el barrio alto donde estaba mi casa. Y un día, calle Larga arriba de la mano de mi madre, camino de la lejana por aquellos años estación del tren, pasando por delante del convento de las Madres Capuchinas, hoy convertido en hotel, nos cruzamos con una persona que llamó poderosamente mi atención. Su aspecto era atractivo, destacaba, llamaba la atención: alta hasta provocar mi curiosidad, pelo muy anillado, rizado y blanco, sus andares lentos y cadenciosos, sus anchos hombros cubiertos por una toquilla negra de forma triangular cuyos flecos bordeaban sus voluminosos pechos, su cara desprendía quietud, serenidad, sosiego, al brazo una cesta de mimbre, un delantal blanco rompía el color negro de tanta ropa, y su voz dulce y melodiosa correspondió al saludo de mi madre. Todo me había impactado en un instante, pero mucho más aún el color de su piel, era distinta a lo que yo siempre había visto: era negra. Me paré en seco, aturdido, y pregunté, ¡siempre la pregunta del niño!: ¿Quién es? Y mi madre, con naturalidad, me respondió: Tú no la conoces, pero yo te he hablado mucho de ella. Es Cándida la Negra, con la que tú te has dormido muchas noches.

A partir de aquel momento cada vez que me cruzaba con Cándida analizaba su figura palmo a palmo. Tenía para mí un encanto especial. Me quedaba ensimismado viéndola. Pensemos que El Puerto por aquellos años, finales de los cuarenta, podría tener unos veintitantos mil habitantes, y Cándida era la única mujer de este color de piel. Lamentablemente, mis ratos agradables con su visión se cortaron cuando me llegó la triste noticia de que mi querida Cándida, la negra que me había hecho conciliar el sueño muchas noches, había muerto de forma traumática, quemada, carbonizada en un brasero de los de picón, de aquellos que se colocaban debajo de las mesas camillas.

Este accidente afianzó aún más mi interés por Cándida, y a medida que crecía, que iban pasando los años, me surgían más y más preguntas sobre su persona. ¿Quién fue realmente esta Cándida La Negra? ¿Quiénes fueron sus padres? ¿De dónde vino? ¿Cómo se quedó entre nosotros? ¿Por qué iba siempre rodeada de niños? Preguntas y más preguntas que, en principio, nadie acertaba a contestarme, o que ante mi juventud, callaban.

Pasaban los años, y siempre que la ocasión era propicia, preguntaba a personas, que por su avanzada edad eran buenas conocedoras de El Puerto, que me hablaran de Cándida. Y poco a poco, lentamente, fueron desvelándome alguno de sus secretos, muy bien guardados, de los misterios que la envolvían. Pero aún tuvo que pasar otro largo periodo para casi configurar la biografía de esta mujer nacida esclava. Se despierta en mí un deseo de investigar nuestro pasado, de estudiar nuestra Historia, y por supuesto la más cercana, la de El Puerto. Consulto archivos y bibliotecas en los más diversos y apartados rincones, donde encuentro comprensión, apoyo y colaboración, con la sola excepción, actualmente, del archivo de la Iglesia Mayor Prioral de nuestra ciudad, imprescindible para poder estudiar la Historia de la misma, nuestra Historia, y cuya consulta me hubieran ayudado a completar más este trabajo.

Con todas estas colaboraciones, con la documentación de los archivos y los recuerdos de amigos no muy jóvenes (alguno pronto celebrará su centenario), aunque con lagunas, hemos podido reconstruir la biografía de una negra nacida esclava: Cándida Huelva Jiménez.

A través de los Padrones Municipales del Archivo Municipal de El Puerto de Santa María, Sección cuarta, Plaza de Abastos, Lechería nº 5, de los años 1940, 1945 y 1950, hemos podido saber que nació en Luanda, colonia portuguesa, el 2 de mayo de 1845, viviendo en esta casa desde su llegada a El Puerto hasta su muerte. Pero vienen ahora las preguntas. ¿Cómo había llegado? ¿Por qué de nombre Cándida? ¿Por qué de apellido Huelva? ¿Por qué natural de Luanda? ¿Por qué aparece viviendo, algunos años de su vida, como “huésped” en esta casa de la calle Lechería? Etc., etc, etc.

Empecemos por su arribada, palabra que es la que mejor define su llegada. Me contaron éstas personas mayores, algunas sin conocerse entre ellas, a quienes hemos hecho referencia por su avanzada edad, que Cándida en su juventud, en los primeros años de estancia entre nosotros, refería su llegada a El Puerto, aunque más tarde, por la situación familiar en que vivía, nunca quiso hablar de ello, pese a lo cual su historia era bien conocida por las personas de su entorno. Por lo tanto los acontecimientos, siguiendo esta tradición oral, que después hemos podido estudiar y ver su solidez, fueron como siguen.

Cándida, por los años cincuenta del siglo XIX, siendo una esclava muleque, como se le llamaba en Cuba a los comprendidos entre los seis y los catorce años, viajaba como “mercancía” en un navío próximo a nuestras costas. Al estilo que solían hacerlo cuando se les conducía a los enclaves de trata, iba con sus manos y pies aprisionados por grilletes. Sus tiernas carnes no habían sido marcadas a fuego, ni con la “R” en la espalda de la monarquía, signo de que era mercancía legal y no de contrabando, ni en el pecho con otra clase de carimba que dijera quién era su propietario, o quién el asentista que la transportaba; sin embargo si portaba las marcas que dejaron los grilletes en sus muñecas y tobillos desde muy joven, huellas que ella escondió siempre celosamente, y que denotaban sus orígenes. Los suyos y los de unos padres que sólo pudieron dejarle por herencia el color de su piel, y la esclavitud que ellos también padecieron.

En la travesía, en aguas cercanas a la Bahía, se desata una tremenda tempestad, El cielo se obscurece, una lluvia intensa impide verse unos a otros en la cubierta del propio barco; el aire arrecia por momentos, las olas van elevándose cada vez más y más, y su encuentro con la embarcación se hace cada vez más violento, lo zarandean, lo envuelven, destrozan cuanto elemento encuentran en su trayectoria; los avezados marineros que gobiernan el barco tienen serias dudas de que puedan salir triunfantes de tan desigual batalla. Lo ponen al pairo procurando no ofrecer ninguna resistencia ni al aire ni a la marea, esperando el momento de tomar una decisión. A pesar de todo, de pronto, un nuevo accidente viene a complicar aún más la situación: por la popa se produce una vía de agua que los marineros, a pesar de los intentos que hacen por achicarla, no pueden contener. La situación es angustiosa, y el capitán decide poner proa a la cercana costa con el fin de salvar a la mayor parte de los pasajeros y tripulantes. El barco empieza a hundirse; nadie piensa en nadie ni en nada, el único objetivo es alcanzar tierra, librarse de la mar enfurecida. Todos van saltando buscando algo a que aferrarse y conseguir la costa; y por supuesto ninguno de los que van a bordo presta la menor atención a esa “mercancía”, a ese producto destinado al comercio, a esa pequeña esclava que queda en el barco con sus cepos.


Continuará