viernes, 31 de julio de 2020

UN DETALLE QUE HONRA




Sin inspiración no es posible producir nada, pero es fundamental que la inspiración llegue cuando se está trabajando, de otra forma tampoco produce efectos.

La semana pasada comentaba en mi artículo que un amigo me había inspirado parte del escrito que publiqué sobre la Batalla de Toro y las mujeres que en ella intervinieron. Para documentarme sobre las circunstancias de dicha batalla y sus causas, tuve que leer mucho, aprendiendo cosas que realmente no sabía.

Dicha batalla acabó prácticamente con la Guerra de Sucesión de Castilla, aunque no supuso la renuncia del rey portugués Alfonso V a sus deseos de hacerse con la corona castellana, en los que perseveró por años. Dicha guerra y sus causas tienen unas particularidades que la hacen, al menos, curiosa.

Isabel I se autoproclamó reina de Castilla a la muerte de su hermanastro Enrique IV, en Segovia el día 13 de diciembre de 1474, con el apoyo de la mayoría de la nobleza castellana que ya, diez años antes, había apoyado a su hermano Alfonso a coronarse en vida de Enrique, por lo que durante unos tres años, Castilla tuvo dos reyes.

Personajes tan importantes como el marqués de Villena, el arzobispo de Toledo o el Maestre de la Orden de Calatrava, que habían sido muy influyentes con el príncipe Enrique y en los primeros años de su reinado como Enrique IV, se volvieron contra él cuando en la corte se empezó a hablar de la homosexualidad del rey, su incapacidad para procrear y sobre todo del vertiginoso ascenso de Beltrán de la Cueva y Lucas de Iranzo, nuevos validos del rey.

Todos aquellos apoyaron decididamente a Alfonso y tras su muerte, a Isabel, considerando que la Beltraneja, nacida en 1462, no podía ser hija del rey y por tanto no había posibilidad de que le sucediera.

Pero había otro Alfonso en liza y era el rey de Portugal, quinto de su nombre y hermano de Juana, la madre de la Beltraneja, con la que se caso en la ciudad de Plasencia en 1475.

El grueso de las fuerzas militares de Castilla y una gran parte de su nobleza, estaba, como ya se ha dicho, a favor de la reina Isabel por dos razones fundamentales. La primera era por la evidente ilegitimidad de la Beltraneja; era obvio quien fue su padre y por tanto no tenía sangre Trastámara y no podía gobernar y por si fuera poco al casarse con el rey portugués, peligraba la identidad de Castilla.

La otra razón era que sin embargo, el matrimonio de Isabel con el heredero de la corona de Aragón era un paso muy importante para la unificación de España.

Pero el rey portugués no se rindió fácilmente y tras la batalla de Toro que él consideraba ganada, mantuvo el dominio de la ciudad, hasta que hubo de entregarla, cuando vio que iba perdiendo el apoyo de los pocos nobles castellanos aun leales a su causa.

Falto de apoyos en Castilla, el rey portugués se trasladó a Francia, buscando la alianza de Luis XI que a la larga no obtuvo.

Mientras estuvo en Francia, a Portugal llegaron noticias de que el rey había abdicado, al no conseguir los apoyos suficientes para oponerse a la reina de Castilla, por lo que los nobles portugueses se dieron buena prisa en coronar rey al príncipe Juan, que reinó durante cinco días, cuando su padre le reclamó la corona.

En este punto de la historia ocurrió el hecho que da título a este artículo, pero por razones de estrategia literaria quedará para relatarse al final y se continúa mencionando la serie de circunstancias bien claras de la rivalidad que se inició entre los dos países.

Los Reyes Católicos, conocedores de la importancia que tenía el dominio del mar, donde los portugueses les llevaban ventaja, prepararon en Sanlúcar de Barrameda dos flotas. La primera para conquistar la isla de Gran Canarias, de importancia estratégica fundamental para iniciarse en el dominio de la costa occidental africana,

La segunda flota para dirigirse al Golfo de Guinea a comerciar con los nativos y más concretamente a una zona conocida como Mina de Oro, que se encuentra en la actual Ghana.

Las dos flotas navegaron juntas hasta Canarias, donde la que se dirigía a Guinea se aprovisionó para continuar viaje.

La flota destinada a conquistar Gran Canaria no pudo hacerlo porque una flota portuguesa puso en fuga a muchas naves castellanas, pero los portugueses tampoco pudieron desembarcar y faltos de bastimentos decidieron regresar a su país, pero en el viaje de vuelta se toparon con varias naves castellanas a las que abordaron quitándoles cuanto de alimento llevaban y ya bien provistos, viraron para dirigirse al encuentro de la flota que había ido al Golfo de Guinea.

A cambio de pedrerías y algunos objetos de importancia para los nativos, los castellanos se habían hecho con gran cantidad de oro, pero la codicia que puede más que la inteligencia, les hizo demorarse más meses de lo que estaba previsto y a los portugueses les dio tiempo a llegar.

Muchos meses de inactividad y asolados por las enfermedades tropicales, fueron incapaces de hacer frente a los portugueses que los derrotaron e hicieron prisioneros, trasladándolos a Lisboa.

El oro arrebatado fue una inyección económica para el rey Alfonso que se permitió continuar con su aventura española.

Un año después se firmo la paz entre los dos países por el tratado de Alcaçovas que supuso un reparto del todo el litoral atlántico desfavorable para Castilla, precisamente por la derrota sufrida en Ghana.

Y retomando el tema del regreso de Alfonso V hacia tierras portuguesas, y este también me lo contó mi amigo, el del otro día, caminaba al frente de su ejército por la Ruta de la Plata, hacia el Sur, desviándose para cruzar el Tajo y entrar en Portugal.

En esa ruta se encuentra la ciudad de Alcántara, famosa por el puente romano de principios del siglo II y joya de la ingeniería civil romana y que da precisamente nombre a la ciudad Alcántara, pues su nombre viene del árabe al-Qantarat que significa puente.

 

Puente Romano de Alcántara

 

Desde allí se abren dos rutas hacia el país vecino, una que enlaza con Lisboa y Braga, hacia el sur y otra que enlaza con Beira Alta.

A lo largo de la historia el puente ha sido parcialmente destruido en tres  ocasiones, la primera de ellas en 1213 por los musulmanes, para evitar el avance de las tropas cristianas.

La segunda vez fue en 1707, durante la Guerra de Sucesión, destruyéndose el arco de entrada de poniente.

Un siglo después, durante la Guerra de la Independencia, para impedir el avance de las tropas napoleónicas, se derruyó el segundo arco y esta fue la tercera agresión a tan magnífico monumento.

Siempre fue por motivos bélicos y por ese mismo motivo, pudo haber una cuarta destrucción que se estaba planeando por las tropas castellanas cuando Alfonso V se había apoderado de la ciudad de Alcántara.

Llegó entonces a oídos del rey que las tropas españolas estaban haciendo acopio de pólvora con la intención de volar el puente, pero esta vez no sería un arco sino una parte mucho mayor de su estructura, impidiendo así el desplazamiento de las tropas portuguesas hacia su país.

Enterado el rey portugués de las intenciones envió un emisario al duque de Villahermosa que comandaba el ejército castellano en el que le decía que no se le ocurriera derribar el puente, que él daría un rodeo con sus tropas, antes de que por su culpa se destruyera una construcción tan noble como aquella.

Y así lo hizo, parece que cogió un camino más hacia el norte y salió de España por la ciudad fronteriza de Piedras Albas.

Curiosamente, el rey Alfonso de Portugal mandó construir el Monasterio de Santa María de la Victoria, en la ciudad de Batalha, mientras Isabel I mandó construir el convento de San Juan de los Reyes en Toledo, entregado a la orden franciscana y que pretendía ser un mausoleo de la familia real, ambos en conmemoración de la Batalla de Toro que ganaron ambos, o ambos perdieron.

1 comentario:

  1. Alcántara, como sabes es el pueblo donde nací y Piedras Albas, que está al lado, es frontera con Portugal y es dónde yo tuve por medio de mi padre, que estaba destinado como Guardia Civil en Ceclavin, mi primer contacto con el Cuerpo General de Policía, Inspectores destinados en esa frontera...

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