En los actuales tiempos, la
pertenencia a una etnia determinada se está convirtiendo en tarea cada día más
difícil. Los movimientos demográficos, las migraciones, la velocidad de las
comunicaciones, los nuevos conceptos de aldea global, o alianza de
civilizaciones, hacen que la pureza de las razas se vaya difuminando, con
tendencia a mezclarse todo.
Solamente algunos grupos
étnicos permanecerán inmunes a esta nueva tendencia impuesta por la
civilización actual, el resto, todos los occidentales, dentro de unos siglos
serán un revuelto de razas irreconocibles.
Pero eso nunca fue así, sino
hasta que las circunstancias relatadas al principio se impusieron sobre las
demás costumbres. Hasta hace muy poco lo natural es que cada pueblo, cada raza,
permaneciera encerrada en la ambición de su pureza, eludiendo las mezclas.
También era lo normal que
cuando una etnia se imponía a otra en un mismo territorio, tratara de
esquilmarla hasta la extinción, para quedarse como único poblador. Es lo mismo que
hacen algunas fieras en la naturaleza.
Nuestros compatriotas canarios
llaman “godos” a los peninsulares, porque efectivamente fueron los godos los
invasores bárbaros que desplazaron y aniquilaron a los pueblos autóctonos que
poblaban la península y entre ellos un pueblo que de tanta importancia como
tuvo, dio nombre a todo el territorio peninsular: los Iberos.
Mucho se ha escrito sobre los
iberos o íberos, que también así se escribe y mucho más se ha de escribir sobre
este pueblo que curiosamente no constituía un grupo étnico común y del que no
se sabe demasiado, pensando que llegaron a nuestra península en el periodo
Neolítico, la edad de la piedra pulimentada, que empezó a darse unos ocho mil
años antes de nuestra era.
Lo que parece cierto es que
muchos años después, esta reunión de etnias, que tenían en común solamente la
lengua que hablaban, se habían distribuido por todo el litoral mediterráneo,
tanto francés como español y habían penetrado hasta el valle del Ebro, La
Mancha y hasta los ríos andaluces Guadiana y Guadalquivir.
Cuando Grecia alcanza su
máximo esplendor, ya hacía siglos que venía colonizando toda la costa del
Mediterráneo y desde la ciudad francesa de Marsella, fundada por griegos en el
año 600 antes de nuestra era, sobre un antiquísimo asentamiento neolítico,
hasta las costas de Murcia, llaman Iberia a todo el litoral, para diferenciar a
los pueblos allí asentados, de los habitantes del interior.
Son entonces los griegos los
que bautizan a los iberos con ese nombre y con ese nombre los conocieron los
romanos cuando la hegemonía de occidente pasó de Grecia a Roma.
La expansión del imperio hace
necesario la obtención de recursos para sufragar los enormes gastos que
producen las guerras y las conquistas y en la capital del imperio se tienen noticias
de las inmensas riquezas y los enormes recursos que contiene la península que
los griegos habían llamado Iberia y que ellos rebautizarían con el nombre de
Hispania, eso sin contar su enorme valor estratégico, pues se encuentra a un
tiro de piedra del continente africano y cierra por completo el Mare Nostrum. A
todo esto habría de añadírsele un valor más y es la fiereza de sus guerreros,
magníficos luchadores para alistar en las filas de sus legiones.
Roma había contado con todo,
menos con una cosa, la feroz resistencia que los iberos le iban a ofrecer y
cuando creyeron que vendrían a la península dando un paseo militar para
apoderarse del oro de la Médulas, el cinabrio de Almadén o el “garum” de Gades,
o las setas de Aracena y que incrementarían sus ejércitos con magníficos
soldados, se equivocaron radicalmente, pues aquel paseo se convirtió en una
campaña que duró casi doscientos años, y en donde aparecieron figuras
ejemplares como los caudillos iberos Indíbil y Mandonio, el lusitano Viriato y
la resistencia hasta la muerte de ciudades iberas como Sagunto y Numancia.
Pero, curiosamente, los
griegos que eran unos fanáticos colonizadores y comerciantes, no conocieron una
sola Iberia, porque con ese mismo nombre designaron a una región del Cáucaso,
casi a orillas del Mar Negro, solo que ellos le añadían los calificativos de
Caucásica o del Este, para diferenciarla de la Península Ibérica.
Muy posiblemente tras el
comercio del cobre, metal que comienza a ser muy preciado en el tercer milenio
antes de nuestra era, los griegos se adentran en el mar que ellos denominaron
Ponto Euxino y que mas tarde sería el Mar Negro, cuyas orillas recorrieron
encontrando, en la más oriental de aquellos litoerales, un país en donde este
metal abundaba.
A aquella región la llamaron
“La Cólquida”, palabra que presumiblemente procede de “Khalkos”, que ellos
usaban para designar precisamente el cobre.
Allí encuentran asentadas a
diferentes tribus que no se mezclan entre ellas, una de las cuales fueron
llamadas iberos por los griegos y que dieron nombre a aquella región.
Todas aquellas tribus
contribuyeron más tarde a formar el estado de Georgia.
Mapa de la zona donde
se aprecia Iberia hace 2.500 años
Así pues, en la antigüedad
hubo, claramente diferenciadas, dos Iberias. Modernos historiadores, basándose
en los escritos de los historiadores clásicos que hicieron referencia a este
curioso detalle, han tratado de ver similitudes entre las dos etnias que
habitaban sendas Iberias, pues los griegos se caracterizaron siempre por afinar
mucho a la hora de poner nombres a todas las cosas, tanto así que su
nomenclatura se sigue utilizando hoy en día para nombres científicos.
En documentación existente y
referenciada al principio del segundo milenio de nuestra era, es decir, allá
por el año mil, existe constancia de que en aquella Iberia caucásica, existía
el deseo de muchos de sus nobles y otras personas pudientes, de viajar a la
Península Ibérica con la intención de conocer a los “georgianos del Oeste”, es
decir, a los españoles de aquella época.
En la actualidad, por parte de
muchos lingüistas, se ha encontrado que entre el idioma vascuence y los
antiguos idiomas caucasianos, hay demasiadas similitudes para que esta
circunstancia fuera fruto de la casualidad y tratando de buscar una explicación,
se apoya la teoría de que los vascos son iberos que resistieron a la mezcla de
etnias mucho más que los demás pobladores de la península y que nunca
estuvieron bajo dominación romana, ni goda o visigoda y menos aún, árabe, por
lo que permanecieron como aislados, practicando la endogamia dentro de la
tribu, de por sí muy extensa y que por eso conservaron las raíces de su lengua,
lo mismo que los sefardíes conservaron el castellano antiguo.
Ya Estrabón, el incansable
viajero del siglo I antes de nuestra era, que afortunadamente dejó todas sus
experiencias por escrito, habla de la sorprendente similitud de la lengua de
los vascones, con la de los iberos del Cáucaso.
En el año 1921 se descubrió,
en unas excavaciones que un particular realizaba en Alcoy, provincia de
Alicante, una pieza de plomo de forma rectangular y de unos diecisiete
centímetros de largo por seis de ancho, en la que había escrito, con caracteres
griegos, unas frases que, lamentablemente, aún no se ha conseguido comprender
su significado.
Facsímil del Plomo de
Alcoy
Los iberos y otros pueblos que
moraban en la Península, usaban una lengua ágrafa, es decir, no tenían
escritura, por lo que ha resultado muy difícil aprender cosas de estas
culturas, que, sin embargo, llegaron a grados de perfeccionamiento como
demuestra la Dama de Elche, joya de la escultura ibera. Por eso el
extraordinario valor de la plancha de plomo de Alcoy, pues quien quiera que
quiso expresar sus sentimientos, usó las letras del alfabeto griego para
trasladarlos al soporte de plomo.
El hecho de estar escrita con
caracteres griegos, sirvió de mucho para trasladarlas al alfabeto español
actual, quedando sorprendido sus descubridores cuando pudieron apreciar la
similitud de aquel texto, con la grafía y sonoridad del vascuence.
IUNTZI TIRAU TXAL IRIGO. BASIRETIR SABARI
DAUZ. BIRAGOÑAR GUREZ. BORROIZ TILINGI ZIDEIDU.
SOZ GOERE ZIDURAN. SOSDIRGADE EDIN
SORAIKADA. UAL TINGO. BIDEUDA EDIN. ILDU
NIRAIO NAI. BEKORRE. SOBAGEI DEIRAUNT.
IRIKE ERIGITI. GARRIKAN DA DULA BAZKO
BU IZI TINEGI. BAGARRIK XENIKA IRU ZIZ. TURI LEBAI
LURA. LEGUZ EGIKO BASERRIKO. EIUN BAIDA.
URKO BASBIDE IRABAGI TIN. IRIKE BASER-
RIKO AGI. TO BIN DA. BELA JAZO IKAUR. IS BIN
UAIO AS GANDIS. TAGO IS GARRIKA BIN IKE
BIN. ZALIGI KIDA EI. GAI BIGA ITU.
AGI NAI TZAKAR IS KEP.
DAUZ. BIRAGOÑAR GUREZ. BORROIZ TILINGI ZIDEIDU.
SOZ GOERE ZIDURAN. SOSDIRGADE EDIN
SORAIKADA. UAL TINGO. BIDEUDA EDIN. ILDU
NIRAIO NAI. BEKORRE. SOBAGEI DEIRAUNT.
IRIKE ERIGITI. GARRIKAN DA DULA BAZKO
BU IZI TINEGI. BAGARRIK XENIKA IRU ZIZ. TURI LEBAI
LURA. LEGUZ EGIKO BASERRIKO. EIUN BAIDA.
URKO BASBIDE IRABAGI TIN. IRIKE BASER-
RIKO AGI. TO BIN DA. BELA JAZO IKAUR. IS BIN
UAIO AS GANDIS. TAGO IS GARRIKA BIN IKE
BIN. ZALIGI KIDA EI. GAI BIGA ITU.
AGI NAI TZAKAR IS KEP.
Texto convertido en
caracteres latinos
Tú y yo, sabemos un poquito de las distintas culturas y nada de guerras.
ResponderEliminarBuenos recuerdos de aquellos tiempos.
Siempre interesante tus artículos.
Salu2
Interesante artículo!! En estos días, habrá que verse y cambiar la pluma por la cuchara.
ResponderEliminarMuy interesante esperemos que no sea leído por Arzallus y otros separatistas vascos.
ResponderEliminarCuurioso e interesante artículo. Había oido algo sobre cierta similitud entre el vascuence y el idioma de algún pueblo del Cáucaso, pero no con los detalles que apuntas. Los vascos conocen perfectamente este tema, y no parece hacerles mucha gracias. Ellos no quieren parecerse a nadie. Saludos.
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