viernes, 6 de diciembre de 2019

EL "DO DE PECHO"





Una de las frases más socorridas cuando nos referimos a una acción muy meritoria efectuada por alguna persona, incluso en contra de lo que se suponía que pudiera llegar a hacer, es referirnos a ese hecho diciendo: “dio el do de pecho”.
Seguramente que no nos hemos parado nunca a pensar qué es realmente dar el do de pecho y eso es lo que voy a tratar de explicar.
El “do de pecho” es la nota más alta de un tenor que da por métodos naturales, es decir, si emplear técnicas como el “falsete”.
Supone una escala más alta del último do registrado en la tesitura musical que es el “do4”, así pues, el “do de pecho” es el “do5”.
Como muy bien escribía Pavarotti en su autobiografía titulada Mi propia historia, los cantantes tienen dos o tres voces diferentes que van de grave a intermedia y en su caso aguda y uno de los logros más difíciles de alcanzar por los cantantes de ópera es pasar de una voz a otra sin que el público lo aprecie.
Esa dificultad estriba en que en el canto se pasa de la voz de pecho a la voz de cabeza, donde realmente se consiguen estos agudos.
Por lo tanto el “do de pecho”, no es en realidad producido por el pecho del cantante sino por la resonancia del sonido en la cabeza. Es lo que se llama “resonadores faciales”.
Hace ya muchos años, estaba entonces destinado en Zamora, cuando una noche de sábado fui invitado a tomar unas copas del famoso vino de Toro, de cosechas artesanales, a casa de un buen amigo y tocayo.
Allí se encontraba también un matrimonio amigos suyos, cuyos nombres soy incapaz de recordar, pero lo que si tengo presente es la singularidad de estas personas.
El era un hombre inteligentísimo que, como entretenimiento, se dedicaba con su mujer a inventar juegos de mesa u otra clases de juegos o juguetes infantiles.
En cierto momento de la animada conversación, salió el tema de la ópera y entonces aquél demostró sus enormes conocimientos sobre dicha faceta musical, pero es que es más, nos hizo salir a la terraza y comenzó a cantar con una espléndida voz.
Al término, cuando al menos yo fui capaz de cerrar la boca, explicó cómo los grandes tenores obtenían esa potente voz y decía que nos fijásemos en las cabezas, sobre todo en las frentes abombadas de Pavarotti o Plácido Domingo.
Desde entonces me vengo fijando en las “frentes preñonas” que diríamos en mi tierra y, ciertamente, los buenos cantantes tienen cabezas grandes y frentes abultadas.
Esa configuración ósea es la da calidad al canto y curiosamente con la cabeza es como el tenor puede llegar al “do5” o do de pecho. Un buen tenor puede conseguir notas más altas, pero ya empleando la técnica del falsete, que como su nombre indica es una técnica para falsear la voz.
Así pues el nombre está mal puesto. No es “do de pecho” pero es así cómo se lo conoce mundialmente y desde hace mucho tiempo y ha sido el sin par Pavarotti el que más veces y mejor lo ha logrado.
Pero no es esta la única controversia respecto de la citada nota musical, pues los estudiosos de la música clásica y de la ópera en particular, daban siempre por sentado que el primer tenor capaz de producir un do de pecho, del que se tenía constancia documental, había sido el tenor parisino Gilbert Duprez, fallecido en 1896 a los noventa años de edad.
Pero recientemente se ha descubierto que esta apreciación no es cierta y que ese honor lo ostenta un cantante español.
Me gusta la música pero no sé nada de esa faceta artística y aparte de los clásicos muy clásicos, se me escapa cantidad de información sobre las figuras del mundo de la música y este español, al que ahora me voy a referir, era completamente desconocido para mi.
Se le solía llamar Manuel del Pópulo Vicente García, pero su verdadero nombre tendría que haber sido Manuel Rodríguez Aguilar, si consideramos los dos primeros apellidos de sus padres, si bien en aquella época no estaba institucionalizada esta norma.
Nació en Sevilla el 21 de enero de 1775, pero su juventud la pasó en Cádiz, actuando en lo que se ha llamado “los teatros progresistas” en donde se mezclaba la modernidad con el teatro clásico, la tonadilla con la ópera italiana y todo ello con el espectáculo en general.
Sevilla, en aquel momento tenía prohibido todo tipo de ópera, tanto por el consistorio municipal, como por la iglesia, de enorme poder en aquellos momentos, así que el joven Manuel que con seis años había ingresado en el coro de la catedral, al llegar a los dieciséis años comprendió que en aquella encorsetada ciudad no podría desarrollarse musicalmente, viendo esa oportunidad en Cádiz, una de las ciudades más cosmopolitas, bullangueras y florecientes del momento. 
El ignorado García, apellido con el que nos referiremos a él, influyó mucho en transformar lo que entonces se conocía como corral de comedias, en teatro elegante, al gusto italiano, influyendo en la nueva cultura de la escena que se estaba produciendo.
En Cádiz escribió cantidad de música que iban desde tonadillas hasta operetas, obras teatrales como sainetes, comedias y toda una colección de obras dramáticas que él mismo interpretaba, dada su enorme calidad de actor.
En 1779 se casó con una actriz y cantante llamada artísticamente Manuela Morales, con la que tuvo una hija años más tarde y que al pasar de los años también fue cantante.
Pero no fue hasta el año 1798, es decir, cuando tenía veintitrés años, que debutó en Madrid como cantante lírico, donde obtiene un gran éxito.
Pronto se convirtió en director del más importante teatro de Madrid, llamado Los Caños del Peral, situado en lo que ahora es la plaza de Isabel II, al final de la calle Arenal, en lo que actualmente es el Teatro Real.
Sus éxitos se sucedieron y llegó a ser un personaje muy conocido en el mundo de la música, si bien, por la escasa documentación que he podido encontrar sobre su formación musical, me inclino a pensar que era más autodidacta que académico, pero de lo que no cabe duda es de su enorme talento y del profundo conocimiento que tenía de los clásicos, sobre todo de Mozart y Haynd.
Pronto España se le quedó pequeña y comenzó a viajar por los diferentes países que lideraban el panorama musical europeo. Su primera parada fue París, donde cosechó su primer éxito como tenor y compositor.
En 1811 se instaló en Italia, donde perfeccionó sus estudios sobre la ópera, trabando gran amistad con Rossini, el cual lo eligió como tenor principal de sus dos obras más famosas: Otello y El barbero de Sevilla.
Durante esta etapa escribió innumerables partituras para canto y guitarra, instrumento que dominaba.
Pero Europa también se le queda pequeña y en 1816 se trasladó a Nueva York, donde consiguió igualmente un éxito arrollador.

Retrato de García, caracterizado de Otello

Entre los Estados Unidos y Méjico, permaneció en América hasta 1830, cuando muy mermado de cualidades y habiendo perdido mucho potencial de su voz, regresó a París, donde abrió una academia de música que regentó hasta su muerte ocurrida en 1832, cuando contaba cincuenta y siete años.
Fue el gran impulsor del gusto por lo español que se extendió por toda Europa y del que salieron obras tan inmortales como el Capricho Español de Korsakof, la Carmen de Bizet o el propio Barbero de Sevilla.
Pues bien, este personaje de la escena musical fue el primero que tiene documentado el haber conseguido el do de pecho en numerosas ocasiones.

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