viernes, 20 de diciembre de 2019

UN PRÍNCIPE DESAFORTUNADO





Solamente por el enorme desconocimiento que se tiene de la historia de España, me puedo explicar cómo es que el independentismo catalán no rinde culto a este personaje del que hoy voy a escribir.
En el año 1421 nacía en la ciudad vallisoletana de Peñafiel, Carlos de Trastámara y Evreux, más conocido en la escasa historia que sobre él trata, como “El Príncipe de Viana”.
Su padre era Juan de Trastámara, segundo hijo del rey de Aragón Fernando I, al que sucedió su primogénito conocido como Alfonso V, El Magnánimo.
Es con este rey que se entronca en una misma persona las casas reales de Aragón y de Castilla, pues Alfonso era nieto de Leonor de Aragón y de su esposo Juan I de Castilla.
Alfonso murió en 1458 sin descendencia y esto hace que le suceda en el trono de Aragón su hermano Juan que reinó como Juan II.
La madre del príncipe Carlos era Blanca de Evreux, once años mayor que su padre, por aquel entonces infante de Aragón y que reinaría en Navarra como Blanca I.
Aquel matrimonio no tenía más finalidad que recuperar la alianza entre la corona de Aragón y el reino de Navarra, rota desde el momento en que Blanca enviudó de su primer marido, también perteneciente a la familia real aragonesa y en aquel entonces, rey de Sicilia, Martín el Joven.
El nuevo matrimonio se ha pactado con la condición de que el primogénito de aquella unión reinase sobre Navarra.
Cuando tenía siete años fue jurado por las Cortes de Navarra como Príncipe de Viana, título que su abuelo materno, Carlos III, el Noble, instauró para él, siendo apenas un niño de tres años y como heredero del trono de Navarra.
Pero la reina Blanca murió cuando su hijo y futuro rey tenía veinte años y un padre ambicioso convertido en rey consorte de Navarra y príncipe de Aragón que no estaba dispuesto a cumplir los extremos plasmados en el acta matrimonial, mientras que su hijo reclamaba sus derechos sucesorios, tal como estaban estipulados.
A su vez el príncipe Carlos inclina sus gustos más hacia lo humanístico que lo bélico, aunque había tenido una educación muy compensada en todas las facetas de la vida de un futuro rey.
En las capitulaciones matrimoniales se había incluido una disposición, aceptada por la princesa Blanca, según la cual para que su hijo reinase debería obtener el consentimiento de su padre.
Se inicia aquí un agrio y largo enfrentamiento entre padre e hijo, en el que interviene incluso la corona de Castilla que envía a su condestable, Álvaro de Luna, con un fuerte ejército para apoyar las reivindicaciones del príncipe Carlos. El rey consorte Juan, una vez viudo no piensa renunciar a la corona que no le pertenecía y que sí correspondía a su hijo Carlos, pero no da el plácet para que éste sea coronado, compensándole con el nombramiento de lugarteniente general del reino.
El hijo, de carácter poco belicoso, acepta el nombramiento con la esperanza de que en algún momento la situación se pueda revertir, aunque también es probable que lo aceptase por su escaso afán de enfrentarse a su padre. Pero había dos bandos enfrentados en Navarra: Beaumonteses y Agramonteses.
Los primeros, descontentos con esta medida empezaron a acercarse al bando del Príncipe de Viana y tenían el apoyo de Castilla. Los agramonteses se oponían al príncipe y estaban apoyado por Aragón y por Francia.
A la muerte de Alfonso V, el padre accede al trono de Aragón, dándole mayor fuerza en el conflicto que se desvía hacia toda la cuenca del Mediterráneo, donde la corona de Aragón ejerce su hegemonía y principalmente hacia Valencia y Cataluña.
El rey viudo contrae un nuevo matrimonio con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla, matrimonio de conveniencia para restar poder al condestable Álvaro de Luna, deseoso como estaba de intervenir en los asuntos de Aragón y Navarra.
 De este matrimonio nacerá el príncipe Fernando que al correr los años se convertiría en el Rey Católico, que por tanto era hermanastro menor de Carlos y treinta años menor.
En esas muere Alfonso V, rey de Aragón y su padre se convierte en el nuevo rey Juan II.
El reino de Navarra empieza a ver con malos ojos lo que está ocurriendo en su trono y comienzan hostilidades contra el consorte, en apoyo de su hijo, el verdadero heredero del trono.
Entonces el padre, en una rabieta, deshereda a Carlos y nombra heredera del trono a Leonor, hermana menor del príncipe.

Escudo del Principado de Viana que actualmente ostenta la Princesa Leonor

Y mientras en la corona de Aragón ocurren estas cosas, Cataluña que ha venido repuntando en feudalismo, cuenta con una nobleza tremendamente fuerte que solo tiene un objetivo, el mismo desgraciadamente que el que existe en estos tiempos y que no es otro que conseguir la independencia del reino de Aragón.
Así, en la confrontación padre e hijo, la aristocracia feudal catalana toma partido por el hijo que se convierte en el líder de aquella aristocracia que gobierna en las instituciones del país catalán.
Esta aristocracia feudal catalana, además del poder político, tiene la propiedad de casi todo el territorio y por ende la única fuerza militar capaz de oponerse a la corona de Aragón.
Las causas de su descontento son las de siempre: “España nos roba”; no aceptan las reivindicaciones sociales del campesinado que vive en régimen de casi esclavitud y sobre todo, el poder que va adquiriendo el rey aragonés Juan II, tanto en la península como en el arco mediterráneo.
La fuerte aristocracia catalana, consigue doblar el brazo real y le arrancan el nombramiento del príncipe Carlos como lugarteniente de Cataluña, lo mismo que lo era de Navarra.
Pero las cosas no van a salir como los catalanes quieren, porque ese nombramiento lo convierte en reforzado heredero del trono y su madrastra, Juana Enríquez no está por la labor.
Los catalanes ven en Carlos a su príncipe salvador, pero ni era un verdadero príncipe ni tenía intenciones de salvar a nadie, como no fuera a sí mismo y por supuesto no entraba en sus cálculos apoyar a Cataluña a conseguir su independencia de la corona.
Más bien él se veía como el heredero que habría de unificar en una sola dinastía todas las tierras de extenso valle del Ebro, unido a las tierras norteñas catalanas. Su ideal estaba muy cerca de lo que había sido la provincia romana de la Tarraconense.
Pero desde la temprana muerte de su madre, sus deseos se fueron diluyendo y el nuevo matrimonio de su padre acabó de apuntillarlo, porque su madrastra ya había parido un varón al que quería ver en el trono aragonés.
Carlos se convirtió en un escollo más para los planes de Juana, no se sabe si apoyado por su marido, el rey, aunque esto es muy probable, dada la permanente confrontación revestida de tensa calma existente entre padre e hijo.
Lo que ahora se dibuja tan idílico como el extender los “Países Catalanes” a la región de Valencia y Baleares, entonces reinos, no era así, ni mucho menos.
Valencia se une a Aragón, frente a Cataluña, que desea convertirse en una República independiente, siguiendo el modelo de algunas pequeñas repúblicas italianas.
Cuando ya la confrontación paterno filial no tiene solución el rey decide dar un golpe de mano y el dos de diciembre de 1460, mientras se celebraban cortes en Lérida, ordena el arresto de su hijo, que inicia un periplo por ciudades en las que estuvo preso en los tres meses siguientes.
En este tiempo los catalanes se pusieron en pie de guerra contra el rey acusándole de impedir los derechos sucesorios del príncipe y de beneficiar descaradamente a su otro hijo, Fernando.
En vista de que todo parecía abocarse hacia una guerra civil, el rey puso en libertad al príncipe que fue recibido como un héroe, cosa de la que distaba de la realidad, pero su salud se había deteriorado mucho en aquel corto espacio de tiempo, nunca había sido un muchacho saludable y fuerte, pero el deterioro sufrido no presagiaba nada bueno.
Sobre este particular se ha especulado mucho y aunque la creencia oficial es de que padecía tuberculosis, a raíz de los síntomas que los cronistas describen, también se ha dicho de la participación de la reina Juana en su desenlace final, envenenándole lentamente para conseguir que su hijo Fernando accediese al trono.
Lo cierto es que el 23 de septiembre de 1461 fallecía Carlos en Barcelona.
Su muerte sirvió de bien poco, pues continuó el conflicto navarro y los catalanes se prepararon para una guerra civil que duraría diez años.
Lo único positivo de tan desdichado personaje es que su muerte propició el acceso al trono de Fernando, que más tarde sería El Católico, el cual contrajo matrimonio con la joven e incierta heredera de Castilla, cuyo matrimonio estaba concertado para Carlos y que se capituló nuevamente para el ahora heredero.
Ese matrimonio real, ha sido, ciertamente, uno de los más fructífero de la realeza española y a raíz del cual, hemos llegado, con dificultades, pero superando obstáculos, a nuestro estado actual.
Con la muerte de Carlos, el  príncipe Fernando no heredó lógicamente Navarra, único reino que siguió independiente tras la reconquista, pero por fin, tras ocho siglos se consiguió la reunificación.

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