Consultando una documentación de contenidos
diferentes del ayuntamiento de Valencia, me sorprendió encontrarme con una
curiosísima historia que inmediatamente llamó mi atención. Estaba escrita en
valenciano, como ya nos resulta casi natural, pero es tan fácil de entender que
leyéndolo despacio, te haces perfecta idea de todo.
La historia tenía por título “Scachs d’amor” y trataba sobre el
juego del ajedrez, al que en muchas ocasiones se le ha referido como juego del
escaque, en alusión al nombre de cada una de las casillas que forman el
tablero.
El ajedrez es el juego de los juegos, tanto que ya se
ha convertido casi en un deporte intelectual que arrastra masas entusiasmadas
con la maestría de los famosos y ha hecho célebres a nombres como el cubano
Capablanca, el español Arturo Pomar, el estadounidense Bobby Fischer, o los
rusos Kárpov y Kaspárov.
Se dice que el ajedrez fue inventado en China, de
donde pasó a India y a todo el oriente, llegando luego a extenderse hacia
occidente hasta llegar a Persia, donde alcanzó la más alta reputación, aunque
hay quien afirma que fue invención del bíblico rey Salomón (en caso de que
existiera, pues su figura se pone muy en duda actualmente). No falta tampoco
quien lo atribuye al dios griego Hermes, también en el supuesto caso de que
este dios existiese, lo que demuestra lo incierto de su invención, la cual se
pierde en la noche de los tiempos.
La primera alusión a un juego similar, aparece en
unos escritos del año 600 antes de nuestra Era, en donde se le menciona con el
nombre de “Chaturanga”, un juego indio cuyo nombre en sánscrito se refiere a
las cuatro armas del ejército en aquella época: elefantes, caballería, carros e
infantería que serían las torres, los caballos, los alfiles y los peones del moderno
ajedrez.
Fue en Persia desde donde el juego se expandió hacia
occidente, principalmente por la influencia que a partir del siglo VIII empezó
a tener el Islam, que fue quien lo trajo a Al-Andalus. Desde la península
Ibérica se transmitió luego al resto de Europa a través del Mediterráneo.
Se cuenta una historia, con muchas vertientes, sobre
la introducción del juego en Persia y se achaca a un “sha”, aburrido y
melancólico que encargó a su visir que le consiguiera un juego que fuese nuevo
cada vez que se jugara y que nunca se llegase a dominar. El premio, si lo
encontraba, sería lo que él pidiese y el castigo en caso de no hallarlo, la
decapitación.
El visir se quedó muy apesadumbrado y sin saber por
donde empezar consultó bibliotecas, archivos, a gentes sabias y a embajadores
extranjeros hasta que un indio le habló del juego de la Chaturanga y de su
complejidad. De inmediato, el visir se hizo con un tablero y las piezas del
juego y en el más discreto silencio, comenzó a aprender a jugar según las
reglas que regían entonces. Cuando tuvo el juego medianamente dominado, se lo
mostró al “sha” que al comprender la magnitud del mismo quedó encantado, y
cumpliendo su promesa pidió al visir que le expresara cual sería su deseo.
En visir, ya iniciado en los muchos secretos que el
ajedrez y su tablero encierran, le pidió algo muy sencillo: que colocara un
grano de trigo en la primera casilla, dos granos en la segunda, cuatro en la
tercera, ocho en la cuarta y así, en progresión geométrica, rellenara todas las
sesenta y cuatro casillas del tablero.
El “sha” quedó sorprendido por la extraña petición y
pidió a uno de sus cortesanos que mandase traer un saco de trigo del granero
para cumplir su promesa.
Con el saco de trigo, empezó a colocar los granos en
las casillas y de inmediato comprendió, primero, que no cabían tantos granos en
cada casilla y luego más tarde, cuando alcanzó a ver la magnitud de las cifras
a las que se enfrentaba, que ni en todo su imperio habría trigo suficiente para
llegar a la última casilla.
Más de dieciocho trillones de granos serían
necesarios para cubrir los sesenta y cuatro escaques, más de lo que Persia y
toda Asia producirían en varias decenas de años. La cantidad es tan tremenda
que casi no nos hacemos cargo, pero desglosándola serían dieciocho millones de
billones, que a su vez son un millón de millones.
La anécdota es simpática y hasta puede que sea
verdad, lo que indica que el visir además de inteligente era un buen matemático
que conocía los resultado de la progresión.
Grabado del siglo XII
Anécdotas sobre el ajedrez hay muchas y literatura
aún más, pues es quizás el juego que más ha inspirado a escritores, pintores y
cineastas.
Pero de aquella Chaturanga al ajedrez actual hay todo
un abismo y si no se conoce el origen del juego primitivo, si se sabe y de
manera muy documentada a quien se debe la innovación introducida en el mismo y
que fijó las actuales reglas del juego.
Y eso es lo que narra la página del Ayuntamiento de
Valencia, porque resulta que en 1475, cuando Valencia alcanza su mayor
esplendor cultural y económico, tres poetas valencianos llamados Francisco de
Castellví, Bernat Fenollar y Narcís Vinyoles, compusieron un poema titulado
“Scachs d’amor”, en el que se describe el nuevo movimiento de la reina, que la
convierte en la pieza más importante del tablero, a la vez que se da un nuevo
movimiento al actual al alfil, la captura del peón al paso y la obligación de
anunciar el jaque.
En ese poema, bastante largo, por cierto, incluso
reproducen los autores una partida con las nuevas reglas.
Dicen que sus autores se habían inspirado en la reina
Isabel, para transferir al tablero toda la fuerza vital de la Reina Católica,
cuyo esposo, el rey Fernando, era un ferviente aficionado y ella misma era
conocedora del juego.
Unos años más tarde, en 1495, fue otro valenciano,
Francesc Vicent, quien escribió el primer tratado moderno sobre el ajedrez y
sus nuevas reglas, el “Libro de los juegos y partidas del ajedrez en número de
100”, el cual, beneficiándose de las ventajas que ya ofrecía la imprenta y de
que en Valencia había una de las pocas imprentas de Europa, vio pronto la luz y
se expandió con una velocidad admirable, haciendo llegar a muchos países la
magia del juego que alcanzó pronto una tremenda popularidad.
El libro no se conserva, pero hay muchas referencias
al mismo y algunas copias manuscritas de páginas o capítulos que, a manera de
apuntes, algún jugador interesado sacara para tener más mano su contenido.
Quizás impulsado por sus reyes, Castilla y Aragón,
con los Reyes Católicos, lanzaron el gusto por jugar al ajedrez a todo el mundo
civilizado y desde Valencia, entonces integrante del reino de Aragón y a través
de su imprenta, se popularizo el juego de reyes, como a veces se le ha llamado.
Aceptado ya que fue en España en donde se le dio a
este juego el aspecto que tiene en la actualidad, también es curioso saber que
el primer campeón del mundo de ajedrez fue español.
Se trataba de Ruy López de Segura, un clérigo y
ajedrecista nacido en Zafra, Badajoz, el año 1540, que llegó a ser consejero y
confesor del rey Felipe II.
En el año 1560 viajó a Roma para la coronación del
Papa Pío IV y allí derrotó a los mejores ajedrecistas italianos, que eran
tenidos como los mejores del mundo, lo que le valió la consideración oficiosa
de ser el primer campeón de ajedrez del mundo.
También escribió un tratado al que se considera como
el primer estudio científico del juego y que ha sido objeto de infinidad de
análisis, todos coincidentes en la enorme valía de un estudio sobre normas,
reglas y estrategias que aún están plenamente vigentes.
Azulejo en la fachada de la
casa del clérigo
Una singularidad de este juego, o deporte de mesa, como
sería mejor llamarle en función del tremendo esfuerzo mental que requiere una
partida a cierto nivel, es que es prácticamente imposible que una partida se
repita, salvo que se haga ex profeso, pues son tales las cantidades de
variaciones que se pueden producir que un matemático, al parecer ocioso, se
entretuvo en calcularlas, llegando a la conclusión que no podrá haber dos
partidas iguales aunque todos los habitante de la Tierra jugaran día y noche,
sin detenerse ni un momento y durante siglos.
Con todo el género humano jugando y moviendo una
pieza cada segundo se necesitarían quinientos mil trillones de años para que se
pudiesen dar todas las partidas posibles, sin repetir ninguna y siguiendo las
reglas actuales del juego.
Curiosidades del juego de los escaques cuya invención
se pierde en el tiempo y la historia, pero cuyas reglas para jugar, tal como
hoy se conocen, son españolas y desde hace quinientos años.
Muy interesante el articulo, y un orgullo de que Frances Vicent escribiese "Libro de los juegos y partidas del ajedrez en numero de 100" (en caso de que haya existido porque su figura se pone muy en duda actualmente).
ResponderEliminarMuy ameno e interesante. Hay dos facetas tuyas que son extraordinarias, cuando escribes y cuando cocinas. No se con cual de las dos quedarme. Depende el momento!!!
ResponderEliminarPor cierto de la segunda, ya toca!!! Un abrazo fuerte.
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