Dicen que
cuando el proyecto “Manhattan” hizo explosionar la primera bomba atómica en el
desierto de Alamogordo, Nuevo Méjico, los periodistas preguntaron a su inventor
y director del proyecto, el profesor Julius Robert Oppenheimer, si había hecho
explosión la primera bomba atómica de la Humanidad, a lo que el sabio respondió
que era, efectivamente, la primera bomba nuclear de los tiempos modernos.
Daba a
entender que ya hubo otras explosiones nucleares en épocas tan remotas que
de ellas no sabemos nada, o muy poco porque, aunque cada día se
van descubriendo nuevos datos y circunstancias que nos aproximan a su
existencia.
Y es que, consultando y estudiando en profundidad vetustos textos sagrados, hay algunas
descripciones de cataclismos que, solamente, conociendo la forma en que se produce una explosión nuclear, se pueden explicar con una cierta lógica científica.
En La Biblia
y también en el Corán, se relata el fin de las ciudades de Sodoma y Gomorra con
una explicación tan poco convincente, como la de que Dios hizo llover azufre y
fuego sobre ambas ciudades. Según un informe de la NASA, publicado por su
co-director, ambas ciudades debieron ser destruidas por un “bombardeo cósmico”
que fue producido por una lluvia de fuego consecuencia de la desintegración de
un cometa a su entrada en la atmósfera.
Sin embargo,
esta teoría, tenida por la aproximación más científica durante mucho tiempo, se
va quedando obsoleta y cada vez toma mayor fuerza la idea de que, algo muy
parecido a una explosión nuclear, fue lo que acabó con las dos ciudades.
Explosión que habría sido advertida a tiempo para que ciudadanos como Lot y su
mujer, se pusieran a salvo.
Este asunto
de las dos ciudades malditas, próximas al Mar Muerto, ha sido objetivo de
numerosos científicos que han publicado sus trabajos en prestigiosas revistas
científicas, convenciendo a unos y dejando a otros a la espera de una
explicación más acorde con lo que dicen los libros sagrados.
Pero este no
es el único acontecimiento en el que se haya producido la destrucción masiva e
instantánea de una ciudad que nos ofrecen los textos sagrados; hay algunos más, aunque en esta ocasión queda lejano para los creyentes occidentales, pues se trata del libro de Los Vedas y más concretamente en
el Mahabharata (Guerra de los Bharata), un poema épico que describe las guerras
entre dos clanes reales, escrito en sánscrito y que es él único encontrado
hasta ahora en el que se describe una enigmática y remotísima ciudad que se vio
envuelta en una terrible guerra entre los hombres y los dioses y que acabó con
todo vestigio de vida. El poema llama a aquel tiempo “La Edad Sombría” y lo
describe como una Apocalipsis que cambió la historia de todo el continente
Indio.
Cuando
estudiamos la historia ortodoxa, que durante muchos años nos han
ofrecido los textos clásicos, se nos enseñaba que la cuna de la civilización se
encontraba en Mesopotamia, Sumeria, Egipto y que fue extendiéndose luego a
Creta, Grecia, Roma y desde ahí a todo el mundo conocido.
Pero
recientes descubrimientos efectuados en el valle del río Indo, señalan que
existieron antiquísimas ciudades hace nueve mil quinientos años, lo que tira
por tierra la cronología hasta ahora tenida por válida.
En
territorio de Pakistán y en el fértil valle del Indo, existió una milenaria
ciudad, desaparecida de una forma inexplicable que se llamaba Mohenjo-Daro, que es
la que describe el Mahabharata y cuyo nombre significa literalmente “El
Montículo de los Muertos”. Esta ciudad, junto con otra llamada Harappa, situada
a más de quinientos kilómetros al noreste, eran las más poderosas de aquella
amplísima zona.
La ciudad de
Mohenjo-Daro se descubrió en 1920, por un arqueólogo, como siempre, inglés,
llamado John H. Marshall. Esta ciudad ya existía tres mil años antes de nuestra
Era y no es solamente su antigüedad, coetánea con las culturas más antiguas que
antes se señalaban, sino el enorme despliegue técnico que la misma poseía y que
convertiría a Babilonia, Nínive, o Tebas, en villorrios.
Excavación
de Mohenjo-Daro
Su
planificación urbanística es impecable: amplias avenidas con calles
perpendiculares, todas perfectamente pavimentadas, edificaciones rectangulares,
red de drenajes, canales, tuberías para conducción de agua, alcantarillado con
arquetas registrables y un larguísimo etcétera que hacen de aquella ciudad un
verdadero enigma.
Sobre todo
porque, según iban profundizando las excavaciones, los estratos más inferiores,
es decir, los correspondientes a períodos más antiguos, presentaban elementos
de mayor sofisticación, mayor avance cultural y sobre todo, mayor desarrollo
artístico y técnico.
Todo hace
suponer que aquella ciudad, mucho más antigua que la datación que en un
principio se había efectuado, estaba construida sobre la base de otra muy
anterior, pero a la vez muchísimo más civilizada en todos los órdenes.
Sus calles pavimentadas daban idea de que allí circulaban vehículos rodados y por tanto
conocían la rueda, como se demostró posteriormente con el hallazgo de un
humilde juguete que desveló totalmente el enigma.
Famoso
juguete con ruedas
La rueda más
antigua de la que se tiene constancia es una aparecida en Eslovenia y que fue
datada en cinco mil quinientos años, lo que supone que sería dos o tres
milenios más moderna que las que ya existían circulando por la pavimentadas
calles de Mohenjo-Daro.
El enigma de
aquella ciudad que, cuando más antigua, mas civilizada era y que con el paso de
los siglos se va haciendo más rudimentaria, no encuentra muchas explicaciones,
si acaso, un declive progresivo de aquella cultura, pero ni siquiera eso fue
así.
El cambio es
abrupto; de un día para otro y sin que se encontrase, en los años de su
descubrimiento, razón alguna que apuntalara aquella idea.
Tuvieron que
ocurrir, por primera vez en el mundo, acontecimientos de enorme trascendencia
para que los científicos, basándose en las nuevas experiencias, fueran
comprendiendo algunas cosas que, estando a su vista, no tenían explicación
hasta entonces.
Después de
las experiencias nucleares de Hiroshima y Nagasaki, un científico e
investigador británico, llamado David Davenport, publicó un trabajo en el que
había invertido doce años y en el que asegura que había encontrado un punto en
el que en cuarenta metros a la redonda, todo había sido fundido y cristalizado. A
pocos metros más allá, los ladrillos de los edificios se fundieron por la cara que miraba al
epicentro. Después, todo fue devastado.
Puso sus
investigaciones en conexión con lo que el Mahabharata relataba y no pudo
concluir más que había sido una explosión nuclear lo que había acabado de golpe con
aquella ciudad.
Dice el libro
sagrado de Los Vedas: “Humo blanco
caliente que era mil veces más luminoso que el Sol subió en brillo infinito y
redujo la ciudad a cenizas. El agua hirvió, caballos y carrozas de guerra
fueron quemados y los cadáveres caídos fueron mutilados por el terrible calor,
tanto que no parecían seres humanos. Era una vista terrible, nunca antes
habíamos visto un arma tan terrible.”
La comunidad
científica vino a reconocer que, evidentemente, un fenómeno natural no podría
haber producido aquellas temperaturas y el impacto de un meteorito hubiera
producido huellas y dejado residuos que todavía estarían presentes, lo que no había ocurrido.
Por si estas
razones no fueran suficiente, excavando estratos de más de cinco mil años, los
arqueólogos se encontraron una nueva sorpresa y esta fue la existencia de
cadáveres, todos ellos boca abajo y en las calles. Parecía como si el instante
de su muerte los hubiera sorprendido a todos, huyendo.
Pero se hallaron muy pocos esqueletos en comparación con la población estimada de
aquella próspera ciudad y no se podía encontrar otra causa que no fuera que muchos
de ellos se volatilizaron con la explosión y muchos más habrían huido ante una
catástrofe, posiblemente anunciada, de manera similar a como había ocurrido en
Sodoma y Gomorra.
Los restos
humanos de Mohenjo-Daro presentan claros síntomas de radiactividad y su
agrupación, así como la falta de evidencias de que estuvieran defendiéndose de un
agresor, parece indicar que la muerte les sobreviene de manera súbita y
enormemente violenta.
Como es
natural, toda esta teoría tiene sus detractores; científicos que emplean
exclusivamente la lógica natural para dar explicaciones a hechos que, a veces,
la lógica no alcanza a aclarar. Pretender que la radiactividad encontrada en
los esqueletos procede de las condiciones geológicas de la zona, y que, sin
embargo, no se encuentra en los estratos superiores del terreno, es querer
explicar las cosas con argumentos demasiado fáciles.
Disposición
de un grupo de cadáveres tal como fueron hallados
Esta ciudad,
junto con la de Harappa, constituían una especie de federación muy similar a la
que se ha descrito de las ciudades de Sodoma y Gomorra.
En relación
con ambas federaciones, hablan los distintos textos sagrados de una
circunstancia, al parecer, común y es que en ambos casos “los dioses” se
mezclaron con las hijas de los hombres.
Son
demasiadas circunstancias, mucho paralelismo y finales muy similares, para
obcecarse en una negación sistemática de lo que, día a día, la ciencia y la
arqueología nos van poniendo de relieve.
Todo hace parecer
que Oppenheimer tenía razón cuando dijo que aquella explosión nuclear era la
primera de los tiempos modernos, otras, podrían haber sido las que se han
mencionado, pero hay más, escondidas en literaturas ancestrales y cubiertas de
tierra, pero que irán saliendo a la luz.
muy interesante y desconocidas esa ciudades indostanas
ResponderEliminar👍👍👍👍👍👍
ResponderEliminarMuy interesante, siempre he tenido la idea de la existencia de civilizaciones anteriores muy desarrolladas y tu articulo me lo confirma.
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