viernes, 16 de diciembre de 2016

BOMBAS ATÓMICAS EN LA ANTIGÜEDAD



Dicen que cuando el proyecto “Manhattan” hizo explosionar la primera bomba atómica en el desierto de Alamogordo, Nuevo Méjico, los periodistas preguntaron a su inventor y director del proyecto, el profesor Julius Robert Oppenheimer, si había hecho explosión la primera bomba atómica de la Humanidad, a lo que el sabio respondió que era, efectivamente, la primera bomba nuclear de los tiempos modernos.
Daba a entender que ya hubo otras explosiones nucleares en épocas tan remotas que de ellas no sabemos nada, o muy poco porque, aunque cada día se van descubriendo nuevos datos y circunstancias que nos aproximan a su existencia.
Y es que, consultando y estudiando en profundidad vetustos textos sagrados, hay algunas descripciones de cataclismos que, solamente, conociendo la forma en que se produce una explosión nuclear, se pueden explicar con una cierta lógica científica.
En La Biblia y también en el Corán, se relata el fin de las ciudades de Sodoma y Gomorra con una explicación tan poco convincente, como la de que Dios hizo llover azufre y fuego sobre ambas ciudades. Según un informe de la NASA, publicado por su co-director, ambas ciudades debieron ser destruidas por un “bombardeo cósmico” que fue producido por una lluvia de fuego consecuencia de la desintegración de un cometa a su entrada en la atmósfera.
Sin embargo, esta teoría, tenida por la aproximación más científica durante mucho tiempo, se va quedando obsoleta y cada vez toma mayor fuerza la idea de que, algo muy parecido a una explosión nuclear, fue lo que acabó con las dos ciudades. Explosión que habría sido advertida a tiempo para que ciudadanos como Lot y su mujer, se pusieran a salvo.
Este asunto de las dos ciudades malditas, próximas al Mar Muerto, ha sido objetivo de numerosos científicos que han publicado sus trabajos en prestigiosas revistas científicas, convenciendo a unos y dejando a otros a la espera de una explicación más acorde con lo que dicen los libros sagrados.
Pero este no es el único acontecimiento en el que se haya producido la destrucción masiva e instantánea de una ciudad que nos ofrecen los textos sagrados; hay algunos más, aunque en esta ocasión queda lejano para los creyentes occidentales, pues se trata del libro de Los Vedas y más concretamente en el Mahabharata (Guerra de los Bharata), un poema épico que describe las guerras entre dos clanes reales, escrito en sánscrito y que es él único encontrado hasta ahora en el que se describe una enigmática y remotísima ciudad que se vio envuelta en una terrible guerra entre los hombres y los dioses y que acabó con todo vestigio de vida. El poema llama a aquel tiempo “La Edad Sombría” y lo describe como una Apocalipsis que cambió la historia de todo el continente Indio.
Cuando estudiamos la historia ortodoxa, que durante muchos años nos han ofrecido los textos clásicos, se nos enseñaba que la cuna de la civilización se encontraba en Mesopotamia, Sumeria, Egipto y que fue extendiéndose luego a Creta, Grecia, Roma y desde ahí a todo el mundo conocido.
Pero recientes descubrimientos efectuados en el valle del río Indo, señalan que existieron antiquísimas ciudades hace nueve mil quinientos años, lo que tira por tierra la cronología hasta ahora tenida por válida.
En territorio de Pakistán y en el fértil valle del Indo, existió una milenaria ciudad, desaparecida de una forma inexplicable que se llamaba Mohenjo-Daro, que es la que describe el Mahabharata y cuyo nombre significa literalmente “El Montículo de los Muertos”. Esta ciudad, junto con otra llamada Harappa, situada a más de quinientos kilómetros al noreste, eran las más poderosas de aquella amplísima zona.
La ciudad de Mohenjo-Daro se descubrió en 1920, por un arqueólogo, como siempre, inglés, llamado John H. Marshall. Esta ciudad ya existía tres mil años antes de nuestra Era y no es solamente su antigüedad, coetánea con las culturas más antiguas que antes se señalaban, sino el enorme despliegue técnico que la misma poseía y que convertiría a Babilonia, Nínive, o Tebas, en villorrios.

Excavación de Mohenjo-Daro

Su planificación urbanística es impecable: amplias avenidas con calles perpendiculares, todas perfectamente pavimentadas, edificaciones rectangulares, red de drenajes, canales, tuberías para conducción de agua, alcantarillado con arquetas registrables y un larguísimo etcétera que hacen de aquella ciudad un verdadero enigma.
Sobre todo porque, según iban profundizando las excavaciones, los estratos más inferiores, es decir, los correspondientes a períodos más antiguos, presentaban elementos de mayor sofisticación, mayor avance cultural y sobre todo, mayor desarrollo artístico y técnico.
Todo hace suponer que aquella ciudad, mucho más antigua que la datación que en un principio se había efectuado, estaba construida sobre la base de otra muy anterior, pero a la vez muchísimo más civilizada en todos los órdenes.
Sus calles pavimentadas daban idea de que allí circulaban vehículos rodados y por tanto conocían la rueda, como se demostró posteriormente con el hallazgo de un humilde juguete que desveló totalmente el enigma.



Famoso juguete con ruedas

La rueda más antigua de la que se tiene constancia es una aparecida en Eslovenia y que fue datada en cinco mil quinientos años, lo que supone que sería dos o tres milenios más moderna que las que ya existían circulando por la pavimentadas calles de Mohenjo-Daro.
El enigma de aquella ciudad que, cuando más antigua, mas civilizada era y que con el paso de los siglos se va haciendo más rudimentaria, no encuentra muchas explicaciones, si acaso, un declive progresivo de aquella cultura, pero ni siquiera eso fue así.
El cambio es abrupto; de un día para otro y sin que se encontrase, en los años de su descubrimiento, razón alguna que apuntalara aquella idea.
Tuvieron que ocurrir, por primera vez en el mundo, acontecimientos de enorme trascendencia para que los científicos, basándose en las nuevas experiencias, fueran comprendiendo algunas cosas que, estando a su vista, no tenían explicación hasta entonces.
Después de las experiencias nucleares de Hiroshima y Nagasaki, un científico e investigador británico, llamado David Davenport, publicó un trabajo en el que había invertido doce años y en el que asegura que había encontrado un punto en el que en cuarenta metros a la redonda, todo había sido fundido y cristalizado. A pocos metros más allá, los ladrillos de los edificios se fundieron por la cara que miraba al epicentro. Después, todo fue devastado.
Puso sus investigaciones en conexión con lo que el Mahabharata relataba y no pudo concluir más que había sido una explosión nuclear lo que había acabado de golpe con aquella ciudad.
Dice el libro sagrado de Los Vedas: “Humo blanco caliente que era mil veces más luminoso que el Sol subió en brillo infinito y redujo la ciudad a cenizas. El agua hirvió, caballos y carrozas de guerra fueron quemados y los cadáveres caídos fueron mutilados por el terrible calor, tanto que no parecían seres humanos. Era una vista terrible, nunca antes habíamos visto un arma tan terrible.”
La comunidad científica vino a reconocer que, evidentemente, un fenómeno natural no podría haber producido aquellas temperaturas y el impacto de un meteorito hubiera producido huellas y dejado residuos que todavía estarían presentes, lo que no había ocurrido.
Por si estas razones no fueran suficiente, excavando estratos de más de cinco mil años, los arqueólogos se encontraron una nueva sorpresa y esta fue la existencia de cadáveres, todos ellos boca abajo y en las calles. Parecía como si el instante de su muerte los hubiera sorprendido a todos, huyendo.
Pero se hallaron muy pocos esqueletos en comparación con la población estimada de aquella próspera ciudad y no se podía encontrar otra causa que no fuera que muchos de ellos se volatilizaron con la explosión y muchos más habrían huido ante una catástrofe, posiblemente anunciada, de manera similar a como había ocurrido en Sodoma y Gomorra.
Los restos humanos de Mohenjo-Daro presentan claros síntomas de radiactividad y su agrupación, así como la falta de evidencias de que estuvieran defendiéndose de un agresor, parece indicar que la muerte les sobreviene de manera súbita y enormemente violenta.
Como es natural, toda esta teoría tiene sus detractores; científicos que emplean exclusivamente la lógica natural para dar explicaciones a hechos que, a veces, la lógica no alcanza a aclarar. Pretender que la radiactividad encontrada en los esqueletos procede de las condiciones geológicas de la zona, y que, sin embargo, no se encuentra en los estratos superiores del terreno, es querer explicar las cosas con argumentos demasiado fáciles.

Disposición de un grupo de cadáveres tal como fueron hallados

Esta ciudad, junto con la de Harappa, constituían una especie de federación muy similar a la que se ha descrito de las ciudades de Sodoma y Gomorra.
En relación con ambas federaciones, hablan los distintos textos sagrados de una circunstancia, al parecer, común y es que en ambos casos “los dioses” se mezclaron con las hijas de los hombres.
Son demasiadas circunstancias, mucho paralelismo y finales muy similares, para obcecarse en una negación sistemática de lo que, día a día, la ciencia y la arqueología nos van poniendo de relieve.

Todo hace parecer que Oppenheimer tenía razón cuando dijo que aquella explosión nuclear era la primera de los tiempos modernos, otras, podrían haber sido las que se han mencionado, pero hay más, escondidas en literaturas ancestrales y cubiertas de tierra, pero que irán saliendo a la luz.

3 comentarios:

  1. muy interesante y desconocidas esa ciudades indostanas

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  2. Muy interesante, siempre he tenido la idea de la existencia de civilizaciones anteriores muy desarrolladas y tu articulo me lo confirma.

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