Hace ya unos
años, haciéndome eco de algunas publicaciones y documentación encontrada, escribí un artículo sobre la autoría de la más celebre novela de todos los
tiempos: El Quijote, como no.
En dicho
artículo ya establecía la tendencia generalizada que tenemos los españoles a
desprestigiar a nuestros cerebros más descollantes, pero lo cierto es que en
algunos estudios muy serios sobre Cervantes y su obra, se desliza la dificultad de que el Manco de Lepanto, pudiera haber sido el autor de tan insigne y novedosa
obra, con la que arranca la nueva concepción de todo un género literario como
es la novela.
Puede
consultarse mi artículo en esta dirección: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/03/el-quijote-de-cervantes.html.
Evidentemente,
si lo que conocemos de la vida de Cervantes es cierto, pocas posibilidades tuvo
de adquirir tan vasta cultura como en sus obras rezuma, pues entre desvaríos de
juventud, búsqueda de fortuna en la guerra, prisión con los sarracenos y el
ajetreo de cobrar alcabalas e ir a la cárcel, por quedarse lo recaudado, se
pasó buena parte de su vida.
De dónde
sacó el tiempo para manejar y casi aprenderse de memoria, los cuatrocientos
veintinueve libros que en su obra relaciona, es una incógnita que de momento
resulta imposible despejar; si no se ha sido capaz de aclarar el asunto de sus
huesos, cómo vamos a saber qué fue de su vida.
Dejemos las
cosas como están y sigamos admirando a tan ilustre escritor, que además de
dejar plasmada en su obra su extensa cultura, nos muestra una faceta más que, menos
trascendente, también es menos conocida.
Esta faceta
es la de cronista. Un cronista de postín, como reza el título.
Y es que a
Cervantes le daba tiempo para todo, incluso para estar informado de lo que
ocurría a su alrededor. Así, en el capítulo cuarenta y uno de la segunda parte
del Quijote, recoge un hecho que, si bien es cierto que ocurrió bastantes años
antes, en un momento en el que el único sistema de transmisión de las noticias
es el boca a boca, seguro que para la inmensa mayoría de españoles, pasó
completamente inadvertido.
Cuando el
ilustre hidalgo y su escudero van a montar en el caballo Clavileño para hacer un
viaje por los aires, don Quijote le refiere a Sancho la historia del enigmático
doctor Torralba, “a quien llevaron los
diablos en volandas por el aire”.
Pues bien,
¿qué noticia es esta y quién es ese doctor Torralba? ¿Es tan importante para
que se recoja en la más prestigiosa novela de todos los tiempos? Verán.
A finales
del siglo XV, nació en Cuenca, Eugenio Torralba; en el seno de una familia
acomodada y muy bien relacionada, el joven Torralba se crió en un ambiente
culto y pronto destacó por su facilidad para aprender. Con quince años,
aproximadamente, fue enviado a Italia colocado bajo la protección de Francesco
Soderini, obispo de Volterra, ciudad cercana a Pisa y en el corazón de La
Toscana, importante personaje de la Iglesia, emparentado con los Medicis y que
años más tarde, estuvo a punto de ser nombrado papa.
Allí
permaneció no menos de diez años en los que estudió medicina, teología y
filosofía, empezando a ejercer como doctor, el máximo título que se concedía en
estos estudios. Pero también aprendió magia y esoterismo, codeándose con
importantes figuras del Renacimiento italiano que pululaban alrededor de su
protector.
Dice la
rumorología, o tal vez lo contara él mismo, que allí recibió un regalo
excepcional. Un fraile dominico llamado Pedro, le había donado, para su
servicio, un “espíritu familiar”,
para que lo protegiese y lo asesorase. Decía de él que su nombre era Zequiel y
era un ente poderoso en el saber de las cosas ocultas y futuras, pero tenía por
condición que había de confiar ciegamente en él y no porfiarle ni discutir sus
sentencias. ¡Ah! Y no tocarle nunca.
Imagen
alegórica del Dr, Torralba y su duende
Cuando el
joven doctor aceptó la donación de fray Pedro, el espíritu llamado Zequiel se
hizo presente como un joven blanco y rubio, vestido de rojo y negro que le
hablaba siempre en latín aunque conocía numerosos idiomas.
Esto es algo
que hoy conduciría inequívocamente a la risa, pero en aquella época era una
creencia muy extendida. Los “espíritus
familiares” eran unos entes incorpóreos en contacto personal con un ser
humano, al que sirven, asesoran e instruyen y que constituyen el soporte
esencial de las creencias esotéricas.
Vuelto a
España hacia el año 1510, empezó a ejercer como médico en la corte de Fernando
el Católico, alcanzando gran fama no solamente en el campo de la medicina sino
como quiromante y sobre todo, como adivinador.
Algunos
vaticinios sobre el rey, que se cumplieron, concluyeron de cimentar su fama,
tanto que el Santo Oficio empezó a hacer pesquisas sobre sus actividades.
El hecho más
famoso de los protagonizados por el insigne médico fue cuando contó que la
noche del seis de mayo de 1527, Zequiel le hizo subir sobre un bastón de rugosa
madera con el que surcó los cielos, llegando a Roma a tiempo para presenciar el
famoso Saco de Roma que protagonizaron las tropas españoles al mando del Duque
de Borbón, que fue herido de muerte en el asalto a las murallas de la ciudad.
Concluido el
saqueo, Torralba regresó a Valladolid, donde residía y contó a los cuatro
vientos lo que nadie sabía aún: el triunfo de las tropas de Carlos I, el
bárbaro saqueo de la ciudad y la muerte del de Borbón. Noticias que unos pocos
días después se confirmaba oficialmente en España.
En otra
parte de su obra, concretamente a partir del capítulo treinta y siete de la
primera parte, cuando ya don Quijote se ha batido en desigual combate con unos
gigantes que resultaron ser pellejos de vino, llega a la venta en la que posan un cristiano recién venido de tierra de moros, al que se le designa por “el cautivo”, el cual se dispone a
acompañarlos en la venta y cuenta la historia de su vida, en la que se ha cruzado con un personaje insigne.
En su largo deambular, cuenta que ha servido como esclavo a Uchalí, rey de Argel y cuenta una buena parte de la historia de este personaje.
En su largo deambular, cuenta que ha servido como esclavo a Uchalí, rey de Argel y cuenta una buena parte de la historia de este personaje.
Uchalí, Uluj
Alí, cuyo verdadero nombre era Giovanni Dionigi Galeni, nació en Calabria, al sur
de Italia, en el año 1519 y llegó a ser uno de los mejores marinos musulmanes de su
época.
A la edad de 17 años Giovanni estaba decido a ingresar en un seminario con la intención de hacerse sacerdote, pero fue capturado por unos piratas berberiscos que se dedicaban a asolar las costas mediterráneas y cuyo jefe era el famoso Barbarroja.
A la edad de 17 años Giovanni estaba decido a ingresar en un seminario con la intención de hacerse sacerdote, pero fue capturado por unos piratas berberiscos que se dedicaban a asolar las costas mediterráneas y cuyo jefe era el famoso Barbarroja.
Puesto al
remo de una galera estuvo varios años bogando para un paisano suyo convertido
al Islam, llamado Cafer Rais.
En poco
tiempo, Giovanni destaca entre los demás galeotes por su capacidad de
resistencia y la firmeza de su ritmo. Su ascenso en la escala social de los
esclavos lo consigue renegando de su fe católica, como su amo y convirtiéndose
al Islam.
Uluj Alí como almirante de la flota Otomana
Por efecto
de la tiña que había padecido de pequeño, conservaba cicatricen en la cabeza y
zonas sin pelo, por lo que era conocido entre sus colegas como “El Tiñoso”.
Según se
cuenta, el aspecto de su pelo le causaba muchas molestias, por lo que al ver a
los musulmanes cubiertos con turbante, decidió que una forma de ocultar su
defecto sería hacerse mahometano, única manera de poder llevar la famosa prenda
de cabeza musulmana.
Cuando, por
fin, alcanza la libertad, se queda en la galera en la que tantos años había
remado, haciéndose contramaestre y participando en los botines que la piratería
de mar y de costa proporciona.
En el año
1538 conoce al famosísimo corsario “Dragut”, a cuya escuadra se une y al caer
prisionero de la escuadra genovesa que lo perseguía por todo el Mediterráneo,
Giovanni, ahora llamado Uluj Alí, emprende la piratería por su cuenta, asolando
costas de Italia, Francia y España, sobre todo de las Baleares.
Su fama de
aguerrido, astuto y sanguinario, alcanza cotas considerables, por lo que
diversas flotas de los puertos preeminentes del Mare Nostrum se lanzan a su
captura, pero Uluj Alí es escurridizo y aunque en alguna ocasión está a punto
de sucumbir, siempre consigue salir bien parado.
Cuando la
rebelión de los moriscos de las Alpujarras, Uluj presta gran ayuda a los
rebeldes, los cuales le facilitan informaciones para realizar acciones en las
costas mediterráneas.
Tanta fama
alcanzó como gran marino y corsario valiente que fue nombrado Rey de Argel,
llegando a ser el hombre más poderoso de toda Berbería.
Toda una
vida apasionante que merece la pena conocerse y que Cervantes conocía bien,
pues la relata con una suerte de detalles que históricamente están recogidos y
al que define como “el más cruel renegado
que jamás se haya visto”.
Eres un artista!!!
ResponderEliminarCést magnifique
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