En el año 1919 el ingeniero holandés
Hugo Alexander Koch presentó en la oficina de patentes, los planos y la
descripción completa para la construcción de una máquina de su invención, capaz
de cifrar documentos.
Pero corrían malos tiempos, la primera
Gran Guerra acababa de terminar y los países trataban de recomponer sus
estructuras internas. Así, aunque en el conflicto bélico recién terminado, se
había demostrado la enorme utilidad que suponía para las estrategias de los
ejércitos y las comunicaciones de los gobiernos el cifrar los documentos, de
forma y manera que nadie que no poseyese la clave los pudiera leer, el invento
causó poca atracción y durante años durmió en los cajones del ingeniero Koch,
sin que siquiera se intentase construir un prototipo, hasta que en 1927,
acuciado por graves problemas económicos, se decidió a vender la patente al
ingeniero alemán Arthur Scherbius, que encabezaba un grupo que ya había
colaborado en la realización de lo que se llamó el milagro alemán.
De inmediato se empezaron a construir
la máquina, en varias versiones y añadiéndole continuamente nuevas
características para hacerla cada vez más indescifrable. Así nació una máquina
de cifrado de mensajes casi perfecta que recibió el nombre de “Enigma”.
Arriba, uno de los primeros
ejemplares; abajo, la máquina perfeccionada
Lo mejor que tenía aquella máquina es
que funcionaba de manera similar a una máquina de escribir de las de la época,
si bien tenía unos dispositivos rotatorios internos que iban dando a cada letra
o cifra un valor determinado, según las innumerables claves que se pudieran
utilizar.
Pocos años después, el ejército alemán
adoptó la máquina “Enigma” como instrumento oficial para sus comunicaciones
secretas, antes incluso de iniciarse la segunda gran guerra y llegaron a probar
su efectividad en la Guerra Civil Española, proporcionando al ejercito
sublevado, varias de estas máquinas, que no hace mucho fueron encontradas en
los depósitos del Ministerio de Defensa.
Esas comunicaciones encriptadas causaron
no pocos quebraderos de cabeza a los aliados que no conseguían enterarse de los
comunicados internos del ejército nazi, cuando las suyas propias eran
descifradas casi de corrido.
La carrera por averiguar los métodos de
encriptación de aquellas máquinas, se desató entre los países aliados y fue en
Polonia, donde, con la intervención de una de aquellas primitivas máquinas, se
inició el análisis del funcionamiento.
Pero las constantes innovaciones que
los alemanes incorporaban al aparato hacía cada vez más difícil desentrañar su
funcionamiento.
Los “hackers” de la época se devanaban los sesos tratando de hallar una
solución, que cuando llegó, dicen los expertos que fue capaz de acortar en dos
años la duración de la II Guerra Mundial.
Pero toda esta historia del cifrado y
descifrado de documentos no habría sucedido si el dos de febrero de 1462, no
hubiese nacido en Trittenheim, una aldea cercana a la ciudad de Tréveris, en la
región de Alemania conocida como Renania-Palatinado que es fronteriza con
Luxemburgo, un niño llamado Johanes Heidenberg, más conocido en la historia
como “El
Abate Tritemio”.
Desde muy joven demostró poseer una
inteligencia fuera de lo común, pero su padrastro le obligaba a trabajar e
impedía que pudiera cultivarse intelectualmente. A la edad de quince años era
casi analfabeto pero decidió que no podía seguir así y comenzó a estudiar por
su cuenta, hasta aprender prontamente a leer y escribir, así como a iniciarse
en el conocimiento del latín.
Consiguió todos esos progresos en un
corto espacio de tiempo, pero fue solamente hasta que su padrastro se enteró de
lo que hacía a escondidas e incrementó su persecución y sus crueldades sobre el
adolescente.
Viendo que aquella vida le resultaba
insoportable, se marchó de casa y se dirigió a Würzburgo, al este de Fráncfort,
en donde impartía clases un famoso humanista de la época llamado Wimphelheim,
para el que seguramente llevaba alguna carta de recomendación.
Durante cinco años permaneció en
aquella ciudad estudiando y aprendiendo las disciplinas clásicas: filosofía,
teología, matemáticas, astronomía y astrología, música e historia.
Con apenas cumplidos los veinte años
ingresó en un convento benedictino, en la localidad de Sponheim, donde se había
refugiado de una tormenta que le sorprendió cuando iba a visitar de incógnito su ciudad. Allí, el
abad, percibió de inmediato la cultura e inteligencia del joven y una semana después,
cuando ya remitía la tormenta, le ofreció los hábitos conventuales. El joven
Johanes aceptó unirse a la congregación del convento e inició su formación y
unos meses más tarde, concretamente en diciembre de 1482, hizo sus votos e
ingreso en la orden benedictina.
Pronto destacó entre los monjes y los
superiores, hasta el extremo de que dos años más tarde, se había convertido en el
abad del convento que lo había amablemente recibido, sin que todavía hubiera
sido ordenado sacerdote.
Su tarea en el convento fue muy dura,
pues las costumbres estaba en exceso relajadas y la moral más laxa de lo que
solía ser habitual en las congregaciones religiosa de la época, pero poco a
poco, el nuevo abad fue imponiendo su disciplina y lo que es más importante,
interesó a los monjes por el estudio.
Con mucha visión y paciencia,
confeccionó una biblioteca de más de dos mil volúmenes, todos manuscritos, pues
la incipiente imprenta aún no se había extendido lo suficiente y además, el
Abate prefería los libros manuscritos.
En aquellos momentos y por la
extensión de sus fondos, fue posiblemente la más importante de Alemania y de las
más importantes de Europa. El contar con esa importante biblioteca, hizo que el
convento, fuese adquiriendo renombre y por allí pasaron los hombres mas
eruditos de la época.
Es de considerar que la vida del Abate
Tritemio corría paralela a la de personajes de la historia como
Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Copérnico, Cristóbal Colón, Boticcelli,
Rafael, Savonarola y muchos otros que destacaron en el mundo de las artes y las
ciencias.
Después de veintitrés años de abad,
abandonó su cargo, a la vez que despreciaba una invitación del emperador
Maximiliano que deseaba tenerle de asesor en su corte; Tritemio buscaba paz y
tranquilidad parada dedicarse por entero a lo que desde hacía años le rondaba
por la cabeza y las encontró en el monasterio de San Jacobo, en la misma ciudad
de Würzburgo. Un pequeño convento con solo tres frailes lo que le permitió
desplegar toda su actividad.
Allí pasó el resto de su vida hasta
que con cincuenta y cinco años, falleció y fue enterrado y la iglesia de
aquella ciudad.
Durante todos los años en los que
estuvo recluido en uno u otro convento, el Abate se dedicó intensamente al
estudio de las matemáticas, a la cábala mágica y a lo que ahora llamaríamos
parapsicología. Estas dos últimas disciplinas están muy íntimamente conectadas
y encaminadas a desarrollar un sexto sentido que permita realizar cosas que
parecen imposibles para el ser humano normal.
Todos los años de estudio los fue
reuniendo en un material que ocupaban ocho volúmenes, una obra ingente a la que
llamó “Esteganografía” y que la
presentaba a un amigo en una carta que decía: “Puedo aseguraros que esta obra, en la que enseño muchos secretos y
misterios poco conocidos, parecerá a todos, incluso a los más ignorantes que
contiene cosas sobrehumanas, admirables e increíbles, habida cuenta de que
nadie ha escrito o ha hablado de ellas antes que yo.”
La carta, mucho más extensa, decía que
contenía un método para comunicar el pensamiento a distancia, numerosas
modalidades de escritura secreta, incluso cómo poder dominar la mente de una
persona a través de las palabras, que sería lo que hoy conocemos como
hipnotismo.
Portada de la obra
Como es natural para la época, la
inquisición metió manos en el asunto y acusó al Abate de mentiroso y fabulador: agente del demonio. Sin embargo, Tritemio, con su gran inteligencia consiguió
salir indemne de aquellas acusaciones.
La fama del Abate era tal que se le
llegó a considerar el mejor alquimista de todos los tiempos y uno de los pocos
capaces de conseguir la fabricación del oro alquímico.
Otra de las obras de Tritemio, es la
titulada “Teoría general de las cifras de
transposición”, que se conservó intacta y llegó hasta nuestros días.
En este libro están compendiadas todas
las teorías que se utilizan actualmente en la elaboración de los códigos
secretos. Pero como todo lo esotérico, nadie podía descifrarlo en su totalidad,
pues se decía de el que era un libro que en realidad contenía otro libro
muchísimo más profundo que solo el Abate, en su abierta y enigmática
inteligencia, había sido capaz de componer.
La criptografía, la ciencia capaz de
ocultar el significado de una escritura de forma que sea imposible saber lo que
dice, ha estado de moda siempre, pero en la actualidad, en el mundo de las
comunicaciones, muchísimo más que nunca. Hoy, hasta cuando abres el WhatsApp,
para colgar una foto o introducir un comentario, aparece un mensaje en el
advierte que los escritos y llamadas están protegidos con cifrado de extremo a
extremo.
Muy buena parte de algunos éxitos
gubernamentales, bursátiles, mercantiles y de estrategia en general consisten
en haber mantenido un secreto total en las comunicaciones internas, por otra
parte imprescindibles. El tercero de los ocho libros que componen la
Estenografía, trata precisamente de eso y desde que se escribió, a principios del
siglo XVI, no ha sido completamente descifrado hasta 1996 y ello gracias a
potentísimos ordenadores.
Su total desciframiento indica que el
Abate Tritemio es, sin duda alguna, la figura más destacada de la ciencia
llamada criptografía.
Me ha gustado mucho este artículo, José María. Creo que la criptografía es un tema muy interesante y poco conocido. Supongo que su interés deriva en que toda persona es atraída por los misterios y no hay nada más misterioso que un texto que se sabe contiene un mensaje secreto y no se puede desentrañar. De ahí el precio alcanzado en el mercado por el Manuscrito Voynich. Un abrazo.
ResponderEliminargenial, Pepe, además está muy bien escrito. Saludos.
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