En el
continente helado de la Antártida, frente al cono sur de África, pero a muchos
kilómetros de distancia, existe un enorme territorio que fue explorado por una
expedición noruega que, en 1930, se esforzaba por cartografiar el continente helado.
Los noruegos
habían demostrado una predilección por aquellas tierras y desde 1892 habían
mandado expediciones, algunas tan exitosas como la de Amundsen, que en 1911,
consiguió llegar al punto geográfico del Polo Sur.
Aquella
expedición de 1930 que cartografiaba el contorno del continente, bautizó la
enorme extensión de hielos con el nombre de la reina Maud, esposa del rey de
Noruega y en honor de la familia real, se fueron denominando otros territorios
con los nombres: Princesa Marta, Princesa Astrid, Príncipe Harald, etc.
Desde la
Tierra de la Reina Maud, hacia el interior del continente, existe una enorme
meseta, quizás la zona más plana de todo aquel territorio que está cubierto por
una capa de hielo de más de un kilómetro y medio de espesor: la Corona de la Reina Maud.
Sobre el
descubrimiento de la Antártida se ha escrito mucho, pues aunque se le atribuye
a varios navegantes, como balleneros de diversas nacionalidades, en realidad
el primero que navegó a su alrededor fue el famoso capitán Cook, en el siglo
XVIII, pero siempre se creyó que igual que el Ártico, era un inmenso bloque de
hielo flotando.
Si desea
recordar toda la controversia que rodea el descubrimiento de este continente,
puede consultar mi artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2017/08/en-el-reinado-del-rey-felon.html,
pero a efectos de este artículo, el hecho de su descubrimiento carece de
importancia, son otras las circunstancias por las que lo traigo a colación.
Y es que
ocurre que durante el siglo XVI la Antártida no figuraba en ningún mapa de la
época. Extraña circunstancia, cuando fue aquel un siglo en el que la
cartografía adquirió un enorme protagonismo y fue precisamente la época en que
se trazó todo el perfil americano, tanto por oriente como por occidente.
Pero la
Antártida no figura en los portulanos que Vespucio, Juan de la Cosa y otros
insignes cartógrafos, levantaron en aquella época.
Sin embargo,
unos años después, concretamente desde la aparición en 1513 del famoso mapa de
Piri Reis, el militar turco, la Antártida comienza a estar dibujada con
precisión, aunque no se descubriría hasta tres siglos después. Luego volvió a
aparecer en los portulanos de Mercator y otros grandes cartógrafos.
Pero en
todos estos últimos se daba una circunstancia que no podía pasar desapercibida.
Esta es poco más o menos la sorprendente historia.
El día seis
de julio de 1960, el eminente profesor norteamericano Charles Hapgood. Que
desde tiempo atrás venía defendiendo el desplazamiento de los continentes situados en la corteza de la Tierra, sobre el manto interior, recibió contestación a un escrito que tiempo atrás había dirigido a las
fuerzas aéreas estadounidenses.
El escrito
era precisamente sobre el mapa de Piri Reis y solicitaba que los departamentos
de cartografía aérea efectuasen un estudio comparativo entre dicho mapa y
la cartografía actual.
La respuesta
que los cartógrafos dieron causó sensación en el mundo científico dedicado a la
geología. Venían a decir que la parte inferior del citado mapa representaba de
manera muy razonable a la Tierra de la reina Maud y la Princesa Marta, pero que
resultaba asombroso que esa coincidencia no fuera con la actual estructura
antártica, cubierta de hielos, sino con el perfil sísmico de la tierra que hay
bajo esos hielos y que fue trazado en 1949 por una expedición sueco-británica.
¿Qué quiere
decir esto? Pues ni más ni menos que quien dibujara el mapa de Piri Reis había
tenido que vencer dos grandes obstáculos. Primero sobrevolar la Antártida, para
contemplar islas que estaban perfectamente separadas y que ahora están unidas
por el hielo y segundo confeccionar este mapa hace bastante más de ¡seis mil años!, que
es el momento geológico en que se considera que aquel continente estaba ya
cubierto totalmente de hielo, cosa que hasta ese momento no sucedía y que se
había venido produciendo a lo largo de nueve milenios, según se ha podido
determinar en las últimas investigaciones geológicas realizadas.
Fragmento
del mapa de Piri Reis.
¿Qué
civilización poseía, hace más de seis mil años, una tecnología tan avanzada
como para confeccionar un mapa así?
Las primeras
civilizaciones en aparecer y de las que tenemos constancia y certeza absoluta, fueron hace unos cinco mil años, en Mesopotamia y
que llegó a adquirir un gran esplendor cultural y más tarde en Creta, Egipto y Fenicia;
Grecia y Roma están ya ahí, como quien dice a la vuelta de la esquina.
Pero es que
quienes quiera que fuesen los pueblos que habían alcanzado aquel nivel cultural, del que no tenemos ninguna noticia, estaban a años luz en conocimientos, a los que
asirios, egipcios o griegos llegaron a alcanzar mucho más tarde.
El mapa de
Piri Reis fue realizado en 1513 partiendo de varios mapas que el almirante
turco poseía y se centra básicamente en el océano Atlántico. Arriba a la derecha
podemos observar perfectamente a España y la costa africana, casi hasta el
Golfo de Guinea; al otro lado la costa americana, desde más arriba del Golfo de
Méjico, hasta Tierra de Fuego y más abajo, la costa norte de la Antártida.
Es imposible
que el almirante otomano adquiriera esa información de algún cartógrafo de su
tiempo, pues como ya se ha dicho, el continente helado no se descubre hasta
1818, o sea, tres siglos después.
Así pues en
ese mapa hay dos circunstancias de por sí tan misteriosas que nos obligan a
plantearnos las cosas desde una perspectiva diferente a como la ciencia
ortodoxa ha venido explicando hasta ahora: cómo incluye una tierra que aún no
ha sido descubierta y cómo dibuja el perfil cartográfico que hay debajo de
hielos que tienen más de seis mil años de antigüedad.
Pero además
hay algunas otras incógnitas como la de la perfección con la que se perfilan
los contornos de la recién descubierta América, a la que se le da ya una
perspectiva esférica.
En la
fotografía siguiente, se puede ver esto con una superposición fotográfica
esclarecedora, si bien considerando las diferencia entra perspectiva plana y
esférica.
El propio
almirante turco, al margen del mapa hace una serie de anotaciones que son
verdaderamente esclarecedoras. Entre ellas dice que el mapa lo ha confeccionado
sobre el estudio de otros muchos mapas que posee, uno de los cuales perteneció al propio Cristóbal
Colón, con el que pudo llegar a las costas de América, y otros mapas mucho más
antiguos, alguno de los cuales anteriores al siglo cuarto antes de nuestra era.
La
existencia de una Antártida sin hielos solamente se puede explicar de dos
formas: por la deriva continental, es decir el desplazamiento de las masas de
tierra de la corteza terrestre, pero no es probable que en solamente nueve mil
años hubiera producido un recorrido tan enorme como para variar la
climatología, o simplemente un cambio climático de enfriamiento global, igual
que en estos momentos estamos soportando un cambio hacia un periodo cálido.
Pero la
incógnita sobre quienes realizaron esa
cartografía sigue tenazmente aferrada. No tenemos ni idea de quienes pudieron
hacerlo, pero no deja de ser menos intrigante cómo se transmitieron a
través de los siglos, permaneciendo oculta para la inmensa mayoría y tal vez
relegada a un estante polvoriento de alguna vieja biblioteca.
Sí parece
que los mapas pasaron por Alejandría, desde donde viajaron a Bizancio, en épocas del
máximo esplendor del Imperio Romano de Oriente y de allí pasaron a marinos
venecianos, alguno de los cuales consiguió llegar a manos de Cristóbal Colón.
Otra
sorprendente conclusión que se saca del estudio de estos mapas es que quienes
lo realizaran habían resuelto el problema que suponía, en alta mar, calcular la
longitud, como ya exponía en mi artículo de hace unos años que puedes consultar
aquí: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/03/la-parrilla-el-saltamontes-y-el-h-1.html
, el tema de la longitud no se solucionó hasta 1730, por el relojero Harrison.
Pero es
indudable que aquella civilización había resuelto el problema, claro que si
eran capaces de desarrollar una cartografía esférica, con visión desde el aire,
es de suponer que también habían desarrollado un reloj de precisión, único
elemento necesario para situarse exactamente en cualquier punto de la esfera
terrestre.
La
conclusión final es que más tarde o más temprano y yo me inclino por esto
último, habrá que reescribir la historia. No me cabe ninguna duda.
Siempre he creído en la existencia de civilizaciones anteriores a la nuestra mas desarrolladas.
ResponderEliminar