A lo largo
de la historia ha habido innumerables batallas que se han ido desarrollando por
toda la geografía de los distintos continentes. Muy pocas veces en un mismo
lugar han ocurrido dos batallas y mucho menos tres, pero no es un caso
insólito. Hay un lugar en donde se han celebrado cuatro batallas de gran
importancia, eso sí: a lo largo de XVII siglos.
Ese lugar
es Queronea, una ciudad de las más antiguas de Grecia situada a la orilla del
río Cefiso y en un punto estratégico, cerca
de Atenas, en el centro de Beocia, la zona norte del canal de Corinto y
dominando la entrada a la península del Peloponeso. Ya aparece en la Ilíada de
Homero y su importancia estratégica la tuvieron en cuenta las polis,
ciudades-estado, de Tebas y Atenas.
De las
acciones bélicas allí celebradas, vamos a empezar por la última, la celebrada
en el mes de marzo del año 1311, quizás no tan trascendente como alguna de las
otras, pero con una importancia capital para la Corona de Aragón, pues allí se
enfrentaron los famosos almogávares contra los francos, que desde la Cuarta
Cruzada se habían asentado en aquellos territorios.
En
realidad la batalla se ha denominado del Río Cefiso, por ser en sus orillas
donde se enfrentaron los ejércitos, pero eran las llanuras de Queronea, la
ciudad más cercana y su territorio, el
escenario de la batalla.
El
ejército franco era tan superior que la batalla se daba tan por perdida que
algunos mercenarios del ejército almogávar salieron huyendo. Pero unos
quinientos catalanes que luchaban en el ejército franco, se pasaron al lado de
los aragoneses.
Doce mil
soldados y tres mil caballeros francos se enfrentaron a tres mil soldados y
quinientos de a caballo almogávares, que por contra disfrutaban de una muy
superior posición en el campo de batalla, pues se encontraban en terreno seco,
mientras el enemigo debía atravesar zonas pantanosas, donde el peso de las
armaduras los dejó inmovilizados y ya a tiro, recibieron una lluvia de flechas
y dardos que los diezmó.
¡Despierta
Hierro! El grito de guerra almogávar, lanza a sus soldados contra las filas
enemigas, que deja de ser una lucha para convertirse en una verdadera
carnicería, y a la vista de que la victoria está cercana, aquellos que
desertaron ante el miedo a la superioridad del enemigo, volvieron al campo de
batalla, terminando la degollina iniciada por los soldados almogávares.
Desde
aquella victoria la Corona de Aragón reforzó su prestigio en las tierras
griegas, donde la bandera de las barras rojas y amarillas ondeó en el Partenón Ateniense durante más de setenta años.
La batalla anterior había ocurrido en el año
86 antes de nuestra Era entre el ejército de la República de Roma, mandado por
el procónsul Sila y el ejército de Mitrítades, rey del Ponto Euxino, dirigido
por los generales Arquelao y Taxiles.
La
presencia de Roma en las tierras griegas tenía una fuerte contestación, por la
misma razón el Senado romano tenía gran interés en su conquista. La principal
dificultad griega era que no formaban un estado sólido, unido, sino que cada
ciudad y su zona de influencia caminaba por su lado.
Ante esta
fragmentación, el general Sila preparó un ejército compuesto por cinco legiones
con el que enfrentarse al rey Mitrítades.
En el año
86, tras largo asedio cayó la ciudad de Atenas y a continuación su puerto, El
Pireo. Ambas poblaciones fueron masacradas por el ejército romano que pudo
comprobar que durante el asedio, los atenienses habían practicado el
canibalismo, antes que morir de hambre.
Fue en
Queronea donde se libró la batalla decisiva que enfrentó a Sila, con un
ejército de veinte mil hombres, contra el general Arquelao con un ejército de
cien mil.
La
estrategia y el genio militar de Sila hicieron posible la victoria en una
batalla de fuerzas tan desproporcionadas.
Sería
cuestión ahora de hablar de la batalla inmediatamente anterior, pero esa es tan
singular que prefiero relatar la que se dio antes, en el año 447 a de J.C y que
fue la primera batalla de Queronea.
En
aquellos momentos Atenas era la ciudad más poderosa de Grecia. Bajo su dominio
se encontraban varias ciudades que pertenecían geográficamente a otras ciudades
estados y este era el caso de Queronea, que formando parte de la región de
Beocia, que ocupaba la margen norte del Golfo de Corinto, pertenecía a Atenas.
Beocios y
atenienses se enfrentaron en la llamada Primera Guerra del Peloponeso y los
primeros consiguieron reconquistar Queronea que pasó así a formar parte de su
estado.
Pero sin
lugar a ninguna duda la batalla que ha puesto en la historia a esta ciudad, fue
la ocurrida en 338, entre Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno y
una coalición formada por atenienses, tebanos, corintios y algunas otras
ciudades aliadas a esa fuerza común del Ática, amenazada por la ambición del
rey macedonio de apoderarse de toda la península griega.
Macedonia
era un reino que ampliaba constantemente sus territorios y sus recursos. Era
próspero y contaba con un poderoso ejército, lo que suponía una constante
amenaza para las polis griegas, sobre todo para Atenas y Tebas.
En el verano
de 339 a. C. Filipo, al frente de su poderoso ejército, marchó sobre Grecia,
creando una fuerte incertidumbre que propició una alianza entre las dos
ciudades antes nombradas, a la que se unieron otras muchas, aunque su aporte en
número de efectivos era considerablemente inferior.
Fue una
batalla decisiva pues los ejércitos de la coalición fueron prácticamente
aniquilados y como única solución de supervivencia todas las ciudades hubieron
de aceptar las condiciones que imponía el rey macedonio que fue crear la
llamada Liga de Corinto que convertía a todos en aliados de Filipo.
Solamente
Esparta, la ciudad más importante de la península del Peloponeso y famosa por
la austeridad en sus costumbre, no aceptó aquella alianza.
Tras las
estrategias propias del planeamiento de las batallas, los ejércitos griego y
macedonio se enfrentaron en Queronea, entablándose una batalla que pasó a la
historia por diversos motivos, entre otros porque en ella luchó el llamado
“Batallón Sagrado de Tebas”.
Era este
batallón la élite de la infantería y estaba compuesto por trescientos hoplitas
(soldados) escogidos entre los jóvenes más distinguidos de la ciudad y que ya
hubieran tenido alguna ocasión de demostrar su arrojo.
La
singularidad es que sus miembros formaban parejas de amantes entre los que
existía un vínculo que los tebanos consideraban indestructible.
Ya en la
Ilíada, a la que nos volvemos a referir, se había reflejado el ardor guerrero
entre los jóvenes que se amaban, como ocurría entre Aquiles y Patroclo.
Unos años
antes de la formación de tan peculiar ejército, el propio Platón, en su obra
“El Banquete o del Amor” reflexionaba sobre la conveniencia de la formación de
un ejército formado por parejas de amantes y así lo escribió: “(…) si por cualquier circunstancia, un Estado o un
ejército pudieran estar compuestos sólo de amantes y de amados, no habría
pueblo que llevase más alto el horror al vicio y la emulación de la virtud. Los
hombres, así unidos, aunque en pequeño número, podrían en cierto modo vencer al
mundo entero”.
En la batalla,
las parejas de guerreros luchaban espalda contra espalda, de manera que cada
uno protegía la parte más vulnerable de su amante.
Aún con
ese ejército hipotéticamente invencible para los filósofos, Filipo II derrotó a
la coalición de ciudades.
Después de
aquella batalla se contabilizaron más de mil muertos entre tebanos y
atenienses, pero aún ante tamaña derrota, los tebanos quisieron honrar a sus
jóvenes guerreros que tan valientemente habían dado sus vidas y erigieron un
monumento que se compone de una base o pedestal de seis metros de altura, sobre
la que se exhibe la escultura de un león que tiene la misma altura.
El
monumento se llama “El león de Queronea” que da título a este artículo y bajo su
base fueron enterrados doscientos cincuenta y cuatro cuerpos de aquellos
soldados amantes.
Monumento a la batalla de Queronea
Cierto que
la homosexualidad no fue nunca entendida en el mundo clásico de la manera en la
que se entiende ahora en casi todo el mundo.
Era
entonces una forma de amor, sin orgullo ni prejuicios; sin obscenas
exhibiciones.
No hay nada más rancio que la homosexualidad aunque el lobin quiera venderlo como modernidad (ya en la biblia se señalaban estas prácticas muy demandadas en Sodoma y Gomorra sin olvidar el tratamiento tan peculiar que se le daba en Grecia). Lo que cada cual haga con su “orto” entra dentro de lo que se llama la intimidad y para mí, como debería ser para todos, esa es sagrada. No obstante, y creo tengo ese derecho, pienso que esa comunidad con sus estrafalarios estereotipos llevados hasta el extremo y su impertinente exhibicionismo que lleva hasta la apropiación de todo y de todos está invadiendo recintos, que ya he mencionado deberían ser sagrados, que no les competen. No hay nada más hermoso que la amistad entre dos hombres, nada más valioso que la camaradería forjada a fuego lento después de años de destilar y compartir momentos únicos y experiencias inolvidables (la primeras borracheras, los primeros lances amorosos con sus inevitables desengaños, las primeras peleas codo con codo contra el mundo, la mili, el matrimonio, los hijos, etc… porque novias hemos podido tener muchas pero ¿dónde están ahora? y en cambio esos amigos conservados y madurados desde la infancia ¿cuánto vale una amistad que perdura en el tiempo como esa?). Entiendo que a estas personas les atraiga la virilidad lo que no entiendo es que la mancillen y que logren que toda amistad entre hombres se vea como homosexual cuando no hay nada más heterosexual que dos hombres compartiendo suerte y bolsa. La homosexualidad en el hombre en si misma me parece contradictoria porque si a un hombre le quitas su virilidad ¿qué te queda? y si no queda nada ¿qué te atrae? ¿un falo?. Es mi opinión que expreso con total respeto como espero se me respete a mi por pensar asi ya que el respeto debe ser mutuo o si no es totalitarismo y a los totalitarismos ya sabemos como se les vence.
ResponderEliminarLa homosexualidad ha existido siempre, así consta en la época de Esparta,Grecia, Roma...efectivamente lo que no se hacía es exhibición. Pero volviendo al espíritu del magnífico artículo, creo que es la única vez, que contiendas épicas de ese calibre, se den en un mismo lugar.
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