Si durante
todo el Renacimiento hubo un pintor que desarrollara un estilo más personal e
inconfundible, fue El Greco, un pintor de finales del siglo XVI y principios
del XVII.
Asentado
en Toledo, ciudad donde falleció, pintó siempre a personajes importantes de su
época, pero de entre sus innumerables cuadros de figuras famosas y personajes
trascendentales de su tiempo, se ha colado un retrato hecho a un soldado
prácticamente desconocido.
Soldado
que, por cierto, no ha tenido nunca el renombre y la fama que se hubo merecido
y no ha sido hasta muy recientemente que su figura ha empezado a salir de la
penumbra en la que ha permanecido durante cuatro siglos.
Se trata
de Julián Romero de Ibarrola nació en la provincia de Cuenca en 1518, hijo de
un hidalgo vasco y una conquense. Con 15 años se unió a un batallón de soldados
que pasaban por las cercanías de su pueblo e iban a embarcarse en algún puerto
del litoral mediterráneo con destino a Túnez y con el fin de recuperar la tan
importante plaza, tomada por piratas otomanos.
Pero no
pudiéndose incorporar como soldado, por su escasa edad lo hizo desempeñando el
puesto de mozo de “atambor”, una
especie de asistente del “atamborista”
que le llevaba los palillos o cargaba con el instrumento en los momentos en que
su jefe descansaba.
No se
tienen más noticias de él en esa escaramuza de Túnez, ni qué giro dio su vida a
continuación, aunque se sabe que años después sirvió como soldado en Italia, sin
que exista constancia documental. Un poco diluido en la vorágine de su tiempo, aparecen
1544 como parte de las tropas licenciadas tras el asedio de Saint-Dizier que
fueron trasladadas por mar hasta Inglaterra, en donde el rey Enrique VIII
aprovechó para contratarlas como mercenarios a su servicio.
El asedio
de Saint-Dizier tuvo lugar dentro de las llamadas Guerras Italianas que
enfrentaron al emperador Carlos V y su aliado el rey inglés Enrique VIII, a una
alianza contra natura de Francisco I, rey de Francia y el sultán otomano Solimán
I, El Magnífico.
Así se
comprende que, tras el asedio, licenciadas las tropas españolas, pasaran al
servicio de Enrique VIII, aliado de España.
Formando
parte del contingente inglés, a las órdenes de Pedro de Gamboa se enfrentaron a
los escoceses en 1545, infligiéndoles una dura derrota que dejó más de quince
mil muertos y dos mil prisioneros, en una jornada que los escoceses recuerdan
como Sábado Negro. En esa gran batalla Ibarrola alcanzó fama de aguerrido
guerrero y estratega.
Seguidamente
se traslada con su batallón a las posesiones inglesas en territorio francés, en
la zona de Calais, donde las escaramuzas contra el ejército francés eran
constantes.
Su fama se
acrecentó cuando el capitán español Antonio Mora, al servicio del rey francés,
retó en duelo al capitán español Pedro de Gamboa, a cuyas órdenes servía Julián
Romero, el cual, dado el estado de salud de su capitán, se ofreció como paladín
para luchar contra el otro español.
Romero fue
aceptado en sustitución y resultó vencedor en un duelo en el que no se
enfrentaban solamente los dos capitanes, sino que como cada uno pertenecía a un
bando, se interpretó como una escenificación de la lucha entre Enrique de
Inglaterra y Francisco de Francia.
El duelo
se preparó en Fontainebleau, muy cerca de París y contó con la asistencia del
rey francés con su heredero, el Delfín Enrique y de embajadores ingleses.
Tras su
triunfo vino el reconocimiento en forma de premio por parte francesa y el
nombramiento de Sir por parte inglesa, a la vez que el reconocimiento de
caballero que sirve bajo su propia bandera, un título para definir a los
mercenarios como cuerpos de ejército, igual que en Italia lo fueron los
condotieros.
Retrato en el que menciona su nombramiento de Maestre de Campo
Una vez en territorio flamenco participó en la
defensa del Principado de Lieja, perteneciente al Sacro Imperio y dos años más
tarde en la defensa de Picardía, una región al norte de Francia que limita con
Normandía y Bélgica, en donde fue hecho prisionero, consiguiendo la libertad
por canje.
No está
demostrado pero parece que Felipe II se lo llevó a Inglaterra como jefe de su
escolta personal, durante el tiempo que duró su matrimonio con su tía María
Tudor.
Nuevamente
como capitán de los Tercios, participa en la batalla de San Quintín, durante la
que perdió una pierna al ser alcanzado por una bala de mosquete.
Esta
batalla fue de extraordinaria importancia, pues se calcula que el ejército
francés perdió alrededor de veinte mil hombres entre fallecidos, heridos y prisioneros
y entre estos últimos, un millar de nobles franceses; al mando de las fuerzas
centrales del ejército español, se encontraba el capitán Romero con un
comportamiento heroico.
A pesar de
su grave herida, un año más tarde ya estaba recuperado, para recibir del rey el
hábito de la orden de Santiago, con el que participó en otra importante
batalla, la de Gravelinas, con la que el rey francés Enrique II quiso vengar la
derrota de San Quintín y nuevamente salió derrotado en una batalla que puso fin
al enfrentamiento entre este rey y el Imperio español.
Después de
las campañas flamencas, Romero Ibarrola participa activamente en la defensa del
puerto de La Goleta, en Túnez, tras lo que pide al rey retirarse de la vida
activa.
Pero dura
poco el reposo del guerrero, porque en 1565, tres años después, Felipe II lo
envía al frente del Tercio de Sicilia, en socorro de la isla de Malta, asediada
por los turcos.
A la
muerte del maestre de campo de este Tercio, Romero fue nombrado para
sustituirlo y nuevamente, ya con elevado grado militar, marcha con su Tercio a
Flandes, donde hay constancia de su presencia en 1567.
Aparte de
la pérdida de una pierna, en diversos combates perdió un brazo y un ojo, pero
nada de eso fue obstáculo para que este aguerrido soldado no siguiera peleando,
colmándose de éxitos y de reconocimientos, hasta el punto que en 1572, el rey
Felipe II lo nombró miembro del Consejo de Guerra en Flandes.
Es
lamentable que personajes de la envergadura de Julián Romero hayan pasado casi
inadvertidos durante muchos años, cuando sus propios contemporáneos ya le
concedieron los reconocimientos y méritos que se había ganado y así, Lope de
Vega compuso una comedia basada en el personaje que lleva por título el nombre
de nuestro héroe.
Pero es
más, algunos autores extranjeros también lo mencionan como importante hombre de
armas del siglo XVI que de mozo de tambor, llegó a Maestre de Campo, lo que
equivaldría a general en los ejércitos actuales.
Pero si
hay algo que realmente ensalce la figura de este casi anónimo militar, es lo
que se decía al principio de estas líneas y es que El Greco se avino a pintarlo
y su cuadro está expuesto en el Museo de El Prado.
Quizás por
ese detalle la dejadez con que ha sido tratado el personaje, haya sido
compensada sobradamente y a pesar de la desidia y el olvido, coloque en la
historia a Julián Romero de Ibarrola.
Retrato de Julián Romero con el
hábito de Santiago
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste es el drama de la historia de España y de los hombres que la hicieron posible. Duele ver como personajes más mediocres de otros países son recordados, e incluso venerados, mientras que los españoles, con más mérito, son olvidados. Un ejemplo es el de Blas de Lezo y Edward Vernon. Mientras que en Inglaterra Vernon es recordado, a pesar de la humillación a la que fue sometido por Blas de Lezo en Cartagena de Indias, aquí a Blas de Lenzo se le condeno después de muerto y hoy en día casi todos solo lo identifican con un caso de corrupción política porque algún cretino se le ocurrió la idea de profanar su nombre uniéndolo a tal fin. Por desgracia no es el único caso ya que si comparáramos a ilustres personajes que han pasado a la historia universal como Francis Drake, George Washington o el mismísimo Almirante Nelson con sus homónimos españoles quizás para algunos sería una sorpresa el comprobar que los nuestros no solo estuvieron a la altura sino que, una vez eliminada la leyenda que a todos esos conocidos héroes le adornan, los superaron con creces. Quizás sea porque para lo que otros solo puede ser leyenda para nosotros es historia.
ResponderEliminar...así se escribe la historia...
ResponderEliminarMientras lo leía pensaba en Blas de Lezo.
ResponderEliminarAhora parece que se le está reconociendo un poco.
Más vale tarde...