Desde que
disfrutamos de estos gobiernos tan demócratas y tan progresistas, venimos
oyendo hablar mucho de Franco y su golpe de Estado contra la República, algo
que en el fondo no es progreso, sino retroceso.
Yo no voy
a entrar en la legalidad republicana ni en la situación en que se vivió durante
esa época ni el terror y el caos que creó el Frente Popular entre cuyas
pretensiones estaba la de entregar España a la URSS de Stalin y convertirnos en
un primer país satélite de forma experimental, que era lo que tenía previsto
hacer el gobierno bolchevique ruso y que llevó a cabo tras la Segunda Guerra
Mundial, con múltiples naciones de su entorno a las que engulló.
Yo quiero
hablar de golpes de Estado contra la República, pero no solamente del de
Franco, si no de todos los que hubieron antes y después y de cómo todos los
demás fracasaron.
El primer
aviso a la naciente República Española (La
Sanjurjada) lo dio desde Sevilla, en la madrugada del 10 de agosto de 1932,
es decir a los dieciséis meses de su proclamación, el general Sanjurjo y una
parte muy pequeña del ejército español que estaba destinado al fracaso y que
así fue. Se mantuvo algo en Sevilla, pero fracasó estrepitosamente en Madrid.
Sanjurjo
fue detenido cuando intentaba pasar a Portugal por Ayamonte, juzgado y condenado a muerte en el consejo de guerra
que se le siguió, pero la pena capital le fue conmutada por la de cadena
perpetua. Ingresó en la Prisión del Dueso y luego en la del Castillo de Santa
Catalina en Cádiz. Al final se le concedió un indulto y terminó exiliado en
Portugal.
Poco más
de un año después, la República recibe
el segundo aviso. Esta vez más serio y lo promocionan comunistas, socialistas y
el sindicato UGT. Este golpe de Estado ha recibido el nombre de Revolución de
Asturias y se producía por la infundada creencia de las izquierdas de que el
gobierno presidido por Alejandro Lerroux, pretendía anular la Constitución e
instalar un gobierno fascista. No era cierto, pero a las izquierdas le sobraban
otras razones para desbancar a un gobierno de derechas.
Alejandro Lerroux, líder del PRR (Partido Republicano Radical
La
Revolución de Asturias fue duramente reprimida por el gobierno republicano,
causando mil cuatrocientas victimas entre los dos bandos y muchos heridos. Por
cierto que el gobierno republicano encargó de la represión de la revolución a
los generales Goded y Franco.
Tres días
más tarde, un nuevo intento de golpe. Esta vez desde la Generalitat catalana.
Era el día
7 de octubre de 1934 y el gobierno de la República no dudó en declarar el
Estado de Guerra que acabó con la suspensión de la autonomía catalana de manera
indefinida, y con los dirigentes detenidos, juzgados y condenados por rebelión
militar a treinta años de cárcel.
El cuarto
golpe fue más sutil, más ladino, se podría decir, pues fue perpetrado por el
Frente Popular que no solamente indultó a los golpistas de la Generalitat, sino
que incorporó al gobierno a seis ministros pertenecientes a Ezquerra
Republicana de Cataluña. Una situación como la que estamos viviendo en los
tiempos presentes, con indultos a los
sediciosos catalanes y establecimiento de mesa de diálogo.
La
división interna del PSOE provocó en mayo de 1936, previo a la Guerra Civil, el
quinto golpe.
Una guerra
interna entre Indalecio Prieto, socialista “moderado” y Largo Caballero “exaltado
revolucionario” y vehemente esforzado en echarnos en brazos de la URSS, provocó
una situación difícil de digerir que abocó en la guerra y todo porque Largo
Caballero se oponía a que Prieto aceptase votos de la CEDA para formar
gobierno.
Esta
situación devino en unas circunstancias que todos conocemos y que culminó con
el asesinato de Calvo Sotelo y el estallido del sexto golpe.
Éste se
produjo el 18 de julio de 1936 y su desarrollo y resultado final es
sobradamente conocido y diferentemente interpretado por unos y otros.
Pero
mientras el ejército alzado avanzaba con un único objetivo, el gobierno de la República
se veía obligado a tapar otros frentes tan letales como el que estaba abriendo
el ejército insurrecto.
El primero
fue la traición del independentismo catalán al gobierno del que formaban parte
y que aprovechando la situación y la debilidad por la que atravesaba la
Republica, como han hecho siempre, proclamaron la independencia de Cataluña.
Tras la defección catalana, el propio gobierno de la República daba por perdida la guerra, porque la actitud catalanista obligó a dividir las fuerzas republicanas que por un lado tenían que hacer frente al ej
ército
alzado, pero por otro también tenía que hacer frente a la grave situación
separatista.
En esta
situación el propio presidente Negrín, en un consejo de ministros celebrado en
el palacio de Pedralbes de Barcelona pronunció una frase que ha quedado para la
posteridad y en la que el presidente decía que antes de consentir campañas
nacionalistas que llevaban a la desmembración de España, cedería el paso a
Franco.
Asimismo
se confesó irreductible en cuanto a defender la nación de los desafueros
independentistas. Este posicionamiento le honra, pero su figura estaba muy
deteriorada por su sumisión a Moscú y por el expolio de Banco de España cuando
era ministro de Hacienda.
Negrín fue
finalmente expulsado del PSOE, estando ya en el exilio.
Y tras
estas situaciones, estando ya la guerra perdida para la República, se produce
en Madrid el octavo y último golpe de Estado.
El cinco
de marzo de 1939 la guerra estaba dando sus últimos coletazos y resistir era
únicamente sacrificar vidas humanas en aras de un comportamiento numantino que
además de innecesario, no cambiaría el curso de los acontecimientos.
Madrid era
de las pocas ciudades que permanecían en manos de la República y allí se exigía
por el gobierno continuar la resistencia.
El jefe
militar de la defensa de la capital era el coronel de caballería Segismundo
Casado López. Militar brillante, había participado en la Guerra de Marruecos,
pertenecía al Estado Mayor y era jefe de la escolta del Presidente del
Gobierno. Contaba con el apoyo de Indalecio Prieto que lo quería para
reorganizar el Ejército, dadas su buenas cualidades como organizador, buen
militar y estratega y muy disciplinado.
Una vez
iniciada la guerra, el coronel Casado se encargó de la organización de las
Brigadas Mixtas, la unidad militar básica del ejército del Frente Popular, participó en las batallas de Belchite, del
Jarama y la durísima de Brunete y fue nombrado jefe del Ejército de Andalucía.
Por último fue nombrado Jefe del Ejército del Centro y como tal, tuvo a su
cargo la defensa de Madrid.
Por encima
de todo Casado era un hombre inteligente y sensato; sabía que después de la
caída de Cataluña el mes anterior, de nada serviría continuar resistiendo en
Madrid, en donde solo se podría aumentar el dolor de una población ya muy
castigada, así que el cinco de marzo, con un grupo de anarquistas y socialistas
que a pesar de su ideología antifascista eran conscientes de la realidad, se
rebeló contra el gobierno de la República, presidido por Negrín.
El coronel Casado (centro) con compañeros militares
Le
apoyaron personajes importantes del momento como Julián Besteiro, Cipriano Mera,
Wenceslao, el padre de Santiago Carrillo o el general Miaja.
El golpe
de Casado desencadenó inmediatamente una nueva guerra civil dentro de Madrid entre
los partidarios de negociar una paz y los partidarios de continuar la lucha, en
su mayoría del sector comunista.
Pero el
ejército, ya exhausto estaba del lado de los golpistas que apoyados por las
quintas columnas franquistas empezaron a negociar su rendición con el ejército
de Franco que solo admitía una rendición incondicional del ejército
republicano.
De todas
las formas el ejército del Frente Popular depuso las armas, lo que permitió que
los sublevados ocuparan Madrid y casi toda la zona central que continuaba bajo
la República, sin disparar prácticamente ni un solo tiro.
El 29 de
marzo de 1939 Madrid fue entregado sin
lucha. Franco sugirió a Casado que se trasladase a Valencia con intención de
salir para el exilio y así lo hizo embarcando en el buque Galatea en el que el
3 de abril llegó a Marsella.
Desde
allí, cruzando Francia en tren, embarcaron para pasar a Inglaterra, donde se
estableció con su familia. En 1961 regresó a España instalándose en Madrid,
donde falleció en 1968 sin conseguir reingresar en el ejército español, como
era su deseo.
Fue un
buen militar, leal a su gobierno y que con su actitud ahorró muchas vidas de
ambos bandos.
¡No se ha
sido justo con él!
de aquellos polvos estos lodos de ahora.
ResponderEliminarEn ambos bandos, hubo militares profesionales y de ley...
ResponderEliminarLamentablemente la historia se repite.Gracias a Dios hoy tenemos Europa.
ResponderEliminarEl motivo por el que los políticos republicanos, que cobardemente habían huido a Valencia desde el inicio de la contienda por si las cosas se ponían mal, querían prolongar contra toda esperanza la guerra era que, viendo cercana la contienda europea, enlazarla para así mantener sus mamelas a costa del sufrimiento y la pobreza del pueblo español. Ese desprecio por el pueblo español se puso de nuevo de manifiesto al terminar la II Guerra Mundial cuando estos mismos políticos trabajaron por el bloqueo económico de España con la intención de matar de hambre a la población española, ya muy castigada, y así dinamitar al régimen (la hipocresía socialista de siempre). Muy parecido a la situación actual donde el afán de poder de una ideología se impone a las necesidades de un pueblo al que se supone quieren proteger (y que nunca lo han hecho).
ResponderEliminarPenoso, siempre
ResponderEliminarla misma historia y siempre los mismos.