jueves, 8 de julio de 2021

OTRA MUJER EN LA ARMADA

 

A finales del siglo XIX, un coronel de Infantería de Marina que rebuscaba en los archivos de la Intervención de Marina de Cádiz, documentación que le sirviera de soporte para un libro que estaba escribiendo, encontró un interesante registro sobre una mujer que había servido en la Marina durante el final del siglo XVIII y principios del XIX.

Tan extraño era que una mujer hubiese estado enrolada que profundizó en la historia encontrándose con una verdadera singularidad.

El día dieciséis de agosto de 1775 nacía en la cordobesa ciudad de Aguilar de la Frontera una hembra a la que se puso por nombre Ana María, hija de Tomás de Soto y Gertrudis Alhama.

En el seno de una familia de escasos recursos, ayudaba a su padres en la tahona que regentaba la familia.

Antes de cumplir los dieciocho años y sin comentarlo con nadie, abandonó súbitamente su casa, su pueblo y marchó a un centro de reclutamiento, donde el veintiséis de junio de 1793 sentó plaza de soldado como Antonio María Soto, el nombre del mayor de sus hermanos que en breve tendría que acudir a filas, consiguiendo así hacer realidad su sueño y librar a su hermano del servicio militar, para que pudiera seguir ayudando a sus padres. Para disimular la ausencia de barba y su aspecto aniñado,  dijo tener dos años menos de los que en realidad tenía.

Tras los trámites de rigor, se la destinó como soldado voluntario al décimo primer Batallón de Marina, por un periodo de seis años.

Superado el duro periodo de instrucción su primer destino de mar fue la fragata Mercedes de triste destino, pues diez años más tarde fue hundida en un enfrentamiento heroico contra cuatro fragatas inglesas que la atacaron sin previa declaración de guerra en un acto de clara piratería, pues la Mercedes regresaba de América transportando caudales y mercancías valiosas.

A borde de la Mercedes el ahora llamado Antonio de Soto participó en numerosas actuaciones navales muy arriesgadas como en la batalla naval del Cabo San Vicente, contra una potente escuadra inglesa que causó graves daños a la armada española.

La fragata Mercedes, con la heroína a bordo escoltó al navío Santísima Trinidad, desarbolado en la batalla, hasta el puerto de Cádiz, donde la flota española hubo de soportar un largo asedio inglés, hasta que visto lo imposible de tomar Cádiz, gracias a la utilización de la rápidas lanchas cañoneras españolas, en las que se embarcó Antonio Soto, los ingleses se retiraron.

Antonio Soto y toda su unidad embarcó entonces en otra fragata, la Matilde, donde permaneció más de un año, hasta que una grave enfermedad, con altas fiebres, hizo necesaria la asistencia del médico de abordo, el cual tras un primer examen descubrió que se trataba de una mujer.

Ella confesó que su intención era servir a su patria y dio su verdadero nombre y demás datos de filiación, pero no pudo impedir que el comandante de la fragata diera cuenta del extraño caso al general Mazarredo, jefe de la Flota, el cual ordenó desembarcarla de inmediato, cosa que se hizo en medio de la admiración de sus compañeros que recibían con estupor la noticia de que aquel joven audaz y valeroso que tan bien se había portado en los combates era en realidad una mujer, de la que no había sospechado nunca a pesar de los más de cinco años de servicio juntos.

El uno de agosto de 1798 se le concedió licencia absoluta y en un escrito posterior fechado el veinticuatro del mismo mes y año, se hace referencia en la Real Orden de la Armada a esta mujer, a la que se la señala en atención a las acciones de guerra en las que participó, a su heroicidad, acrisolada conducta y singulares costumbres con que se ha comportado durante el tiempo de sus apreciables servicios, su Majestad el rey se digna concederle dos reales de vellón diarios por vía de pensión, al mismo tiempo que la autoriza a que sus trajes propios de su sexo que desde entonces vistiera, pueda usar los colores propios del uniforme de Marina como distintivo militar.

 

Uno de los muchos retratos imaginarios de Ana María

Al tener sus padres conocimiento de que Ana María estaba en La Isla de León, actualmente San Fernando, con el poco dinero que pudieron reunir, marcharon andando desde Aguilar de la Frontera, viéndose en la necesidad de terminar el viaje pidiendo limosna para poder subsistir.

Conocida por el general Mazarredo la circunstancia familiar de aquella mujer que tan heroica y abnegadamente había luchado en el seno de la Armada Española en batallas como las de Bañuls y Rosas, en la del Cabo de San Vicente y en las cañonera defendiendo Cádiz, influyó para que la Real Orden mencionada anteriormente fue ampliada en orden al tiempo servido y a los méritos contraídos, con un ascenso a Sargento Primero de los Batallones de Marina, con el fin de asegurar su subsistencia y la de su padres.

Ana María y sus padres regresaron a Aguilar de la Frontera, donde se establecieron ya con más confort, gracias a la paga de la joven, a la que se concedió la gracia de la titularidad de una expendeduría de tabacos en la ciudad de Montilla, de la que su padre era nacido y desde diciembre de 1799 estuvo registrada a su nombre.

Pero vinieron años muy malos, de una gran crisis económica previa a la Guerra de la Independencia y el sueldo de Ana María no era lo puntual que fuera de desear, por lo que la joven presentó una reclamación, que volvió a reiterar en 1813 y que tuvo por objeto que se descubriese que estaba cobrando dos sueldos del estado, cosa que estaba prohibida y en 1819 se le retiró la titularidad del estanco.

Ana María ya no se movió de Montilla y aunque consta la cédula por la que se le retira el estanco, lo cierto es que muchos años después, en las inspecciones que el ayuntamiento de la ciudad giraba a estas instalaciones de productos estancados, sigue figurando como titular de la expendeduría sita en La Plazuela del Peso.

El cinco de diciembre de 1833, a los cincuenta y ocho años falleció Ana María que había permanecido soltera.

 

Certificados acreditativos de la existencia real del personaje

 Si nos fijamos en la figura de esta heroica mujer entenderemos fácilmente que fue precursora de la incorporación de la mujer a las fuerzas armadas y un claro ejemplo de valentía y coraje.

Una última curiosidad aparece reflejada en mi artículo Diego de Alvear y la fragata Mercedes, publicado en 2010 y que puedes consultar en este enlace: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2013/03/la-fragata-mercedes-y-diego-de-alvear.html

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