Este
artículo que hoy cuelgo nada tiene que ver con la trayectoria que viene
siguiendo este blog; se trata de una anécdota, un recuerdo traído a mi memoria
y fruto de la desesperación que en estos momentos estamos viviendo, pero de
manera que también forma parte de la historia, de nuestra historia personal que
nos ha enriquecido .
Este
maldito virus ya me ha privado de tres amigos. Uno aquí, en mi pueblo, los
otros dos más lejos, en Zamora, donde tuve mi primer destino como Comisario.
Allí
conocí a un compañero y a su familia con la que me ha unido más de treinta años
de amistad. Aquel compañero y su familia, fueron el hombro en el que descansar
las inquietudes en una tierra bella pero lejana de los míos y que yo afrontaba
en total soledad.
La otra
persona, con la que también he mantenido amistad fue el entonces gobernador
civil de la provincia y me he acordado de él porque hoy, 27 de enero de 2022,
se ha celebrado una gran manifestación en Madrid, en la que ganaderos de muchos
sectores, pero sobre todo del lácteo han paseado sus vacas por las calles de la
capital hasta llegar a la puerta del Ministerio de Agricultura en la Glorieta
de Atocha y eso me ha traido a la memoria un gracioso incidente relacionado con
manifestaciones, vacas y políticos.
En el año
1989 el nombramiento de Corcuera como ministro de Interior, estaba produciendo
el cambio de muchos gobernadores y delegados del gobierno en las diferentes
provincias españolas y a Zamora también le llegó el cambio y vino a desempeñar
el cargo de gobernador un zamorano, emigrado muchos años atrás a tierras
vascas, pero que conservaba sus raíces en uno de los pueblos más entrañables de
la provincia: Fuentesauco.
De allí
era el ministro de agricultura Carlos Romero, el siempre amigo de Felipe González,
alias “Isidoro”, que según comentaban, cada vez que el panorama de la clandestinidad se ponía feo, acudía al
pueblo de su amigo a buscar paz y reposo.
Aquel
gobernador, que por respeto a su memoria no voy a desvelar su nombre, procedía
de las filas sindicales del PSOE; había sido diputado y senador por Álava y
junto con el asesinado por ETA, Enrique Casas y José Luis Corcuera, eran los
tres líderes sindicales del las provincias vascas.
Era un
hombre campechano, entrañable, pero como buen zamorano y más metido a político,
tenía sus “cosas”.
Pasaba
España en aquellos tiempos por una situación convulsa en los sectores primarios
de agricultura la ganadería, sectores que en una provincia tan campestre como Zamora,
carente de industrias, son el sostén de
la economía.
Los de mi
edad recordaran los problemas de agricultores cerrando ciudades castellanas con
sus tractores o de ganaderos del sector lechero, vertiendo sus jarras de leche
en las calles, o los ovejeros paseando sus ovejas por la Castellana o a las
puertas del Ministerio de Agricultura.
Yo llegué
a Zamora procedente de Cádiz, donde habíamos tenido una tremenda conflictividad
con el problema de la reconversión naval en los tres astilleros de la Bahía:
Cádiz, Puerto Real y San Fernando que conoció espectáculos tan pintorescos como
aquel en que una vecina arrojaba desde su terraza un frigorífico contra la
policía.
Este
incidente inspiró una letra del genial Carlos Cano que decía: “Frigoríficos volando, la reconversión
naval; guardia no tires pelotas que “pa” pelotas Puerto Real”.
En
aquellos incidentes la policía recibió toda clase de objetos arrojadizos, a los
que respondía con las clásicas pelotas de goma.
Los
manifestantes de Zamora no eran tan violentos, pero si contumaces.
Debió ser
por el año 1991, no lo recuerdo bien, cuando los productores del sector lácteo
promovieron unas movilizaciones importantes en todo Castilla y León, de las que
Zamora no se libró, como es natural. La culminación de aquellas movilizaciones
sería una magna manifestación para protestar por los precios de la leche, la
competencia europea que tiraba los precios por tierra, la falta de ayudas
gubernamentales y, en fin, toda la suerte de reivindicaciones que se suelen
plantear.
La
manifestación se realizaría tal día a tal hora y saliendo de la Plaza de la
Constitución, en donde estaba ubicado el Gobierno Civil, sería encabezada por
una vaca, como emblema más que palpable de por donde iban los problemas.
El
servicio de información de la comisaría tuvo acceso a los planes de los
organizadores y así supimos que sería una vaca la que encabezaría la “manifa” (manifestación en el argot
policial).
Con la
información recabada se confeccionó un informe que yo remití al gobernador para
su conocimiento.
En cuanto
lo leyó me llamó por teléfono, pidiendo que fuera a verlo.
Como es
natural acudí de inmediato y una vez en su despacho, advirtiéndolo muy
trastocado, le pregunté qué pasaba.
“Que la
vaca no va en la manifestación”, me dijo.
Yo le
respondí que nuestra información era esa e iba a ser muy difícil impedir que la
vaca marchase en cabeza de los afectados por tan serios problemas, procedentes,
precisamente, del sector lácteo.
Y lo
volvió a repetir, esta vez de manera enérgica: “¡La vaca no va!”.
Pues ya me
explicaría que quería que hiciéramos para impedirlo, porque aquello iba a ser
reventar la manifestación, enfrentarnos a los ganaderos, empezar a repartir
golpes y a recibir de ellos las mismas y agradables respuestas.
“¡Pues me
da igual, pero la vaca no va!”.
Pero vamos
a ver, ¿qué importancia tenía que fuera o no una vaca?. En Madrid se
manifiestan con las ovejas en las puertas del ministerio de tu paisano y no
sucede nada, le razonaba yo, o más bien: creía razonarle.
“¡Pero
aquí, la vaca no va!”.
Pues nada,
impediremos que salga la manifestación, que precisamente lo hacía desde las
mismas puertas del edificio en que estábamos, para terminar ante la Delegación
de Agricultura. Pero para eso tendría que pedir refuerzos a Valladolid, pues
con los efectivos que tenía Zamora no nos podíamos enfrentar a varios miles de
manifestantes como estaba previsto.
“No hace
falta, lo que hay que hacer es impedir que llegue la vaca”.
Y tan
tranquilo, como si eso fuera fácil. Lo pensé durante un rato y vi la
posibilidad de cerrar la zona unos horas antes para impedir que la vaca pudiera
llegar antes de la manifestación.
Pero
claro, la vaca no iba a venir andando un rato antes. Lo más probable es que la
trajeran en un camión o remolque de los muchos que los ganaderos usaban para
transportar su ganado, así que junto con mis colaboradores y siguiendo las
instrucciones del político gubernamental, trazamos un plan que consistía en
cerrar las seis o siete calles por las que se podía acceder a la plaza del
Gobierno Civil, e inspeccionar los transportes para detectar la vaca.
¿Y desde
qué hora habrá que cerrar? Nos preguntábamos con buen criterio.
Pensando que los manifestantes querrían
utilizar la impunidad que ofrecen las horas nocturnas, decidimos que a las cero
horas, colocaríamos los controles en los puntos de acceso y revisaríamos la
entrada de vehículos en los que se pudiera transportar a una vaca.
Muy
ufanos, nos retiramos a descansar, en la seguridad de que las medidas estaban
bien tomadas.
Al punto
de la mañana siguiente (este término lo aprendí precisamente en Zamora),
informé al gobernador que se había mantenido, durante toda la noche y hasta que
empezara la manifestación, un dispositivo de prevención tendente a dar
satisfacción a su capricho y que por el momento no había ningún resultado. ¡La
vaca no había entrado en la zona de concentración de los manifestantes desde
las cero horas de aquel día!
A la hora
prevista empezaron a reunirse los diferentes colectivos y la plaza del Gobierno
Civil se fue llenando de personas, pancartas, banderas y megáfonos, pero no
estaba la vaca que era la única preocupación del dirigente político.
A la hora
prevista, el gobernador y yo observábamos tras las ventanas de su despacho que
daban a la plaza, cómo se iba conformando la manifestación y cuando ya la
primera autoridad provincial se frotaba las manos pues la “vaca no iba”, con un
ruido de hierros, un furgón aparcado en una esquina de la plaza abrió su
portalón trasero y ¡salió la vaca!
Traída por
el ronzal y con andar parsimonioso, el rumiante se incorporó a la cabeza de la
manifestación y emprendieron la marcha.
No pude
aguantar una carcajada ante la atónita mirada del gobernador que me interrogaba,
con fuego en los ojos, cómo habíamos podido cometer un fallo semejante.
Yo no sabía
cómo se había producido y pregunté a los responsables directos del operativo.
Minutos más tarde me llegó la información.
Los
manifestantes sabían que íbamos a impedir la llegada de la vaca y a media tarde
del día anterior ya habían colocado allí al paciente animal. Entre los policías
había muchos hijos y familiares de ganaderos y agricultores; seguro que alguno
de ellos le habría pasado la información.
Sapos y
culebras salían por la boca del responsable político, al que ningún
razonamiento le hacía comprender la realidad.
Cuando ya
se había calmado un poco, procurando usar palabras que no llegaran a ofenderle,
pero que le pusieran de pie ante la realidad, le argumenté que me parecía desproporcionado
el intento de evitar la presencia de la vaca; que él, como dirigente sindical
seguro que hubiera considerado un éxito el llevar la vaca en cabeza de la
manifestación y qué quería que hicieran aquellos ganaderos, a los que
precisamente sindicatos como el suyo les habían enseñado a hacer huelgas y
manifestaciones.
Pareció
comprender, pero yo decidí que lo mejor era marcharme y dejarlo que “rumiara”
todo lo acontecido.
Gobierno Civil y Plaza de la Constitución de
Zamora
A la
izquierda del edificio, donde se ve un árbol, estuvo estacionada la camioneta
que llevaba la vaca.
jajajaja, ¡muy bueno!
ResponderEliminarAmigo José María,llevo mucho tiempo sin tener noticias tuyas aunque por via privada te envié algun Artículo mio de los que habitualmente publico en El Diario La Ley, sin obetener respuesta alguna. Por este motivo, sumado a tu silencio en el Bog y dado los tiempos que corren llegue a estar pereocupado por tu estado de salud pues bien sabes que siempre te consideré un amigo durante el tiempo que concidimos en nuestros respectivos destinos en El Puerto de Santa Maria.
ResponderEliminarHago este preambulo para justificar mi alegria por haber recibido tu articulo, que por su tenor anedotico y casi humoristico veo que te encuentras en perfecta forma, cosa que me alegra.
Ciñendome ya al Articulo en cuestión dentro de ese envolvente anecdotico gracioso, no deja de vislumbrarse la utilización, en mas de una ocasión, quizas mas de las que fueran oportunas la utilización de medios publicos que para capricho y cuestines personales suyas, neta y exclusivamente, hacen los politícos en España.
En el caso que refieres, todo un numeroso servicio nocturno policial, para evitar que el Sr. Gobernador o Subdelegado del Gpbierno en la actulidad, se viese ofendido, nada mas y nada menos que por el "peligroso" encabezamiento de una manifestación legal por parte de una vaca lechera.
Si se cuantificara el costo de ese servicio ¿cuanto le costó al erario publico el inientar que no saliera la dichosa vaca?,de otra parte victima ultima del suceso por tener que pasar una incomoda noche dentro de un furgon.
En definitiva, quedemonos con la parte de humor, que lo tiene, y sigue escribiendo algo mas en esa tonica pues auque tu erudicción en materia historica es indiscutible, cuando escribes en tono jocoso, yo personalmente disfruto de tus articulos.
Bonito y curioso artículo...de pena la actitud del personaje político...y eso que era "Sindicalista ".
ResponderEliminarBueno, ya echaba de menos tus escritos.
ResponderEliminarAnímate y continúa. No está mal recordar anécdotas de otro tiempo. Aunque "cualquier tiempo pasado fué mejor",,,,, , aprovecha el presente a tope.
Un ratito de suspense he tenido con la "vaca" Zamorana.
Curioso artículo y anécdota. Menudo cabezón el gobernador. Te llegó a referir en alguna ocasión algún motivo razonable de aquella actitud, por qué le daba tanta importancia a la presencia de la vaca
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