En el Museo del Louvre hay una pintura
al óleo, sobre tabla, en la que aparece retratada una joven y bella dama de la
época del Renacimiento. El título del cuadro da nombre a este artículo: La bella
Ferronnière.
En principio, esta pintura por su
técnica y sus características específicas fue atribuida a Leonardo Da Vinci,
aunque posteriormente los técnicos en arte, han descartado esa autoría,
suponiéndola obra de un tal Giovanni Antonio Boltraffio, pintor de segunda o
tercera línea, en comparación con el maestro Da Vinci, del que fue discípulo y
por esa razón su técnica asemeja a la del maestro.
Lo cierto es que no se está seguro de
la autoría, si bien Boltraffio pintó a varias damas de la época, resaltando un
aderezo en la frente muy del estilo del que esta pintura exhibe, razón, entre
otras, por la que se inclinan los expertos a adjudicárselo.
No obstante, el cuadro es muy valioso,
tanto por su arte y técnica, como por la historia que encierra.
Historia que en realidad es una
leyenda, porque nada se sabe de ella con toda certeza, salvo lo que la
tradición oral ha preservado, transmitiéndola de siglo en siglo y escasamente
recogida por los cronistas de la época. A la dama del cuadro se la identificó
con una de las amantes de rey francés Francisco I y precisamente la causante de
su muerte, aunque de forma indirecta.
La circunstancia por la que dicha
pintura se identifica con la dama en cuestión es que se sabe que la Bella
Ferronniére puso de moda el aderezo del que se ha hablado antes y que la del
cuadro exhibe y que no es otro que un una cinta, o cadena que ajusta alrededor
de la cabeza y que sobre la frente se cierra con un camafeo o con una piedra
preciosa.
La Bella Ferronnière en el
cuadro de Boltraffio
A ese tipo de abalorio se le llamaba en
Francia “ferronnière”, razón poco
concluyente, si es por sí sola para atribuirle el retrato.
Esta dama, de la que se conoce
realmente poco, era la joven esposa de un acreditado comerciante parisino
llamado Le Ferròn, no se sabe si por ser este su verdadero apellido o porque su
actividad mercantil estaba enfocada a la ferretería, en su más amplia acepción,
pues se dedicaba a cualquier tipo de comercio relacionado con el hierro.
Francisco I, rey de Francia, era el
enemigo mortal de nuestro Carlos I, más conocido como Carlos V, nombre con el
que fue emperador del Sacro Imperio, acrecentando su enemistad, sobre todo, a
raíz de su designación como emperador, nombramiento al que Francisco aspiraba.
En su tiempo eran don reyes católicos
enfrentados al protestantismo nórdico y británico, que desgastaron sus reinos
en luchas entre ellos, cuando los turcos, desde oriente, se iban introduciendo
en Europa, llegando hasta las puertas de Viena y alcanzando tal poder y
desfachatez que llegaron a infestar el Mediterráneo con su piratería.
Después de la batalla de Pavía, en
donde los mercenarios suizos, desertaron de sus filas, Francisco cayó
prisionero, trasladándosele a Madrid donde sufrió prisión en la Torre de los
Lujanes, viéndose obligado a firmar el Tratado de Madrid, que incumplió tan
pronto como fue puesto en libertad tras el acuerdo.
Pero ambos fueron grandes monarcas que
prestigiaron la realeza, tanto por sus acciones bélicas, como por su afán por
la cultura. El rey francés fue el iniciador e introductor del movimiento
renacentista en su país y su corte acogió a las grandes figuras del arte
italiano: Leonardo da Vinci, Tiziano, Benvenuto Cellini y muchos otros artistas
de la época.
Cuentan que en su palacio de
Fontainebeau tuvo colgado el cuado de La Gioconda que compró por cuatro mil
escudos de oro, cuando el mercader florentino que se lo había encargado a
Leonardo, se negó a pagarle dado el mucho tiempo que el artista había tardado
en terminar la obra.
Fue, además, el que adoptó el francés
como lengua oficial, sustituyendo al latín que hasta entonces era el idioma
oficial en Francia.
Francisco I en un óleo de
Tiziano
Pero como muchos de los monarcas de
aquella y de todas las épocas, Francisco era también débil de las partes
húmedas.
Se había casado con su prima Claudia,
hija del anterior rey de Francia, Luís XII, del que era sobrino y con la que
tendría siete hijos, pero además de eso plagó el país de bastardos, muchos con
mujeres plebeyas y otros con las grandes damas de la corte que fueron sus
amantes, como Francisca de Foix, Anna de Piseelieu, la condesa de
Châteaubriand, la duquesa de Étampes, Diana de Poitiers, Catalina de Médicis y
alguna otra que pasara más desapercibida porque, al monarca, el amor le duraba
poco.
En una de sus muchas actividades
sociales, conoció a la esposa del ferretero Monsieur Le Ferron, persona gris,
trabajadora y muy rica, sin que de él se tengan muchos más datos.
No cabe duda de que a la dama, el
cortejo del rey le haría un tilín especial y como todas, cayó sumisa a sus
pies, iniciando un romance que duró bastante tiempo.
Pero lo que no está tan claro es que
al señor Le Ferron le gustase que su bella esposa pasara más tiempo en la cama
del rey que en la suya. Claro que enfrentarse a los deseos del rey de Francia
era algo sumamente delicado, a la vez que poco recomendable para los negocios,
sobre todo con el del hierro, metal que soportaba una fuerte demanda dado el
uso militar para corazas, armas y demás bastimentos.
Por eso y por lo desesperado de su
situación, con unos adornos frontales que no podía soportar, el ferretero ideó
un plan para vengarse sobradamente del monarca que hacía florecer su frente.
Empezó a frecuentar prostitutas cada
vez mas bajas en el escalafón "prostitucional" de París y de todos los puertos a
los que había de desplazarse en razón de su actividad comercial.
Las rameras de más baja estofa
compartieron cama con el empresario que pronto adquirió una enfermedad que
entonces en Francia se llamaba mal italiano, o mal español, pero en España o
Italia era el mal francés y que desde que el médico y poeta italiano Girolamo
Fracastoro dedicara un poema para informar de la terrible enfermedad llamado Syphilis
sive morbo gallicus, en todo el
mundo se conoce como sífilis.
El plan era bien sencillo, a la vez
que buscaba su desahogo fisiológico se ponía en extremado riesgo de adquirir la
tremenda enfermedad que en aquella época era mortal e incurable.
Una vez asegurado de padecer la
sífilis, se la contagió a su querida esposa y esta a su majestad el rey
Francisco que pagó con su salud y con su vida sus libidinosos instintos.
Francisco murió en Rambouillet que es
como decir en París, el día 31 de marzo de 1547, víctima de la sífilis, como
tantas y tantas personas fallecieron hasta que la penicilina viniera a redimir
a esos enfermos.
interesante articulo! Los asuntos de la jodienda....
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