viernes, 14 de marzo de 2014

LA MALA EDUCACIÓN




Hace unas semanas asistimos a un hecho singular que quizás por primera vez ocurría en nuestro país: un ciudadano catalán se negó a dar la mano a su alteza real el Príncipe de Asturias. Estas fueron sus palabras y parte de la información facilitada por la prensa:
"No te doy la mano porque no nos dejas hacer la consulta. Te la daré cuando nos dejes votar", le ha espetado Álex Fenoll, un independentista catalán que militó en 'Solidaritat per la Independencia'. Pese a su sorpresa, el heredero de la Corona ha ignorado el desplante y ha seguido adelante.
Es más que posible que algún hecho similar ya se hubiese producido, si bien nunca con el reflejo mediático de esta ocasión, en la que su unían dos circunstancias que hacían del caso un episodio insólito.
Por una parte, el hecho se desarrolló en Cataluña, muy en candelero en los últimos meses por la creciente efervescencia independentista y con la que la acción estaba relacionada, por la otra, tremenda publicidad que desde el primer momento la prensa y luego Internet, han dado al caso.

Imágenes tomadas de la prensa

Quizás en cualquier otro momento de nuestra reciente historia, un hecho similar hubiese pasado desapercibido, encajando de lleno en la esfera de la mala educación, sin que llegara a interpretarse como un desafío a la corona, que es lo que en este singular suceso, se ha incrustado como ingrediente calificativo.
Con una familia real en declive popular por parte de casi todos sus miembros, empezando por el portador de la corona, cuando sus trapos sucios están saliendo a la luz, con una reina consorte que a pesar de ser el más digno representante de la familia, empieza a ser abucheada en público, con dos infantas tocadas por mor de sus desafortunados casamientos y unos Príncipes de Asturias que no han conseguido un heredero varón y cuyo matrimonio, por amor, empieza a hacer agua, como no podía ser de otra manera dada la enorme diferencia existente entre un príncipe y una plebeya, uno puede atreverse a agraviar en público a cualquiera de sus miembros, sabiendo que con su acto de mala educación se creará algún enemigo, pero también muchos que le aplaudirán incluso con las orejas.
Para los que deploran la actitud del ciudadano catalán, rápidamente ha circulado en los medios sociales el nombre y apellidos del interfecto que se llama Alex Fenoll y al que, además, se le pretende hacer el mayor daño que a un catalán y empresario puede hacérsele: molestarle en sus negocios.
Resulta que este individuo tiene una empresa en la que se dedica a vender ropa por Internet y que responde en esta dirección: http://www.shareisfashion.com/ a la que se trata de vetar desde la enorme potencia que las redes sociales han adquirido.
 ¿Y todo eso por qué ha sido?
Pues parece que el tal Fenoll, atribuye al príncipe la imposibilidad de que Cataluña pueda declararse independiente y por esa razón, comete la grosería de no corresponder a su saludo, creyendo que así hace un acto de hombría que hará recapacitar a la real persona y que cambiará su actitud en cuanto a la hipotética independencia de Cataluña.
Los catalanes son así y el que no los conozca que los compre, porque si son capaces de enfadarse con un monstruo del fútbol como Carlos Puyol, porque a su hija le ha puesto por nombre Manuela, como si conocieran las razones por las que lo ha hecho, o como si por llamarse con ese españolísimo nombre ya va a ser anticatalanista, ¡cómo no se van a cabrear con el causante de su más enquistada frustración! ¡Con el despertador de un sueño secreto que ahora quieren hacer realidad aprovechando, entre otras cosas, la debilidad de la corona de España!
Lo lamentable de todo esto es que la casa real ha perdido el respeto de los ciudadanos españoles y están claras y ya expuestas, algunas de las razones por las que se ha caído en semejante declive.
Pero es que, a veces, uno no tiene más que lo que se merece porque, lo que voy a contar ahora es una anécdota real, vivida por un íntimo amigo mío. Un refrán castizo ya reflejaba desde hace siglos que: El que a hierro mata, a hierro muere.
Y ya voy a contar la historia que mi amigo me ha autorizado a hacer pública.
No fue ayer, fue hace ya unos años, concretamente en la primavera del año 2000. En aquel año se concentraron en Cádiz, del cuatro al siete de mayo, la mayoría de los buques escuela del mundo, participantes de una regata que con la llegada del nuevo milenio, quería celebrar por todo lo alto tan importante acontecimiento.
Los buques habían partido de Southampton y de Génova, en una primera etapa que convergía en el puerto gaditano, desde donde partirían para la segunda singladura que consistía en cruzar el Atlántico hasta las Bermudas para posteriormente llegar a Boston y por último a Halifax, en Canadá, donde culminaría la regata.
Con tan fausto motivo, el puerto y la ciudad de Cádiz estaban deslumbrante, aunque no era aquella la primera vez que vimos a nuestra ciudad así de engalanada
La primera vez que nuestro puerto, en otras épocas el más importante del mundo, se vio abarrotado de grandes veleros fue con motivo de la Expo’92 y ciertamente que en aquella ocasión, nos quedamos asombrados de tanta belleza como surcaban los mares del mundo en forma de airosos veleros.
En aquella ocasión la ciudad de Cádiz estaba preciosa y su muelle era, en esos momentos el más bonito del mundo. Los bergantines, las goletas, las corbetas, los navíos, los paquebotes y muchos otros más con nombre tan ilustres como nuestro Juan Sebastián de Elcano, el italiano Amérigo Vespucci, los portugueses Creoula y Sagres, el polaco Frederik Chopin, el británico Lord Nelson, el ruso Mir o el alemán Humboldt II, abarrotaron el puerto.
Pero la regata del 2000, no desdecía nada de aquella otra ocasión y otra vez los buques escuela Amérigo Vespucci, Mir, Humboldt II, Esmeralda, gemelo de Elcano, de la marina chilena, Libertad, argentino, Cuatemoc mejicano o el Simón Bolívar venezolano, se engalanaron durante su estancia en nuestra ciudad.
En la resplandeciente mañana del siete de mayo, se dio el pistoletazo de salida y uno a uno, los enormes veleros fueron levando anclas y soltando amarras para dirigirse a la bahía, desde donde se daría la salida.
Como cualquier lector puede imaginar, el espectáculo era extraordinario y yo mismo, desde mi casa, en El Puerto de Santa María, afortunadamente situada frente al puerto de Cádiz, prismáticos en ristre, me dispuse a contemplar el acontecimiento único.
Millares de personas se agolparon en los muelles, en el rompiente de la Punta de San Felipe y a bordo de veleros y otras embarcaciones deportivas de los clubes cercanos, mientras que las autoridades fueron invitadas a contemplar el espectáculo a bordo de una fragata de la marina española.
La guinda del precioso pastel la ponía la presencia del Príncipe de Asturias, llegado aquella misma mañana en avión militar a la Base de Rota y desplazado por carretera hasta el puerto de Cádiz.
Previa a la salida de los veleros, la fragata soltó amarras y con el príncipe a bordo, luciendo el uniforme de teniente de navío, se hizo a la mar.
A bordo se encontraba mi amigo y protagonista de la anécdota, el cual estuvo departiendo con los demás invitados que mariposeaban alrededor de la alta y egregia figura del heredero de la corona que venía acompañado por la Ministra de Jornada, Margarita Mariscal de Gante.
Cuando ya todos los veleros habían salido a la bahía, mi amigo, que se encontraba en la cubierta de popa, observó cómo el Príncipe, deshaciéndose de la ministra, se dirigía de frente hasta donde él se encontraba y en un gesto rápido de mero protocolo, le extendía la mano, que mi amigo estrechó con leve inclinación de cabeza, sin mediar palabra alguna. Su Alteza, que lo que pretendía, era contemplar tranquilamente el paso del J.S. Elcano, se sitúa justo a su lado, casi hombro con hombro. Momentos después de lo narrado, nuestro buque escuela hace su aparición desplegando velas de manera espectacular y pasando a escasos 30 metros de estos dos espectadores privilegiados.
Mi amigo creyó llegado el momento mas adecuado para romper ese silencio denso e incómodo que entre los dos existía y de forma respetuosa y al mismo tiempo cariñosa, con su profunda voz de tenor, se dirigió al príncipe diciéndole: ¿Imagino que en estos momentos, recordará usted con cariño su época de Guardiamarina en Elcano?
La respuesta nunca se produjo y ni una leve mirada a mi amigo, vino a aliviar la tensión que se produjo. Solamente, silencio e ignorancia. Único testigo mudo de la escena, un policía de paisano en funciones de seguridad.
Mi amigo mas abochornado y decepcionado, que ofendido, casi de puntillas para no “molestar”, hizo mutis por el foro, cantando muy bajito una retahíla de improperios, que ya el lector se puede imaginar.
El príncipe sabía que todos los invitados de aquella salida a la mar, eran autoridades de Cádiz, su provincia, Andalucía, España y de otras nacionalidades. Ciertamente que no conocía a mi amigo, pero fue él quien invadió su espacio y aunque hipotéticamente, la pregunta hubiera estado fuera de lugar, atendiendo a un estricto protocolo real, por cierto que muy desfasado, por el tono, la ocasión y las circunstancia concurrentes, contestarla siquiera con una simple afirmación de cabeza, hubiese sido además de un acierto, un detalle de buena crianza.

Elcano con las velas desplegadas


En Cataluña, el príncipe no ignoró el desplante, en las aguas de la bahía, ignoró a una persona que trataba de ser cariñoso y  cortés con él.

Así que, Felipe, no te quejes si alguien ha hecho contigo lo mismo que un día hiciste tú con una persona que se merecía todo tu respeto y consideración.


1 comentario:

  1. Como no podia ser de otra manera, el articulo me encanta, y ademas lo guardaré con mucho cariño!!!!

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