Hace unas semanas asistimos a un hecho
singular que quizás por primera vez ocurría en nuestro país: un ciudadano
catalán se negó a dar la mano a su alteza real el Príncipe de Asturias. Estas
fueron sus palabras y parte de la información facilitada por la prensa:
"No
te doy la mano porque no nos dejas hacer la consulta. Te la daré cuando nos
dejes votar", le ha espetado Álex Fenoll, un independentista catalán que
militó en 'Solidaritat per la Independencia'. Pese a su sorpresa, el heredero
de la Corona ha ignorado el desplante y ha seguido adelante.
Es más que posible que algún hecho
similar ya se hubiese producido, si bien nunca con el reflejo mediático de esta
ocasión, en la que su unían dos circunstancias que hacían del caso un episodio
insólito.
Por una parte, el hecho se desarrolló
en Cataluña, muy en candelero en los últimos meses por la creciente
efervescencia independentista y con la que la acción estaba relacionada, por la
otra, tremenda publicidad que desde el primer momento la prensa y luego
Internet, han dado al caso.
Imágenes tomadas de la prensa
Quizás en cualquier otro momento de
nuestra reciente historia, un hecho similar hubiese pasado desapercibido,
encajando de lleno en la esfera de la mala educación, sin que llegara a
interpretarse como un desafío a la corona, que es lo que en este singular
suceso, se ha incrustado como ingrediente calificativo.
Con una familia real en declive
popular por parte de casi todos sus miembros, empezando por el portador de la
corona, cuando sus trapos sucios están saliendo a la luz, con una reina
consorte que a pesar de ser el más digno representante de la familia, empieza a
ser abucheada en público, con dos infantas tocadas por mor de sus
desafortunados casamientos y unos Príncipes de Asturias que no han conseguido
un heredero varón y cuyo matrimonio, por amor, empieza a hacer agua, como no
podía ser de otra manera dada la enorme diferencia existente entre un príncipe
y una plebeya, uno puede atreverse a agraviar en público a cualquiera de sus
miembros, sabiendo que con su acto de mala educación se creará algún enemigo,
pero también muchos que le aplaudirán incluso con las orejas.
Para los que deploran la actitud del
ciudadano catalán, rápidamente ha circulado en los medios sociales el nombre y
apellidos del interfecto que se llama Alex Fenoll y al que, además, se le
pretende hacer el mayor daño que a un catalán y empresario puede hacérsele:
molestarle en sus negocios.
Resulta que este individuo tiene una
empresa en la que se dedica a vender ropa por Internet y que responde en esta
dirección: http://www.shareisfashion.com/
a la que se trata de vetar desde la enorme potencia que las redes sociales han
adquirido.
¿Y todo eso por qué ha sido?
Pues parece que el tal Fenoll,
atribuye al príncipe la imposibilidad de que Cataluña pueda declararse
independiente y por esa razón, comete la grosería de no corresponder a su
saludo, creyendo que así hace un acto de hombría que hará recapacitar a la real
persona y que cambiará su actitud en cuanto a la hipotética independencia de
Cataluña.
Los catalanes son así y el que no los
conozca que los compre, porque si son capaces de enfadarse con un monstruo del
fútbol como Carlos Puyol, porque a su hija le ha puesto por nombre Manuela,
como si conocieran las razones por las que lo ha hecho, o como si por llamarse
con ese españolísimo nombre ya va a ser anticatalanista, ¡cómo no se van a
cabrear con el causante de su más enquistada frustración! ¡Con el despertador
de un sueño secreto que ahora quieren hacer realidad aprovechando, entre otras
cosas, la debilidad de la corona de España!
Lo lamentable de todo esto es que la
casa real ha perdido el respeto de los ciudadanos españoles y están claras y ya
expuestas, algunas de las razones por las que se ha caído en semejante declive.
Pero es que, a veces, uno no tiene más
que lo que se merece porque, lo que voy a contar ahora es una anécdota real,
vivida por un íntimo amigo mío. Un refrán castizo ya reflejaba desde hace
siglos que: El que a hierro mata, a hierro muere.
Y ya voy a contar la historia que mi
amigo me ha autorizado a hacer pública.
No fue ayer, fue hace ya unos años,
concretamente en la primavera del año 2000. En aquel año se concentraron en
Cádiz, del cuatro al siete de mayo, la mayoría de los buques escuela del mundo,
participantes de una regata que con la llegada del nuevo milenio, quería
celebrar por todo lo alto tan importante acontecimiento.
Los buques habían partido de
Southampton y de Génova, en una primera etapa que convergía en el puerto
gaditano, desde donde partirían para la segunda singladura que consistía en
cruzar el Atlántico hasta las Bermudas para posteriormente llegar a Boston y
por último a Halifax, en Canadá, donde culminaría la regata.
Con tan fausto motivo, el puerto y la
ciudad de Cádiz estaban deslumbrante, aunque no era aquella la primera vez que
vimos a nuestra ciudad así de engalanada
La primera vez que nuestro puerto, en
otras épocas el más importante del mundo, se vio abarrotado de grandes veleros
fue con motivo de la Expo’92 y ciertamente que en aquella ocasión, nos quedamos
asombrados de tanta belleza como surcaban los mares del mundo en forma de
airosos veleros.
En aquella ocasión la ciudad de Cádiz
estaba preciosa y su muelle era, en esos momentos el más bonito del mundo. Los
bergantines, las goletas, las corbetas, los navíos, los paquebotes y muchos
otros más con nombre tan ilustres como nuestro Juan Sebastián de Elcano, el
italiano Amérigo Vespucci, los portugueses Creoula y Sagres, el polaco Frederik
Chopin, el británico Lord Nelson, el ruso Mir o el alemán Humboldt II,
abarrotaron el puerto.
Pero la regata del 2000, no desdecía
nada de aquella otra ocasión y otra vez los buques escuela Amérigo Vespucci,
Mir, Humboldt II, Esmeralda, gemelo de Elcano, de la marina chilena, Libertad,
argentino, Cuatemoc mejicano o el Simón Bolívar venezolano, se engalanaron
durante su estancia en nuestra ciudad.
En la resplandeciente mañana del siete
de mayo, se dio el pistoletazo de salida y uno a uno, los enormes veleros
fueron levando anclas y soltando amarras para dirigirse a la bahía, desde donde
se daría la salida.
Como cualquier lector puede imaginar,
el espectáculo era extraordinario y yo mismo, desde mi casa, en El Puerto de
Santa María, afortunadamente situada frente al puerto de Cádiz, prismáticos en
ristre, me dispuse a contemplar el acontecimiento único.
Millares de personas se agolparon en
los muelles, en el rompiente de la Punta de San Felipe y a bordo de veleros y
otras embarcaciones deportivas de los clubes cercanos, mientras que las
autoridades fueron invitadas a contemplar el espectáculo a bordo de una fragata
de la marina española.
La guinda del precioso pastel la ponía
la presencia del Príncipe de Asturias, llegado aquella misma mañana en avión
militar a la Base de Rota y desplazado por carretera hasta el puerto de Cádiz.
Previa a la salida de los veleros, la
fragata soltó amarras y con el príncipe a bordo, luciendo el uniforme de
teniente de navío, se hizo a la mar.
A bordo se encontraba mi amigo y
protagonista de la anécdota, el cual estuvo departiendo con los demás invitados
que mariposeaban alrededor de la alta y egregia figura del heredero de la
corona que venía acompañado por la Ministra de Jornada, Margarita Mariscal de
Gante.
Cuando ya todos los veleros habían
salido a la bahía, mi amigo, que se encontraba en la cubierta de popa, observó
cómo el Príncipe, deshaciéndose de la ministra, se dirigía de frente hasta
donde él se encontraba y en un gesto rápido de mero protocolo, le extendía la
mano, que mi amigo estrechó con leve inclinación de cabeza, sin mediar palabra
alguna. Su Alteza, que lo que pretendía, era contemplar tranquilamente el paso
del J.S. Elcano, se sitúa justo a su lado, casi hombro con hombro. Momentos
después de lo narrado, nuestro buque escuela hace su aparición desplegando
velas de manera espectacular y pasando a escasos 30 metros de estos dos
espectadores privilegiados.
Mi amigo creyó llegado el momento mas
adecuado para romper ese silencio denso e incómodo que entre los dos existía y
de forma respetuosa y al mismo tiempo cariñosa, con su profunda voz de tenor,
se dirigió al príncipe diciéndole: ¿Imagino que en estos momentos, recordará
usted con cariño su época de Guardiamarina en Elcano?
La respuesta nunca se produjo y ni una
leve mirada a mi amigo, vino a aliviar la tensión que se produjo. Solamente,
silencio e ignorancia. Único testigo mudo de la escena, un policía de paisano
en funciones de seguridad.
Mi amigo mas abochornado y
decepcionado, que ofendido, casi de puntillas para no “molestar”, hizo mutis
por el foro, cantando muy bajito una retahíla de improperios, que ya el lector
se puede imaginar.
El príncipe sabía que todos los
invitados de aquella salida a la mar, eran autoridades de Cádiz, su provincia,
Andalucía, España y de otras nacionalidades. Ciertamente que no conocía a mi
amigo, pero fue él quien invadió su espacio y aunque hipotéticamente, la
pregunta hubiera estado fuera de lugar, atendiendo a un estricto protocolo
real, por cierto que muy desfasado, por el tono, la ocasión y las circunstancia
concurrentes, contestarla siquiera con una simple afirmación de cabeza, hubiese
sido además de un acierto, un detalle de buena crianza.
Elcano con las velas
desplegadas
En Cataluña, el príncipe no ignoró el desplante,
en las aguas de la bahía, ignoró a una persona que trataba de ser cariñoso y cortés con él.
Así que, Felipe, no te quejes si
alguien ha hecho contigo lo mismo que un día hiciste tú con una persona que se
merecía todo tu respeto y consideración.
Como no podia ser de otra manera, el articulo me encanta, y ademas lo guardaré con mucho cariño!!!!
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