Hace ya unos meses tenía preparada
alguna documentación e iniciado un artículo sobre un personaje del siglo XVIII
que pese a ser considerado actualmente como todo un erudito, había entrado en
las páginas de la historia casi exclusivamente como literato y, por cierto, con
no demasiado prestigio, aunque su figura y su trayectoria se están
reivindicando.
Mi intención era sacar un poco del
anonimato a ese personaje que se llamaba Diego Torres de Villarroel, cuando
escuchando un programa de radio, hablaron de él, resaltando su vida de pícaro y
su trayectoria intelectual y, sobre todo, su faceta de adivinador del futuro.
Esta faceta, quizás la más llamativa, era a mi entender la menos acreditativa
de la existencia de un personaje intelectualmente bien dotado, aunque
ciertamente la más espectacular.
El hecho de que se refirieran a él en
un programa radiofónico, me restó interés por seguir investigando sobre el
personaje y, con toda la documentación que ya poseía, quedó arrumbado en una
carpeta.
Pasado el tiempo di con un nuevo dato
sobre el personaje, cuando encontré una descripción que hace de un fenómeno
celeste, ocurrido sobre el cielo de Salamanca y que da toda la sensación de ser
un avistamiento OVNI.
Fue entonces cuando decidí que el
artículo había que terminarlo, aunque solo fuera para resaltar la descripción
del fenómeno y para compensar las diferencias habidas entre erudito y
nigromante, sus dos actividades más destacadas. A grandes rasgos, su historia
es esta.
Hijo de un librero, nació en 1694 en
Salamanca y debió ser un buen mozo, tal como él mismo se describía, con más
aspecto de nórdico que de castellano. Brillante en los estudios, simpático en
la calle y alocado todo el tiempo, obtuvo una beca para estudiar en el Colegio
Trilingüe de la Universidad de Salamanca, en donde se aprendían las llamadas
lenguas bíblicas (griego, hebreo y latín).
Diego era muy inteligente aunque no
demasiado buen estudiante, pero además era un muchacho díscolo y travieso, un
verdadero pícaro al gusto del momento. Su temperamento vehemente le impulsaba a
faltar a clase, meterse en peleas, incluso con apuestas de por medio, robar las
meriendas de los compañeros y toda clase de travesuras, lo que le hizo ganarse
el calificativo por el que era conocido de “Piel del Diablo”.
En la librería de su padre leía con
verdadero entusiasmo y sin orden alguno, apasionándose de cada libro que abría
y así se aficionó a la astrología o a las matemáticas, ciencia que en aquella
época había quedado en desuso prácticamente.
Al salir del colegio y debido a sus
muchos desmanes, se vio obligado a huir a Portugal, en donde llevó una vida
llena de aventuras habiendo sido desde estudiante de medicina y curandero,
hasta bailarín y torero, pasando por ermitaño, alquimista y astrólogo, militar y
desertor.
Cuenta en su biografía novelada,
llamada Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego
Torres de Villarroel, que regresado a Salamanca y para ganarse la vida, montó
un negocio que consistía en escribir y editar almanaques y pronósticos que
firmaba con el pseudónimo de “El gran Piscator de Salamanca”, haciéndose famoso rápidamente y al que mucha gente
acudía para conocer qué le depararía el futuro.
Ciertamente el joven astrólogo y
adivinador, hizo varias predicciones en las que acertó plenamente, como la
muerte del rey Luís I, el reinado más corto de la historia de España, (ver mi
artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/03/el-mas-breve-y-el-mas-largo.html), que lo publicó en el Almanaque de 1724 y cuya
muerte ocurrió, efectivamente, en agosto de aquel mismo año, así como predecía
la climatología, sucesos próximos y dos curiosos acontecimientos: el Motín de
Esquilache de 1766 y la Revolución Francesa en 1789.
Grabado de Diego Torres
Esta última, con una curiosa y enrevesada poesía
que dice:
Cuando los mil contarás
con los trescientos doblados
y cincuenta duplicados
con los nueve dieces más,
entonces, tú lo verás
mísera Francia, te espera
tu calamidad postrera
con tu rey y tu delfín
y tendrá entonces su fin
tu mayor gloria primera.
La profecía se explica así:
1000+(300x2=600)+(50x2=100)+(9x10=90), lo que equivale a 1790, cuando la
Revolución estaba en todo su apogeo.
Pero es evidente que como Piscator de
Salamanca tuvo que tener otros aciertos que lo encumbraran, pues el Motín de
Esquilache no ocurre hasta cuatro años antes de su muerte, en 1766, mientras
que la Revolución Francesa no fue hasta diecinueve años después de muerto.
Es decir, estas dos adivinaciones
pudieron darle fama póstuma, pero no presente.
Portada de su autobiografía
Después de querer ganarse la vida en
el seno de la Iglesia, se hizo subdiácono, pero comprendió que su vida iba por
otros derroteros y en 1726 optó a la cátedra de matemáticas de la Universidad
de Salamanca, vacante desde hacía muchos años, la cual obtuvo, comenzando a
impartir clases a pesar de reconocer él mismo que sus conocimientos de la
materia eran bien escasos, aunque superiores a los de los demás opositores a la
cátedra.
Su inquieto carácter le impedía
asentarse en ningún lugar y por eso, dejó todo en Salamanca y alquilando un
borrico, se trasladó a Madrid con todas sus pertenencias.
Si Torres de Villarroel hubiese vivido
en nuestros días, sin lugar a dudas que hubiese sido un visitante asiduo de
programas sobre esoterismo, ciencias ocultas, fenómenos paranormales y
expedientes OVNI y buena prueba de ello son las dos anécdotas que se relatan a
continuación.
Una vez en Madrid, se ganaba la vida
como buenamente podía, con más intención que fortuna, llegando casi a dedicarse
al contrabando si no es porque el mismo día en que iba a salir para Burgos a
trasladar unos fardos de tabaco, se encontró a un clérigo conocido suyo que
sabiendo la despreocupación tan característica del personaje, le pidió, por
favor, que fuese a la residencia de la condesa de los Arcos, un palacete de la
calle Fuencarral, en donde cada noche se sucedían extraños fenómenos, por si él
era capaz de desentrañar aquel misterio que estaba llenando de terror a la
familia de la condesa y a todos sus sirvientes.
Pensando que en tan noble casa
llenaría la panza, aquella noche se dirigió al palacete, en donde tras una
buena cena, se dispuso a dormir en el salón de la casa, lugar en el que se
habían refugiado todos los moradores, tanto familiares como sirvientes, para
así, en compañía, darse ánimos con los que poder conjurar los miedos que los
atroces ruidos, como de truenos, que cada noche se oían a partir de la una de
la madrugada, provocaban en los moradores.
Aquella primera noche, con
puntualidad, fue despertado por los ruidos que se escuchaban en toda la casa.
Provisto de un hachón y una espada, Diego recorrió todo el palacete, no
encontrando causa alguna que justificase semejantes ruidos.
Así fue durante once noche hasta que
en la última, al subir a la primera planta, una fuerza inexplicable apagó la
antorcha, sumiéndolo en la más absoluta oscuridad. Reptando como pudo, bajó al
salón, mientras se seguían escuchando los tremendos ruidos y cómo los cuadros y
lámparas se iban descolgando de sus soportes y cayendo al suelo con gran
estruendo.
No pudo comprobar nada, pero sacó la
conclusión de que una fuerza desconocida se había apoderado de aquel palacio, aconsejando
a la condesa que cambiase de vivienda, cosa que hizo.
Dos años estuvo hospedado en la casa
de la condesa, durante los que continuó haciendo sus predicciones y
pronósticos, los cuales recogió en un compendio que se titula “Extracto de los
pronósticos del gran Piscator de Salamanca”.
Testigo presencial de un extraño
suceso ocurrido sobre el cielo de Salamanca, lo describe y se recrea, en un
opúsculo que dedica a su amigo don Juan Ventura, cuya lectura recomiendo y que
se titula: “Juicio y pronóstico del globo y tres columnas de fuego que se
dejaron ver en nuestro horizonte español el día dos de noviembre de este año de
1730 y unas preparaciones medicinales para librarse de la malicia de sus
vapores y humos”. (la obra puede encontrarse aquí:
Empieza diciendo que del suceso que va
a narrar hay precedentes y que tanto de Navarra, como de Andalucía, le ha
llegado constancia de que años antes se ha producido un extraño fenómeno muy
similar y que él describe minuciosamente, situándolo con precisión en la
esfera celeste, entre los signos de Cáncer y Leo, no en vano era docto en
astrología y astronomía.
Continúa describiendo el fenómeno como
un enorme globo de fuego junto al que sitúa lateralmente dos columnas que le
parecen subir y bajar, adquiriendo mayor luz que cambia de color y que duró
hasta las cuatro y media de aquella madrugada.
Como es natural, tratándose de aquella
época, el primer pensamiento se refiere a la posibilidad de un embajador
celestial, enviado para mostrar al mundo la indignación divina. Prosigue
analizando que cuantos fenómenos como eclipses, cometas y otras cosas raras de
los cielos, se han hecho presentes, otras tantas calamidades han sobrevenido a
posteriori y con una clara equivalencia, por lo que aquel fenómeno que él pudo
apreciar y que duró más de cuatro horas, traerá, de manera invariable, cuatro
años de “destemplanzas”.
Termina con lo que denomina
“Prevenciones para huir de la mala condición de los influjos del fenómeno”
entre las que recomienda estar alegre, hacer ejercicio, beber “horchata de
cuatro simientes”, observar la higiene, comer carne fresca, verduras variadas y
leche de cabra y desaconseja las purgas. En fin, una dieta sana, como la
entenderíamos en estos tiempos.
Ha sido una suerte que este personaje
fuese testigo directo del extraño fenómeno y es una satisfacción para mí el
sacarlo, en la medida que me sea posible, del ostracismo en el que ha estado
inmerso y destacarlo como erudito, literato extraordinariamente prolijo,
adivinador y hombre de ciencia.
Muy interesante y curioso!!
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