El “Valbanera” era un buque de vapor, mixto de carga
y pasaje, que hacía la ruta de correo entre Barcelona y el Golfo de Méjico.
Fue construido en 1906 en unos astilleros de
Glasgow, por aquellas fechas industria puntera de la construcción naval. El
buque fue un encargo de la Naviera Pinillos, la compañía naviera más antigua de
España, aunque actualmente está integrada en un grupo valenciano más potente
llamado Boluda.
La Pinillos, como coloquialmente se la conoce, fue
creada en Cádiz en 1840 por un emprendedor riojano de ese apellido que con la
prosperidad de sus negocios, encargó la construcción de este magnífico buque al
que puso el nombre de una virgen muy venerada en La Rioja. Por un error que no
ha sido aclarado, los astilleros escoceses troquelaron en la proa el nombre del
barco, escribiendo con “b” la segunda “v”, pues el verdadero nombre de la Virgen
es el de “Valvanera”.
En noviembre de 1906, fue botado con éxito el magnífico
y potente barco que en muy poco tiempo se alistó y entró en servicio.
Era un buque de vapor de ciento veintidós metros de
eslora, provisto de camarotes de primera, segunda y tercera clase; los
emigrantes pobres se hacinaban en bodegas, entre cubiertas, pasillos etc., sin
ninguna intimidad. Tenía unas potentes calderas que proporcionaban una
velocidad de crucero de doce nudos. No era un trasatlántico de lujo, sino más
bien un buen barco para cubrir las necesidades migratorias y de correo
ordinario, entre España y las Américas.
Capaz para mil doscientos pasajeros, en muchos
viajes sobrepasó con creces esa cifra, lo que unido a los fletes de carga y los
ajustados precios que ofrecía la naviera, hicieron muy pronto famoso al moderno
buque.
Cartel publicitario del “Valbanera”
Pero sus singladuras empezaron a ir mal después de
que durante la Primera Guerra Mundial, se hubiese ganado una merecida fama de
crucero seguro y rápido. Es de considerar que la neutralidad de España en la
citada contienda daba cierto viso de seguridad a nuestros transportes, tanto
de pasaje como de materias primas y alimenticias, de las que Europa estaba
profundamente necesitada.
Su nombre, con una falta de ortografía
considerablemente abultada, suponía un detalle de mala fortuna en los medios
marítimos y una contrariedad importante para la familia que, no obstante,
deciden no corregir.
Su segunda contrariedad se produjo en julio de 1919
y fue la mayor lacra que sobre el buque pesaría.
Estando en La Habana, presto para embarcar el pasaje
con destino a España, la gran demanda de plazas hizo que la avaricia se
impusiera y sobrecargaron el buque con cuatrocientas personas más de las
permitidas. El hacinamiento en la sobrecubierta, a la intemperie y las malas
condiciones meteorológicas que acompañaron la travesía, produjeron una treintena
de muertes a bordo, y sin otra opción, los cadáveres de los fallecidos iban
siendo arrojados al mar, por falta de sistemas de conservación.
La sobrecarga y, sobre todo, las muertes, se
convirtieron en noticia de primera página en la prensa Canaria, primer punto
donde arribó el barco.
Los relatos de los emigrantes canarios que
regresaban a su tierra fue espantoso, quizás acentuado por la publicidad que se
estaba dando al hecho, pero lo cierto era que a bordo se había desatado una
terrible epidemia de gripe que acabó con muchas vidas y no es lo peor, sino
que, al no haberse tomado medidas sanitarias y continuar el buque su
singladura, fue contagiando la enfermedad a cada puerto en el que atracaba. El
resultado final fue una pandemia, es decir, una epidemia mundial que es
tristemente conocida como “La Gripe Española”. La enfermedad se había detectado
meses antes en Estados Unidos, pero fue el “Valbanera” quien la trajo a Europa
y luego a todo el mundo.
La crisis de la compañía se cerró con el cese del capitán
del buque, sobre el que cayeron, injustamente, todas las responsabilidades y el
mando del buque se entregó a un marino joven pero muy acreditado que había
mandado otros barcos de la misma compañía.
Y estamos ya ante lo que sería el principio del misterio
que rodea a este barco. El diez de agosto de 1919, nada más asearlo un poco
después del funesto viaje de la gripe, el “Valbanera” zarpó de Barcelona con
una carga de tejidos, pero sin pasaje. Hizo su escala habitual en Málaga, en
donde cargó vinos, aceitunas y frutos secos y en esta ocasión treinta y cuatro
pasajeros. Tres días después zarpaba con destino a Cádiz, en donde subieron a
bordo quinientos veintiún pasajeros.
Desde Cádiz, inició la travesía oceánica para llegar
al puerto de Las Palmas el día diecisiete. Después de tocar varios puertos del
archipiélago, emprendió la navegación del Atlántico, llevando a bordo mil
ciento cuarenta y dos pasajeros y una tripulación de ochenta y ocho personas,
dedicadas a todos los servicios propios del buque.
La gente de la mar es muy supersticiosa, conoce
perfectamente que una vez dejado el abrigo del puerto, un barco en la mar está
a merced de todos los elementos y cualquier cosa que ocurra saliéndose de lo
normal exige una inmediata interpretación en forma de agorero pronóstico, pues
casi todo suele interpretarse de forma poco favorable. Y en el “Valbanera”
ocurrió que cuando realizaba la última maniobra en puerto canario, perdió una
de las anclas; mayor infortunio y mala suerte no cabe para un barco que se enfrenta
a una larguísima travesía.
Un último detalle que es más un rumor sin contrastar
que una verdadera noticia, es que en el buque habían embarcado muchas mujeres
que viajaban solas a las Américas, con la intención de dedicarse allí al oficio
más antiguo del mundo, circunstancia que no guarda ventajoso crédito entre la
marinería, siempre dispuesta a las malas interpretaciones.
La ruta que llevaba el “Valbanera” le debía
conducir, en primer lugar a San Juan de Puerto Rico, para seguir luego a
Santiago de Cuba, La Habana, Galveston (la ciudad que lleva el nombre del héroe
de Macharaviaya Bernardo Galvez. Ver mi artículo sobre el personaje en este
enlace: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/03/el-heroe-de-macharaviaya.html
) y por fin, Nueva Orleans.
Hizo su primera escala en San Juan de Puerto Rico
sin que se apreciara ninguna incidencia y el día cinco de septiembre atraca en
Santiago de Cuba.
Han pasado pocos días y sin embargo algo parece
haber cambiado muy sensiblemente a bordo del buque. Tanto, que setecientos
cuarenta y dos pasajeros que llevaban billete para La Habana, se desembarcan en
Santiago sin razón aparente.
Algunas escenas de histeria, individualizadas en
principio y más generalizadas después, empiezan a darse entre los pasajeros,
entre los que algunos presienten el hundimiento del buque. Parece que todo
empezó con una niña que mostró desde el principio un nerviosismo que se fue
trocando en histeria conforme el barco se acercaba a las Antillas y después de
San Juan, tomó tal cariz, que sus padres decidieron desembarcar en Santiago,
aunque querían llegar a la capital cubana. Como ellos, los más de setecientos
pasajeros que quedaron a su merced en Santiago de Cuba, a casi novecientos kilómetros de su destino y con escasos recursos para el traslado a la capital.
En la tarde del mismo día zarparon hacia La Habana
con cuatrocientas ochenta y ocho personas a bordo.
A principios del siglo XX no existía apenas
predicción meteorológica y los fenómenos de la atmósfera se constataban cuando
ya los tenías encima. Algo así debió ocurrir con un huracán que se acercaba
imparable a las costas americanas. Alcanzó Puerto Rico cuando ya el “Valbanera”
estaba en Santiago, con una virulencia tal que se le catalogó de fuerza cuatro.
Fue el único huracán del año 1919, pero fue
devastador. La tarde noche del día nueve, el “Valbanera” consiguió llegar a la
bocana del Puerto de La Habana y encendió luces morse para solicitar práctico.
Pero el puerto llevaba horas cerrado y no pudo
atender la petición del buque español, que impelido por la fuerza del viento y
quizás la intención del capitán de alejarse del centro de la tormenta, tomó
rumbo norte, sabiendo que en aquellas latitudes, los ciclones tropicales suelen
rolar al oeste cuando tocan tierra.
No se supo nada más del barco; ni un mensaje de
telegrafía fue recibido en ninguna estación costera. No se sabía si el barco
había naufragado o se encontraba a la deriva en cualquier punto de aquellos
mares.
Especular y a toro pasado, no solamente es fácil,
sino que viene siendo un deporte muy extendido y entre los pasajeros que habían
quedado en Santiago, se oía que el barco venía muy escorado y que el capitán
sabía que se aproximaba una tormenta tropical, pues había estado midiendo la presión
atmosférica constantemente.
También testigos presenciales decían haber visto al
buque navegar muy fuerte en dirección a La Habana, lo que hace suponer que el
capitán sabía del peligro que se les venía encima, aunque es muy posible que
creyera que no eran tan inminente.
Lo cierto es que días después, tranquilizada la mar,
un guardacostas americano descubrió en los Bajíos de la Media Luna, en Cayo
Hueso, el más meridional de los cayos de Florida, un mástil y la popa de un
buque que sobresalían de la superficie. Estaba tumbado sobre estribor, la borda
sobre la que decían escoraba el barco.
Allí el mar tiene escasamente doce metros de
profundidad con marea alta y seis en la bajamar, por lo que todos los días del
año se ve el esqueleto del pecio que se fue al fondo con sus cuatrocientas
ochenta y ocho personas a bordo y de las que ninguna consiguió salvarse.
Una de las primeras fotos del “Valbanera” hundido
El hundimiento del “Valbanera” ha sido la mayor
catástrofe marítima que en tiempos de paz, ha sufrido España.
muy interesante
ResponderEliminarsaludos
en 1984, un escritor de Chiclana, Antonio Baizán, comenzó un relato sobre esto. Nunca lo publicó ni lo terminó. Corrió el mismo olvido que el barco.
ResponderEliminarAdmirable y curioso artículo histórico...y siempre la relación de Cuba con Canarias o viceversa.
ResponderEliminarUn abrazo José María
Muy interesante yo había oído hablar del Valbanera, así como, de otros barcos y hundimientos por un vecino ya mayor que sirvió en La Marina de Guerra. Desde muy pequeño me enseño a respetar y amar la mar.
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