Pocas veces
se ha dado en la historia que una mujer llegue a ser reina de dos países
distintos por matrimonio con sus dos respectivos reyes. Y más extraño aún en el
caso de que los dos reinos sean enemigos inveterados.
No estoy
seguro, pero me parece que la única mujer que lo ha conseguido, ha sido Leonor
de Aquitania, una dama excepcional en todo, tanto en inteligencia como en
belleza, que vino al mundo predestinada a grandes logros.
Nació Leonor
en 1122, en la ciudad de Poitiers, en el centro de Francia, una zona comercial
de primer orden y encrucijada de caminos. Allí mismo, varios siglos antes, el
caudillo franco, Carlos Martel, detuvo a los invasores árabes de Al-Andalus
que, escarmentados, fijaron su frontera en los Pirineos y no volvieron a
intentar la aventura francesa.
Hija de
Guillermo y Leonor, su padre era el X Duque de Aquitania, título que heredaría
ella por la prematura muerte de su hermano Guillermo.
En 1137,
fallece su padre mientras peregrinaba a Santiago de Compostela, por lo que
Leonor hereda el ducado que en ese momento se extendía desde los Pirineos hasta
el río Loira y que resultaba ser más extenso que los propios dominios del rey
de Francia.
Aquella
sucesión de desgracias convierten a Leonor en una codiciada esposa para
cualquier noble de Europa, incluso para el delfín francés, Luís, con el que se
casa a la edad de quince años. Poco tiempo después, fallece el rey de Francia y
su esposo es coronado con el nombre de Luís VII.
A pesar de
su corta edad, Leonor era una mujer muy instruida: amaba profundamente las
artes y sentía pasión por poetas y trovadores. Hablaba latín, francés, español
y algo de inglés y encargó a sus poetas protegidos que recopilasen todas las
tradiciones medievales y celtas, con el fin de que no se perdieran en el
olvido.
Es gracias a
ella que conocemos leyendas como las del Rey Arturo y la corte de Camelot, así
como innumerables tradiciones occitanas.
Hasta
en su tumba se la representa con un libro
Su
matrimonio no fue bien desde el principio dada la diferencia de carácter, pues
Luís era un hombre excesivamente piadoso que había sido educado para la iglesia
y al que la muerte de su hermano mayor, sentó en el trono; no era hombre de
enredarse en aventuras de alcobas con otras damas, costumbre muy frecuente
entre las altas clases sociales. Sin embargo Leonor era de carácter ardiente y
apasionado.
A los ocho
años de matrimonio nació su primera hija, a la que pusieron de nombre María y
que sería la futura condesa de Champaña.
En 1147, el
matrimonio marcha a la Segunda Cruzada, empeñada Leonor en acompañar a su marido,
cosa completamente inusual en la esposa de un rey, pero tozuda como era,
terminó camino de Jerusalén.
En el viaje
pasaron por el Principado de Antioquía, en la actual Turquía asiática y casi en
la frontera con Siria, donde un tío de Leonor, Raimundo de Tolosa, era el príncipe.
Graves
diferencias entre las estrategias para la conquista de Tierra Santa, surgidas
entre los esposos y el persistente rumor de que Leonor tiene un romance de cama
con su tío, enfurecen a Luís VII, que llega incluso a maltratar físicamente a
su esposa, la cual termina abandonándolo y volviéndose para Francia.
En su viaje
de regreso propicia una reunión con el papa, Eugenio III, al que le dice que
quiere repudiar a su esposo y que su matrimonio había sido ilegal, pues eran
parientes en cuarto grado y por tanto la unión podría ser incestuosa.
La noticia
del repudio al rey causa un tremendo alboroto y escandaliza al papa que media
para que haya una reconciliación, cosa que se produce y fruto de la cual nace
una segunda niña.
Boda de
Leonor y Luís VII
Pero Leonor
ya no soporta a su esposo y comienza una larga carrera de infidelidades, entre
las que se incluye la de un esclavo negro, de enorme porte, que parece hacer
las delicias de la reina y que consigue llevar al rey a iniciar el trámite del
repudio.
Leonor es
joven todavía; tiene veintinueve años y dos hijas, pero, sobre todo, es
inmensamente rica y la mujer más poderosa de Francia. Controla un territorio de
un cuarto de millón de kilómetros cuadrados, más que el propio rey y sigue
siendo una mujer de gran belleza que conserva un cuerpo escultural a pesar de
sus dos embarazos.
Pero no era
conveniente en aquella época que la mujer permaneciese soltera, así que comenzó
a buscar un nuevo marido con el que fortalecer su patrimonio.
En sus
indagaciones acerca del partido que más le interesase, encuentra al que va a
ser su candidato que no es otro que el príncipe de Inglaterra, Enrique
Plantagenet, once años más joven, aunque, ciertamente, ella no aparentaba su
edad.
Sabe que
entre los dos hay muchos gustos comunes, y sin pensarlo, le escribe una carta
de amor que sorprende al príncipe, no tanto por la osadía, sino por las
afinidades que descubre en el alma de aquella mujer.
También sin
pensarlo, se presenta ante ella y los dos se enamoran completamente
identificados el uno en el otro. En dos meses se casan y aquella mujer que
había tenido cierto halo de infertilidad y que no había dado heredero varón al
trono de Francia, empieza a parir hijos: cinco varones y tres hembras.
Dos años
después de la boda, Enrique hereda la corona de Inglaterra y numerosas tierras
en Francia y pasa a reinar con el nombre de Enrique II.
Sus
posesiones francesas y las de su esposa le hacen poderoso, tanto en su país,
como en el extranjero, pero Enrique tiene graves problemas, sobre todo
derivados de las relaciones estado-iglesia que personaliza su antiguo amigo y
ahora frontalmente encontrados, Tomás Becket, el arzobispo de Canterbury. En su
hogar encuentra cada vez menos relajación y comienza una serie de aventuras de
camas con varias cortesanas flotantes y con una, Rosamunda, de manera más fija,
por lo que Leonor decide tomar la iniciativa.
He dejado
para este punto, mencionar quienes fueron los hijos habidos en ese matrimonio,
entre los que se encontraban dos de los más famosos reyes de Inglaterra. El
primogénito fue Guillermo que falleció a los tres años y al que siguió Enrique,
también malogrado y luego nacieron: Ricardo, apodado Corazón de León y Juan,
llamado Sin Tierra, por la exigua herencia que recibió de su padre, el más
joven y delicado de los hijos varones, que más tarde, sucedió a Ricardo I en el
trono de Inglaterra.
Con tan poderosos hijos, Leonor decide hacer
frente a su esposo y confabularse contra él, pero el rey, advertido de las
maniobras de su esposa, que quiere destronarlo, se hace fuerte y consigue
vencer a las tropas que contra él levanta su hijo Ricardo.
En un
arranque de magnanimidad, perdona a su hijos, pero sabiendo que todo el complot
lo ha dirigido Leonor, la destierra al castillo de Chinon, en donde vive
rodeada de músicos, poetas, juglares, trovadores y artistas en general, así
como alguna de hijas, sobre todo la mayor, María, considerada como la primera
poetisa francesa. De esa época nace un importante resurgir cultural y amor por
las leyendas y tradiciones arcaicas al tiempo que redactan una especie de código
cortesano, un compendio de normas y reglas galantes y de cortejo que pronto se
hizo famoso en todas las cortes de Europa.
Allí estuvo
recluida hasta la muerte de su esposo, cuando consigue que su hijo, Ricardo,
acceda al trono, contra la designación de su padre que había nombrado a Juan
heredero del reino.
Ella tiene
sesenta y siete años, pero sigue manteniendo una presencia magnífica y lo que
era más difícil en aquella época: conservaba todos los dientes, perfectamente
alineados y blancos, como su cabello.
Ricardo era
su hijo preferido y en el había visto señales de que muy bien pudiera conjugar
la pluma y la espada.
Pluma, lo
que se dice pluma, desde luego tenía, pues aunque no se ha resaltado en la
historia, quizás por no derribar el mito de rey guerrero y aguerrido con el que
es conocido, se sabe que marchó a la Tercera Cruzada, en compañía de un antiguo
amante, nada menos que Felipe II de Francia y dicen que en Tierra Santa,
conoció a Saladino, de quien se enamoró perdidamente, aunque no se sabe si
llegó a ser una relación consumada.
Leonor, que
sabía de la debilidad de su hijo, intuía que éste no le daría un heredero para
el trono de Inglaterra, por lo que incluso llegó a casarlo con Berenguela de
Navarra, una bella y joven princesa, hija del rey de Navarra Sancho VI, pero
aquel matrimonio fue una pantomima.
De los diez
años que Ricardo -¿Corazón de León o de Pantera?- reinó, solo estuvo seis meses
en Inglaterra. El resto del tiempo se lo pasó de cruzadas y otras escaramuzas.
Mientras, su madre, la doble reina, ejercía la regencia.
A la muerte
de Ricardo, sin descendencia, le sucede su hermano Juan I, Sin Tierra, que
pasará a la historia por aceptar la Carta Magna que le ofrecieron sus nobles
para zanjar las grandes diferencias sociales existentes.
Leonor murió
a la edad de ochenta y dos años, una edad impensable para aquella época y,
además conservando todos sus dientes.
Fue sin duda
la mujer más importante de su tiempo y directamente responsable del desarrollo
cultural de la mujer en la Edad Media, aunque no falta quien la considera una
mujer avariciosa y sedienta de poder, que causó graves perjuicios a Francia.
NO se entiende la longevidad de Leonor para aquella época a pesar del desgaste y toda la dentadura con tantos embarazos. Igual tomaba mucho calcio concentrado.
ResponderEliminarFeliz Año Nuevo! Amigo Jose María, opino como Manolo, mucho calcio "liqudo". Buen Artículo. Un abrazo!!!!
ResponderEliminar