En 1927 la
aviación había experimentado un gran avance con respecto a sus inicios, pero
evidentemente estaba todavía en un estado de precariedad que cualquier vuelo
era una verdadera aventura de final incierto.
Aun así
había pilotos arriesgados y aventureros que se atrevían a volar en unas
condiciones técnicas que vistas desde la perspectiva actual daría verdadero
pánico.
En completa
soledad Charles Lindbergh cruzó aquel año el Océano Atlántico sin hacer escalas.
Hombres y mujeres marcaron hitos en la reciente historia de la navegación aérea
y se ganaron lugares preeminentes en el incierto y arriesgado nuevo deporte de
volar. Algunos perecieron en sus aventuras aéreas pero otros hicieron historia
y descubrieron cosas que hasta ese momento habían estado vetadas para el
hombre.
Muchos son
los misterios que se presentaron ante nuestros ojos, cuando el hombre pudo
observar la tierra por primera vez desde el aire. En los suelos de muchas
partes del mundo, empezaron a aparecer extraños dibujos que solamente desde
determinada altura podían observarse.
Estos
dibujos habían sido construidos con diferentes técnicas como era excavando en
la roca las líneas y contornos, o construyendo pequeñas elevaciones con
aportaciones de piedras de diferente colorido al del suelo.
El primer
geoglifo, que así se llaman las figuras hechas con piedras sobre el suelo,
había sido descubierto en la zona de Perú por los conquistadores españoles a
los que extrañaban aquellas enormes y poco explicables figuras, cuya aclaración,
por parte de los nativos, poco descifraba el enigmático tema.
Según los
habitantes incas de aquellas tierras, las figuras eran para el “Viracocha”, una
deidad que habitaba en el cielo y que se representaba más como un guerrero que
como una exaltación de un dios.
Eran muchas
las tradiciones que hablaban de la visita de dioses que venían del espacio y
como tarjeta de bienvenida, aquellos indios andinos, esculpían en el suelo las
figuras con que les daban la bienvenida. Para eso aprovechaban declives del
terreno o suaves laderas de montaña, pero lo que ocurrió en 1927 es que con el
desarrollo de la aviación, los pilotos que sobrevolaban las costas de Perú,
Chile o Ecuador, empezaron a hablar de las extrañas figuras que se observaban
en las planicies, sobre todo las peruanas.
En uno de los muchos vuelos que los pioneros
de la aviación efectuaron sobre la cordillera de los Andes el piloto comunicó
al tomar tierra que había observado desde el aire unas extrañas figuras cuya
explicación no acertaba a entender. Era el año 1927, cuando se tuvieron las
primeras noticias de las que desde entonces se conocerían como las Líneas de
Nazca.
Aquel
descubrimiento atrajo la atención de muchos arqueólogos, historiadores y
hombres de ciencia, pero sobre todo excitó la curiosidad del norteamericano
Paul Koskov y la alemana Marie Reiche, arqueóloga y matemática que había nacido
en 1903 y que como tutora de los hijos del cónsul alemán en Cuzco, se trasladó
a Perú, donde pronto conoció a Koskov, con el que empezó a trabajar en las
líneas y figuras de Nazca.
En 1948,
Koskov abandonó el Perú y Marie continuó sola sus investigaciones. Ha publicado
varios libros y ha estudiado miles de kilómetros de líneas pertenecientes a
figuras de todo tipo. Se la considera la persona más experta en este campo.
Falleció en1998.
Marie Reiche,
en sus últimos años
Según esta
estudiosa mujer, los geoglifos de Nazca, que tienen entre ochocientos y mil
quinientos años, son representaciones astronómicas, calendarios, gestores de
cosechas y plantaciones, etc. Pero nada de esto excluye que la única
posibilidad de visualizarlos en toda su magnitud es desde el aire y a una
considerable altura.
¿Para qué lo
construían si luego no lo podían apreciar?
Sin duda es
todo un enigma pero esta historia es hartamente conocida y está publicada en
numerosas revistas de todo el mundo y lo que deseaba destacar es que aquellas
construcciones ciclópeas estaban en una tierra que había sido española y
españoles fueron los primeros que las avistaron.
La belleza y
la perfección de estos geoglifos son difícilmente superables y desde luego no
tienen nada que ver con otros descubiertos mucho más recientemente en otro
territorio que también era español.
Como todo el
mundo sabe, el Sáhara Occidental fue, hasta 1976, una provincia española más,
con la que gran cantidad de españoles llegaron a tener una relación muy
estrecha, bien porque allí habían cumplido el servicio militar, incluso por
haber nacido allí como hijos militares o funcionarios, haberse criado allí, o
desempeñado cualquier puesto de trabajo, público o privado. Yo mismo conozco
algunas decenas de compañeros que tuvieron la suerte de pasar por aquellas
tierras.
Lo cierto es
que aunque España era la metrópoli, del Sahara se ocupaba bien poco, aparte de
extraer los fosfatos y cuidar el inmenso banco pesquero y ni tan siquiera se
había hecho un levantamiento fotográfico del territorio, lo que provocó que
allá por los años sesenta, varios aviones españoles sobrevolaran la zona
tomando miles de fotografías que se enviaban al entonces Ministerio del Aire,
con la intención de hacer un levantamiento fotográfico del país.
No sé si
existía mucho interés en estudiar el material que aquellas incursiones aéreas
aportaba, porque lo cierto es que los carretes se revelaban y archivaban, sin
ulterior trámite y no fue hasta muchos años después, cuando algún funcionario
del ya Ministerio de Defensa leyó algunos de los partes de servicio que los
propios aviadores habían confeccionado, cuando se quedó sorprendido de que
existían algunos detalles que habían sido desdeñados.
Resulta que el
levantamiento fotográfico había sido muy completo, abarcando desde la frontera
con Argelia por el este, hasta el Océano y desde Marruecos por el norte hasta
Mauritania por el sur. Los aviones habían tenido dos bases diferentes; unos
partieron de Villa Cisneros y otros de El Aiun, cada uno con su cometido
concreto, pero ambas expediciones habían observado y fotografiado casi
idénticos objetos. A lo largo de todo el territorio aparecían unas extrañas
formas dibujadas en el suelo, que se repetían con mucha frecuencia en buena
parte del desierto saharaui.
El
extraordinario periodista de investigación y escritor de éxito J.J. Benítez
explica en su página web cómo llegó al conocimiento de estas enigmáticas
figuras y fueron propios pilotos que habían sobrevolado aquella zona, los que
le explicaron qué era lo que desde el aire habían observado.
Fundamentalmente
se trata de dos tipos de dibujo que los mismos pilotos bautizaron con los
nombre de “mosca” y “boomerang”, en ambos casos por la similitud de los dibujos
con el insecto y con el arma arrojadiza.
Ambos eran
de gran tamaño, pero había algunos de los designados como “boomerang” que
llegaban a medir dos kilómetros de punta a punta. Y lo más curioso de todo es
que el centro del “boomerang”, allí donde se unen los dos brazos formando una
flecha de ángulo muy obtuso, apuntan exactamente en la misma dirección: hacia
el oeste, hacia el Océano Atlántico.
Las
reconocidas como “moscas” suelen apuntar un poco desviado hacia el noroeste, en
dirección a la isla de Lanzarote, en las Canarias y además no guardan esa
exactitud de los otros dibujos.
Se ha podido
comprobar que desde tierra es muy difícil la localización de estas
construcciones de piedras oscuras, probablemente basálticas, sobre las doradas
arenas del desierto, e incluso sabiendo la ubicación exacta de algunas de
ellas, algunos expedicionarios se han presentado en el lugar y les ha resultado
sumamente difícil localizar exactamente la figura. En parte por sepultación de
arena, en parte por erosión y por la tendencia de las rocas a mimetizarse con
el entorno.
No he
querido poner ninguna fotografía de la web de J.J. Benítez, por no causar la
impresión de ser originales mías u obtenidas de procedencia poco fiables, pero
pongo la dirección de la página a la que hago referencia, en donde se pueden
observar esas espectaculares construcciones: https://www.planetabenitez.com/misenigmas/sahara.htm
Nuevamente
fueron españoles los que descubrieron estos extraños dibujos cuya explicación
no es posible de momento, pues desde el mismo pueblo saharaui no se sabe dar
explicación alguna, más allá de que es cosa de sus antepasados muchos siglos
atrás. Por otro lado, aunque no se habla mucho de este problema, la zona está
en permanente conflicto entre el pueblo saharaui autóctono, único propietario
del terreno y los gobiernos de Marruecos y Mauritania, que se colaron
aprovechando el momento de debilidad por el que atravesaba España.
Ambos casos
resultan enigmáticos, pero éste último añade un ingrediente más y es, como se
puede ver en foto de esa página, que todos los dibujos señalan a un punto
concreto, como si de la señalización previa a la entrada en un aeropuerto se
tratara.
¿Son balizas
de orientación para navegación aérea? Es posible, pero ¿quienes pilotaban sobre
la tierra hace mil años?
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