viernes, 13 de julio de 2018

LA EXTRAÑA ISLA DEL SABLE




El catorce de abril de 1598 zarparon del puerto francés de La Hougue, en pleno Canal de la Mancha, los navíos llamados “Catherine” y “Francoise” formando una flotilla mandada por el marqués de La Roche, el cual había recibido del rey francés Enrique IV, la orden de colonizar tierras que agregar a Canadá, así como la de buscar un canal que comunicase directamente con China, que venía siendo una obsesión permanente.
Desde luego la aventura no era ilusionante. Ya se conocían las terribles adversidades climáticas que había que soportar en las tierras del norte de América y tanto Terranova, la península del Labrador, como Groenlandia, eran territorios ya explorados y constatada la dureza de su clima, máxime en aquella época en que la Tierra era azotada por lo que se ha llamado “Pequeña Edad de Hielo”. Pero la idea de La Roche era la de formar un grupo de personas para colonizar nuevas tierras y la orden del rey era tan amplia que podía recurrir a las medidas que considerara más oportunas para conseguir su propósito.
Ante la falta de voluntarios se recurrió a los condenados a penas de destierro y trabajos forzosos, pero aún así no se llegaba a la cifra requerida. Así que se amplió la oferta a delincuentes con largas condenas, indigentes y toda clase de escoria social. Los elegidos tenían que poseer algunas habilidades, siendo apreciados los agricultores, artesanos, los hábiles con las armas, así como los que tuvieran un patrimonio con el que contribuir a los gastos y todos debían gozar de buena salud.
Este último punto era el más peliagudo, pues lo que se dice sanos, en aquella época había poca gente y mucho menos si llevaban a la espalda años de condena, con una alimentación deficitaria y una higiene casi inexistente.
Muchos de los colonos que embarcaban en expediciones de este tipo no llegaron jamás a sus destinos, pues las condiciones en las que se desarrollaban las travesías solían ser demoledoras.
Con unos cincuenta delincuentes y algo más de doce soldados, los dos buques partieron en aquella fecha con rumbo hacia Canadá.
Dos semanas después avistaron una isla ya conocida desde años antes que había tenido varios nombres hasta que se la bautizó definitivamente como Isla del Sable, debido a su parecido con esta arma. La isla tiene cuarenta y dos kilómetros de largo y solamente dos en su parte más ancha, presentando una curvatura muy parecida a un sable.

La peculiar geografía de la Isla del Sable

Allí, en su costa norte, desembarcaron los más de cincuenta colonos y algunos soldados, mientras el marqués y los dos buques continuaron viaje para intentar descubrir nuevas tierras, con la promesa de volver lo antes posible.
Cerca de un corto río al que pusieron el nombre de Boncoeur, desembarcaron el personal y las provisiones y los colonos de inmediato se pusieron mano a la obra para construir cabañas en las que refugiarse del intenso frío.
La isla está situada a unos trescientos kilómetros de la costa este de Canadá y el puerto más cercano es Halifax. Su climatología es tan extrema, aparte de por lo septentrional de su situación, porque se dan cita tres corrientes marinas procedentes del Polo Norte y como consecuencia, además de recias tormentas, tiene más de ciento veinte días al año de espesas nieblas. Se encontraba en aquellos momentos completamente deshabitada, si bien, con anterioridad había sido colonizada por escaso tiempo por portugueses, que fueron quienes la bautizaron con su nombre actual y que habían dejado allí algunos animales domésticos, como vacas, gallinas y algunos caballos.
Unas semanas después del desembarco, el marqués de La Roche regresó a la isla, como había prometido, pero no pudo desembarcar pues una fortísima tormenta lo arrastró con vientos del este a tal velocidad que en doce días regresó a Francia.
Los colonos exploraron la isla en profundidad, descubriendo que tenía una lago interior de agua dulce, pero ni con la presencia del agua, la vegetación se había abierto paso y no había árboles, solo matorral y hierba rasa que era el pasto del ganado asilvestrado que encontraron.
Durante más de dos años, los colonos se dedicaron a la única actividad posible que era la caza de focas y el curtido de sus pieles y así, durante dos años, La Roche enviaba con regularidad un barco con provisiones, armas y herramientas y recibía a cambio un cargamento de valiosas pieles.
Pero ciertos cambios políticos en Francia hicieron a La Roche perder su poder político y relegado a otros cometidos, los colonos del Sable fueron poco a poco olvidados.
Como es natural, el abandono produjo desesperación en los habitantes de la isla y las revueltas eran constantes, acrecentadas por una temporada de fuertes temporales que destrozaban sus instalaciones, optando por buscar refugios subterráneos y al acabarse los suministros, cubrirse con pieles de foca, como si de hombres prehistóricos se tratara.
Siete años después el departamento de Rouen decidió realizar una expedición a la isla, para avituallarla y relevar a los soldados, pero al llegar se encontraron un panorama desolador. Solamente habían sobrevivido once hombres, el resto, incluyendo al comandante de la guarnición y todos los soldados, habían muerto, unos por hambre y enfermedad y otros a manos de los supervivientes, los cuales a su vez presentaban un aspecto terrorífico: escuálidos, demacrados, con larga barbas y cabelleras y arropados en pieles de animales atadas sobre el cuerpo. Habían devorado casi todo lo que de comer había en la isla e incluso practicado el canibalismo.
Con una sensación de impotencia ante lo absurdo de aquella aventura, el capitán del buque embarcó a los supervivientes, dejando en la isla a un monje que había acompañado a los colonos que, sintiendo su muerte muy próxima, prefirió quedarse allí para siempre.
A su llegada a Francia el rey quiso recibirlos y aunque eran autores de horrendos crímenes, se decidió no castigarlos y por el contrario se les compensó económicamente por los sacrificios padecidos cuando fueron olvidados por el país.
Desde entonces la isla está deshabitada, aunque eventualmente se desplazan hasta allí algunas expediciones con la intención de estudiar algunas de sus peculiaridades.
Una de ellas es el ingente número de naufragios que se han sucedido en sus costas.
Es una isla llana, de playas de arenas tendidas, sin prácticamente escollos, pero en sus costas se han contabilizado más de trescientos cincuenta naufragios todos los cuales están perfectamente documentados.

Cartografía de la Isla en donde cada anotación corresponde a un naufragio

Antes se ha referido que fuertes corrientes procedentes del Ártico se encuentran en aquellas latitudes, lo que hace que se formen rápidos y remolinos, que ayudados por la pertinaz niebla, produce la desviación de los barcos de su rombo, yendo a encallar en los bajíos arenosos que rodean el islote. Antes de su nombre actual, la isla era conocida como De La Arena, por la extensión de sus playas y porque las corrientes marinas desplazan continuamente los bancos de arena, siendo imprevisible su localización.
En la actualidad en la Isla vive una mujer, una naturalista llamada Zoe Lucas que lleva cuarenta años prácticamente sola y que sobrevive gracias a las provisiones que con puntualidad un helicóptero le deja en la isla, en donde está acompañada de unos cuatrocientos caballos, millares y millares de focas, algunas aves y matorrales, porque los ochenta mil árboles que Canadá plantó a principios de siglo XX, con la intención de hacer más fijo el terreno y crear un micro sistema biológico, no funcionó y todos los árboles murieron.
Los caballos proceden de distintos naufragios y durante los últimos cuatrocientos años se ha ido creando una subespecie completamente autóctona conocida como Caballos del Sable que son de mediana alzada y muy resistentes.
En algunas ocasiones aparecen por la isla algunas expediciones de científicos que suelen usar algunas de las construcciones que se hicieron el siglo pasado con fines investigativos y que aún permanecen en pie y utilizan un pequeño aeródromo para los desplazamientos.
La isla es tan plana y con tan escasa elevación que se piensa que con el calentamiento global y la subida del nivel del mar, será de las primeras islas en  desaparecer.

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