Se dice que
la curiosidad mata al hombre, pero también puede enriquecerlo, sobre todo de
manera intelectual.
Hace ya unas
fechas, el ex presidente de la Generalidad, (con “t” que lo escriban los
catalanes), Puigdemont, alardeaba de que no tardará veinte años en pisar suelo
catalán, refiriéndose al suelo perteneciente a la Cataluña francesa.
Sin citar el
medio, ni la persona que le respondió, un video se hizo rápidamente hueco en
las redes sociales y contenía una contestación contundente: España había
perdido el Rosellón y la Cerdaña por la incuria y el odio a todo lo español que
tenía un presidente de la Generalidad. Se trataba de Pau Claris Casademunt,
sacerdote, político y catalán, como indica su nombre.
Este
personaje nació en 1586, en el seno de una familia burguesa bien situada
económicamente; tras ingresar en el seminario, estudió derecho civil y
canónico, doctorándose en ambas disciplinas, siendo nombrado seguidamente
canónigo de la catedral de Seo de Urgel, una de las sedes episcopales más
importantes de Cataluña.
Tras una
carrera política fulgurante, en la que ya demostraba su posición enfrentada con
España y su monarquía, en 1638 fu nombrado presidente de turno de la
Generalidad, cargo que ocupaba cuando tuvo lugar la sublevación de los
segadores y el trágico Corpus Sangriento.
Estatua de
Pau Claris en Barcelona
La
situación, que se estudia en la historia verdadera y no en la transfigurada que
se usa en Cataluña, acabó con una rotura total de relaciones entre la
Generalidad y la monarquía, sobre todo después de la muerte del virrey Dalmau
de Queralt y la proclamación de una República Catalana que Pau Claris puso bajo
la protección del rey de Francia Luís XIII y al que el día 23 de enero de 1641,
ante la proximidad del ejército español, tuvo que reconocer como Conde de
Barcelona, condición impuesta por los franceses para aceptar el protectorado.
La causa
principal para este acto rebelde era que los ejércitos españoles acampados en
Cataluña, para defender la frontera durante la Guerra de los Treinta Años, que
estaba en pleno desarrollo, habían de ser cobijados, alimentados y socorridos
por los payeses catalanes que tenían que facilitarle techo para resguardarse.
En esa
situación, los soldados españoles, en su mayoría procedentes de los Tercios y
por tanto personal profesional y muy aguerrido, cometían múltiples desmanes,
sobre todo contra la propiedad y las mujeres. Pero puesta Cataluña bajo la
protección francesa, los ejércitos galos no observaron mejor comportamiento y
la cosa se puso muy mal, hasta el punto de cambiarse la camisa y pedir ahora la
protección española contra los gabachos.
El conflicto
acabó con la paz de los Pirineos, por la que España tuvo que ceder a Francia,
Rosellón y Cerdaña, por mor de la desleal, egoísta, insolidaria y vesánica
actuación del mosén Pau Claris, hoy héroe nacional catalán, con calle y estatua
en la Ciudad Condal y en muchos otros municipios.
Así que el
territorio catalán que Puigdemónt piensa pisar en breve es aquel que su
antecesor en el cargo, el amigo Pau, regaló a los franceses y que Cataluña
perdió para siempre.
Pero no es
este el motivo que inspira este artículo, sino las causas de la muerte de tan
insigne personaje.
El “Muy
Honorable” murió a finales de febrero de 1641, envenenado con la pócima de moda
en aquella época: El Acqua di Napoli.
Sobre quiénes
fueron los causantes de la muerte del mosén, existe una variada controversia,
pues unos lo achacan a los realistas y otros a sus propios partidarios,
descontentos de sus actos separatistas, mutantes y traidores, pero lo único
cierto es que el autor material, el que le diera a beber el agua milagrosa que
hacía viajar al otro barrio sin levantar sospecha alguna, tuvo que ser una
persona de su entorno.
Porque el
agua venenosa era un líquido transparente, insípido e inodoro que había sido
creado por una especie de bruja-alquimista llamada Toffana d’Adamo que vivía en
la isla de Sicilia.
A su brebaje
le llamaba Agua de Toffana y era muy recomendado y altamente consumido por
aquellas esposas que hartas de soportar a sus maridos, decidían enviarlo al
otro mundo sin levantar sospechas y por eso la mayor parte de la clientela de
Toffana eran mujeres, aunque no se descarta el caso contrario del marido que se
quiera deshacer de su esposa, o para cualquier otro fin menos claro ya que no
dejaba rastro alguno y los médicos de la época eran incapaces de detectar aquel
veneno que contenía arsénico, un metaloide altamente venenoso y, al parecer,
extracto de cimbalaria, una planta muy común en la Europa meridional que crece
en las paredes húmedas. La Toffana preparaba un condimento como había visto
hacer a los alquimistas, de los que fue aprendiz durante unos años.
Esta maga
venía preservando su actividad hasta que en 1633 una dama de Palermo le compró
un frasquito del venenoso bebedizo para darlo a su marido en la comida, pero
éste por alguna razón que se desconoce, cambió los platos, por lo que la dama
resultó envenenada. En el último momento de vida confesó su fechoría y desveló
a la persona que se lo había vendido.
La Toffana
fue detenida y ahorcada, su cuerpo fue descuartizado y arrojado en todas las
direcciones para que fuera pasto de las fieras.
Pero con la
muerte de esta mujer no se terminó la historia, si bien sufrió un cambio. Su
hija Giulia Toffana que se trasladó a Nápoles tras la muerte de su madre,
conocía a la perfección todo el proceso para la fabricación de la pócima y
comenzó a venderla nuevamente, ahora con el nombre de “Acqua di Napoli”.
La eficacia
de este medio para viajar a la otra vida consistía fundamentalmente en que
administrado cautamente, a base de tres o cuatro gotas diarias, mezclada con la
comida, iba produciendo una sensación de cansancio, falta de apetito, vómitos, sed
intensa, depresión y finalmente la muerte, pero si se suministraba una cantidad
mayor, unas treinta gotas, producía la muerte casi inmediata. Era un veneno
ideal para mezclar con bebidas aromáticas como café, te o chocolate, tan de
moda en aquella época. Todas las tardes, la sumisa esposa, servía a su marido una
taza de buen chocolate que éste bebía con delectación al principio, aunque ya
se han expuesto los síntomas que irían apareciendo y que tendrían confundido a
los médicos hasta que certificaran su defunción.
En
cualquiera de los dos casos era un veneno indetectable para los galenos de la
época, pues en el primer caso se confundía con una enfermedad del sistema
nervioso y en el segundo con cualquier caso de muerte repentina, infarto,
ictus, (congestión), “cólico miserere”, etc.
Desde
Nápoles, Giulia pasó a Roma donde el negocio era mayor y allí se popularizó la
famosa agua que vendía en una pequeña redoma en la que aparecía grabada una
imagen de San Nicola di Bari, aquel santo que curaba con un agua milagrosa, por
lo que el agua empezó a conocerse como “Acqua de San Nicola”.
Frasco del
agua venenosa
En el año
1659, Giulia Toffana fue denunciada por una clienta arrepentida ante el
Vaticano y perseguida por la guardia, buscó refugio en un convento, acogiéndose
al derecho de asilo, según el cual los delincuentes no podían ser detenidos en
el interior de los lugares sagrados.
Pero nuevas
pesquisas efectuadas por la curia pudieron determinar que Giulia decía que había
participado en el envenenamiento de más de seiscientas persona, de todo sexo y
clase social y además, se corrió el bulo de que antes de huir había vertido
varias botellas de su veneno en diferentes fuentes de Roma.
Enardecida
la población, obligó a las autoridades a entrar en el convento y sacar a la
envenenadora que junto con su hija Girolama y varias ayudantes de las que se
servía para la elaboración del veneno, fueron ejecutadas en el mes de julio de
aquel año y el cadáver de Giulia fue arrojado al interior del convento que le
había dado asilo.
No acabaron
las envenenadoras con castigo tan ejemplar y la historia registra muchos otros
casos, pero este tiene la singularidad de que el “patriota” Pau Claris fue
envenenado, al parecer, con el Acqua di Napoli.
Desde luego
que por las fechas pudo ser perfectamente posible, dada la gran vinculación de
Cataluña con el reino de Nápoles que en aquel momento pertenecía a la corona de
España, que alguien trajera algún frasco del famoso veneno, para cuando se
presentara la oportunidad que se pudo presentar con el mosén, toda vez que
tanto desde el lado realista como de los catalanes que no eran partidarios de
sojuzgarse al reino de Francia, había conseguido un buen número de enemigos.
A tenor de
los acontecimientos que rodean su muerte es de suponer que se le dio una dosis
masiva de veneno, lo que produjo una muerte inmediata.
Se dice que
otra de las famosas víctimas de esta pócima fue el compositor Mozart, el cual
advirtió a su esposa en cierta ocasión que le estaban envenenando.
En este caso
el envenenamiento sería mediante la administración de pequeñas dosis que irían
produciendo su progresivo deterioro.
Joder con el agua "milagrosa...
ResponderEliminarMe he divertido imaginándome a ésa gente.
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