viernes, 17 de agosto de 2018

CLARIS Y EL "ACQUA DI NÁPOLI"





Se dice que la curiosidad mata al hombre, pero también puede enriquecerlo, sobre todo de manera intelectual.
Hace ya unas fechas, el ex presidente de la Generalidad, (con “t” que lo escriban los catalanes), Puigdemont, alardeaba de que no tardará veinte años en pisar suelo catalán, refiriéndose al suelo perteneciente a la Cataluña francesa.
Sin citar el medio, ni la persona que le respondió, un video se hizo rápidamente hueco en las redes sociales y contenía una contestación contundente: España había perdido el Rosellón y la Cerdaña por la incuria y el odio a todo lo español que tenía un presidente de la Generalidad. Se trataba de Pau Claris Casademunt, sacerdote, político y catalán, como indica su nombre.
Este personaje nació en 1586, en el seno de una familia burguesa bien situada económicamente; tras ingresar en el seminario, estudió derecho civil y canónico, doctorándose en ambas disciplinas, siendo nombrado seguidamente canónigo de la catedral de Seo de Urgel, una de las sedes episcopales más importantes de Cataluña.
Tras una carrera política fulgurante, en la que ya demostraba su posición enfrentada con España y su monarquía, en 1638 fu nombrado presidente de turno de la Generalidad, cargo que ocupaba cuando tuvo lugar la sublevación de los segadores y el trágico Corpus Sangriento.

Estatua de Pau Claris en Barcelona

La situación, que se estudia en la historia verdadera y no en la transfigurada que se usa en Cataluña, acabó con una rotura total de relaciones entre la Generalidad y la monarquía, sobre todo después de la muerte del virrey Dalmau de Queralt y la proclamación de una República Catalana que Pau Claris puso bajo la protección del rey de Francia Luís XIII y al que el día 23 de enero de 1641, ante la proximidad del ejército español, tuvo que reconocer como Conde de Barcelona, condición impuesta por los franceses para aceptar el protectorado.
La causa principal para este acto rebelde era que los ejércitos españoles acampados en Cataluña, para defender la frontera durante la Guerra de los Treinta Años, que estaba en pleno desarrollo, habían de ser cobijados, alimentados y socorridos por los payeses catalanes que tenían que facilitarle techo para resguardarse.
En esa situación, los soldados españoles, en su mayoría procedentes de los Tercios y por tanto personal profesional y muy aguerrido, cometían múltiples desmanes, sobre todo contra la propiedad y las mujeres. Pero puesta Cataluña bajo la protección francesa, los ejércitos galos no observaron mejor comportamiento y la cosa se puso muy mal, hasta el punto de cambiarse la camisa y pedir ahora la protección española contra los gabachos.
El conflicto acabó con la paz de los Pirineos, por la que España tuvo que ceder a Francia, Rosellón y Cerdaña, por mor de la desleal, egoísta, insolidaria y vesánica actuación del mosén Pau Claris, hoy héroe nacional catalán, con calle y estatua en la Ciudad Condal y en muchos otros municipios.
Así que el territorio catalán que Puigdemónt piensa pisar en breve es aquel que su antecesor en el cargo, el amigo Pau, regaló a los franceses y que Cataluña perdió para siempre.
Pero no es este el motivo que inspira este artículo, sino las causas de la muerte de tan insigne personaje.
El “Muy Honorable” murió a finales de febrero de 1641, envenenado con la pócima de moda en aquella época: El Acqua di Napoli.
Sobre quiénes fueron los causantes de la muerte del mosén, existe una variada controversia, pues unos lo achacan a los realistas y otros a sus propios partidarios, descontentos de sus actos separatistas, mutantes y traidores, pero lo único cierto es que el autor material, el que le diera a beber el agua milagrosa que hacía viajar al otro barrio sin levantar sospecha alguna, tuvo que ser una persona de su entorno.
Porque el agua venenosa era un líquido transparente, insípido e inodoro que había sido creado por una especie de bruja-alquimista llamada Toffana d’Adamo que vivía en la isla de Sicilia.
A su brebaje le llamaba Agua de Toffana y era muy recomendado y altamente consumido por aquellas esposas que hartas de soportar a sus maridos, decidían enviarlo al otro mundo sin levantar sospechas y por eso la mayor parte de la clientela de Toffana eran mujeres, aunque no se descarta el caso contrario del marido que se quiera deshacer de su esposa, o para cualquier otro fin menos claro ya que no dejaba rastro alguno y los médicos de la época eran incapaces de detectar aquel veneno que contenía arsénico, un metaloide altamente venenoso y, al parecer, extracto de cimbalaria, una planta muy común en la Europa meridional que crece en las paredes húmedas. La Toffana preparaba un condimento como había visto hacer a los alquimistas, de los que fue aprendiz durante unos años.
Esta maga venía preservando su actividad hasta que en 1633 una dama de Palermo le compró un frasquito del venenoso bebedizo para darlo a su marido en la comida, pero éste por alguna razón que se desconoce, cambió los platos, por lo que la dama resultó envenenada. En el último momento de vida confesó su fechoría y desveló a la persona que se lo había vendido.
La Toffana fue detenida y ahorcada, su cuerpo fue descuartizado y arrojado en todas las direcciones para que fuera pasto de las fieras.
Pero con la muerte de esta mujer no se terminó la historia, si bien sufrió un cambio. Su hija Giulia Toffana que se trasladó a Nápoles tras la muerte de su madre, conocía a la perfección todo el proceso para la fabricación de la pócima y comenzó a venderla nuevamente, ahora con el nombre de “Acqua di Napoli”.
La eficacia de este medio para viajar a la otra vida consistía fundamentalmente en que administrado cautamente, a base de tres o cuatro gotas diarias, mezclada con la comida, iba produciendo una sensación de cansancio, falta de apetito, vómitos, sed intensa, depresión y finalmente la muerte, pero si se suministraba una cantidad mayor, unas treinta gotas, producía la muerte casi inmediata. Era un veneno ideal para mezclar con bebidas aromáticas como café, te o chocolate, tan de moda en aquella época. Todas las tardes, la sumisa esposa, servía a su marido una taza de buen chocolate que éste bebía con delectación al principio, aunque ya se han expuesto los síntomas que irían apareciendo y que tendrían confundido a los médicos hasta que certificaran su defunción.
En cualquiera de los dos casos era un veneno indetectable para los galenos de la época, pues en el primer caso se confundía con una enfermedad del sistema nervioso y en el segundo con cualquier caso de muerte repentina, infarto, ictus, (congestión), “cólico miserere”, etc.
Desde Nápoles, Giulia pasó a Roma donde el negocio era mayor y allí se popularizó la famosa agua que vendía en una pequeña redoma en la que aparecía grabada una imagen de San Nicola di Bari, aquel santo que curaba con un agua milagrosa, por lo que el agua empezó a conocerse como “Acqua de San Nicola”.


Frasco del agua venenosa

En el año 1659, Giulia Toffana fue denunciada por una clienta arrepentida ante el Vaticano y perseguida por la guardia, buscó refugio en un convento, acogiéndose al derecho de asilo, según el cual los delincuentes no podían ser detenidos en el interior de los lugares sagrados.
Pero nuevas pesquisas efectuadas por la curia pudieron determinar que Giulia decía que había participado en el envenenamiento de más de seiscientas persona, de todo sexo y clase social y además, se corrió el bulo de que antes de huir había vertido varias botellas de su veneno en diferentes fuentes de Roma.
Enardecida la población, obligó a las autoridades a entrar en el convento y sacar a la envenenadora que junto con su hija Girolama y varias ayudantes de las que se servía para la elaboración del veneno, fueron ejecutadas en el mes de julio de aquel año y el cadáver de Giulia fue arrojado al interior del convento que le había dado asilo.
No acabaron las envenenadoras con castigo tan ejemplar y la historia registra muchos otros casos, pero este tiene la singularidad de que el “patriota” Pau Claris fue envenenado, al parecer, con el Acqua di Napoli.
Desde luego que por las fechas pudo ser perfectamente posible, dada la gran vinculación de Cataluña con el reino de Nápoles que en aquel momento pertenecía a la corona de España, que alguien trajera algún frasco del famoso veneno, para cuando se presentara la oportunidad que se pudo presentar con el mosén, toda vez que tanto desde el lado realista como de los catalanes que no eran partidarios de sojuzgarse al reino de Francia, había conseguido un buen número de enemigos.
A tenor de los acontecimientos que rodean su muerte es de suponer que se le dio una dosis masiva de veneno, lo que produjo una muerte inmediata.
Se dice que otra de las famosas víctimas de esta pócima fue el compositor Mozart, el cual advirtió a su esposa en cierta ocasión que le estaban envenenando.
En este caso el envenenamiento sería mediante la administración de pequeñas dosis que irían produciendo su progresivo deterioro.

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