sábado, 11 de agosto de 2018

"EL ENCUBIERTO"





Es muy conocido el acontecimiento histórico que sembró de una gran incertidumbre el inicio del reinado de Carlos I. Fue lo que se conoce como la Guerra de las Comunidades de Castilla, cuando Padilla, Bravo y Maldonado encabezaron un movimiento de oposición violento contra el nuevo rey que, despreciando a la nobleza y otras clases sociales españolas, desembarcó con un enorme séquito de compatriotas flamencos, a los que iba colocando al frente de las diferentes administraciones.
Los comuneros fueron al final vencido en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521 y en el pasado siglo XIX se recuperó la fecha y el lugar de tal manera que es la fiesta con la que se conmemora el día de Castilla y León, desde que alcanzó su autonomía.
Fueron momentos muy difíciles para el nuevo monarca que además se veía comprometido con la necesidad de viajar a Alemania para suceder a su abuelo, Maximiliano I y hacerse con el Imperio Sacro, el mayor título de la cristiandad.
Pero no fueron solo las luchas de las comunidades las que soliviantaron los primeros años del reinado de Carlos, en toda la zona del Levante y en Baleares, había surgido simultáneamente otro movimiento social que, aunque con algunos puntos de diferencia sobre las comunidades, aglutinaban diferentes capas sociales contra la monarquía.
Eran las Germanías, una especie de sindicatos armados, autorizados por los Reyes Católicos para defender a los artesanos de los constantes ataques de la piratería berberisca que infectaba el Mediterráneo.
Nada tiene que ver la palabra Germanía con germania, Alemania, germano, sino que procede de “germá”, “hermano”.
 Dejados a su suerte y abandonados de todos, pues la nobleza había huido de las ciudades con las epidemias de peste que se sucedieron, prácticamente arruinados y hambrientos, pero bien organizados y con armas, decidieron las Germanías enfrentarse, como los comuneros, al virrey de Valencia que representaba a la monarquía que como se ha dicho, estaba muy ocupada en coronarse “Imperator”.
Lo que empezó como una revuelta acabó siendo una guerra con todos sus ingredientes entre los “agermanados”, integrantes de las Germanías y la corona, a la que representaba la nobleza. Capitaneados por Vicente Peris, un artesano especializado en la fabricación de terciopelo, convertido en capitán general de los sublevados, tuvieron en jaque a las tropas realistas y las vencieron en la batalla de Gandía lo que obligó a las tropas del virrey Hurtado de Mendoza a buscar refugio en el castillo de Villena.
Para mayor dinamismo de esta historia, apareció un personaje altamente singular, que provocó un revuelo de importante calado en el pueblo llano; se trataba de Antonio Navarro, conocido como “El Encubierto”.
Este individuo, cuya primera aparición pública en Valencia es para recibir unos latigazos que le impone la Inquisición por haber yacido con mujer casada, se presenta ante un pueblo en estado de efervescencia desatada por la lucha de las Germanías y se autoproclama como único y verdadero heredero de la corona española. Dice ser hijo póstumo del príncipe Juan, a su vez hijo malogrado de los Reyes Católicos y la archiduquesa Margarita de Austria que, efectivamente a la muerte de su esposo estaba embarazada.
Como es natural no presenta más pruebas que sus palabras, a las que desmiente la propia historia, pues Margarita de Austria, tras la muerte de su esposo, dio a luz a una niña que vivió escasos días.
Pero la historia que contaba estaba bien urdida, pues el príncipe Juan había fallecido en 1497, dejando a su esposa en avanzado estado de gestación y el tal Navarro hacía creer que Felipe el Hermoso y el cardenal Mendoza habían conspirado para que el fruto de aquella unión no se diera a conocer, pues de ser varón le correspondería la corona de España.
Según la narración que con encendidos discursos en los que arremetía contra la iglesia, la monarquía, la nobleza y sobre todo, añadiendo tintes apocalípticos que hacía “El Encubierto”, a veces desde el púlpito de alguna iglesia, él sería el verdadero rey de España e instaba ardientemente a mantener la revuelta contra la corona apelando a la justicia divina que le habría de colocar a él en el trono.
En poco tiempo, dado el ardor que ponía en sus manifestaciones públicas, el pueblo comenzó a conocerlo por “El Rey Encubierto”, el cual decía llamarse Enrique Enríquez de Ribera y así el pueblo lo creía verdadero descendiente de la realeza, impresionado por la supuesta solvencia de su nombre y apellidos.
 Encumbrado por el populacho, montó en Játiva una verdadera corte, en la que se vestía como un noble que tenía su guardia personal que lo protegía y custodiaba tanto en el trono, cuando impartía justicia, armaba caballeros, otorgaba títulos nobiliarios, concedía rentas y prebendas a quienes le servían, como cuando paseaba ufano y victorioso entre los que él consideraba su pueblo.
Decía que siendo un niño de pecho, los conspiradores antes mencionados, habían mandado a unos verdugos a que acabasen con su vida, pero estas personas se compadecieron de él y no lo mataron sino que lo llevaron a Gibraltar, donde lo crió una modesta familia.
Al pasar los años, habría entrado al servicio de un rico mercader de Orán de donde tuvo que salir huyendo cuando descubrieron el romance que mantenía con la esposa del mercader.
Desde allí habría llegado a Valencia y tras encender a las masas con sus discursos, la comunidad a la que lideraba, empezó a considerarlo un verdadero mesías, sobre todo cuando a raíz de un pequeño ataque a tropas reales, había salido indemne de una lluvia de flechas, hecho que se convirtió rápidamente en leyenda que él mismo acrecentaba llegando a decir que las armas de combate tradicionales no podían hacerle daños y que solamente podría morir en Jerusalén.
Los dos episodios amorosos a los que se han hecho referencia, dan la idea de un seductor irresistible, algo que no casa con la descripción que de él hace un prestigioso historiador especializado en aquella época llamado Ricardo García Cárcel y que dice que era de mediano cuerpo, membrudo, manos cortas, piernas torcidas, rostro delgado y nariz aguileña, agregando y este detalle si que puede ir muy al gusto para la seducción amorosa, que hablaba muy bien castellano y la lengua de palacio.
Pero aquella falsa protección mesiánica que El Encubierto decía tener, cayó por su propio peso, pues el 19 de mayo de 1522, unos matones a sueldo del virrey Hurtado de Mendoza, acabaron con la vida del impostor a puñaladas.
Pero la justicia exigía aún más castigo para quien había revolucionado el panorama valenciano y así, su cuerpo fue entregado a la Inquisición de Valencia, donde se le juzgó, ya muerto y se le condenó a morir en la hoguera, no sin antes haberle cortado la cabeza que fue expuesta en una de las torres de Quart, en la muralla medieval de la ciudad y que custodian la puerta más importante. La estupidez humana no conoce límites y los deseos de venganza tampoco.

Las Torres de Quart, donde colgaron la cabeza del Encubierto

Es curioso que gracias al proceso inquisitorial, la historia de “El Encubierto” se ha llegado a conocer con cierto detalle, pues por parte de las autoridades administrativas y militares no se le dio importancia alguna.
Durante gran parte de la Edad Media corrió por diferentes países europeos un mito relativo a la leyenda sobre la repentina aparición de un rey mesiánico que vendría a salvar a Europa del cúmulo de desgracias que le estaban lloviendo.
Así habría surgido el mito de la vuelta del rey Arturo, en Inglaterra, o la suplantación de Balduino I de Flandes, muerto en plena Cruzada, cuando un ermitaño borgoñón, llamado Bertrand de Ray se quiso hacer pasar por el monarca fallecido veinticinco años después de su muerte y consiguió soliviantar al pueblo contra Juana, la hija de Balduino y entonces reina, hasta que en 1226 fue ajusticiado por revolucionario y suplantador.
Quizás el caso más literario es el del Pastelero de Madrigal, Gabriel Espinosa que se hizo pasar por el fallecido rey portugués don Sebastián, hasta que terminó en la horca, como todos los impostores. Este relato fue inmortalizado por Zorrilla en su drama Traidor, inconfeso y mártir y dio tema a mi artículo de hace unos años que puedes consultar aquí: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/search?q=que+es+un+bandarra .
Curiosamente todo el asunto de Las Germanías concluyó con la muerte del Encubierto y con la destitución del virrey Hurtado de Mendoza, nombrándose en su lugar como virreina, a Germana de Foix, viuda del Rey Católico Fernando y la primera amante que Carlos I tuvo al llegar a España. 
¿Aplicación de la cuota femenina o simple nepotismo?

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el articulo. Un abrazo José Mari.

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  2. Interesante artículo José María.. curiosa las dos acepciones de Germanías un abrazo

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  3. Leyendo tu artículo sobre El Encubierto me ha venido al la cabeza y no se porqué el desgraciado Sánchez que hoy maneja España a su gusto.No se cuando habrá justicia para él.

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