viernes, 19 de octubre de 2018

PEPE ANTONIO, EL HEROE CUBANO




Todo empezó por unos pactos. Los llamados Pactos de Familia que se firmaron entre los Borbones reinantes en Francia y España con distintos objetivos, siendo el tercero de ellos, de 1761 entre Luís XV y Carlos III, firmado con objeto de defenderse mutuamente contra cualquier país que declarase la guerra a uno de ellos, pero sobre todo contra el enemigo común que era Inglaterra.
La firma de este Pacto trajo graves consecuencias para España cuyo poderío naval y terrestre ya comenzaba a declinar, pues casi de inmediato Inglaterra nos declaró la guerra en enero de 1762 y diez días más tarde hicimos lo propio.
Se sabía positivamente que Inglaterra iba a tratar de atacar las colonias americanas, como ya en la década de los años cuarenta había intentado con la llamada Guerra de la oreja de Jenkins, o Guerra del Asiento, la cual se puede consultar en mi artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2013/03/la-guerra-de-la-oreja-de-jenkins.html, solo que en aquella ocasión el almirante inglés Lord Vernon salió mal parado de su intento de conquistar Cartagena de Indias y hubo de salir huyendo del Caribe, a pesar de la enorme flota que había reunido.
De inmediato, la Pérfida Albión, como entonces se la conocía en España, comenzó los preparativos para un desembarco en las islas de las Antillas, aunque todavía sin decidir cual sería el destino inicial más conveniente.
El propio rey inglés decidió utilizar un importante cuerpo de ejército que Inglaterra tenía destacado en La Maritinica y otras islas del las Antillas, sobre todo en Jamaica, en poder de los ingleses desde 1655, para lo que encargó un plan de ataque al Almirantazgo, que decidió empezar la conquista por la isla de Cuba.
Nuevamente Jorge III, rey de Inglaterra, nombró al general Keppel, conde de Albermale como general de las fuerzas de tierra y al almirante Pocock para el mando de la escuadra que salió el día 5 de marzo de aquel años y que estaba compuesta por cuatro navíos de línea, una fragata, treinta transportes en los que embarcaron cuatro mil infantes de marina, diecinueve buques con provisiones y nueve con artillería,  munición y pertrechos.
Confiaban los ingleses que en la colonias no se tuviese aún noticias de la declaración de guerra entre ambos países y no tuviesen debidamente preparadas las defensas de la isla, pues en aquella época solamente se realizaban viajes a las américas en dos ocasiones a lo largo del año. Y así habría ocurrido de no ser por una tempestad que dispersó la escuadra en su viaje hacia las Antillas, volviéndose a reunir en Barbados, desde donde salieron para Martinica, ya con considerable retraso.
Una vez en Martinica se le agregaron más unidades navales y terrestres y hasta el seis de mayo no se pudieron hacer a la mar y ya en travesía hacia Cuba, se le unió otra escuadra que venía de América del Norte y estaba compuesta por cincuenta y tres buques de guerra de varias clases, barcos de transportes y municiones de boca y guerra y diez mil ochocientos soldados.
Como se ve, la fuerza atacante era prodigiosa y bien organizada según queda demostrado en la sincronización con la que las distintas unidades se fueron sumando a la escuadra inicial, teniendo en cuenta que no había otro medio de comunicación que el directo, por lo que las órdenes, por escrito debían ser muy precisas y cumplirse con extremado escrúpulo para que toda la operación pudiera sintonizarse.
Navegaron hasta el sur de la isla de Cuba, la cual habían de rodear para llegar a La Habana que era el punto de desembarque y el día tres de junio, las dos fragatas que iban en descubierta avistaron a una pequeña flota española que estaba compuesta por dos fragatas que daban escolta a un cargamento de madera para los astilleros cubanos. Los ingleses consiguieron capturar a cuatro de los barcos españoles, escapando una goleta.
Tres días después la escuadra inglesa estaba a seis leguas al este de la Habana y preparada para el desembarco que, para nuestra desgracia tenía que defenderlo el mariscal de campo Juan de Prado, gobernador militar de la isla, un hombre muy académico, con escasas luces que se enfrentaba a un genio militar como era el inglés Keppel.
En aquellos momentos en el puerto de La Habana había bastantes buques de guerra que podrían haber salido a defender la isla contra el desembarco, pero el gobernador Prado prefirió dejar los barcos en el puerto y que sus efectivos pasaran a engrosar las defensas de las fortificaciones que protegían la ciudad, el Morro, la Punta y otras menores, a la sazón muy deficientes, como casi toda la estructura española en el Nuevo Mundo y casi siempre por falta de recursos económicos y por la impericia de los gobernantes, los cuales eran nombrados exclusivamente por amiguismo, dejando de lado la valía personal.
Curiosamente el gobernador español confió más en la llegada de un huracán o en una epidemia de fiebre amarilla, para defender la isla, que en la capacidad defensiva de la misma, la cual puso bajo las órdenes de un inepto coronel español llamado Francisco Caro.
Así las cosas, el día siete de junio se inició el desembarco y aquella misma noche ya estaba el ejército inglés desplegado en varios puntos de la costa entre Cojímar, donde se instaló el cuartel general inglés y La Habana.
Los recursos defensores de las playas se tuvieron que retirar hacia Guanabacoa, una pequeña ciudad próxima a la capital, de la que era alcalde José Antonio Gómez y Pérez de Bullones, a quien todo el mundo conocía como Pepe Antonio.

Dibujo a plumilla de Pepe Antonio

Había nacido en 1704 en Cuba, dentro de una familia de holgada posición económica, destacando en su círculo social por su enorme fortaleza física, así como por su destreza como jinete y cazador. Pronto mostró sus deseos de enfocar su vida hacia la carrera militar y en cuanto tuvo la edad reglamentaria ingresó en las milicias en las que alcanzó el grado de teniente.
Circunstancias familiares le impulsaron a dejar la vida militar y ocuparse de la faceta mercantil de su familia y a realizar una gran vida social, llegando a ser Alcalde Mayor Provincial de la Santa Hermandad de Guanabacoa, cargo en el que era especialmente querido y respetado por sus convecinos, entre los que gozaba de gran predicamento.
Tenía cincuenta y ocho años cuando los ingleses desembarcaron en la isla con espíritu de conquista.
Inmediatamente Pepe Antonio se puso en marcha ante la pasividad y la falta de conocimientos que sabía que el gobernador militar tenía y organizó a sus conciudadanos en milicias populares, a las que se adhirieron muchos hombres de otras villas.
Carecían de armas, sobre todo de artillería y armas modernas, pero estaban sobrados de ardor patrio y con machetes y herramientas, se enfrentaron a los ingleses, ocupando los puntos estratégicos, aunque los más peligrosos que su líder conocía a la perfección.
Desplegando tácticas de guerrilla, azuzó a los invasores a los que provocó más de trescientas bajas y muchos prisioneros, pero su esfuerzo iba a ser inútil, dada la superioridad en todos los órdenes que presentaban los ingleses que entraron en Guanabacoa unos días después.
En sus escaramuzas contra los ingleses, sus hombres popularizaron un golpe con el machete que se hizo muy famoso, pues era de una gran efectividad y que empezó a conocerse como “golpe de chaleco”, aunque no se sabe bien por qué razón, ni cuales eran las características del golpe.
La falta de entendimiento con el coronel Caro que llegó incluso a humillarlo por haber dejado a los ingleses entrar en la villa, motivaron un fuerte enfrentamiento, tras el cual Pepe Antonio se retiró con algunos de sus leales a las ruinas del antiguo ingenio de San Jerónimo de Peñalver, no muy lejos de su ciudad, en donde días después contrajo la fiebre amarilla, de la que falleció el 26 de julio.
La fiebre amarilla es una enfermedad transmitida por mosquitos, tan abundantes en la zona y que llevaron a tierras americanas los esclavos traídos de África, donde es endémica. Se le llama amarilla por la ictericia que produce.
Después de días de feroz lucha, los ingleses entraron en La Habana el 14 de agosto, esquilmando todos los tesoros de la ciudad, valorados en más de un millón de pesos y casi otros dos millones en equipamiento militar y apoderándose de todos los buques atracados en el puerto y de sus mercancías.
Actualmente este ilustre ciudadano, muy poco conocido en España, está considerado un héroe nacional en Cuba, hasta el punto de que se cambió el nombre de Guanabacoa y ahora se la conoce como “Villa Pepe Antonio”.
También es poco conocido el hecho incuestionable de que Inglaterra invadió Cuba con una poderosa escuadra y ocupó la isla durante once meses, al cabo de los cuales y por unas operaciones diplomáticas se efectuó un canje de la isla por territorios españoles en La Florida. y diez días merra nos declarpara españa ontra ntra el enemigo com

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