Todo empezó
por unos pactos. Los llamados Pactos de Familia que se firmaron entre los
Borbones reinantes en Francia y España con distintos objetivos, siendo el
tercero de ellos, de 1761 entre Luís XV y Carlos III, firmado con objeto de
defenderse mutuamente contra cualquier país que declarase la guerra a uno de
ellos, pero sobre todo contra el enemigo común que era Inglaterra.
La firma de
este Pacto trajo graves consecuencias para España cuyo poderío naval y
terrestre ya comenzaba a declinar, pues casi de inmediato Inglaterra nos
declaró la guerra en enero de 1762 y diez días más tarde hicimos lo propio.
Se sabía
positivamente que Inglaterra iba a tratar de atacar las colonias americanas,
como ya en la década de los años cuarenta había intentado con la llamada Guerra
de la oreja de Jenkins, o Guerra del Asiento, la cual se puede consultar en mi
artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2013/03/la-guerra-de-la-oreja-de-jenkins.html,
solo que en aquella ocasión el almirante inglés Lord Vernon salió mal parado de
su intento de conquistar Cartagena de Indias y hubo de salir huyendo del
Caribe, a pesar de la enorme flota que había reunido.
De
inmediato, la Pérfida Albión, como entonces se la conocía en España, comenzó
los preparativos para un desembarco en las islas de las Antillas, aunque
todavía sin decidir cual sería el destino inicial más conveniente.
El propio
rey inglés decidió utilizar un importante cuerpo de ejército que Inglaterra
tenía destacado en La Maritinica y otras islas del las Antillas, sobre todo en
Jamaica, en poder de los ingleses desde 1655, para lo que encargó un plan de
ataque al Almirantazgo, que decidió empezar la conquista por la isla de Cuba.
Nuevamente
Jorge III, rey de Inglaterra, nombró al general Keppel, conde de Albermale como
general de las fuerzas de tierra y al almirante Pocock para el mando de la
escuadra que salió el día 5 de marzo de aquel años y que estaba compuesta por
cuatro navíos de línea, una fragata, treinta transportes en los que embarcaron
cuatro mil infantes de marina, diecinueve buques con provisiones y nueve con
artillería, munición y pertrechos.
Confiaban
los ingleses que en la colonias no se tuviese aún noticias de la declaración de
guerra entre ambos países y no tuviesen debidamente preparadas las defensas de
la isla, pues en aquella época solamente se realizaban viajes a las américas en
dos ocasiones a lo largo del año. Y así habría ocurrido de no ser por una
tempestad que dispersó la escuadra en su viaje hacia las Antillas, volviéndose
a reunir en Barbados, desde donde salieron para Martinica, ya con considerable
retraso.
Una vez en
Martinica se le agregaron más unidades navales y terrestres y hasta el seis de
mayo no se pudieron hacer a la mar y ya en travesía hacia Cuba, se le unió otra
escuadra que venía de América del Norte y estaba compuesta por cincuenta y tres
buques de guerra de varias clases, barcos de transportes y municiones de boca y
guerra y diez mil ochocientos soldados.
Como se ve,
la fuerza atacante era prodigiosa y bien organizada según queda demostrado en
la sincronización con la que las distintas unidades se fueron sumando a la
escuadra inicial, teniendo en cuenta que no había otro medio de comunicación
que el directo, por lo que las órdenes, por escrito debían ser muy precisas y
cumplirse con extremado escrúpulo para que toda la operación pudiera
sintonizarse.
Navegaron
hasta el sur de la isla de Cuba, la cual habían de rodear para llegar a La
Habana que era el punto de desembarque y el día tres de junio, las dos fragatas
que iban en descubierta avistaron a una pequeña flota española que estaba
compuesta por dos fragatas que daban escolta a un cargamento de madera para los
astilleros cubanos. Los ingleses consiguieron capturar a cuatro de los barcos
españoles, escapando una goleta.
Tres días
después la escuadra inglesa estaba a seis leguas al este de la Habana y
preparada para el desembarco que, para nuestra desgracia tenía que defenderlo
el mariscal de campo Juan de Prado, gobernador militar de la isla, un hombre
muy académico, con escasas luces que se enfrentaba a un genio militar como era
el inglés Keppel.
En aquellos
momentos en el puerto de La Habana había bastantes buques de guerra que podrían
haber salido a defender la isla contra el desembarco, pero el gobernador Prado
prefirió dejar los barcos en el puerto y que sus efectivos pasaran a engrosar
las defensas de las fortificaciones que protegían la ciudad, el Morro, la Punta
y otras menores, a la sazón muy deficientes, como casi toda la estructura
española en el Nuevo Mundo y casi siempre por falta de recursos económicos y
por la impericia de los gobernantes, los cuales eran nombrados exclusivamente por
amiguismo, dejando de lado la valía personal.
Curiosamente
el gobernador español confió más en la llegada de un huracán o en una epidemia
de fiebre amarilla, para defender la isla, que en la capacidad defensiva de la
misma, la cual puso bajo las órdenes de un inepto coronel español llamado
Francisco Caro.
Así las
cosas, el día siete de junio se inició el desembarco y aquella misma noche ya
estaba el ejército inglés desplegado en varios puntos de la costa entre
Cojímar, donde se instaló el cuartel general inglés y La Habana.
Los recursos
defensores de las playas se tuvieron que retirar hacia Guanabacoa, una pequeña
ciudad próxima a la capital, de la que era alcalde José Antonio Gómez y Pérez
de Bullones, a quien todo el mundo conocía como Pepe Antonio.
Dibujo a
plumilla de Pepe Antonio
Había nacido
en 1704 en Cuba, dentro de una familia de holgada posición económica,
destacando en su círculo social por su enorme fortaleza física, así como por su
destreza como jinete y cazador. Pronto mostró sus deseos de enfocar su vida
hacia la carrera militar y en cuanto tuvo la edad reglamentaria ingresó en las
milicias en las que alcanzó el grado de teniente.
Circunstancias
familiares le impulsaron a dejar la vida militar y ocuparse de la faceta
mercantil de su familia y a realizar una gran vida social, llegando a ser Alcalde
Mayor Provincial de la Santa Hermandad de Guanabacoa, cargo en el que era
especialmente querido y respetado por sus convecinos, entre los que gozaba de
gran predicamento.
Tenía
cincuenta y ocho años cuando los ingleses desembarcaron en la isla con espíritu
de conquista.
Inmediatamente
Pepe Antonio se puso en marcha ante la pasividad y la falta de conocimientos
que sabía que el gobernador militar tenía y organizó a sus conciudadanos en
milicias populares, a las que se adhirieron muchos hombres de otras villas.
Carecían de
armas, sobre todo de artillería y armas modernas, pero estaban sobrados de
ardor patrio y con machetes y herramientas, se enfrentaron a los ingleses,
ocupando los puntos estratégicos, aunque los más peligrosos que su líder
conocía a la perfección.
Desplegando
tácticas de guerrilla, azuzó a los invasores a los que provocó más de
trescientas bajas y muchos prisioneros, pero su esfuerzo iba a ser inútil, dada
la superioridad en todos los órdenes que presentaban los ingleses que entraron
en Guanabacoa unos días después.
En sus escaramuzas
contra los ingleses, sus hombres popularizaron un golpe con el machete que se
hizo muy famoso, pues era de una gran efectividad y que empezó a conocerse como
“golpe de chaleco”, aunque no se sabe bien por qué razón, ni cuales eran las
características del golpe.
La falta de
entendimiento con el coronel Caro que llegó incluso a humillarlo por haber
dejado a los ingleses entrar en la villa, motivaron un fuerte enfrentamiento,
tras el cual Pepe Antonio se retiró con algunos de sus leales a las ruinas del
antiguo ingenio de San Jerónimo de Peñalver, no muy lejos de su ciudad, en
donde días después contrajo la fiebre amarilla, de la que falleció el 26 de
julio.
La fiebre
amarilla es una enfermedad transmitida por mosquitos, tan abundantes en la zona
y que llevaron a tierras americanas los esclavos traídos de África, donde es
endémica. Se le llama amarilla por la ictericia que produce.
Después de
días de feroz lucha, los ingleses entraron en La Habana el 14 de agosto,
esquilmando todos los tesoros de la ciudad, valorados en más de un millón de
pesos y casi otros dos millones en equipamiento militar y apoderándose de todos
los buques atracados en el puerto y de sus mercancías.
Actualmente este
ilustre ciudadano, muy poco conocido en España, está considerado un héroe
nacional en Cuba, hasta el punto de que se cambió el nombre de Guanabacoa y ahora
se la conoce como “Villa Pepe Antonio”.
También es
poco conocido el hecho incuestionable de que Inglaterra invadió Cuba con una
poderosa escuadra y ocupó la isla durante once meses, al cabo de los cuales y
por unas operaciones diplomáticas se efectuó un canje de la isla por
territorios españoles en La Florida.
Muy interesante...
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