Muchos son
los tópicos que circulan alrededor de las populares zanahorias: que son muy
buenas para la vista, porque los conejos que la comen con frecuencia, no usan
gafas o que ayudan a adquirir un tono bronceado en la piel, cosa que no está
demostrada, pero lo cierto es que son un grupo de hortalizas de los más
populares y sobre la que existe una historia, cuando menos curiosa.
Las
zanahorias proceden originariamente de Oriente Medio, Irán y Afganistán, donde
ya se las conocía hace más de cuatro mil años y en donde se consumían solamente
sus hojas y semillas y no la raíz, que es la única parte que se consume en la
actualidad. Es más que posible que en aquel tiempo, en el que crecía
asilvestrada, no fuera demasiado gustosa al paladar, pero incorporada a la
horticultura, es precisamente su condición de tubérculo lo que la hace muy
apetecible.
Su
progresiva incorporación a la agricultura controlada, la selección de las
semillas, los cruces o los riegos, hicieron que su raíz fuese progresivamente
más carnosa, abundante y de mejor sabor, hasta incorporarle su matiz dulce
característico.
La
versatilidad de esta humilde planta es tanta que su consumo se ha extendido por
todo el mundo, donde se usa en guisos, estofados, pastelería e incluso
encurtida o aliñada. Y lo más curioso es que se trata de una fuente de
alimentación tanto humana como animal.
Parece que
entre los siglos VIII y X, la zanahoria llegó a España como consecuencia de la
invasión islámica y desde aquí se extendió a toda Europa, de una manera tan
rápida que pronto llegó a los países mas norteños, en donde la raíz causaba
furor en sus múltiples preparaciones.
En un
primer lugar y durante muchos siglos, las zanahorias eran moradas, del color de
las actuales berenjenas, o de sus parientes la remolacha y su pulpa era del
mismo tono, aunque había algunas variedades de color más claro, como
amarillento.
El gran
inconveniente que presentaban aquellas hortalizas era que teñían todos los
guisos de un color morado poco apetitoso, además de que manchaban las manos de
quienes las manipulaban de un violeta casi indeleble. Así que los horticultores
buscaban soluciones para hacer más apetitosa aquella planta que producía buenos
beneficios y se daban con profusión casi en cualquier clima.
La solución
vino de la mano del patriotismo sensiblero y anti español de las Provincias
Unidas (actuales Países Bajos), en donde España ejercía una férrea disciplina
con personajes tan célebres como el Duque de Alba, terror de adultos y niños, a
los que se asustaba con este personaje como si del “Coco” se tratase.
En el
siglo XVI se inició una abierta hostilidad contra los dominadores españoles,
desencadenándose una guerra que duró ochenta años y en la que a las fuerzas
españolas de ocupación se le fueron oponiendo los nobles flamencos que trocaron
su inicial lealtad a España, por el enfrentamiento abierto y belicoso.
Quizás el
personaje más destacado en esta lucha rebelde contra España fue Guillermo de
Orange-Nassau que en 1544 se convirtió en Príncipe de Orange y al que el pueblo
reconocía con el mote de “El Taciturno”.
Nacido en
1533 en Nassau, en la actual Alemania, era el mayor de once hermanos y fue inicialmente
educado en la fe luterana, pero su emperador, Carlos V, decidió que su
educación fuese católica, por lo que lo sacó de su familia y lo envió a Bruselas,
donde su hermana María de Austria ejercía como regente de todos los dominios
del emperador.
Allí
creció Guillermo como leal súbdito del imperio y a la muerte de Carlos V,
continuó su lealtad al nuevo rey, Felipe II.
El haberse
educado en ambas religiones condicionó su vida, estando en profundo desacuerdo
con las persecuciones sistemáticas que sufrían los luteranos y que alcanzó el
colmo de su desesperación cuando se decidió la instauración de los Tribunales
de la Inquisición en Flandes.
El
descontento de la población flamenca y el empecinamiento español de creerse en
posesión de la verdad revelada, tensaron la vida en todas las Provincias y no
tardó mucho en que un grupo de nobles formara lo que se llamó “Asamblea de
Nobles” que en abril de 1566, presentó, ante la hermana del rey Felipe II, la
regente Margarita, una serie de reivindicaciones que se conocen como Compromiso
de Breda, entre las que se exigía mayor presencia flamenca en los órganos de
dirección del país, totalmente copado por españoles y sobre todo terminar con
la persecución a los protestantes.
Guillermo de Orange, “El Taciturno”
Como es
natural, las peticiones cayeron en saco roto y el pueblo contestó con una
oleada de desmanes hacia edificios religiosos, sobre todo destinada a destruir
las imágenes que la ortodoxia luterana consideraba proscritas, como establece
el segundo mandamiento recogido en las Tablas de la Ley de Moisés (ver mi
artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2013/03/los-diez-mandamientos.html).
Esta
movilización, conocida como “Tormenta de las imágenes”, condujo a la
destrucción de cientos de esculturas, imágenes y cuadros de iglesias y
monasterios, acompañada de desordenes públicos, hasta el punto que la regente
pareció ceder en las pretensiones, pero su hermano, el rey Felipe, tenía otras
ideas y envió al duque de Alba para restaurar el orden.
Conocido
como el Duque de Hierro, el artífice de una gran parte de nuestra leyenda
negra, lo que hizo fue crear un tribunal que se conoció popularmente como
Tribunal de la Sangre, para juzgar a los implicados en las revueltas.
En vista
del cariz que tomaban los acontecimientos Guillermo de Orange se marchó a Nassau,
su lugar de nacimiento y fuera del alcance de los españoles.
Desde ese
momento participó en todas las guerras que iniciaron un periodo conocido como
Guerra de los Ochenta Años, como se dijo más arriba.
Esta
actitud de Guillermo le hizo crecer en popularidad entre el pueblo flamenco,
que hacía ondear la bandera de la Casa de Orange en las torres de todas las
poblaciones hasta que, tras muchas vicisitudes que no vienen al objeto de este
artículo, entró triunfante en Bruselas.
La
sublevación de las Provincias Unidas era un hecho y en 1581, dejaron de
reconocer a Felipe II como a su rey, es decir, una declaración unilateral de
independencia, que ahora suena mucho.
Guillermo
de Orange era el noble mejor situado para ocupar el trono, pero no contaba que
Francia, su aliada contra España, no iba a ver con buenos ojos ese asalto al
poder.
La
complicada situación en la que estaba Guillermo, vino a resolverla un fanático
católico llamado Balthasar Gérard, un francés partidario del rey Felipe II que
consideraba al de Orange un traidor a España y a la religión católica, el cual,
estimulado por las veinticinco mil coronas que el rey español ofrecía por la
cabeza de Guillermo, decidió atentar contra su vida, lo que consiguió el 10 de
julio de 1584, descerrajándole un tiro de pistola a quema ropa, tras una larga
maniobra de aproximación a su persona para ganarse su confianza y poder estar
cerca de él.
Este hecho
confiere a Guillermo de Orange el dudoso honor de haber sido el segundo personaje
asesinado por arma de fuego.
Su muerte
produjo una honda tristeza en Flandes, donde a pesar de su pérdida de
popularidad, seguía siendo muy querido, sobre todo en el campesinado.
Una buena
cantidad de agricultores decidieron homenajear a la figura del militar y
político desaparecido y no se les ocurrió otra cosa que trocar el color de las
zanahorias.
Mendel, el
sacerdote de las leyes de la genética, no había nacido todavía, pero los
campesinos experimentaban con los cultivos, sobre todo con aquellos productos
que proporcionaban pingües beneficios como eran las zanahorias y qué mejor
forma de honrar al héroe que consiguiendo que estas raíces violáceas cambiaran
al color del apellido de Guillermo.
Orange,
como todo el mundo sabe, es “naranja” en inglés y después de muchos cruces y selecciones,
consiguieron que la raíz de la planta presentara el color naranja
brillante que tienen en la actualidad.
Ciertamente
que con los cultivos selectivos y con la intención de dar satisfacción a todos
los mercados, actualmente se comercializan zanahorias de varios colores, como
puede apreciarse en esta fotografía.
¡De qué
forma tan bonita y ecológica puede un pueblo homenajear a un héroe nacional!
Bonita historia. Un abrazo!!!
ResponderEliminarPepe, ironías bien narradas de este país, tan rarito
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