Hace ya algunos años publiqué un artículo sobre un
hecho acaecido en la Castilla de mediados del siglo XV, cuando los nobles
castellanos, encabezados por el vengativo y versátil Juan Pacheco, entronizaron
como rey al infante Alfonso, hermano de padre del rey Enrique IV, de
Trastámara, apodado el Impotente, y de Isabel, que luego sería la reina Católica.
(Puedes consultarlo en: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/search?q=A+TIERRA+PUTO).
Durante
tres años, en Castilla hubo dos reyes con sus respectivas cortes y sus
ejércitos, un hecho que de haber durado habría traído graves consecuencias para
el reino y a la muerte de Enrique, Alfonso habría sido el nuevo rey y su
hermana Isabel no habría sido una de las reinas más importantes de España.
Pero la
repentina muerte del infante en Cardeñosa un pueblo de Ávila, cuando iba camino
de Toledo al frente de su ejército, liberó a Enrique del problema y abrió el
camino al trono de Isabel.
Se dijo
que la causa de la muerte fue “la peste bubónica”, una enfermedad que había
asolado España décadas antes, pero la duda se asentó poco a poco entre la
nobleza y en toda la sociedad.
El infante
había llegado por la tarde al poblado de Cardeñosa, en aquella época un lugar
escasamente poblado, donde su ejército acampó, preparándose para descansar.
Aquella noche cenó en una posada de la localidad, donde se le sirvió una trucha.
De inmediato se sintió indispuesto y pasó varios días en la cama debatido entre
altas fiebres, terminando por perder el habla y la conciencia.
No eran
los síntomas de la peste, sino más bien de un envenenamiento, es decir, una
muerte provocada que pusiera fin a la compleja situación por la que atravesaba
la corona.
En el año
2013, profesores de la universidad de León publicaron un estudio en la revista “Hidalguía”,
tras realizar un examen de los restos del infante, en el que se establece que
no padeció la famosa peste bubónica, pues no se hallaron vestigios del bacilo
que provoca esta enfermedad, el “yersina
pestis”.
Por otro
lado, el hecho de acampar en medio del campo, alejada de cloacas, vertederos y
otros lugares propios de aglomeraciones urbanas en los que los roedores
proliferaban y por tanto en una zona donde no existen las ratas imprescindibles
para la transmisión de la enfermedad, incide notablemente en la teoría del
envenenamiento.
Tumba de Alfonso el Inocente en la Cartuja de Miraflores (Burgos)
El dilema
se centra en encontrar a un sospechoso de dicho envenenamiento que había de ser
una persona muy cercana al infante, con poder, ambición y pocos escrúpulos,
beneficiada con la muerte y capaz de medrar a costa de ella. Pocas personas con
esas características rodeaban al infante y quien más papeletas tenía es el
sibilino Juan Pacheco.
Es este un
personaje oscuro de la historia de España, al que no se conoce demasiado y del
que no se ha hablado salvo en medios muy técnicos.
Juan
Pacheco nació en Belmonte (Cuenca) 1419 de linaje originariamente portugués;
marqués de Villena, duque de Escalona y maestre de la Orden de Santiago, fue la
persona que ejerció mayor poder en Castilla durante parte del reinado de
Enrique IV.
Su padre,
Alonso Téllez Girón formaba parte muy importante del entorno del todopoderoso
Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, valido del rey Juan II, por cuya
mediación el joven Juan Pacheco entró a servir como doncel en la casa del
príncipe heredero Enrique, del que se hizo amigo, confidente y dueño de su
voluntad.
Viendo el
de Luna cómo el heredero de la corona solamente veía por los ojos del joven
Pacheco, hizo lo que en aquellos tiempos era costumbre, hacerlo entrar en su
casa para asegurarse su fidelidad y lo obligó bajo amenazas a él y su familia a
casarse con su sobrina Juana (en algunos textos se la llama Angelina, como su
madre. También se dice que era su prima), hija de fray Rodrigo de Luna, prior
de la Orden de San Juan y su manceba Angelina de Cerriala. El matrimonio fue un
desastre y ni siquiera llegó a consumarse, según la propia Juana denunció años
después.
Es natural
que Pacheco, de noble cuna y bien posicionado en la corte del príncipe
heredero, no quisiera casarse con la hija de un fraile y su concubina y menos
entrar en una familia que lo controlara, pero el poder del Condestable era tal
que ni siquiera la intervención del príncipe a su favor pudo evitar el
matrimonio que se anularía años más tarde, cuando don Álvaro de Luna había
comenzado su declive que se inicia en 1439 con la llamada Sentencia de
Castronuño, que le obliga a abandonar la corte de Juan II, durante seis meses.
No pierde
el tiempo Pacheco y escala puestos en la privanza del príncipe y en la boda de
éste con Blanca de Navarra, es designado para llevar el cuchillo en la mesa
real. Hoy puede parecer una nimiedad, pero detalles como ese, no descubrirse
ante el rey, o permanecer sentado, reflejaban el poder de determinados nobles
en la corte.
En 1441 el
rey Juan II le nombra miembro del Consejo de Castilla, para representar a su
hijo Enrique y ya tenía claro lo que deseaba: ser en la corte del próximo rey,
lo mismo que el Condestable Luna había sido en la de su padre.
En 1445,
Juan II le nombra Marques de Villena, uno de los marquesados más ricos de
Castilla y más densamente poblados, con más de ciento cincuenta mil súbditos.
Álvaro de
Luna terminó ajusticiado el 3 de junio de 1453 y un año más tarde moría Juan
II, proclamándose rey a Enrique IV que poco tardó en dejar todos los asuntos de
estado en manos de su amigo y consejero Pacheco que ascendió como la espuma
hasta alcanzar el lugar más preponderante de la corte de Castilla.
Ya por
aquellas fechas se había hecho un hueco en la corte y actuaba como mayordomo
mayor, un personaje que habría de tener notable incidencia en el futuro de
Castilla y España: Beltrán de la Cueva.
Pero el
reinado de Enrique IV no va a ser fácil y está empañado por la vida privada del
monarca, sobre el que empiezan a circular rumores de supuesta homosexualidad,
pues el matrimonio con su primera esposa, aquel en el que Pacheco había portado
el cuchillo, no se había consumado, entrando en un proceso de anulación.
Los
rumores, desatados por falta de verdadera información, introducían en la cama
del monarca tanto al propio Pacheco, como a Beltrán de la Cueva, a los que
naturalmente esa acusación de homosexualidad no beneficiaba en absoluto.
Para
contrarrestar la rumorología no faltaron damas cortesanas que se prestasen a asegurar
que habían mantenido relaciones más que normales con el rey, al cual agradaban
la mujeres y se comportaba en la cama como varón.
Así, para
terminar de acallar la rumorología se buscó una princesa desposable y se
encontró en Juana de Portugal, cuya boda se celebró en 1455.
Pero la
ambición es mala y la envidia aún peor y el poderío de Pacheco empieza a
marchitarse, entrando en rivalidad con nobles tan destacados como el duque de
Medina Sidonia, Juan de Guzmán, de la más rancia estirpe y Grande de España;
pero sin desdeñar a otros personajes de la corte, como el propio Beltrán de la
Cueva, o el administrador real Iranzo.
Como es
sabido, Enrique IV tenía dos hermanos del segundo matrimonio de su padre que
eran Isabel y el infante Alfonso, uno de los cuales sucedería a Enrique, pero
en 1462 nació Juana, supuesta hija del rey y de su nueva esposa, Juana de
Portugal, cuya paternidad se atribuyó a Beltrán de la Cueva, hasta el extremo
de que la pobre criatura pasó a la historia como la “Beltraneja”.
En el fondo,
el rey estaba agradecido al de la Cueva que había disipado su fama de
homosexual e impotente y habiendo reconocido a la pequeña, la nombró su
heredera, por lo que ocurrían dos cosas: Beltrán ascendía, ensombreciendo a
Pacheco, al que acabó sustituyendo en todas las labores y Alfonso e Isabel, los
hermanos de padre del rey se quedaban a verlas venir.
Y empezó
la conspiración de Pacheco que se busco poderosos aliados entre la más alta
nobleza, para forzar al rey a reconocer a Alfonso como su heredero.
Y en ese
punto ese produce la Farsa de Ávila que enemista a Enrique IV con Pacheco de
forma que parece irremediable, pero el de Villena no tiene escrúpulos y sí
mucha ambición, por lo que presentando la muerte del infante como solución al
problema, vuelve a ganarse la confianza del rey, hasta el extremo que éste le
entrega la custodia de su hermana Isabel.
En 1474 se
dirigía Pacheco hacia la ciudad de Trujillo, en Extremadura, que le había sido
cedida, cuando le sobrevino un “apostema en la garganta” que acabó con su vida
de modo fulgurante.
Un
apostema es una especie de absceso supurante que en el caso de producirse en la
garganta le produjo una asfixia de la que falleció.
Un
personaje poderoso que no dudó en sacrificar a un inocente, para satisfacer sus
antojos, a la vez que cambiar el destino de un país.
Muy bueno. Y apliquemosle el dictus: “Villano en mulo no conoce ni Dios ni mundo. Feliz año nuevo
ResponderEliminarComisario
ResponderEliminarhas cerrado el 2018 con una magistral lección de Historia que tanto necesitamos recordar, pues en nuestra época la Historia se estudiaba con todo detalle. Te deseo que nos sigas alegrando con la lectura de otros 52 LUPAS en 2019
Artículo enriquecedor. GraciaSe y enhorabuena.
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