viernes, 7 de diciembre de 2018

ABAJO LOS GRANDES HOMBRES





¿Es solo cosa de nuestro país, tan zaherido últimamente, o se padece en otros lugares? Creo que es un afán abigarrado de un sector muy concreto del pensamiento, el de arremeter contra los muertos por cualquier mancha que tengan en su haber, aunque la mancha no exista y en el otro platillo de la balanza ya no quepan más buenos quehaceres; claro que eso será siempre que el finado no represente la ideología del que arremete, aunque el pobre muerto ni siquiera hubiera tenido una ideología transportable a tiempos modernos.
Hace unos meses, un abogado madrileño ha solicitado del Ayuntamiento de la capital que se quite el nombre a una calle dedicada a Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, so pretexto de que era un genocida que quiso acabar con la etnia gitana.
Dicha petición, que no ha recibido contestación del Ayuntamiento, se basa en un estudio de un catedrático de Historia Moderna de La Rioja que asegura que en 1749 el marqués de la Ensenada intentó poner en marcha un plan para acabar con los gitanos.
No se concluye si al final lo consiguió, pero a la vista de los resultados es obvio que fue un fracaso, habida cuenta del número cada vez más creciente de gitanos en España. Más adelante se expondrá en qué consistió este plan, pero antes es necesario un poco de historia.
El Marqués de la Ensenada, como es conocido en la historia, fue un militar, político y hombre ilustrado nacido en un pueblo de La Rioja en 1702, en el seno de una familia de hidalgos. Recibió una esmerada educación que él acrecentó por su enorme afán de aprender y con dieciocho años ya estaba trabajando como escribiente en una compañía naviera de Cádiz, en donde casualmente conoció a José Patiño, a la sazón Ministro de Marina, con ocasión de la visita que giraba al Arsenal de La Carraca, en La Isla de León, actualmente San Fernando.
La preparación del joven Zenón debió impresionar a Patiño, que se lo llevó con él a Madrid, colocándolo inmediatamente en la Armada. Desde allí participó en la campaña de Orán contra los turcos, donde destacó por su valor e inteligencia, participando también en las campañas del Reino de Nápoles, a favor de su rey, Carlos VII de Nápoles, futuro Carlos III de España, el cual era el primer hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio y que en vista de la valía personal del militar, propuso al rey su nombramiento como Marqués de la Ensenada, cuando solamente tenía treinta y cuatro años.
Su carrera fue ascendente dentro de la Armada y en 1737 fue nombrado secretario del infante don Felipe de Parma, hermano menor de Carlos III. Unos años más tarde, cuando apenas había cumplido los cuarenta, fue nombrado ministro de Marina por Felipe V.
Y a partir de ese momento su carrera política dejó de lado a la de militar y marino, destacando como un gran hombre de estado con una profunda preocupación: sabía que era necesario reformar el Estado, pero su espíritu era más bien conservador por lo que dedicó su empeño en algunas de las reformas que a su juicio se hacían más inminentes, sin tratar de reformarlo todo, aunque buena falta hacía.
Una de ellas fue la renovación de la Armada, imprescindible para mantener la hegemonía de los mares y a la que conocía muy bien. Evidentemente lo consiguió y en el siglo XVIII la orgullosa Armada Española se enseñoreaba de todos los mares. Lástima que acabara en el fondo de Trafalgar por la impericia de su almirante en 1805.

El Marqués de la Ensenada

Muerto Felipe V, le sucedió su hijo Fernando VI y en su primer gobierno, Ensenada fue encargado de las carteras de Hacienda, Guerra, Marina e Indias que como se puede ver suponía más de la mitad del peso del gobierno.
Quizás la mayor aportación a la política y la economía fue la creación del Catastro que se inició en 1749 en los quince mil municipios de Castilla, es decir, excepto las provincias vascongadas y Aragón, con una minuciosa investigación de todos los habitantes, las propiedades territoriales, los edificios, el ganado, las rentas y todos los detalles que pudieran interesar para tener un exacto conocimiento de la esencia del estado, su censo de población y sus riquezas.
Esta investigación se conoce como “Catastro de Ensenada” y su finalidad no era otra que la de establecer un sistema impositivo único, similar al que regía en Cataluña.
Se realizó sobre la base de un cuestionario de cuarenta preguntas que cada vecino tenía que contestar.
Como parece natural, la tarea fue abrumadora y a sabiendas de que contenía muchas ocultaciones, falsedades e inexactitudes, fue un material de primer orden y la mejor herramienta para conocer la realidad, siquiera aproximada del país.
Una curiosidad es la propia palabra “catastro” que usamos a diario, sin saber muy bien qué significa, aunque por semejanza parece proceder de algo calamitoso (catástrofe), pero no es así, en realidad quiere decir: “lista”, “línea a línea”.
Otra importante contribución del marqués fue la reimplantación del llamado “Quinto Real” que era un tributo que se pagaba al rey cuando se descubría un tesoro o se capturaba una pieza valiosa, como una ciudad, un buque, etc. Es lo que hoy seguimos pagando por los premios de las diferentes loterías.
Este tributo tenía mucha incidencia en las Colonias Americanas en relación con las explotaciones mineras, extracción de maderas y tesoros de los pueblos incas, aztecas, olmecas, etc.
El Quinto Real se enviaba a España en forma de lingotes de oro o plata, la manera más fácil de transportar y eso hizo que muchas piezas de valiosa orfebrería precolombina, fuesen fundidas. Este impuesto existía con anterioridad, pero no se aplicaba, consiguiendo el Marqués importantes aportaciones económicas a la corona.
Trazó carreteras, mejoró puertos, hizo navegables algunos tramos de diferentes ríos, creó el Observatorio de Marina de Cádiz, actualmente en San Fernando, creó entidades bancarias para hacer más fácil la transferencia de las riquezas. En el campo de las artes, creó la Academia de Bellas Artes de San Fernando y en el de la ciencia, la de Cirujanos de la Armada.
En fin, un hombre prolijo, bien dotado intelectualmente, emprendedor y valiente que seguramente tuvo un fallo impulsado por las circunstancias.
Con ocasión de la confección del Catastro se advirtió el elevado numero de gitanos que deambulaban por todo el territorio nacional, sin afincarse en ningún territorio pese a que desde los Reyes Católicos les estaba prohibida esa vida nómada a la que eran tan aficionados. Tenían la obligación de asentarse en el lugar que fuera y ponerse bajo la protección del señor del lugar y cumplir con todas las normas de convivencia dictadas, así como dedicarse a cualquiera de los oficios que estaban reglamentados.
En consecuencia el gobierno, con Ensenada a la cabeza, decidió una medida realmente drástica: detener a todos los gitanos y encerrarlos, separados por sexo: todos los varones mayores de siete años, en los tres Arsenales militares de Ferrol, Cádiz y Cartagena; las mujeres y niños menores, en Casas de Misericordia.
Su idea, completamente irrealizable, consistía en acabar con la raza gitana por falta de reproducción de la especie. Un verdadero disparate quizás incentivado o propiciado por la falta de integración de la etnia en la vida y costumbres españolas.
No ha sido España el único país en tomar medidas de esta clase y lamentablemente en fechas mucho más próximas, pero a este señor abogado que solicita que su nombre se borre del callejero madrileño, eso no parece importarle.
Ensenada empezó a caer en desgracia con el Catastro, que afectó a muchos poderosos y en 1754, aunque presentó su dimisión al no poder aguantar las intrigas palaciegas, el gobierno hizo leña del árbol caído y fue además desterrado, precisamente a mi pueblo, El Puerto de Santa María.
Posteriormente fue indultado por Carlos III y falleció en Medina del Campo, Valladolid, en 1781. Está enterrado en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando desde 1943.

Panteón de Marinos Ilustres (San Fernando)

Sí que persiguió a los gitanos, pero no los masacró ni extinguió y tiempo después de encerrarlos en los Arsenales, hubo que ponerlos en libertad y así continúan; en otros países sí que trataron de exterminarlos.
La pregunta que nos hacemos es la de por qué el Ayuntamiento de Madrid no ha dado respuesta a una propuesta tan demagógica y moderna como esa, máxime cuando en Barcelona se le ha quitado una plaza al Almirante Cervera, todo un héroe mundial, para dársela al mediocre actor Rubianes.
Quizás el Ayuntamiento ha considerado que subsiste gracias a un impuesto que se llama IBI y que procede de aquel famoso Catastro del Marqués de la Ensenada.
Hoy he leído en la prensa que en Los Ángeles, California, se ha retirado una estatua de Colón como “acto de justicia reparadora” porque “sus actos contribuyeron al mayor genocidio jamás registrado”. Lo dice el concejal Mitch O’Farrell, que seguramente olvida que los verdaderos genocidas fueron los ingleses e irlandeses que en su afán de conquista esquilmaron a todas las tribus indias de Norteamérica. Colón solamente descubrió para ellos aquel continente.

3 comentarios:

  1. Buen artículo sobre el Marqués de la Ensenada, hombre culto y en muchos temas como tú bien expones, adelantado a su época. Un abrazo!

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  2. Una buena e ilustrativa historia escrita por un buen escritor.Felicidades.

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  3. kata -hacia abajo-stikhos- linea. bella etimología

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