¿Es solo
cosa de nuestro país, tan zaherido últimamente, o se padece en otros lugares?
Creo que es un afán abigarrado de un sector muy concreto del pensamiento, el de
arremeter contra los muertos por cualquier mancha que tengan en su haber, aunque
la mancha no exista y en el otro platillo de la balanza ya no quepan más buenos
quehaceres; claro que eso será siempre que el finado no represente la ideología
del que arremete, aunque el pobre muerto ni siquiera hubiera tenido una ideología
transportable a tiempos modernos.
Hace unos
meses, un abogado madrileño ha solicitado del Ayuntamiento de la capital que se
quite el nombre a una calle dedicada a Zenón de Somodevilla, Marqués de la
Ensenada, so pretexto de que era un genocida que quiso acabar con la etnia
gitana.
Dicha
petición, que no ha recibido contestación del Ayuntamiento, se basa en un
estudio de un catedrático de Historia Moderna de La Rioja que asegura que en
1749 el marqués de la Ensenada intentó poner en marcha un plan para acabar con
los gitanos.
No se
concluye si al final lo consiguió, pero a la vista de los resultados es obvio
que fue un fracaso, habida cuenta del número cada vez más creciente de gitanos en
España. Más adelante se expondrá en qué consistió este plan, pero antes es
necesario un poco de historia.
El Marqués
de la Ensenada, como es conocido en la historia, fue un militar, político y
hombre ilustrado nacido en un pueblo de La Rioja en 1702, en el seno de una
familia de hidalgos. Recibió una esmerada educación que él acrecentó por su
enorme afán de aprender y con dieciocho años ya estaba trabajando como
escribiente en una compañía naviera de Cádiz, en donde casualmente conoció a
José Patiño, a la sazón Ministro de Marina, con ocasión de la visita que giraba
al Arsenal de La Carraca, en La Isla de León, actualmente San Fernando.
La
preparación del joven Zenón debió impresionar a Patiño, que se lo llevó con él
a Madrid, colocándolo inmediatamente en la Armada. Desde allí participó en la
campaña de Orán contra los turcos, donde destacó por su valor e inteligencia,
participando también en las campañas del Reino de Nápoles, a favor de su rey,
Carlos VII de Nápoles, futuro Carlos III de España, el cual era el primer hijo
de Felipe V e Isabel de Farnesio y que en vista de la valía personal del
militar, propuso al rey su nombramiento como Marqués de la Ensenada, cuando
solamente tenía treinta y cuatro años.
Su carrera
fue ascendente dentro de la Armada y en 1737 fue nombrado secretario del
infante don Felipe de Parma, hermano menor de Carlos III. Unos años más tarde,
cuando apenas había cumplido los cuarenta, fue nombrado ministro de Marina por
Felipe V.
Y a partir
de ese momento su carrera política dejó de lado a la de militar y marino,
destacando como un gran hombre de estado con una profunda preocupación: sabía
que era necesario reformar el Estado, pero su espíritu era más bien conservador
por lo que dedicó su empeño en algunas de las reformas que a su juicio se
hacían más inminentes, sin tratar de reformarlo todo, aunque buena falta hacía.
Una de
ellas fue la renovación de la Armada, imprescindible para mantener la hegemonía
de los mares y a la que conocía muy bien. Evidentemente lo consiguió y en el
siglo XVIII la orgullosa Armada Española se enseñoreaba de todos los mares.
Lástima que acabara en el fondo de Trafalgar por la impericia de su almirante
en 1805.
El Marqués de la Ensenada
Muerto
Felipe V, le sucedió su hijo Fernando VI y en su primer gobierno, Ensenada fue
encargado de las carteras de Hacienda, Guerra, Marina e Indias que como se
puede ver suponía más de la mitad del peso del gobierno.
Quizás la
mayor aportación a la política y la economía fue la creación del Catastro que
se inició en 1749 en los quince mil municipios de Castilla, es decir, excepto
las provincias vascongadas y Aragón, con una minuciosa investigación de todos
los habitantes, las propiedades territoriales, los edificios, el ganado, las
rentas y todos los detalles que pudieran interesar para tener un exacto
conocimiento de la esencia del estado, su censo de población y sus riquezas.
Esta
investigación se conoce como “Catastro de
Ensenada” y su finalidad no era otra que la de establecer un sistema
impositivo único, similar al que regía en Cataluña.
Se realizó
sobre la base de un cuestionario de cuarenta preguntas que cada vecino tenía
que contestar.
Como
parece natural, la tarea fue abrumadora y a sabiendas de que contenía muchas
ocultaciones, falsedades e inexactitudes, fue un material de primer orden y la
mejor herramienta para conocer la realidad, siquiera aproximada del país.
Una
curiosidad es la propia palabra “catastro”
que usamos a diario, sin saber muy bien qué significa, aunque por semejanza
parece proceder de algo calamitoso (catástrofe), pero no es así, en realidad
quiere decir: “lista”, “línea a línea”.
Otra
importante contribución del marqués fue la reimplantación del llamado “Quinto
Real” que era un tributo que se pagaba al rey cuando se descubría un tesoro o
se capturaba una pieza valiosa, como una ciudad, un buque, etc. Es lo que hoy
seguimos pagando por los premios de las diferentes loterías.
Este
tributo tenía mucha incidencia en las Colonias Americanas en relación con las
explotaciones mineras, extracción de maderas y tesoros de los pueblos incas,
aztecas, olmecas, etc.
El Quinto
Real se enviaba a España en forma de lingotes de oro o plata, la manera más
fácil de transportar y eso hizo que muchas piezas de valiosa orfebrería
precolombina, fuesen fundidas. Este impuesto existía con anterioridad, pero no
se aplicaba, consiguiendo el Marqués importantes aportaciones económicas a la
corona.
Trazó
carreteras, mejoró puertos, hizo navegables algunos tramos de diferentes ríos,
creó el Observatorio de Marina de Cádiz, actualmente en San Fernando, creó
entidades bancarias para hacer más fácil la transferencia de las riquezas. En
el campo de las artes, creó la Academia de Bellas Artes de San Fernando y en el
de la ciencia, la de Cirujanos de la Armada.
En fin, un
hombre prolijo, bien dotado intelectualmente, emprendedor y valiente que seguramente
tuvo un fallo impulsado por las circunstancias.
Con ocasión
de la confección del Catastro se advirtió el elevado numero de gitanos que
deambulaban por todo el territorio nacional, sin afincarse en ningún territorio
pese a que desde los Reyes Católicos les estaba prohibida esa vida nómada a la
que eran tan aficionados. Tenían la obligación de asentarse en el lugar que
fuera y ponerse bajo la protección del señor del lugar y cumplir con todas las
normas de convivencia dictadas, así como dedicarse a cualquiera de los oficios
que estaban reglamentados.
En
consecuencia el gobierno, con Ensenada a la cabeza, decidió una medida
realmente drástica: detener a todos los gitanos y encerrarlos, separados por
sexo: todos los varones mayores de siete años, en los tres Arsenales militares
de Ferrol, Cádiz y Cartagena; las mujeres y niños menores, en Casas de
Misericordia.
Su idea,
completamente irrealizable, consistía en acabar con la raza gitana por falta de
reproducción de la especie. Un verdadero disparate quizás incentivado o
propiciado por la falta de integración de la etnia en la vida y costumbres
españolas.
No ha sido
España el único país en tomar medidas de esta clase y lamentablemente en fechas
mucho más próximas, pero a este señor abogado que solicita que su nombre se
borre del callejero madrileño, eso no parece importarle.
Ensenada
empezó a caer en desgracia con el Catastro, que afectó a muchos poderosos y en
1754, aunque presentó su dimisión al no poder aguantar las intrigas palaciegas,
el gobierno hizo leña del árbol caído y fue además desterrado, precisamente a
mi pueblo, El Puerto de Santa María.
Posteriormente
fue indultado por Carlos III y falleció en Medina del Campo, Valladolid, en
1781. Está enterrado en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando desde
1943.
Panteón de Marinos Ilustres (San
Fernando)
Sí que
persiguió a los gitanos, pero no los masacró ni extinguió y tiempo después de
encerrarlos en los Arsenales, hubo que ponerlos en libertad y así continúan; en
otros países sí que trataron de exterminarlos.
La
pregunta que nos hacemos es la de por qué el Ayuntamiento de Madrid no ha dado
respuesta a una propuesta tan demagógica y moderna como esa, máxime cuando en
Barcelona se le ha quitado una plaza al Almirante Cervera, todo un héroe
mundial, para dársela al mediocre actor Rubianes.
Quizás el
Ayuntamiento ha considerado que subsiste gracias a un impuesto que se llama IBI y que procede de aquel famoso
Catastro del Marqués de la Ensenada.
Hoy he
leído en la prensa que en Los Ángeles, California, se ha retirado una estatua
de Colón como “acto de justicia reparadora” porque “sus actos contribuyeron al
mayor genocidio jamás registrado”. Lo dice el concejal Mitch O’Farrell, que
seguramente olvida que los verdaderos genocidas fueron los ingleses e irlandeses
que en su afán de conquista esquilmaron a todas las tribus indias de
Norteamérica. Colón solamente descubrió para ellos aquel continente.
Buen artículo sobre el Marqués de la Ensenada, hombre culto y en muchos temas como tú bien expones, adelantado a su época. Un abrazo!
ResponderEliminarUna buena e ilustrativa historia escrita por un buen escritor.Felicidades.
ResponderEliminarkata -hacia abajo-stikhos- linea. bella etimología
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