sábado, 18 de mayo de 2019

EL HIJO DE UNA "VIRGEN"





En el mes de junio del año 1587, un navío inglés que navegaba por aguas del Golfo de Vizcaya, muy cerca de la costa, sufrió un naufragio accidental. A la deriva y sujeto a unos restos flotantes se encontró, días después, a un superviviente. Su aspecto era lamentable tras varios días sometido al hambre, la sed y las inclemencias del tiempo.
Rescatado por un barco español, fue entregado a las autoridades de la ciudad de San Sebastián, en donde se le sometió a un duro interrogatorio sobre las circunstancias por las que su barco se había aproximado tanto a las costas españolas.
Hay que recordar que en aquellos momentos y diríamos que también antes y después, durante siglos, España e Inglaterra mantenían una constante enemistad motivada por el dominio del mar y la cuestión religiosa, por lo que un barco inglés cerca de las costas españolas era motivo de investigación.
Muy hábil, el náufrago se declara en principio inglés y católico y como motivo de su viaje dice que lo hace en peregrinación al Monasterio de Monserrat, pero su historia no cuela y pensando que se trata de un espía, lo trasladan a Madrid, en donde se le somete a un interrogatorio más profundo, en el curso del cual, derrotado, como se diría en el argot policial, tiene que decir la verdad y reconoce que es el hijo bastardo de la reina Elizabeth I de Inglaterra y de su amante, Sir Robert Dudley.
Como es natural, la confesión causa estupor entre los interrogadores que, de inmediato, ponen en conocimiento del rey Felipe II el resultado del interrogatorio.
Vivía en Madrid un caballero inglés llamado Sir Francis Englefield el cual fue requerido para que continuara el interrogatorio con mucho más conocimiento sobre la Corona Inglesa que los jueces españoles y emitiera un informe con sus conclusiones.
Hasta aquí lo que públicamente se conoce, pues todo el asunto cayó poco a poco en el olvido y allí se quedó durmiendo el sueño de los justos.
Nadie quería creer la historia que contaba aquel joven: ¿Hijo de una reina que era conocida como “La Reina Virgen”?, ¿una reina que puso en peligro la sucesión dinástica en su trono por su negativa a contraer matrimonio?

Elizabeth I, la Reina Virgen

La verdad es que aquello no parecía muy lógico y no se le habría dado ninguna credibilidad, por lo que se había olvidado para siempre, de haber sido por la perspicacia de un investigador histórico de la Universidad de Oxford llamado Paul Doherty, el cual encontró en el archivo de Simancas, cerca de Valladolid, ese que está en un edificio que parece un castillo sacado de un cuento de hadas, un expediente que llevaba por título “Documentación Englefield” y de cuyo estudio se desprendieron una serie de aclaraciones, coincidencias con hechos reales y muchas otras circunstancias más que, seguramente ya en su tiempo, hicieron pensar que aquel joven era efectivamente hijo de la reina de Inglaterra.
Tras su descubrimiento Doherty continuó la investigación en la Biblioteca Británica en donde encontró documentación que desde Madrid remitió un ciudadano inglés que actuaba en España como espía y que en mayo de 1588, es decir, al año siguiente, daba cuenta de la detención de Dudley y de qué manera las autoridades españolas tomaron en serio sus manifestaciones que hasta el propio rey le asignó una pensión y alojamiento en la corte.
El espía inglés que respondía a unas iniciales y cuya identidad se desconoce, había servido en la corte inglesa y en su correspondencia manifiesta que aprecia un enorme parecido entre el joven retenido en Madrid y su supuesto padre, al que conocía personalmente.

Sala central de la Biblioteca Británica

De qué forma se había iniciado esta historia en largo de narrar, pero sintetizaré al máximo.
Elizabeth I, la Reina Virgen, como se la conoce en la historia, era hija de Enrique VIII y Ana Bolena y fue la última representante de de la Casa Tudor, extinta por u contumacia en no querer contraer matrimonio y tener descendencia.
Su madre fue ajusticiada por orden de su propio padre, cuando Elizabeth tenía solamente tres años y seguidamente declarada hija ilegítima. No es de extrañar que con estos principios, la joven desarrollase animadversión al matrimonio, pero como se verá, no a los hombres en sí mismos.
No hubiera sido nunca reina sino mueren muy pronto sus hermanastros Eduardo VI que sucedió a Enrique VIII y María I, la hija de Catalina de Aragón, conocida como la “Sanguinaria” y que ha dado nombre al celebre coctel “Bloody Mary” , y, sobre todo, si antes de morir su padre no le hubiera restituido sus derechos sucesorios. Así, por vueltas de la vida, se convirtió en reina y en el trono permaneció por espacio de casi cuarenta y cinco años, durante los que no accedió a contraer matrimonio, conservándose soltera, pero parece que no entera, como ahora se diría.
Se comentaba en la corte los amoríos de la joven princesa que no era demasiado recatada y así mostró sus delirios por el barón de Seymour, nuevo esposo de Catalina Parr, viuda de su padre y a a su vez era cuñado del rey fallecido, pues era hermano de otra de sus esposas, Juana Seymour.
Con catorce años ya descollaba su femineidad y el barón que tenía casi cuarenta, se quedo prendado de la niña , nada recatados, empezaron un tórrido idilio en el que fueron sorprendidos por Catalina que les puso tierra de por medio.
Poco tiempo después, Catalina muere de parto y el rijoso barón reanuda su cortejo con la princesa, pero a su hermanastro, el rey Eduardo VI le hace poca gracia aquel despropósito y lo manda ejecutar y confiscar todos sus bienes.
Un nuevo romance surge en la vida de la princesa y esta vez es con un antiguo compañero de juegos: Robert Dudley. Hijo de un duque, es un joven guapo, atlético, divertido; en una palabra: Irresistible.
Solamente había una dificultad y es que Robert estaba casado, aunque en privado esa pequeña circunstancia no debió constituir un escollo, pues al acceder al trono Elizabeth, tardó muy poco en distinguirlo con títulos, tierras, dineros y con personal e íntima amistad, adjudicándole unos aposentos próximos a los de la reina. Dos años después la esposa de Robert muere en un extraño accidente al caerse por las escaleras de su mansión y esto desata los rumores que apuntan a un asesinato por encargo de su propio marido para dejar el camino libre a su casamiento con la reina, pero las cosas se le vuelven en contra y su viudez, lejos de allanar obstáculos, se convierte en una barrera infranqueable por mor de la sombra que planea sobre la muerte de su esposa.
No obstante, el viudo sigue con sus mismas actividades y residiendo junto a la reina, la cual, a finales de 1561 cae repentinamente enferma aquejada de hidropesía, enfermedad común en la época. Esta enfermedad consiste en la acumulación de líquidos en los tejidos, produciendo hinchazón en todo el cuerpo y sobre todo en el abdomen.
La reina se enclaustra en sus aposentos para poder ser atendida por los médicos de la corte y unas cuantas semanas después aparece en público perfectamente curada y su rastros de la enfermedad.
Entre medias ha ocurrido algo significativo. Una noche, el aristócrata Robert Southern es llamado a palacio con máxima urgencia y allí se le hace partícipe de una gran confidencia. Una de las damas de la reina ha tenido una aventura romántica con resultado no deseado y se ha traducido en un varón que hay que ocultar a toda costa, pues la reina, en su enfermedad, no puede enterarse de este desagradable incidente.
El noble se ve atrapado en una trama en la que le imponen que se haga cargo del recién nacido para criarlo y educarlo como si se tratara de un verdadero hijo suyo.
Imagino que tras ciertas dificultades que la Corona estaría dispuesta a sortear por la vía de la compensación, el noble se hace cargo de la criatura a la que pone por nombre Arthur.
La vida continúa despacio y veintidós años después, el joven Arthur descubre que no es realmente hijo de Southern, sino que éste lo había adoptado, si bien ni en su lecho de muerte le reveló la identidad de sus progenitores.
Pero el joven consigue que un viejo amigo de su padre adoptivo le cuente la verdad que no es otra que la de ser hijo ilegítimo de la reina y del entonces Lord Leicester, en que se había convertido el amante de la reina.
No parece que haya muchas dudas sobre la veracidad de este asunto, pues está bastante documentado y seguro que existirá mucha más documentación que no ha salido ni saldrá a la luz pública por la eficaz intervención de la casa real británica, siempre tan celosa de sus intimidades, aunque esta sean de siglos atrás.
Nos quedamos entonces con que la Reina Virgen no fue tan virgen y que en su empeño por conservar la soltería dijo que su único matrimonio era con el pueblo de Inglaterra, convirtiendo a todos su súbditos en hijos suyos.
Pero aunque se hubiese casado con todo un pueblo, en su cama metía a un solo amante.

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