Hablar del
clima y sobre todo, de los cambios que aparentemente el clima está
experimentando, se ha convertido en un deporte mundial, pero en ese permanente
estado de excitación se suelen eludir circunstancias, confundir elementos y
tomar la parte por el todo con mucha frecuencia.
Se habla
de clima cuando en realidad se está refiriendo al tiempo, porque el tiempo es
algo mucho más temporal que el clima que viene a ser como el asentamiento de un
tipo de tiempo, durante un periodo largo.
Yo acabo
de leer un libro interesantísimo que se llama “Historia de los cambios
climáticos” del profesor José Luis Comellas, al que ya me he referido en
ocasiones anteriores, y en el que hace un estudio profundísimo de cómo se han
ido sucediendo cambios en el clima a lo largo de todos los tiempos.
Desde que
hemos sido “homo sapiens” hemos tenido interés por los fenómenos de la
naturaleza y muy pronto el hombre advirtió la repetición de ciertos
acontecimientos como los solsticios, los equinoccios, las fases de la Luna y
otros más, pero realmente un interés por el clima no aparece hasta la Grecia
helenística.
Portada del libro
Se habla
de los Siete Sabios de Grecia como de una reunión de hombres de grandes
inquietudes y despierta inteligencia que despegaron con sus conocimientos hacia
todas las esferas del saber y cuyos nombres han llegado a nosotros a través de
Platón, pero hay otras relaciones nominales en las que algunos de los que
figuran en aquella, no aparecen en otras.
Lo cierto
es que salvo Tales de Mileto, famoso por el teorema que lleva su nombre y
Solón, también famoso por la redacción de unas leyes que eran tan duras que se
decía estar escritas con sangre, el resto de sabios es bastante desconocido.
Sabemos
más de la mayoría de ellos por lo que nos han contado otros, como Platón o Hesíodo
que por lo que ellos mismos transmitieran, pero lo cierto es que siendo Grecia
un país pequeño, sin aspiraciones de conquista, dominó por su cultura toda la
cuenca mediterránea. Su mérito en todas las escalas del saber fue el que se
preguntaran constantemente por qué ocurrían las cosas y al contrario de otras
civilizaciones más antiguas que quizás sabían tanto como ellos, pero que nunca
se habían hecho esa pregunta, al encontrar las respuestas, avanzaron
enormemente en el conocimiento.
Y el
estudio de los fenómenos de la naturaleza ocupó gran parte del pensamiento de
aquellos sabios, como lo reflejaron por escrito poetas y filósofos posteriores.
Así
sabemos que durante las guerras del Peloponeso, que es la península situada al
sur de Grecia, muchos soldados heridos murieron de congelación, lo que indica
un clima extremo en un lugar de clima mediterráneo por excelencia y en donde en
la actualidad nadie muere por ese motivo.
El propio Tales se percató que el aire no era
un espíritu, como hasta entonces se creía, sino un cuerpo más que se mueve y
que con su desplazamiento produce el viento. Parece obvio, pero hasta él, nadie
se había dado cuenta de que era así.
Otro sabio
se percata de que condensación del aire produce nubes y que a su vez éstas
producen los rayos cuando chocan entre sí y que la luz del sol, cuando las
atraviesa en determinadas condiciones, produce el misterioso arco iris. No
sabía nada de la refracción de la luz, pero intuyó de dónde procedía el extraño
fenómeno.
Pero
fueron más allá y llegaron a intuir que algo se mueve en el interior de la
tierra que produce los terremotos, aunque la conclusión fuera que la tierra
esté muy seca y se resquebraja o tan húmeda que se hunde.
Intuyen las
causa de la lluvia, que achacan a la condensación de las nubes, lo que es
acertado y lo mismo con el origen del granizo, cuando las gotas de lluvia se
congelan al atravesar capas de aire muy frío.
El mismo
sabio que formuló la teoríade los cuatro elementos que perduró por muchos
siglos: agua, aire, tierra y fuego, explicó de forma rudimentaria, pero
acertada que cuando el Sol calienta el aire, éste sube hacia lo más alto,
provocando un vacío que otro aire más frío tiende a ocupar, produciéndose así
los vientos y que por esa razón, al caer la temperatura por las noches, los
vientos tendían a calmarse. Todo esto es cierto a medias y mucho más complejo
que las pueriles explicaciones de aquellos sabios, pero no se les puede negar
la extraordinaria capacidad de observación e interpretación para que,
valiéndose únicamente de su inteligencia, sin ningún auxilio instrumental,
llegaran a interpretaciones tan cercanas a la verdad.
Quizás el
más grande de los filósofos atenienses, Aristóteles, escribió nada menos que
cuatro libros sobre meteorología y además inventó esa palabra que se usa desde
entonces. En su enorme capacidad para discernir fue concluyente cuando dijo con
absoluta seguridad que el clima es variable. Y lo expresa con ejemplos como la
escasez o abundancia de lluvias, predominio de frío sobre el calor o al revés y
otras singularidades, haciendo la advertencia de que siempre sería así, lo que
ocurre es que esos cambios se dan con una lentitud tal que a veces la vida de
una persona no basta a advertir que algo está cambiando.
Advierte
que el río Nilo se está secando y las tierras y los mares no han sido siempre
como ahora las conocemos y que la cantidad de agua que hay en la Tierra es
constante. Calentada por el Sol, el agua se evapora y cae en forma de lluvia,
cuando se condensa por el frío.
Un
discípulo suyo, llamado Teofrasto escribió un libro con un conjunto de
doscientas normas o reglas para predecir el tiempo y relaciona el color de las
auroras con la temperatura y el de los ocasos con el viento y la lluvia, o el
halo que circunda la Luna con el anuncio de lluvias, ideas que han llegado a
nuestros días plenamente vigentes.
Tanta
importancia tuvo todo lo relacionado con el clima en la antigua Grecia que en
Atenas existe una construcción llamada Torre de los Vientos que es un edificio
de ocho caras cada una de ellas con el símbolo del viento que la azotaba en
forma de bajorrelieve. En su parte más alta tenía una veleta de bronce, con
forma de tritón que apuntaba la dirección del viento.
Torre de los Vientos en Atenas
Al
contrario de lo que hoy pensamos, estas veletas se llamaban “Giralda” y la
famosa torre-minarete de la catedral de Sevilla, tomó su nombre de ahí y no al
revés, pues actualmente a la veleta que la corona se el llama “Giraldillo”.
En la
Torre de los Vientos había también otro elemento fundamental y era una
clepsidra, el famoso reloj de agua que marcaba las horas y que los ciudadanos
podían consultar para saber si llegaban tarde a sus casas a comer.
Cada
viento tenía su nombre y así el Céfiro soplaba del Oeste, el Boreas del Norte,
el Noto del Sur y el Euro, del Este. También había otros cuatro nombres para
los que soplaban a mediados de los cuadrantes.
No quiero abrumar con datos que pueden leerse en
el estupendo libro al que arriba he hecho referencia, pero sí que es mi deseo
resaltar que la preocupación por el clima no es de ahora, por mucho que se
empeñen en machacarnos constantemente con consignas casi siempre
catastrofistas. Del mismo modo el cambio climático no es solamente cuestión del
presente, ni exclusivamente producto de la mala gestión de los recursos de la
Tierra por parte de los humanos.
La caída
de un asteroide, además de cargarse a los dinosaurios, hundió al planeta en un
invierno que quizás duró varios años; la erupción del volcán Tambora colmó la
atmósfera del hemisferio norte de cenizas en suspensión y provocó que aquel año
no hubiese verano porque los rayos del Sol no llegaban a la tierra.
La honda
preocupación por la contaminación en Madrid, impulsa a prohibir los coches de
combustión Diesel por todo el centro de la capital y sin embargo la
contaminación sube, porque el motor Diesel contamina menos que el de gasolina. Unas
rachas de viento hacen bajar la contaminación a niveles aceptables, como ha
ocurrido en días pasados. El clima se cuida por sí mismo.
Estamos
todos contra el humo que ensucia la atmósfera y perjudica los pulmones, ya sea
de cigarrillos, de combustión de motores, calderas o incluso de alimentos
conservados por ese procedimiento.
Ya no se
ahuman los salmones ni los arenques ni los embutidos con humo de leñas
escogidas con esmero para darles ese sabor exquisito e inconfundible, ahora se hace agregándoles unos productos químicos que le
confieren el sabor a ahumados, pero no hay humo.
A lo peor
en unos años nos dicen que esos productos son altamente cancerígenos, o
cualquier otra cosa, ¡qué sé yo!, que hace muchísimo daño, cuando el humo era
de lo más inocuo.
Nuevaente de acuerdo José María, hoy en dia han perfeccionado armas de colonización absolutamente letales,el marketing y la publicidad emdiatica, sea directa o subliminal, esta ultima mas letal aun.
ResponderEliminarCon ello nos estan vendiendo el"majestuso vuelo de los asnos". pobre sociedad, la que le espera.
Estamos viviendo una época en la que prima lo material...como dice el amigo Víctor, pobre sociedad...
ResponderEliminarA mi lo que me preocupa del "cambio climático" es el adoctrinamiento al que estamos sometidos y el fundamentalismo que hay detrás. Cualquiera que quiera expresar la más minima duda se ve sometido a la presión mediatica de la "manada". Yo solo quiero hacer algunas preguntas y cada cual saque conclusiones. ¿Es cierto que en la baja edad media en Inglaterra se podía producir vino y en la alta edad media hasta ahora es imposible debido a una disminución de las temperaturas? ¿es cierto que este cambio hizo posible en Londres se celebrara un carnaval de invierno sobre las aguas congeladas del Tamesis y que tuvo que dejarse de hacer antes de la revolución industrial por otro cambio climático? ¿es cierto que Groenlandia significa tierra verde en danes? ¿por que? ¿Es cierto que, aparte de viejas bases secretas americanas, están apareciendo, gracias al deshielo, asentamientos vikingos de la baja edad media? si eso es asi ¿Cómo es posible que los científicos digan que el hielo derretido tiene miles de años?. ¿Cómo es posible que el CO2 sea causante del efecto invernadero cuando el causante del efecto invernadero, sin el cual seria imposible la vida, son los oceanos (ver diferencias entre clima continental y clima costero)? Los científicos alertan de que el calentamiento provocaria el fin de la corriente del golfo por una disminución de la salinidad pero de producirse ¿no provocaría esto un enfriamiento y un aumento de la salinidad ajustándose el sistema?. No digo que yo tenga razón, porque entre otras cosas (como mi ignorancia) no he postulado nada, pero ¿Cómo encajan todos estos hechos (de demostrarse, claro) en la teoría humanicida del calentamiento?. Pareceria que no es el hombre el que influye en el clima sino el clima el que influye en el hombre y su historia. Es posible que de no haber habido un enfriamiento America no hubiese sido descubierta por Colon, sino por Vikingos que, a pesar de haber llegado varios siglos antes a America, tuvieron que abandonar su expansión por esas nuevas tierras al haberse cerrado su acceso por el "cambio" de las condiciones climáticas (Erik el Rojo y Eriksson). ¿Por que tanto empeño en el termómetro y tan poca preocupación por las grandes masas de platicos en los oceanos o los microplasticos que amenazan con quitarnos el placer de un buen pescadito frito?. Con el espíritu de esos viejos sabios de Grecia, quizás deberíamos preguntarnos, a diferencia de ellos, ¿por que? y no ¿el por que?.
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