Hace ya unos
meses, publiqué un artículo que trataba sobre la primera mujer escritora
conocida. Era una mujer acadia, es decir, de uno de los dos pueblos que
ocupaban Mesopotamia; el otro era el sumerio.
Fue hija
del poderoso rey Sargón I y de ella se tienen noticias escritas de haber
sido la primera mujer escritora, todo un logro porque estamos hablando de hace
casi cuatro mil quinientos años. Esta mujer poetisa recibió el nombre de “Enheduanna” y su historia la puedes
consultar en mi artículo de este enlace: unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2018/11/adorno-del-cielo.html.
Pero
aquella mujer no está sola en los anales de la historia de aquella zona del
mundo conocida como “El Creciente Fértil” , porque la acompaña muy de cerca
otra fémina de la que también se tiene noticias por haber aparecido su nombre y
profesión en una tablilla de cerámica sin cocer, de las que se usaban para la
escritura en toda la región de Mesopotamia, que hasta el momento presente, es
lugar tenido por la cuna de la civilización. Y digo hasta el momento presente
porque los conocimientos sobre nuestros antepasados sufren un vuelco casi cada
día a la luz de los nuevos descubrimientos, debidos sobre todo a las
tecnologías de última generación que se emplean en arqueología.
En esta
ocasión se trata de una mujer dedicada a una actividad muchísimo más compleja y
también más marcadamente masculina, pues esta mujer era química, o alquimista,
que se diría de los químicos de la antigüedad, que usaba su ciencia para
fabricar perfumes en aquella antigua región del mundo y más concretamente en el
palacio real de Babilonia que fue el centro político, religioso y cultural de
toda la Baja Mesopotamia.
De ella o
su familia no se sabe nada, pero debió ser una persona influyente en la corte,
para que se reflejara su nombre y su actividad en una tablilla, en la que
incluso se puede leer que tenía un ayudante, cuyo nombre está incompleto por la
devastación sufrida por el paso de los siglos.
Tablilla en la que aparece la perfumista
Se llamaba
“Tapputi-Belatekallim” y no me
acierto a explicar cómo es posible que un nombre tan extraño y largo pueda ser
descifrado a través de los grabados que se ven, muy nítidamente por cierto, en
la fotografía.
Pero en la
transcripción de los datos hay mucho más. El post nombre “Belatekallim” es una especie de título que esta mujer debió tener
dentro de la sociedad de la que formaba parte y que se puede traducir como una
supervisora o gobernanta de palacio y su actividad era la fabricación de los
perfumes que usaba la realeza.
Que antiguamente
las personas usaban poco el agua y el jabón es una obviedad y en zonas de
Oriente Medio, como la que estamos viendo, lavarse era una acción poco común.
De hecho las termas más antiguas encontradas en toda aquella región son las que
construyó Trajano, en el siglo II.
Todavía el
uso del baño es poco corriente en algunas sociedades, en donde el olor corporal
se viene a enmascarar con el uso de colonias. Un amigo decía que en el campo
poco agua y muchas colonia.
Evidentemente
la falta de higiene produce unos olores corporales altamente desagradables que
desde muy antiguo se han encubierto con los perfumes, para los que se han
utilizado muchas especies de plantas y vegetales, e incluso minerales y sustancias
de origen animal, como el almizcle.
Se sabe,
por la interpretación de la tablilla que Tapputi
empleaba flores diversas, aceites, cálamo, ciprés, mirra y bálsamos, todo ello
mezclado en proporciones muy diversas para obtener las diferentes fragancias.
Pero como
es bien sabido una mezcla de estos productos no va a producir un perfume si no
se usa una técnica adecuada y precisamente aquí es en donde esta perfumista
debía de ser todo un genio, pues puso en marcha un sistema de destilado de los
productos que iba a utilizar, para lo que utilizaba un alambique, siendo la
primera constancia escrita que se tiene del uso de tan sofisticado material.
Quien haya
leído la novela El Perfume del alemán Patrick Süskind, seguramente que habrá
disfrutado con su lectura, además de aprender algo sobre el fascinante mundo de
los perfumes, desde la enorme cantidad de sustancias empleadas en su
composición, para conseguir un aroma que se ponga de moda, hasta la técnica de
embadurnar y envolver las sustancias en telas aceitadas para extraer toda su
esencia, pero la forma más tradicional de obtención de los perfumes es por
destilación, a la cual son sometidas las sustancias que se van a utilizar,
durante varias operaciones, a través de las cuales su esencia va quedando más
concentrada.
En la
actualidad esa técnica no tiene dificultad alguna, pero hay que pensar que
estamos refiriéndonos a una operación química efectuada hace cuatro milenios y
por lo tanto carente de la tecnología utilizada en la actualidad.
No era
posible controlar las temperaturas de alambicado ni existían otros sistemas
para determinar la concentración que los procedentes del olfato o el gusto
del alquimista, por lo tanto era sumamente difícil fabricar un perfume que
contuviese las mismas notas que el anterior o el siguiente. Para ello había que
ser un artista de la función olfativa, además de extremadamente minucioso en el
pesaje de los ingredientes y sus tiempos de maceración.
Abundando
en la documentación que pudiera obtener a fin de dar mayor consistencia a este
artículo, encontré en textos de la Grecia clásica una referencia a otra mujer a
la que se consideraba la primera mujer alquimista de la historia. Por cuestión
de pura cronología lo cierto es que la titular de este artículo es mucho más
antigua, posiblemente en un milenio, pero sobre esta segunda mujer la
documentación existente es mucho más extensa.
Tampoco se
sabe mucho de ella, sus orígenes, su familia o dónde se cimentó su educación ni
si en otras disciplinas destacaba, pero en la cultura helenística se la tiene
por la primera mujer alquimista y no solamente eso, sino la creadora de esa
ciencia.
Se la
conoce por diversos nombre, entre ellos el más común es “María la Judía”, aunque también aparece citada como “Miriam la Profetisa” y debió vivir en
Alejandría entre los siglos primero y tercero de nuestra era.
Se sabe de
ella haber escrito varios libros sobre alquimia, aunque ninguno ha llegado
hasta nosotros, pero sus enseñanzas si que fueron recogidas por otros autores
que hicieron referencia a ella en sus obras.
Además de
una alquimista fue una persona con muchísimo ingenio y se las arregló para
inventar y construir aparatos que fueran eficaces en los procesos a los que
sometía sus experimentos.
Así,
inventó un alambique de tres brazos llamado “tribikos”,
o el aparato también llamado “kerotaquis”
que servía para calentar sustancias y recoger sus vapores. Pero la invención
más famosa es una que lleva su nombre y es algo que a día de hoy se sigue
usando y mucho en la preparación de alimentos. Se trata del “Baño María” que consiste en calentar un
recipiente a través del calor del agua de otro en el que está sumergido.
Éste y el
anterior son ejemplos más que claros de cómo la mujer se busca y coloca en su
sitio cuando sus cualidades así se lo permiten y ciertamente que han sido pocas
las que han descollado en el transcurso de la historia, pero la que lo ha
conseguido se ha colocado en la línea de salida.
Son ya
varios los artículos que he dedicado a ensalzar la trayectoria de mujeres que
lucharon contra todo para ocupar un espacio en la historia y, desde luego, no
me he ceñido a los casos notorios o de relevante actualidad, sino precisamente
a aquellos protagonizados por mujeres que han pasado desapercibidas aunque cada
día hay más interés en sacarlas a la luz y no precisamente por una defensa a
ultranza de ese feminismo que, tan joven, ya huele a rancio, sino por todo lo
contrario, en un afán de demostrar a ese movimiento que cuando una mujer vale
más que lo que hay en su entorno, se la reconoce y considera, sin
necesidad de introducirla en una tablilla de la historia por aquella razón tan
frágil e intangible como es “la cuota”.
Basta ya de presumir de que en tal o cual
gobierno hay más mujeres que hombre. No queremos eso, queremos que nos
gobiernen los mejores, sin sexo: simplemente los mejores.
Una vez mas plena coincidencia cotigo, No hay falacia mayor que eso del género y un proteccionismo politico machista a la mujer de caracter insultante para ella pues le hacen parecer un ser debil e inferior al que hubiese que proteger.
ResponderEliminarYa esta bien de hablar de género. El genero de mujeres y hombres es el humano, con independencia del sexo que lejos de ser antagonico como pretenden presentarlo es complementario en todos los aspectos.
En mi dilatada vida profesional he podido comprobar y he estado a las ordenes de mujeres de extraordinaria valia sin Leyes de Cuotas o "discriminaciones positivas" ahora tan de moda,.Un abrazo
Muy, muy interesante articulo!!!
ResponderEliminarComisario, otra mas de tus magnificas LUPAS.....
ResponderEliminarY me uno a tu última consideración, que mandé el mejor ¡¡¡