jueves, 10 de septiembre de 2020

DRAGONES DE CUERA

 


Cada tiempo histórico y cada situación geográfica ha dado, a lo largo de los siglos, ejércitos o cuerpos de ejército con unas características adaptadas al momento y la necesidad.

Los ejércitos se han ido modificando para ajustarse a climas diferentes o a tiempos nuevos; desde la falange macedonia de Alejandro Magno o el Batallón Sagrado de Tebas, formado por ciento cincuenta pareja de amantes masculinos, hasta nuestros días, se ha pasado por miles de nuevas creaciones, modificaciones o actualizaciones.

Los conquistadores españoles llegaron al Nuevo Mundo con armaduras que además de causar pavor entre los nativos, los preservaban de casi todo peligro en los enfrentamientos con los indígenas. Eso los hizo invencibles y funcionó en las islas caribeñas y en los primeros contactos con Tierra Firme, pero asentado ya el poder en Méjico y cuando se inició la conquista de los territorios situados al norte de Tenochtitlán, la climatología era cada vez más dura y la geografía más agresiva, con grandes espacios semidesérticos, áridas montañas, continuos secarrales, donde el sol reclamaba su absoluta divinidad, se comprendió que aquellas armaduras eran un martirio, pues el sol las recalentaba hasta producir quemaduras. Pero a la vez era necesario protegerse de los certeros flechazos de los indios.

Había que sustituir aquella protección metálica por otra más llevadera, más fácil de poner y quitar y así nació “La Cuera”.

Era esta prenda en su inicio como una especie de abrigo, sin mangas que llevaba hasta siete capas de cueros firmemente trabadas que protegían hasta los pies.

Con esta nueva indumentaria a finales del siglo XVI, se creó un cuerpo de caballería que pronto se convirtió en la caballería del Virreinato de Nueva España: los Dragones de Cuera, un cuerpo de soldados voluntarios en los que se aceptaban a castellanos, criollos, mestizos e incluso nativos cristianizados e integrados entre los españoles.

 

Dragón con Cuera corta, en pintura de Ferrer-Dalmau

 

Como todos los cuerpos de dragones, iban a caballo y muy fuertemente armados y preparados para descabalgar y convertirse en una unidad de infantería, lo que les daba una versatilidad muy combativa, llevando un armamento consistente en lanza, adarga o escudo de cuero, espada, daga, pistola y mosquete.

Cada soldado tenía hasta seis caballos y una mula de carga, pues su cometido les obligaba a enormes cabalgadas y habían de llevar repuesto para todo, además del propio avituallamiento. Podía contar además con uno o dos asistentes.

Su misión era la de preservar las fronteras norte del Virreinato que iba desde San Francisco, en California hasta San Agustín, en Florida, entonces llamada Tierra Florida. Nada más que cuatro mil kilómetros en línea recta que se convertían en seis mil en la realidad.

Para preservar tan dilatada línea fronteriza de las actuaciones hostiles de tribus indias nativas, algunas de ellas nómadas, como los navajos, arapahoes, comanches, apaches, yumas, etc., y otras sedentarias como los seminolas en Florida, así como otras más reducidas y localistas, derivadas de aquellas que eran las más numerosas, a lo largo de la frontera se construían los llamados “presidios”, antecedente directo del “fuerte americano” que hemos contemplado tantas veces en el cine, con la diferencia de que los presidios españoles se construían con piedra y adobe y no con empalizada de madera.

Conviene aclarar que la palabra presidio deriva del latín “praesídium” que significa “guarnición militar”, aunque otra acepción es la de “establecimiento penitenciario”, pero no fue éste el significado que se aplicó en América.

De forma cuadrada o rectangular, con muros resistentes, albergaban en su interior una importante cuadra, el almacén real, capilla, casa de oficiales, de soldados y de familias. En total podía haber más de cien personas en cada uno de ellos.

Esto propiciaba que a su alrededor se fueran asentando algunos comerciantes, artesanos, agricultores, que al abrigo del baluarte terminaban por convertir todo el conjunto en una población.

 

Presidio tipo

 

Conforme las fronteras iban avanzando los presidios iban quedando atrás y eran utilizados para otras actividades.

La guarnición de estos destacamentos de defensa de las fronteras eran los Dragones de Cuera que vivían casi permanentemente cabalgando a lo largo de la frontera y recorriendo cientos de kilómetros cada mes. Al momento de su creación el cuerpo estaba integrado por unos seiscientos hombres para distribuirse los seis mil kilómetros, lo que da idea de lo penoso que debía ser aquel servicio.

Aparte de proteger la frontera, los dragones facilitaban la escolta de algunas caravanas o viajeros hasta dejarlos en lugar más o menos seguro. En muchas ocasiones los dragones tenían que combatir a alguna partida de indios que hubiese traspasado la frontera para efectuar una razia en territorio de cristianos, pero por sí mismos no tenían capacidad para enfrentarse a grupos numerosos y menos a las tribus poderosas, pues carecían de la fuerza militar necesaria.

Eso propició que tribus más aguerridas como los apaches y los comanches intensificaran sus incursiones de saqueo detrás de la frontera defendida por los dragones sin respeto alguno hacia ellos y durante años se vivió en una permanente guerrilla, costosísima en vidas y riquezas, que devastó la región.

 

Línea de presidios al norte de Nueva España

 

Los guerreros indios asolaban las misiones, los ranchos e incluso los poblados de indios que convivían con los españoles y robaban caballerías, ganado, mujeres jóvenes y la única respuesta era la escasa contestación de los dragones.

Cuando se recibía la noticia de que un grupo de indios había traspasado la frontera y atacado poblaciones o ranchos, los dragones se agrupaban en un pequeño batallón de ocho o diez soldados y se ponían rápidamente en marcha en persecución de los salteadores, llevando su recua de caballos que sustituían cuando el animal que montaban estaba agotado. La rapidez de sus desplazamiento hacía que casi siempre dieran alcance al grupo que había protagonizado la incursión y terminaran imponiendo la ley de la frontera.

Pero no se conseguía atajar el problema y las tribus hostiles se crecían más y más, hasta el extremo de llegar a atacar directamente los presidios en un acto ya intolerable para las autoridades de Nueva España.

En consecuencia, cuando el jefe comanche conocido por “Cuerno Verde” atacó varias veces el presidio de Taos, en Nuevo Méjico, el virrey formó un ejército de seiscientos hombres entre los cuales había ciento cincuenta dragones de cuera y algunos indios de tribus amigas.

Usando la misma técnica que los comanches que era caminar de noche y ocultarse de día, cubriendo con trapos los cascos de los caballos, después de casi mil kilómetros de persecución, consiguieron alcanzar a los indios, cuando ya estaban en el vecino estado de Colorado.

No se arredraron los comanches que hicieron frente a las tropas españolas, amparados en su mayoría numérica, pero la potencia guerrera de los dragones y las demás fuerzas, inclinaron la balanza del lado español, sobre todo cuando al caer el jefe “Cuerno Verde”, muchos de sus indios huyeron despavoridos. La victoria fue total y durante mucho tiempo la zona estuvo pacificada. Junto al jefe insurrecto murieron dieciséis de sus hijos.

“Cuerno Verde” fue un jefe del pueblo comanche que para la guerra usaba un tocado con la cabeza de un bisonte y los cuerno pintados de ese color que ya había pertenecido a su padre, otro jefe de la tribu comanche y de ahí le venía el nombre a padre e hijo.

El tocado guerrero de este altivo jefe fue enviado al rey de España, Carlos III como trofeo de guerra; posteriormente el rey lo regaló al papa Pío VI y actualmente esta depositado en los Museos Vaticanos.

Cuando loa Estados Unidos iniciaron la conquista del Oeste Americano, se encontraron en las mismas circunstancias que los españoles, esta vez frente a tribus del norte, sobre todo sioux, cherokee, iroqueses, etc., viéndose en la necesidad de emplear el mismo sistema ya usado doscientos años antes que fue la construcción de los famosos fuertes, donde igual que en los presidios vivían las guarniciones con sus familias.

Así pues, el famoso 7º de Caballería tiene su antecedente en nuestros Dragones de Cuera.

2 comentarios:

  1. Ilustrativo artículo... Cuerno Verde, en el Vaticano.

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  2. Tengo entendido que los apaches terminaron convirtiéndose al cristianismo (Jeronimo seria un ejemplo)y fueron autorizados por el rey de España a vivir en las "aparcherias" dándole la propiedad de esos territorios. Como curiosidad en la película "Ford Apache", en su versión original, Jhon Wayne, cuando le encomiendan una misión en la reserva apache, le pide a su comandante la colaboración del cabo, creo que era Garcia, porque él dice no tener un buen español siendo ese el idioma usado en las escenas correspondiente a su conversación con los jefes indios (nada que ver con el acostumbrado indicativo de las traducciones). En un documental que no recuerdo el titulo vi, creo que eran expedicionarios francés, se extrañaron de la lengua que usaba una de esas tribus hasta que uno de ellos descubrió que era español. Encuentro interesante el tema pero veo poca información sobre el asunto y me gustaría sugerirle esa linea de investigación para que en un futuro nos deleitase con uno de sus artículos sobre ello. Gracias

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