jueves, 3 de septiembre de 2020

UN BANDOLERO CON "DON"

 


El bandolerismo es un fenómeno universal y muy antiguo que ya padecieron Grecia y Roma y que en España ha tenido una fuerte presencia desde épocas de la dominación musulmana.

El bandolerismo fue, durante muchos años, un grave problema para las autoridades, sobre todo en el sur de la Península y con mayor intensidad en la deprimida región Subbética, pero no estuvieron libres otras regiones como Cataluña o Galicia.

Este fenómeno violento nació sobre todo por las desigualdades económicas y sociales en una tierra que siendo rica y fértil, estaba en manos de unos pocos que de ninguna de las maneras querían perder sus privilegios, los cuales obtenían tiranizando a un pueblo paupérrimo. Pero la razón por la que el bandolero se mantuvo activo durante tantos años hay que buscarla en el interés en mantenerlo que ese fenómeno despertaba en algunos elementos del sistema.

 La palabra bandolero viene a expresar lo mismo que bandido cuyo significado es el de fugitivo, huido de la justicia reclamado por un bando.

El romanticismo imperante en la época, disfrazó a estos bandidos con una capa de humanidad realmente desconcertante, haciendo creer, al estilo del literario Robin Hood, que se dedicaban a robar a los ricos para dárselo a los pobres.

Nada más lejos de la realidad; todos los bandoleros llegaron a esa situación por causas muy diferentes y dejando aparte que en algún caso puntual socorrieran a algún pobre o a familia que le hubiera dado cobijo, sus intenciones y sus fines en el bandolerismo eran muy otras y entre ellas las había incluso políticas, pero muy poco filantrópicas.

 

Típica imagen del bandolero andaluz

 

Ha habido en España muchos bandoleros famosos: El Empecinado, El Tempranillo, El Merino y una lista muy larga, todos ellos personas del pueblo que acuciados por causas muy diversas que iban desde la pobreza a la persecución por la justicia, cogieron las armas y se lanzaron a la sierra.

Pero a finales del siglo XVII y principios del XVIII hubo un bandolero que no respondía a esas expectativas. Se le llamaba don Agustín Florencio Hinojosa, natural de Jerez de la Frontera y nacido en noble cuna.

Su historial delictivo se inicia en una casa de juegos de Jerez en donde tras una reyerta dio muerte a un mancebo de la casa. Perseguido por la justicia, volvió a dar muestras de su violento carácter, esta vez con el asesinato de un mulato al que asestó catorce puñaladas.

Explicable solo en aquella época, por pertenecer a familia noble, estos dos delitos solo le valieron un destierro a Ceuta, donde nuevamente expresó sus instintos asesinos, dando muerte a un militar, lo que le obligó por sentencia a entrar en el ejército, concretamente en un Tercio de Granaderos con el que estuvo batallando contra los moros que hostigaban las fronteras.

Cumplida su condena, volvió a Jerez, aunque sin ningún afán de redimirse, pues tras algunas extorsiones, se vio en la obligación de abandonar la ciudad, trasladándose al pueblo de Zuheros, en la provincia de Córdoba, donde asaltó la cárcel para liberar unos compañeros de fechorías.

Pasó luego por Cádiz, donde también dejó huellas de sus malas acciones y se refugió en Osuna, pueblo de la provincia de Sevilla, donde se inició en una vida recubierta de normalidad.

Contrajo matrimonio con una mujer de familia reconocida en la ciudad y comenzó a codearse con lo más granado del municipio.

Sin embargo sus actividades, con las que se ganaba espléndidamente la vida, no eran todo lo honradas que se suponía, pues Florencio se dedicaba al contrabando de especias, tabaco, carnes, tela y todo lo que le proporcionara un beneficio, capitaneando una cuadrilla de contrabandistas que actuaban en toda la zona.

Aunque en Osuna pasaba casi desapercibido, él y su cuadrilla tenían atemorizadas a ciudades como Cabra, Lucena, Doña Mencía y muchas otras poblaciones de los alrededores, en donde vivían con el permanente miedo de que la cuadrilla apareciera por aquellos parajes, cosa que hacían con cierta asiduidad.

Pero no solo estaba Florencio al contrabando o al asalto, sus instintos criminales iban también a la violación y hay bastante documentación que acredita haber cometido varias violaciones bajo amenazas de muerte, algunas tan aberrantes como la ocurrida en la localidad de Doña Mencía, donde, encaprichado de una joven que iba a contraer matrimonio, la violó en presencia de su madre, mientras la apuntaba con un trabuco.

Los miembros de su banda no le desmerecían en aberraciones criminales, hasta el extremo que se creó una compañía de soldados para perseguirlos, momento en el que la ciudadanía de la zona empezó a respirar más tranquilamente.

Era el mes de septiembre del año 1709 cuando Florencio alcanza el cenit de su carrera delictiva. En la localidad de Herrera, hiere gravemente a su alcalde y mata a su padre que acude en auxilio del hijo.

Tras este hecho, el bandido y su banda, buscan refugio en Osuna, donde se hizo fuerte con su cuadrilla de forajidos y reclamados por la justicia, con los que según escrito del Capitán General de Andalucía al arzobispo de Sevilla: “Este hombre tenía aterrorizada a toda la Andalucía, amedrentados los pueblos, atropelladas las justicias y en tal confusión que en todo este país no habrá paraje que no haya experimentado los insultos de su atrevimiento.”

Pero hasta Osuna llegó también la compañía de soldados que lo perseguía y entonces el cabecilla, con algunos de sus hombres, buscó refugio en la torre de la Iglesia Colegial.

Acogidos a sagrado, como se acostumbraba en la época, Florencio y sus hombres permanecieron tres meses atrincherados en aquel recinto, pero con la connivencia de los frailes y la ayuda de algunos ciudadanos, más por miedo a represalias que por deseos reales de ayudarlos, lo cierto es que salían y entraban por pasajes subterráneos y recibían comida y mujeres, ante las queja de las autoridades de toda Andalucía.

Pero la queja que hizo más mella fue la del abad de la Colegial, que manifestó al arzobispo de Sevilla que la presencia de los sitiadores impedía a los fieles entrar en la iglesia a cumplir con sus devociones. Como el responsable de la tropa no accediera a levantar el asedio, inició contra él un proceso de excomunión

Ante semejante desbarajuste el propio arzobispo de Sevilla se plantó en Osuna, consiguiendo que la tropa permitiese la entrada en el templo, pero aprovechando que sus puertas se abrieron para dar entrada a la feligresía, los soldados entraron en tropel y tras registrar el templo encontraron a Florencio y sus hombres ocultos en una cripta subterránea.

Por fin fueron todos presos y enviados a Granada para ser juzgados, acabando así con aquel disparate.

Agustín Florencio fue condenado a la horca y tras su ejecución, su cabeza fue expuesta en una pica en la ciudad de Osuna. Una de sus manos le fue cortada y enviada a Herrera para ser expuesta también.

Aunque la historia no dedicó demasiada atención a este personaje, afortunadamente su trayectoria aparece escrita en los llamados “pliegos de cordel”, esas hojas impresas a manera de remotos antecedentes de los periódicos que se exponían para su venta colgando de cuerdas en plazas y mercados y de ahí su nombre.

Gracias a estas primitivas aproximaciones a la prensa, se puede reconstruir la vida del que llegara a ser el más cruel bandolero de Andalucía y el primero de la época moderna, pero según informe que el capitán de la compañía perseguidora enviara al Capitán General de Andalucía, su actividad criminal se mezclaba con la política, pues removía alcaldes y otras autoridades locales, exigía el pago de impuestos que correspondían a la hacienda pública, incluso llegó a deponer a un comendador.

Es decir, se había convertido en una especie de reyezuelo que hacía y deshacía en gran parte de las provincias de Córdoba, Jaén, Sevilla y norte de Cádiz y que durante buena parte de su horrible carrera delictiva, estuvo, si no protegido, al menos ignorado por las autoridades.

En plena Guerra de Sucesión, don Agustín Florencio tomó parte por el bando del Archiduque Carlos, frente al rey Felipe V, en una tierra claramente partidaria de monarca Borbón.

El propio bandolero llamaba Carlos III al Archiduque y decía que mientras el rey no venía, era él quien lo representaba; era él quien reinaba.

Ese fue el matiz que en esta ocasión y en muchas otras posteriormente, emplearon los bandoleros españoles para justificar sus andanzas, con el beneplácito de la facción política a la que se declaraban adeptos.

3 comentarios:

  1. Amigo José María. De entre las muchas patrañas en que algunos estan tratando de convertir la Historia está la del bandolerismo romantico a lo Robin Hood.

    El ejemplo de tu Artículo es una de las pruebas palpables.

    Algunos debian leerse la lucha politica que le costo, practicamente, la salud y la vida a Don Pedro Agustín Girón de las Casas, I Duque de Ahumada y IV Marqués de las Amarillas, en su denodada lucha politica por la creacion de un Cuerpo que el sugeria como "Cuerpo de Salvaguardias Nacionales" a fin de luchar contra la plaga delincuencial que entre otras significaba el bandolerismo.

    No lo consiguio en vida, hasta que un Real Decrteo de 1844 creó lo que denominó "una Fuerza Armada de Ifanteria y Caballeria con la denominacion de Guardias Civiles, a las ordenes y bajo la direccion del Ministro de la Gobernación" para cuya organización y puesta en marcha se comisiono al Mariscal de Campo Don Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II Duque de Ahumada y V Marques de la Amarillas.

    En ese punto comenzo el principio del fin de tan "romanticos y filantropicos delincuentes".

    Mi modesta opinión es que tus dotes investigadoras de la HIstoria deberian ser aprovechadas para publicar y poner negro sobre blanco la realidad Historica que, aveces por desconocimiento e ignorancia y otras muchas por maldad e intereses bastardos, se esta produciendo en la actualidad.

    Pienso que tus investigaciones merecen ser publicadas en medios con mayor repercusión publica que la que, por su naturleza, tiene un Blogg.

    Mi enhorabuena por tu trabajo.


    ResponderEliminar
  2. Un nuevo y excelente trabajo, José María.
    Un abrazo.
    Óscar Lobato

    ResponderEliminar
  3. Hoy, tenemos otro tipo de "Bandoleros" más peligrosos si cabe...

    ResponderEliminar