Ese es el
nombre por el que se conoce al llamado Triángulo
de Coral, una extensa zona del Océano Pacífico que incluye las costas de
Indonesia, Malasia, Nueva Guinea, Filipinas y otros pequeños estados insulares.
Seis millones de kilómetros cuadrados en total.
Al
denominarlo así, se quiere establecer un paralelismo con la zona terrestre que
forma la cuenca del río Amazonas y su selva tropical, la mayor del mundo, con
siete millones de kilómetros cuadrados y con la mayor biodiversidad del planeta.
El
Triángulo de Coral es su correspondiente oceánica, la zona con mayor
biodiversidad marina del mundo y allí viven, entre muchas otras especies casi
exclusivas de la zona, seis de las siete especies de tortugas existentes, mas
de dos mil doscientas especies de peces de arrecife y están presente el setenta
y cinco por ciento de las especies conocidas de coral.
De esa
enorme diversidad viven más de ciento veinte millones de personas, la mayoría
en las grandes islas. Pero existe un pueblo seminómada que también vive en
aquella zona, pero de una forma completamente diferente a como podríamos
imaginar.
Los Bajau
Laut, el pueblo conocido como los “Nómadas del Mar” y también los “Gitanos
del Mar”, llevan siglos de adaptación al medio marino hasta el extremo de que
algunos de sus componentes, sobre todo gente de más edad, no han pisado nunca
tierra firme, salvo para reparar sus embarcaciones.
Construyen
sus poblados a la manera de palafitos cuando aprecian riqueza de fauna en el
lugar y su intención es asentarse más tiempo o incluso con carácter definitivo,
pero en otro caso, juntan varias embarcaciones que ellos llaman “lepa-lepa” y
en ellas hacen toda su vida. No se suelen alejar demasiado de la costa, salvo
para expediciones de pesca, cuando el lugar queda desabastecido por la masiva
pesca, se trasladan a otro.
Su
trashumancia marina se debe a la constante búsqueda de caladeros en donde
practicar la pesca que se basa fundamentalmente en peces de gran calidad
gastronómica, como meros, pargos o los apreciados “pepinos de mar” e incluso
las perlas.
Triángulo de Coral
Sus
capturas no son exclusivamente para alimentarse, sino que gran parte de ellas
está destinada a la venta, para lo que los comerciantes de las zonas se acercan
hasta sus poblados para comprar el pescado, o cambiarlo por artículos de
primera necesidad o alimentos de origen terrestre.
Evidentemente
este pueblo vive feliz, haciendo lo que quiere y en libertad absoluta de
movimientos, pero observa una economía de subsistencia que revierte en su
alimentación casi exclusivamente de productos de la mar. Consumen pocos
cereales y verduras y mucha menos carne de ganado. Ese tipo de alimentación y
los numerosos accidentes que sufren, hace que la vida media de estas tribus sea
muy corta.
Durante la
segunda Guerra Mundial entraron en contacto con los ejércitos japonés y
norteamericano, los cuales introdujeron costumbres perniciosas, a la larga,
para su supervivencia. Éstos les enseñaron a pescar con explosivos, lo que
produce una matanza indiscriminada de peces, a la vez que la destrucción del
arrecife de coral, base fundamental de su sustento que presenta un crecimiento
tan lento que no llega a recuperarse de las continuas agresiones a las que se
ve sometido.
Luego, los
comerciantes a los que vendían sus capturas, les enseñaron a emplear el cianuro
que produce un adormecimiento de los especímenes que permite cogerlos vivos,
aunque el veneno también destruye las formaciones coralinas.
Así
contribuían al doble negocio de peces del arrecife para acuarios marinos,
algunos de los cuales llegan a alcanzar precios altos y satisfacer el gusto
asiático por consumir pescado vivo y crudo, siendo Hong Kong su principal
cliente.
Su pueblo,
los Bajau, está integrado por varias tribus que tienen grandes diferencias entre
ellas, ya sea cultural, lingüística o religiosa.
Asentamiento típico de los Bajau Laut
En
cualquier caso, todas las tribus presentan el denominador común de su perfecta
adaptación al medio marino, en el que pueden ver si ayuda de gafas de buceo y
permanecer largos periodos de tiempo en inmersión gracias a una particularidad
genética que han ido desarrollando y es que tienen el bazo mucho más grande de
lo normal, lo mismo que les ocurre a casi todas las especies de mamíferos
marinos como focas, delfines, ballenas, etc.
Esa
cualidad les permite permanecer hasta trece minutos sin respirar y sumergirse a
sesenta metros de profundidad, pues al producirse la inmersión y la ausencia de
respiración, el bazo se contrae y libera una gran cantidad de glóbulos rojos,
totalmente oxigenados que al incluirse al torrente sanguíneo aportan a las
células el oxigeno que necesitan.
Otra
característica de su sistema sanguíneo es que en las inmersiones la sangre
circulante por brazos y piernas se retira, pasando a irrigar más copiosamente
pulmones y cerebro.
La primera
referencia que se tiene de este singular pueblo es de principios del siglo XVI,
cuando los portugueses mencionaron haber encontrado tribus que vivían
exclusivamente del mar y para el mar.
Pero los
científicos que se han preocupado por tratar el tema creen que este pueblo ha
debido iniciar su extraordinaria forma de vida muchos siglos antes, pues las
mutaciones genéticas que en ellos se
observa, no se pueden haber producido en tan corto espacio de tiempo.
A pesar de
los siglos que los Bajau vienen observando tan característico estilo de vida,
su existencia pasaba desapercibida y prácticamente ningún científico ni
naturalistas sentían curiosidad por estos grupos tribales, siendo muy posible
que su existencia fuera completamente ignorada.
Pero tras
el tsunami de 2004 en el Océano Índico, el antropólogo y fotógrafo marino
británico James Morgan que realizó muchos estudios sobre el cataclismo, observó
un dato curioso y es que entre las tribus de Bajau Laut apenas se produjeron
víctimas, aun cuando vivían en zonas costeras muy castigadas por el tsunami.
Esta
circunstancia despertó su curiosidad y ha sido el primer investigador moderno
en interesarse por este singular pueblo. Morgan ha descubierto ciertas
circunstancias dignas de sacarlas a colación.
En primer
lugar es que empiezan a bucear cuando son muy pequeños y sus tímpanos no
resisten la presión de la profundidad y les revientan, por lo que entre ellos
hay una gran cantidad de sordos. Bucean tanto hombres como mujeres, por lo que
ningún sexo se escapa a los problemas de las inmersiones profundas y
prolongadas, donde el consumo de oxigeno ha sido excesivo y la prisa por
alcanzar la superficie y respirar produce el síndrome de descompresión que
causa la muerte de muchos jóvenes. No es desdeñable el ataque de tiburones que
produce siempre numerosas bajas.
Observó
que entre los Bajau había personas, hombres y mujeres con graves deformidades
en el rostro, efecto de las inmersiones sin esperar a la descompresión.
Mujer con el rostro desfigurado por efecto de la descompresión
No están
muy claras las razones por las que el tsunami no los castigó y Morgan cree que
se debió a que ese pueblo marinero sabe “leer el mar”, como algunos pueblos
primitivos sabían “leer el terreno” y eso les hizo tomar precauciones con mucho
adelanto.
De la
misma manera que pueblos pastores y agricultores abandonan cada vez más sus
territorios para trasladarse a las zonas civilizadas, los nómadas del mar están
experimentando esa hégira y hay quien piensa que estamos ante la última
generación que conservará su tipo de vida.
A esto ha contribuido los programas de los distintos gobiernos de los países entre los que están repartidos que obligan a los Bajau a vivir en tierra, recibir una instrucción y adaptarse a las leyes del lugar, prohibiendo la sobre explotación de los arrecifes.
Por esa razón muchos jóvenes se marchan a las ciudades costeras en busca de una vida mejor y más fácil.
La adaptación y evolución del ser humano...curioso artículo.
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