viernes, 4 de julio de 2014

LAS TORRES DE LA REINA





Muchas mujeres ha habido, a lo largo de la historia, que se han caracterizado por su valor, su entusiasmo, su heroísmo, incluso sus dotes de mando en situaciones comprometidas en las que han arriesgado sus vidas y las de aquellos que las acompañaban.
Sus nombres son muy conocidos y todos les hemos rendido veneración, pero hay también algunas mujeres que habiendo protagonizado importantes capítulos de nuestra historia, han pasado muy desapercibidas, aun cuando sus méritos debieran haberlas colocado en lugar predominante.
Una de estas mujeres ocupa una tumba ignorada en la catedral de Santiago de Compostela; una sala casi siempre cerrada utilizada como almacén de reliquias y objetos de escaso valor y en la que reposan los restos de la que fuera una de las mujeres más grandes de la historia de su tiempo: la emperatriz Berenguela Berenguer de Barcelona.


Tumba de Berenguela en Compostela

Hija de Ramón Berenguer III y Dulce de Provenza, debió nacer alrededor del año 1108, en el palacio condal de Barcelona, desde donde su padre ejercía su hegemonía sobre los demás condados catalanes, a ambos lados de los Pirineos.
Con apenas veinte años fue casada en pacto de estado, con el rey Alfonso VII, que ha pasado a la historia como el rey Emperador, pues no en vano fue rey de Galicia, Castilla y León y recibió vasallaje del recién independizado Portugal y varias taifas moras, así como del reino de Navarra y del condado de Barcelona.
Con esta boda, Alfonso se aseguraba el vasallaje de Ramón Berenguer, a la vez que encerraba los territorios a su más directo rival, el rey cristiano de Aragón, Alfonso el Batallador, del que hablé en el artículo anterior, en una especie de tenaza territorial que lo agobiaba.
Alfonso, el Emperador, sentía poco interés físico por su esposa con la que a pesar de todo tuvo siete hijos, tres de los cuales no superaron la infancia. En un viaje a Asturias conoció a una dama de alta alcurnia llamada Gontrada, de la que se enamoró perdidamente en 1131, con motivo de una visita al Principado y con la que tuvo una sola hija, Urraca; pero a pesar de todo, Berenguela, criada en una familia que sabe cual es su posición en la vida, solamente por el hecho de pertenecer a los grandes del país, no olvida en ningún momento cuales son sus obligaciones como reina de León y Castilla y aguanta la situación estoicamente, sin alharacas ni escándalos que hubieran precipitado su salida de la vida real que le correspondía.
Entender la “España” de aquella época cuesta, sobre todo con nuestra mentalidad, pues existiendo un frente común, que eran los moros de Al-Andalus, muchos reyes cristianos recibían “parias”, tributos, de algunos de los reyes taifas, por defender sus fronteras de otros reyes cristianos.
De todas las formas la reconquista seguía inexorablemente, aunque atravesando periodos en los que languidecía de manera extraordinaria.
Pero en el momento histórico que estamos viendo, se daba la confluencia de dos importantísimos reyes cristianos que pugnaban por cual de los dos ejercía la supremacía reconquistadora.
El reino de Galicia, León y Castilla, unificado en Alfonso VII, había extendido sus territorios hasta el río Taja y había culminado su hazaña guerrera consiguiendo tomar Toledo, ciudad a la que se había trasladado la capitalidad del entonces llamado Imperio Hispánico.
Pero detrás habían quedado puntos débiles como Coria, en Extremadura, punto esencial para dominar el oeste del Tajo y la fortaleza mora de Colmenar de Oreja, cercana a Aranjuez, en el este y que desde el sur del río, aseguraba el control del valle y a su vez se abría hacia las ampliar tierras de La Mancha.
Para Alfonso, tomar la fortaleza de Colmenar era esencial, pero también sabían los moros que su pérdida les reportaría graves problemas, por lo que se aprestaron a defenderla con todo lo que en ese momento tenían.
Los gobernadores almorávides de Valencia, Sevilla y Córdoba, enviaron sus ejércitos y desplegaron a sus espías que pronto advirtieron a los moros que para asegurarse una rápida toma de la fortaleza de Colmenar, el rey cristiano había dejado la ciudad de Toledo, capital de su imperio, completamente desguarnecida.
Ya las tropas cristianas tenían cercada la fortaleza de Colmenar que resistía como podía y las tropas de refuerzo aún se encontraban lejos de aquel lugar cuando recibieron la noticia del desamparo de Toledo y entonces optaron por aplicar una estratagema que hiciera al rey cristiano abandonar el asedio de Colmenar.
Los moros dividieron su ejército y una parte importante marchó hacia Toledo, mientras la otra continuaba su marcha hacia la fortaleza.
Sabían los musulmanes que no era fácil tomar Toledo, dada sus magníficas fortificaciones y el hecho de que, aunque desguarnecida, seguía conservando una fuerte dotación militar que pondría caro el asalto. Pero la intención no era tanto tomar Toledo sino obligar al rey cristiano a acudir en su auxilio, dividiendo sus tropas y aflojando el asedio de Colmenar.
Lo que se dice a partir de este momento forma parte de la tradición, lo que quiere decir que su rigor histórico no sea quizás excesivo, pero siempre tuvo la tradición su fundamento en los hechos históricos que para mayor realce de los personajes, se mitificaron un poco, o se agrandaron, o se les dio un sentido heroico que quizás al hecho concreto le falto. Lo cierto es que en Toledo había quedado la reina Berenguela con sus hijos y sus damas, al considerarse que allí estaban bien a seguro.
Berenguela contaba veintitrés años y tenía ya cinco hijos. Dicen las crónicas que era una mujer atractiva y de carácter, que no pasaba en la corte por un objeto de decoración, quizás razón por la que el rey estaba un poco alejado de ella, pues no era cómodo para el monarca que la disidencia de su esposa en las decisiones reales se hiciera presente a cada momento.
Es la primavera del año 1139 cuando desde las torres de la fortaleza toledana divisan al ejército musulmán. Los encargados de la defensa de la capital del reino hacen saber a la reina que no podrán resistir un asedio por mucho tiempo, pues únicamente se puede confiar en la fortaleza de los muros y en la escasa capacidad de los ejércitos moros de plantear los asaltos a fortaleza, materia en la que siempre anduvieron más bien flojos.
La situación es crítica y en ese momento, la reina Berenguela pide recado de escribir y se dirige al jefe de las huestes musulmanas, en una carta que la tradición ha conservado, pero no es digna de demasiado crédito, no obstante la belleza del gesto de la reina y el resultado, que sí es histórico, hace necesario exponer, a grandes rasgos, qué fue lo que la reina escribió al moro.
Después de presentarse como emperatriz le advertía que defendería el castillo de San Servando, que así se llamaba la fortaleza de Toledo y lo haría empeñando en ello su vida si llegado el caso el jefe de las huestes musulmanas no sentía la vergüenza de luchar contra una mujer, sabiendo los moros, como ella suponía, que el emperador, su esposo, se hallaba con sus tropas en el asedio de la fortaleza de Aurelia, en Colmenar, distante pocas millas de allí y que si era su satisfacción guerrear, podría encontrar en ese lance mucha más satisfacción que la que un grupo de mujeres desvalidas les podía ofrecer.
La tradición ha recordado la carta así: “¿No conocéis que es mengua de caballeros y capitanes esforzados acometer a una mujer indefensa cuando tan cerca os espera el Emperador? Si queréis pelear, id a Aurelia y allí podréis acreditar que sois valientes, como aquí dejaréis demostrado que sois hombres de honor si os retiráis”
No hace falta ser muy listo  para entender el mensaje: si tenéis dos… valores, id a pelear donde están los hombres y dejad tranquilas a las mujeres.
A su misiva unió un gesto de coraje y es que vistiendo su más lujosas galas, hizo trasladar su trono a la torre más alta de la muralla de la fortaleza y allí se sentó bien a la vista de los moros.
Deliberaron éstos y quizás un poco avergonzados, fueron retirándose lentamente, levantando el sitio y marchando hacia Colmenar.
Como es natural la acción de la reina concitó la euforia del pueblo que la aclamó como su salvadora.
La historia es entrañable y algo de verdad debe tener, pues es cierto y está documentado que Alfonso sitiaba Colmenar cuando la fortaleza recibió un fuerte apoyo musulmán, que no impidió que meses más tarde tuviera que rendirse. También se sabe que Toledo no recibió ataque alguno, aunque ya se ha dicho, estaba relativamente cerca y prácticamente desguarnecido.
Desde entonces a ese paño de muralla se la conoce como Torres de la Reina.
Diez años después, moría Berenguela en Palencia, siendo trasladados sus restos a la ya mencionada capilla de la catedral compostelana.



Las Torres de la Reina en una fotografía del siglo XIX

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