Muchas mujeres ha habido, a lo largo
de la historia, que se han caracterizado por su valor, su entusiasmo, su
heroísmo, incluso sus dotes de mando en situaciones comprometidas en las que
han arriesgado sus vidas y las de aquellos que las acompañaban.
Sus nombres son muy conocidos y todos
les hemos rendido veneración, pero hay también algunas mujeres que habiendo
protagonizado importantes capítulos de nuestra historia, han pasado muy
desapercibidas, aun cuando sus méritos debieran haberlas colocado en lugar
predominante.
Una de estas mujeres ocupa una tumba
ignorada en la catedral de Santiago de Compostela; una sala casi siempre
cerrada utilizada como almacén de reliquias y objetos de escaso valor y en la
que reposan los restos de la que fuera una de las mujeres más grandes de la
historia de su tiempo: la emperatriz Berenguela Berenguer de Barcelona.
Tumba de Berenguela en
Compostela
Hija de Ramón Berenguer III y Dulce de
Provenza, debió nacer alrededor del año 1108, en el palacio condal de
Barcelona, desde donde su padre ejercía su hegemonía sobre los demás condados
catalanes, a ambos lados de los Pirineos.
Con apenas veinte años fue casada en
pacto de estado, con el rey Alfonso VII, que ha pasado a la historia como el
rey Emperador, pues no en vano fue rey de Galicia, Castilla y León y recibió
vasallaje del recién independizado Portugal y varias taifas moras, así como del
reino de Navarra y del condado de Barcelona.
Con esta boda, Alfonso se aseguraba el
vasallaje de Ramón Berenguer, a la vez que encerraba los territorios a su más
directo rival, el rey cristiano de Aragón, Alfonso el Batallador, del que hablé
en el artículo anterior, en una especie de tenaza territorial que lo agobiaba.
Alfonso, el Emperador, sentía poco
interés físico por su esposa con la que a pesar de todo tuvo siete hijos, tres
de los cuales no superaron la infancia. En un viaje a Asturias conoció a una
dama de alta alcurnia llamada Gontrada, de la que se enamoró perdidamente en
1131, con motivo de una visita al Principado y con la que tuvo una sola hija,
Urraca; pero a pesar de todo, Berenguela, criada en una familia que sabe cual
es su posición en la vida, solamente por el hecho de pertenecer a los grandes
del país, no olvida en ningún momento cuales son sus obligaciones como reina de
León y Castilla y aguanta la situación estoicamente, sin alharacas ni
escándalos que hubieran precipitado su salida de la vida real que le
correspondía.
Entender la “España” de aquella época
cuesta, sobre todo con nuestra mentalidad, pues existiendo un frente común, que
eran los moros de Al-Andalus, muchos reyes cristianos recibían “parias”,
tributos, de algunos de los reyes taifas, por defender sus fronteras de otros
reyes cristianos.
De todas las formas la reconquista
seguía inexorablemente, aunque atravesando periodos en los que languidecía de
manera extraordinaria.
Pero en el momento histórico que
estamos viendo, se daba la confluencia de dos importantísimos reyes cristianos
que pugnaban por cual de los dos ejercía la supremacía reconquistadora.
El reino de Galicia, León y Castilla,
unificado en Alfonso VII, había extendido sus territorios hasta el río Taja y
había culminado su hazaña guerrera consiguiendo tomar Toledo, ciudad a la que
se había trasladado la capitalidad del entonces llamado Imperio Hispánico.
Pero detrás habían quedado puntos
débiles como Coria, en Extremadura, punto esencial para dominar el oeste del
Tajo y la fortaleza mora de Colmenar de Oreja, cercana a Aranjuez, en el este y
que desde el sur del río, aseguraba el control del valle y a su vez se abría
hacia las ampliar tierras de La Mancha.
Para Alfonso, tomar la fortaleza de
Colmenar era esencial, pero también sabían los moros que su pérdida les
reportaría graves problemas, por lo que se aprestaron a defenderla con todo lo
que en ese momento tenían.
Los gobernadores almorávides de
Valencia, Sevilla y Córdoba, enviaron sus ejércitos y desplegaron a sus espías
que pronto advirtieron a los moros que para asegurarse una rápida toma de la
fortaleza de Colmenar, el rey cristiano había dejado la ciudad de Toledo,
capital de su imperio, completamente desguarnecida.
Ya las tropas cristianas tenían
cercada la fortaleza de Colmenar que resistía como podía y las tropas de
refuerzo aún se encontraban lejos de aquel lugar cuando recibieron la noticia
del desamparo de Toledo y entonces optaron por aplicar una estratagema que
hiciera al rey cristiano abandonar el asedio de Colmenar.
Los moros dividieron su ejército y una
parte importante marchó hacia Toledo, mientras la otra continuaba su marcha
hacia la fortaleza.
Sabían los musulmanes que no era fácil
tomar Toledo, dada sus magníficas fortificaciones y el hecho de que, aunque
desguarnecida, seguía conservando una fuerte dotación militar que pondría caro
el asalto. Pero la intención no era tanto tomar Toledo sino obligar al rey
cristiano a acudir en su auxilio, dividiendo sus tropas y aflojando el asedio
de Colmenar.
Lo que se dice a partir de este
momento forma parte de la tradición, lo que quiere decir que su rigor histórico
no sea quizás excesivo, pero siempre tuvo la tradición su fundamento en los
hechos históricos que para mayor realce de los personajes, se mitificaron un
poco, o se agrandaron, o se les dio un sentido heroico que quizás al hecho
concreto le falto. Lo cierto es que en Toledo había quedado la reina Berenguela
con sus hijos y sus damas, al considerarse que allí estaban bien a seguro.
Berenguela contaba veintitrés años y
tenía ya cinco hijos. Dicen las crónicas que era una mujer atractiva y de
carácter, que no pasaba en la corte por un objeto de decoración, quizás razón
por la que el rey estaba un poco alejado de ella, pues no era cómodo para el
monarca que la disidencia de su esposa en las decisiones reales se hiciera
presente a cada momento.
Es la primavera del año 1139 cuando
desde las torres de la fortaleza toledana divisan al ejército musulmán. Los
encargados de la defensa de la capital del reino hacen saber a la reina que no
podrán resistir un asedio por mucho tiempo, pues únicamente se puede confiar en
la fortaleza de los muros y en la escasa capacidad de los ejércitos moros de
plantear los asaltos a fortaleza, materia en la que siempre anduvieron más bien
flojos.
La situación es crítica y en ese
momento, la reina Berenguela pide recado de escribir y se dirige al jefe de las
huestes musulmanas, en una carta que la tradición ha conservado, pero no es
digna de demasiado crédito, no obstante la belleza del gesto de la reina y el
resultado, que sí es histórico, hace necesario exponer, a grandes rasgos, qué
fue lo que la reina escribió al moro.
Después de presentarse como emperatriz
le advertía que defendería el castillo de San Servando, que así se llamaba la
fortaleza de Toledo y lo haría empeñando en ello su vida si llegado el caso el
jefe de las huestes musulmanas no sentía la vergüenza de luchar contra una
mujer, sabiendo los moros, como ella suponía, que el emperador, su esposo, se
hallaba con sus tropas en el asedio de la fortaleza de Aurelia, en Colmenar,
distante pocas millas de allí y que si era su satisfacción guerrear, podría
encontrar en ese lance mucha más satisfacción que la que un grupo de mujeres
desvalidas les podía ofrecer.
La tradición ha recordado la carta así:
“¿No conocéis que es mengua de caballeros y
capitanes esforzados acometer a una mujer indefensa cuando tan cerca os espera
el Emperador? Si queréis pelear, id a Aurelia y allí podréis acreditar que sois
valientes, como aquí dejaréis demostrado que sois hombres de honor si os
retiráis”
No hace falta ser muy listo para entender el mensaje: si tenéis
dos… valores, id a pelear donde están los hombres y dejad tranquilas a las
mujeres.
A su misiva unió un gesto de coraje y
es que vistiendo su más lujosas galas, hizo trasladar su trono a la torre más
alta de la muralla de la fortaleza y allí se sentó bien a la vista de los
moros.
Deliberaron éstos y quizás un poco
avergonzados, fueron retirándose lentamente, levantando el sitio y marchando
hacia Colmenar.
Como es natural la acción de la reina
concitó la euforia del pueblo que la aclamó como su salvadora.
La historia es entrañable y algo de
verdad debe tener, pues es cierto y está documentado que Alfonso sitiaba
Colmenar cuando la fortaleza recibió un fuerte apoyo musulmán, que no impidió
que meses más tarde tuviera que rendirse. También se sabe que Toledo no recibió
ataque alguno, aunque ya se ha dicho, estaba relativamente cerca y
prácticamente desguarnecido.
Desde entonces a ese paño de muralla
se la conoce como Torres de la Reina.
Diez años después, moría Berenguela en
Palencia, siendo trasladados sus restos a la ya mencionada capilla de la
catedral compostelana.
Las Torres de la Reina en una
fotografía del siglo XIX
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