sábado, 17 de octubre de 2015

EL CORONEL PANCHITO





En estos últimos días ha quedado patente el profundo desconocimiento de la Historia que parte de nuestros gobernantes padecen. En buena medida, la causa ha de buscarse en el sistema educacional que hemos venido padeciendo en las últimas décadas, pero en otras, ni siquiera ese desastre de sistema tiene la culpa.
Es simplemente que hay mucho desinterés por conocer los acontecimientos que han forjado el devenir de los pueblos, de países en los que hayamos tenido gran influencia, si estos no son próximos a nosotros.
Uno de esos acontecimientos, en el que se vieron envuelto varios países sudamericanos, fue una brutal guerra. Guerra que, como casi siempre, iba dirigida a proteger los intereses económicos de algunos países.
Se llama “Trifinio” al punto Geográfico en donde convergen las fronteras de tres países. Al contrario de lo que se pueda pensar, hay casi ciento sesenta trifinios en el mundo, la mayoría completamente desapercibidos, como los de Rusia o China que tienen veintiséis en total.
España tiene dos con Francia y Andorra, pero los más señalados se encuentran en América del Sur y de todos ellos el más famoso sea quizás el llamado “Triple Frontera” que forman la conjunción de Brasil, Argentina y Paraguay, países a los que separan los ríos Paraná y su afluente Iguazú.
Ambos ríos son navegables y siempre han jugado un papel de suma importancia en las comunicaciones, la economía y el comercio de los tres países. Pero era Paraguay el que tenía la soberanía sobre el río Paraná
Era mediados el siglo XVIII cuando la ambición de controlar los ríos, sobre todo de Brasil y Argentina, desencadenó una guerra contra Paraguay cuyas consecuencias fueron tan funestas que el país quedó casi sin hombres, pues casi todos habían perecido en los cinco años de contienda. Quedaron solo ancianos, mujeres y niños y algunos miles de guaraníes que habitaban territorios tan recónditos, que ni siquiera se enteraron de que había una guerra.
Fue la llamada Guerra de la Triple Alianza, que habían firmado el primero de mayo de 1865, Argentina, Brasil y Uruguay, aunque este último país tendría escaso protagonismo y aprovechamiento en la contienda.
En 1844 había sido elegido como primer presidente constitucional de la República de Paraguay, el político y miembro de una poderosa familia paraguaya, Carlos Antonio López, que gobernó el país hasta 1862, en que falleció.
Previendo que la saga familiar continuaría después de su muerte, el hábil político envió a su hijo primogénito, Francisco Solano López de gira por toda Europa con el fin de formarse política y militarmente, adquirir conocimientos generales sobre armas, comprar las más modernas, reclutar mercenarios que estuviesen dispuestos a luchar por su país y sobre todo, relacionarse con los líderes políticos de la época.
En ese viaje y cuando se encontraba invitado en la corte del emperador Napoleón III, conoció a una irlandesa llamada Elisa Alicia Lynch, casada con un oficial francés destinado en Argelia, al que había abandonado.
Se inició un tórrido romance entre ambos, que duró toda la vida del joven Francisco, pues a la hora de volver a su país, Elisa lo acompañó. Nunca se casaron, porque ella no obtuvo el divorcio, pero eso no fue inconveniente para que poco antes de llegar a Paraguay, la pareja viera aumentar la familia con la llegada de un hijo al que pusieron por nombre Juan Francisco, que sería conocido con el nombre de General Panchito.

La Triple Frontera

La llegada a su país fue todo un acontecimiento, pues había comprado un buque de guerra en Gran Bretaña, el Tacuarí, en el cual transportaba numeroso armamento de nueva generación y un buen número de soldados profesionales que había reclutado en diferentes países y con los que pensaba potenciar su ejército. En otro buque, viajaba él con su amante y su hijo.
Paraguay era, en aquellos momentos, uno de los países más ricos y estables de toda América del Sur. Abastecía de tabaco, algodón, maderas y otros productos vegetales a casi todo a los demás países de su entorno. Tenía una gran riqueza maderera que en Europa era muy preciada y poseía incluso altos hornos en donde se fundía el hierro de sus minas, pero era un país muy despoblado, con enormes zonas boscosas casi desconocidas y con infinitas riquezas por explotar, cosa que interesaba a los ingleses que llevaban décadas introducidos en el Mar del Plata y que querían sacar tajada de aquel rico y escondido país.
La familia aristocrática del presidente de la República era inmensamente rica y más rica lo iba siendo con las compras de las propiedades del estado, que el presidente ponía en venta y él mismo adquiría.
A la muerte del presidente López, su hijo, Francisco Solano, ya preparado de antemano y apoyado en la poderosa familia y sus inmensas riquezas, fue proclamado presidente de la república.
Como es natural, el nuevo presidente siguió las directrices ya marcadas por su antecesor, pero, a la vez, puso en marcha todas las inquietudes que su largo viaje por Europa le habían despertado.
Extendió las líneas de telegrafía, construyó unos segundos altos hornos y una nueva fundición, donde se fabricaban cañones y armas largas; construyó una línea férrea, la primera del continente americano y para aprovechar la producción de algodón, creo unas industrias hilanderas y textiles.
Así estaban las cosas en este pequeño país, que se veía prosperar, cuando la única vía de comunicación interna hacia el continente y la salida al mar de toda la parte sur de su vecino Brasil, pasaba por los ríos Paraná e Iguazú, que desde las famosas cataratas que llevan su nombre, era navegable y que eran totalmente controlados por Paraguay, lo que dificultaba el crecimiento económico de todo el interior brasileño.
Por otro lado Argentina mantenía con Paraguay un antiguo litigio en relación con los inmensos y casi despoblados territorios de lo que habían sido sus provincias de Corrientes y Misiones, parte de las cuales habían sido anexionadas por Paraguay.
Tenía entonces este país una población de millón y cuarto de habitantes y el ejército mejor armado y más preparado de toda Sudamérica, por eso, cuando en 1864 su presidente, Francisco Solano, vio venir los acontecimientos que se le echaban encima, no dudó en enfrentarse bélicamente contra la Triple Alianza.
Además del ejército, el pueblo paraguayo, que estaba muy contento con su presidente, con el que había alcanzado un notable nivel de vida, siguió a Francisco Solano en la guerra que se iniciaba y junto al presidente marchaba su amante, Elisa Lynch, a la que su pueblo llamaba “La princesa de la Selva”, su primogénito “Panchito”, al que a lo largo de la contienda nombró coronel y terminó siendo su Jefe de Estado Mayor y varios miembros del gobierno.
Cinco años fue capaz de aguantar el pequeño país de los guaraníes, frente a los poderosos Brasil y Argentina, apoyados por Uruguay, pero el final empezó a verse muy claro.
Fue una guerra durísima, en la que no había prisioneros por ninguno de los dos bandos y en la que los paraguayos demostraron un valor y un coraje digno de alabanza.
Ni siquiera la conquista de la capital del país, Asunción, hizo recapacitar a los paraguayos, que continuaron defendiéndose hasta morir masacrados.

Última fotografía del presidente López
pocos días antes de su muerte

En los diferentes frentes que Francisco Solano tuvo que soportar, perdieron la vida miles de soldados y muchos integrantes de tribus indígenas que se prestaban a ayudar en la contienda, hasta que ya casi desarmado, sin apenas munición, descalzos y sin alimentos, lo que quedaba del ejército paraguayo fue cercado por los brasileños en una zona conocida como Cerro Corá, en el corazón de la selva paraguaya y muy próximo a la región brasileña de Mato Grosso.
Los indígenas guaraníes quisieron esconder en la intrincada selva al presidente y su séquito, pero éste se negó en rotundo y prefirió esperar, junto a sus soldados, la llegada del ejército brasileño.
Más de dos mil quinientos soldados, bien pertrechados, componían la fuerza atacante, mientras los defensores eran apenas cuatrocientos, mal equipados y hambrientos, muchos de ellos acompañados por restos de sus familias.
No se puede decir que lo ocurrido en Cerro Corá fuera una batalla, más bien fue una masacre, en la que cayeron abatidos todos los soldados paraguayos y su presidente, que sable en mano, se defendía de los atacantes, hasta que fue abatido de un disparo.
También su hijo, el Coronel Panchito que tenía diecisiete años, murió combatiendo.
Solamente se salvó la amante, Elisa Lynch, la cual alegó su nacionalidad inglesa para que le fuera respetada la vida.
“Muero con mi patria”, dicen que fueron la últimas palabras de Francisco Solano, sabiendo que tras aquella derrota, Paraguay iba a padecer una muerte técnica de la que tardaría años en recuperarse.



2 comentarios:

  1. Muy interesante y totalmente desconocida esa historia para mi.

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  2. Desconocía esta etapa de Paraguay. Me ha gustado el artículo. Un abrazo!!

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