En estos últimos días ha
quedado patente el profundo desconocimiento de la Historia que parte de
nuestros gobernantes padecen. En buena medida, la causa ha de buscarse en el
sistema educacional que hemos venido padeciendo en las últimas décadas, pero en
otras, ni siquiera ese desastre de sistema tiene la culpa.
Es simplemente que hay mucho
desinterés por conocer los acontecimientos que han forjado el devenir de los
pueblos, de países en los que hayamos tenido gran influencia, si estos no son
próximos a nosotros.
Uno de esos acontecimientos,
en el que se vieron envuelto varios países sudamericanos, fue una brutal guerra.
Guerra que, como casi siempre, iba dirigida a proteger los intereses económicos
de algunos países.
Se llama “Trifinio” al punto
Geográfico en donde convergen las fronteras de tres países. Al contrario de lo
que se pueda pensar, hay casi ciento sesenta trifinios en el mundo, la mayoría
completamente desapercibidos, como los de Rusia o China que tienen veintiséis
en total.
España tiene dos con Francia y
Andorra, pero los más señalados se encuentran en América del Sur y de todos
ellos el más famoso sea quizás el llamado “Triple Frontera” que forman la
conjunción de Brasil, Argentina y Paraguay, países a los que separan los ríos Paraná
y su afluente Iguazú.
Ambos ríos son navegables y
siempre han jugado un papel de suma importancia en las comunicaciones, la
economía y el comercio de los tres países. Pero era Paraguay el que tenía la
soberanía sobre el río Paraná
Era mediados el siglo XVIII
cuando la ambición de controlar los ríos, sobre todo de Brasil y Argentina,
desencadenó una guerra contra Paraguay cuyas consecuencias fueron tan funestas
que el país quedó casi sin hombres, pues casi todos habían perecido en los
cinco años de contienda. Quedaron solo ancianos, mujeres y niños y algunos
miles de guaraníes que habitaban territorios tan recónditos, que ni siquiera se
enteraron de que había una guerra.
Fue la llamada Guerra de la
Triple Alianza, que habían firmado el primero de mayo de 1865, Argentina,
Brasil y Uruguay, aunque este último país tendría escaso protagonismo y
aprovechamiento en la contienda.
En 1844 había sido elegido
como primer presidente constitucional de la República de Paraguay, el político
y miembro de una poderosa familia paraguaya, Carlos Antonio López, que gobernó
el país hasta 1862, en que falleció.
Previendo que la saga familiar
continuaría después de su muerte, el hábil político envió a su hijo
primogénito, Francisco Solano López de gira por toda Europa con el fin de
formarse política y militarmente, adquirir conocimientos generales sobre
armas, comprar las más modernas, reclutar mercenarios que estuviesen dispuestos
a luchar por su país y sobre todo, relacionarse con los líderes políticos de la
época.
En ese viaje y cuando se
encontraba invitado en la corte del emperador Napoleón III, conoció a una
irlandesa llamada Elisa Alicia Lynch, casada con un oficial francés destinado
en Argelia, al que había abandonado.
Se inició un tórrido romance
entre ambos, que duró toda la vida del joven Francisco, pues a la hora de
volver a su país, Elisa lo acompañó. Nunca se casaron, porque ella no obtuvo el
divorcio, pero eso no fue inconveniente para que poco antes de llegar a
Paraguay, la pareja viera aumentar la familia con la llegada de un hijo al que
pusieron por nombre Juan Francisco, que sería conocido con el nombre de General
Panchito.
La
Triple Frontera
La llegada a su país fue todo
un acontecimiento, pues había comprado un buque de guerra en Gran Bretaña, el
Tacuarí, en el cual transportaba numeroso armamento de nueva generación y un
buen número de soldados profesionales que había reclutado en diferentes países
y con los que pensaba potenciar su ejército. En otro buque, viajaba él con su
amante y su hijo.
Paraguay era, en aquellos
momentos, uno de los países más ricos y estables de toda América del Sur.
Abastecía de tabaco, algodón, maderas y otros productos vegetales a casi todo a
los demás países de su entorno. Tenía una gran riqueza maderera que en Europa
era muy preciada y poseía incluso altos hornos en donde se fundía el hierro de
sus minas, pero era un país muy despoblado, con enormes zonas boscosas casi
desconocidas y con infinitas riquezas por explotar, cosa que interesaba a los
ingleses que llevaban décadas introducidos en el Mar del Plata y que querían
sacar tajada de aquel rico y escondido país.
La familia aristocrática del
presidente de la República era inmensamente rica y más rica lo iba siendo con
las compras de las propiedades del estado, que el presidente ponía en venta y
él mismo adquiría.
A la muerte del presidente
López, su hijo, Francisco Solano, ya preparado de antemano y apoyado en la
poderosa familia y sus inmensas riquezas, fue proclamado presidente de la
república.
Como es natural, el nuevo presidente
siguió las directrices ya marcadas por su antecesor, pero, a la vez, puso en
marcha todas las inquietudes que su largo viaje por Europa le habían
despertado.
Extendió las líneas de
telegrafía, construyó unos segundos altos hornos y una nueva fundición, donde se fabricaban
cañones y armas largas; construyó una línea férrea, la primera del continente
americano y para aprovechar la producción de algodón, creo unas industrias
hilanderas y textiles.
Así estaban las cosas en este
pequeño país, que se veía prosperar, cuando la única vía de comunicación
interna hacia el continente y la salida al mar de toda la parte sur de su
vecino Brasil, pasaba por los ríos Paraná e Iguazú, que desde las famosas
cataratas que llevan su nombre, era navegable y que eran totalmente controlados
por Paraguay, lo que dificultaba el crecimiento económico de todo el interior
brasileño.
Por otro lado Argentina
mantenía con Paraguay un antiguo litigio en relación con los inmensos y casi
despoblados territorios de lo que habían sido sus provincias de Corrientes y
Misiones, parte de las cuales habían sido anexionadas por Paraguay.
Tenía entonces este país una
población de millón y cuarto de habitantes y el ejército mejor armado y más
preparado de toda Sudamérica, por eso, cuando en 1864 su presidente, Francisco
Solano, vio venir los acontecimientos que se le echaban encima, no dudó en
enfrentarse bélicamente contra la Triple Alianza.
Además del ejército, el pueblo
paraguayo, que estaba muy contento con su presidente, con el que había
alcanzado un notable nivel de vida, siguió a Francisco Solano en la guerra que
se iniciaba y junto al presidente marchaba su amante, Elisa Lynch, a la que su
pueblo llamaba “La princesa de la Selva”, su primogénito “Panchito”, al que a lo
largo de la contienda nombró coronel y terminó siendo su Jefe de Estado
Mayor y varios miembros del gobierno.
Cinco años fue capaz de
aguantar el pequeño país de los guaraníes, frente a los poderosos Brasil y
Argentina, apoyados por Uruguay, pero el final empezó a verse muy claro.
Fue una guerra durísima, en la
que no había prisioneros por ninguno de los dos bandos y en la que los
paraguayos demostraron un valor y un coraje digno de alabanza.
Ni siquiera la conquista de la
capital del país, Asunción, hizo recapacitar a los paraguayos, que continuaron
defendiéndose hasta morir masacrados.
Última fotografía del
presidente López
pocos días antes de su
muerte
En los diferentes frentes que
Francisco Solano tuvo que soportar, perdieron la vida miles de soldados y
muchos integrantes de tribus indígenas que se prestaban a ayudar en la
contienda, hasta que ya casi desarmado, sin apenas munición, descalzos y sin
alimentos, lo que quedaba del ejército paraguayo fue cercado por los brasileños
en una zona conocida como Cerro Corá, en el corazón de la selva paraguaya y muy
próximo a la región brasileña de Mato Grosso.
Los indígenas guaraníes
quisieron esconder en la intrincada selva al presidente y su séquito, pero éste
se negó en rotundo y prefirió esperar, junto a sus soldados, la llegada del
ejército brasileño.
Más de dos mil quinientos
soldados, bien pertrechados, componían la fuerza atacante, mientras los
defensores eran apenas cuatrocientos, mal equipados y hambrientos, muchos de
ellos acompañados por restos de sus familias.
No se puede decir que lo
ocurrido en Cerro Corá fuera una batalla, más bien fue una masacre, en la que
cayeron abatidos todos los soldados paraguayos y su presidente, que sable en
mano, se defendía de los atacantes, hasta que fue abatido de un disparo.
También su hijo, el Coronel
Panchito que tenía diecisiete años, murió combatiendo.
Solamente se salvó la amante, Elisa Lynch, la cual alegó su nacionalidad inglesa para que le fuera respetada
la vida.
“Muero con mi patria”, dicen
que fueron la últimas palabras de Francisco Solano, sabiendo que tras aquella
derrota, Paraguay iba a padecer una muerte técnica de la que tardaría años en
recuperarse.
Muy interesante y totalmente desconocida esa historia para mi.
ResponderEliminarDesconocía esta etapa de Paraguay. Me ha gustado el artículo. Un abrazo!!
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