viernes, 24 de febrero de 2017

¿QUIEN DESCUBRIÓ AUSTRALIA?




Si hacemos caso de lo que dicen los libros de historia, Australia fue descubierta y cartografiada por primera vez por el británico James Cook, en el año 1770.
Efectivamente, a bordo del buque de la marina británica Endeavor, recorrió la costa dibujando sus perfiles y desembarcó el día veintinueve de abril en un lugar que bautizó como “Botany Bay”, una ensenada amplia que se encuentra al sur de la actual Sidney y en la que hallaron tal cantidad de plantas diferentes y tan frondosas, que dio lugar a su nombre.
Cook sabía ya la inmensidad de aquella tierra a la que puso por nombre Nueva Gales del Sur.
Sin embargo, con ese nombre no la conoce nadie en la actualidad y sí que se le llama Australia, pero antes de seguir hagamos un poco de historia.
Al contrario de lo que se cree, Australia fue poblada unos treinta mil años antes que Europa y sus primeros habitantes, hombres como nosotros, llegaron hasta allí andando.
Lo que actualmente sería una misión imposible, en aquellos momentos era tarea fácil pues casi toda la plataforma continental del océano Índico había quedado al descubierto como consecuencia de las glaciaciones, de manera que de isla en isla, los primeros pobladores procedentes de Asia fueron avanzando hacia el sur, hasta asentarse en la actual Australia, después de haber ido poblando las islas infinitas del Pacífico. Si se observa detenidamente un mapa de Oceanía se aprecia el rosario de islas que parece dirigirse desde Malasia hasta Australia, tan cercanas unas de otras y con tan escasa profundidad que al retirarse el mar hizo posible el desplazamiento andando.

En rojo la posible ruta de las migraciones

Al acabar el periodo glacial, las aguas reclamaron sus propiedades y entre los océanos Indico y Pacífico, se crearon los innumerables archipiélagos, quedando grandes masas de tierra emergida, como Australia, Nueva Zelanda, Tasmania o Papua-Nueva Guinea, cuyo conjunto se conoce como Oceanía.
Así que, hace unos cincuenta mil años, la que luego se llamaría “Terra remota Australis” fue poblada por hombres como nosotros y por una razón fundamental que era huir del frío que se cebaba con toda la zona norte, en donde se encontraba gran parte de Asia y toda Europa.
Dada su lejanía de todas las partes del mundo conocido y habitado, aquella tierra cálida, permaneció completamente aislada, dando lugar a una raza especial, los aborígenes y sobre todo a una fauna y flora únicas en la Tierra.
Desde la más remota antigüedad se pensaba que en la parte más meridional del planeta debía existir un gran continente que “contrapesara” las masas de tierra conocidas. Una teoría aristotélica, pero sin fundamento que, al cabo de los siglos resultó ser realidad.
A finales del siglo XVII y durante el XVIII, holandeses, belgas, británicos y otros navegantes europeos, se aventuraron en los llamados Mares del Sur, descubriendo y cartografiando las costas de las grandes islas que se iban colonizando. Así se descubrió Tasmania, por el navegante Abel Tasman, que arribó a sus costas en1642 a bordo de un buque de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
Algo más de un siglo después, el capitán Cook dijo haber descubierto Nueva Zelanda y así ocurrió con otras grandes y pequeñas islas del Pacífico Sur, cuyos descubrimientos se adjudicaron los norte europeos.
Así continuaron las cosas y de ese modo se explicaba en los libros de historia, hasta que en 1982 Roger Hervè, conservador de la Biblioteca Nacional de París, publicó un estudio en el que aseguraba que Australia y Nueva Zelanda fueron descubiertas entre 1521 y 1528 por españoles y portugueses. Basaba su aseveración en la existencia dentro de la conocida Colección Dieppe, de unos mapas de aquel inmenso continente que se conservaban en la biblioteca y que estaban escritos en idioma español y datados en más de doscientos años antes de que Cook dijera haber descubierto la Nueva Gales del Sur. Este mapa, de mediados del siglo XVI había sido un regalo de Pierre Descelier, el famoso cartógrafo francés, al rey Enrique II de Francia y en él aparece Australia dibujada a la perfección y con numerosas banderas señalando puntos estratégicos de la costa, cabos, ensenadas y otros accidentes. Todas esas banderas eran españolas o portuguesas.
Es cierto que fue Gran Bretaña el primer país que mostró un interés en colonizar los dos “descubrimientos” de Cook y también el primero en cartografiarlo detalladamente, pero eso no quiere decir que fuera su descubridor.
Existe una poderosa razón para que Inglaterra se interesara de pronto en hacerse con aquellas tierras tan lejanas y es que estaban perdiendo sus colonias en Norteamérica y entre otras dificultades que se les venían encima, es que no sabían a donde llevar a sus presos, criminales, ladrones, desterrados, maleantes, prostitutas, golfos y borrachos, que hasta entonces iban a las Colonias Americanas. Australia quedaba lo suficientemente lejos como para desentenderse de ellos, abandonándolos un poco a su suerte. Precisamente en Botany Bay, donde arribó Cook por primera vez, se construyó la primera colonia penitenciaria.
El estudio publicado por Hervè se fundamenta en un hecho constatado y es en la expedición de García Jofre de Loaisa, el fraile manchego descubridor del Cabo de Hornos, que comandaba una flotilla compuesta por siete naves que iban a colonizar las Islas Molucas y en la que se habían alistados navegantes y mareadores de la talla de Elcano, del agustino Urdaneta, posiblemente nuestro mejor navegante, de Hoces o de Alonso de Solís.
En esta expedición navegaba una carabela, la San Lesmes, a cuyo mando iban precisamente estos dos últimos marinos señalados en el párrafo anterior, la cual se separó de la flota debido a una fuerte tormenta y fue navegando sola desde el archipiélago de Juan Fernández, frente e las costas de Chile, hasta llegar a Nueva Zelanda y Australia.
En aquella época, solamente España y Portugal estaban en condiciones de navegar por cualquier mar del mundo, pues desde que se circundara la Tierra, existía un pleno conocimiento de los comportamientos de los vientos en todos los océanos, habiéndose podido comprobar que éstos, al igual que las corrientes marinas, se comportaban de una forma razonablemente parecida en todos los mares y océanos, por lo que no resulta improbable que la San Lesmes fuera capaz de realizar ese enigmático viaje.
La teoría que se plasma en el estudio de Hervè se fundamenta, además de en los mapas, en ciertos hallazgos que en su día fueron desechados por incomprendidos.
En 1952, en el lecho de un río neozelandés, se encontró una espada española del siglo XVI con empuñadura de plata, así como un casco típicamente castellano, llamado morrión. Como quiera que aún no se hablaba de la presencia española en aquellas tierras en el siglo XVI, fueron catalogados y guardados como objetos fuera de lugar, sin dar explicación de su procedencia. Ambos objetos están actualmente expuestos en un museo de Nueva Zelanda.
Con posterioridad, fueron apareciendo en las costas australianas diversos objetos, como monedas, puñales, hojas de espadas, petos, incluso un trozo de campana que por su aleación se ha clasificado como española y una borgoñeta, un casco ligero que deja la cara al descubierto y que era muy usado por hombres de la mar, y todos ellos eran datados del siglo XVI. Todos estos datos confirman la presencia en aquellas aguas de un navío español, no pudiendo ser otro que la San Lesmes, pues el registro de buques que se hacían a la mar era muy controlado por la Casa de Contratación.

Borgoñetas en cuero y oro pertenecientes a Carlos I y Felipe II

Muy posiblemente, cuando la carabela navegaba por el sur de Australia, naufragó y con los restos de la embarcación, los tripulantes construyeron un barco más pequeño con el que siguieron su aventura, pues actualmente se sabe que llegaron hasta el Cabo York, la punta más septentrional del continente, muy cerca ya de Papúa Nueva Guinea.
En el cabo York terminó la aventura de la San Lesmes y todos sus tripulantes, pues fueron apresados por los portugueses allí asentados que los eliminaron a todos.
Era esta una costumbre de la época con el fin de proteger el descubrimiento y los portugueses no solo lo protegieron sino que se apropiaron de toda la cartografía levantada por los pilotos de la carabela. Estos datos, recogidos años más tarde por el capitán Hernando de la Torre, se conservan actualmente en el Archivo de Indias.
Según toda la documentación, avalada por los restos arqueológicos encontrados, la cartografía de Australia estaba realizada en el siglo XVI, lo cual quiere decir que tanto fueran españoles, como portugueses, fueron estos los descubridores del continente y no James Cook, quien antes de partir en su viaje con el Endeavor, ya conocía aquel mapa y tenía certeza absoluta de a donde se dirigía.

Lo mismo que diríamos para Cristóbal Colón, cabría atribuir a Cook, que no habiendo sido los primeros en llegar a tierras aisladas e ignoradas por la civilización, nadie puede sustraerles el honor de haber sido los primeros en dar a conocer sus descubrimientos.

4 comentarios:

  1. Muy interesante, prueba de la grandeza de los navegantes españoles y pena de que tantos antepasados hayan sido vituperados por otros compatriotas.

    ResponderEliminar
  2. Felicitaciones por tan detallada Narración.
    y España sigue sin reivindicar al menos sus derechos de haber sido los primeros europeos en llegar. llevamos siglos de Silencio, por eso está muy bien que todo esto se haga llegar al mundo entero a través de este milagro que es Internet y tu LUPA SOBRE LA HISTORIA.

    ResponderEliminar
  3. muy clarificador. Si puedes corrige la errata de platas por plantas al inicio. Saludos.

    ResponderEliminar