viernes, 3 de marzo de 2017

EL COLÓN CHINO




Decía en el artículo anterior que la gloria de un descubrimiento no es solamente la de llegar primero, sino volver para contarlo. Darlo a conocer a los cuatro vientos y volver con más medios y más ganas: “no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar”, decía la letra de El Rey.
Hoy se sabe positivamente y ha sido objeto de artículos anteriores, que Cristóbal Colón no fue el primero en llegar a América, pero nadie duda de que “supo llegar” y también volver y puso su descubrimiento a disposición de la humanidad.
Si desde Europa ya es meritorio navegar el Atlántico hacia el oeste para recorrer miles de leguas hasta llegar a las costas americanas, hacerlo en el Pacífico, cuya distancia desde cualquier punto es muchísimo mayor, tiene un mérito añadido.
Actualmente empezamos a conocer cosas del continente asiático, concretamente de China, que habían estado vedadas a todo el mundo como consecuencia de la fuerte presión ejercida por el confucianismo, doctrina del filósofo y pensador Kong Zi, al que también se le conocía como Kong Fu Tse y que fue el nombre de dio lugar a la traducción que muchos siglos después, los jesuitas misioneros en Asia, interpretaron por Confucio. Su doctrina que data del siglo quinto antes de nuestra era, ha perdurado en China hasta nuestros días.
Esa doctrina férrea impidió a China abrirse al exterior. Si alguien quería saber algo sobre ellos, habría de ir allí y ya serían los chinos los encargados de mostrarle o no sus secretos, según fuera de meritorio el visitante.
Pero durante un largo periodo de la historia, entre los siglos XIV y XVII, el poder fue ostentado por la dinastía Ming, la cual llevó a China a su mayor esplendor y no solamente eso, abrió sus fronteras y estableció innumerables relaciones comerciales y políticas con todos los países de su entorno. Las doctrinas de Confucio quedaron un poco arrinconadas, pero no desaparecieron del todo.
Fue en este período cuando surgió la figura de un  militar y navegante hasta entonces jamás igualado. Se trataba de Ma Ze, un chino de nacionalidad, pero no perteneciente a la raza china, sino a una etnia llamada Hui, cuya principal característica era que profesaban la religión islámica, pero usaban el chino como idioma habitual, de hecho, su nombre, Ma, es la adaptación al chino del nombre de Mahoma. Esta circunstancia fue determinante en su vida.
Ma Ze nació en la provincia de Yunnan, en el interior de China, haciendo frontera con Laos, Vietnam y Birmania.
Cuando la dinastía Ming se hizo con el poder tras el desmoronamiento de la dinastía Yuan fundada por Kublai Kan, las tropas de los nuevos gobernantes comenzaron la conquista de los territorios que permanecía fieles a la dinastía anterior, entre ellos, la provincia de Yunnan. Ma Ze fue cautivado, castrado y empleado como sirviente del príncipe Zhu Di, otra circunstancia trascendental en su vida, pues con los años, su amo, fue elevado a la categoría de emperador y gobernó durante veintiún años con el nombre de Yongle.
En la corte del príncipe recibió una exquisita educación y siguió la carrera militar, participando junto a su amo, en diferentes campañas guerreras que le acarrearon fama de buen militar y leal soldado. A pesar de ser un castrado, un eunuco, su apariencia era totalmente varonil y su voz grave y profunda, apta para dar órdenes.
Cuando en 1402 se produjo la rebelión de los eunucos, contra el emperador, Zhu Di los apoyó, consiguiendo destronarlo y colocándose él en su lugar. Por el apoyo prestado, los eunucos fueron restaurados en su condición de personas aspirantes a las máximas categorías sociales, que en el anterior mandato les estaba vedado.
El nuevo emperador, cambió el nombre del protagonista de esta historia que desde entonces se llamó Zhen He, nombre por el que ha sido conocido y reconocido. Ya con este nombre y como comandante del ejército chino, el castrado He, participó junto al emperador, en cuatro campañas militares contra los mongoles.
Pero la razón por la que Zhen He ha entrado en la historia es por haber comandado siete grandes expediciones navales por el Océano Índico, dentro de un plan pensado para abrir China al resto de países bañados por el océano Índico y sus mares interiores.
En 1403, el emperador Yongle, el gran protector de Zhen He, ordenó la construcción de más de trescientos buques, de los que casi doscientos tenían que estar adaptados para navegar por alta mar y en cuatro años se construyeron más de mil quinientas naves de todos los tipos, que fueron construidas o remodeladas en unos astilleros inmensos capaces de dar cabida a tan ingente trabajo y creados especialmente.
El principal motivo que inspiraba al emperador era el de abrir rutas comerciales marítimas, porque las rutas terrestres estaban bloqueadas por las hordas mongoles que se extendían desde el centro de China hasta parte de Europa. Pero no hay que obviar en él un cierto afán investigador de las culturas y conocimientos geográficos de sus países vecinos, así como la idea de abrir el abanico diplomático con otros países que complementara el que ya había comenzado por tierra, pues en ese momento China mantenía cordiales relaciones con países de Asia Menor y Oriente Medio.

Mapa de los viajes de Zhen He

Indudablemente la nueva dinastía gobernante, se abría al mundo y se distanciaba así de lo que, secularmente, había sido aquel inmenso país.
Con más de trescientos barcos, algunos de hasta nueve palos y casi treinta mil hombres, el eunuco He al mando de la expedición que se conoce como La Flota del Tesoro, se hizo a la mar en otoño de 1405, visitando Sumatra, Java, Ceilán, recalando por último en Calcuta, para volver a China dos años después y llevando a bordo a numerosos embajadores de los países visitados.
Desde ese momento se sucedieron otros siete viajes en los que seguramente tocó muchos puntos de la costa oriental africana y la isla de Madagascar, navegando por el Canal de Mozambique.
De por sí, esta dilatada aventura marítima hubiera encumbrado, como así fue, al navegante chino, pero recientemente el marino y escritor británico, criado en China, Gavin Menzies, publicó un libro titulado: 1421: El año que China descubrió el mundo, que inmediatamente levantó una fuerte polvareda.
Según este autor, los viajes de Zhen He no se limitaron a recorrer el Océano Índico, el Mar Rojo, o el de Arabia, sino que en sus incursiones llegó hasta las costas de América, cruzando el Océano Pacífico y así, adelantándose en más de setenta años al descubrimiento de Colón.
La teoría presentada por Menzies se basa fundamentalmente en la certeza de que la ingeniería naval china era, con diferencia, la más avanzada de su tiempo con elementos como el timón de rueda o los mamparos separadores, para impedir el hundimiento y por tanto capaz de realizar la proeza. Así mismo, la existencia de un mapa que es copia de otro que en 1418 habría manejado Zhen He y en el que se describe perfectamente toda Asia, África completa, parte de Europa y, sobre todo, América, vendría a demostrar que He, habría bordeado el cabo de Hornos, llegando incluso a las costas europeas.

Supuesta copia del mapa de 1418

Como es natural, tanto el libro de Menzies, como el supuesto mapa que está lleno de anotaciones al margen, como era costumbre, despertaron dudas sobre entre la comunidad académica historiadora, porque de ser auténtico, demostraría que el navegante chino navegó las dos costas de África y América, descubrió Australia, llegó a Europa y dibujó las costas del Mediterráneo.
Eso supondría haber descubierto América setenta y cuatro años antes que Colón y un siglo antes, haber hecho lo mismo con Australia o circundado la Tierra.
Curiosamente en las notas marginales se dicen cosas tan interesantes como que los nativos americanos tienen la piel de color rojizo y se adornan la cabeza con plumas, o que los aborígenes de Australia son negros y se adornan la nariz atravesándose un hueso.
Estos detalles asombraron a los investigadores, pero también se preguntaron cómo es que en el mapa no aparecían las Islas Británicas, o cómo la Península de California se representa como una isla, lo que había sido un error europeo, muy repetido hasta que se demostró que estaba unida al continente.
Eso hacía suponer que el mapa no era de la fecha que se indicaba, 1421, sino muy posterior, como indicaban la multitud de datos sobre las costas americanas del Atlántico, que en aquella época no podían ser conocidos.
Por otro lado, la teoría del escritor británico se basa en el hallazgo de una escultura china, de la dinastía Ming, hallada en Kenia, o diversos ejemplares de porcelanas chinas encontrados en Perú y California.
Pero esos detalles, aun cuando significativos, no soportan por si solos el peso de la teoría mantenida por Menzies.

Hubiese llegado a América o no, a este gran navegante se le conoce como “El Colón Chino”.

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