sábado, 6 de mayo de 2017

UNA CUEVA CON MISTERIO



Hace ya varios años, quince o más, a altas horas de la madrugada, el afamado locutor del misterio, como alguien lo llamó, Juan Antonio Cebrián, estaba emitiendo su programa La Rosa de los Vientos, que contaba con miles y miles de seguidores, a pesar de que se emitía sábados y domingos, a partir de las doce de la noche. Trataba en aquella emisión de la enigmática Cueva de Hércules, situada en el Callejón de San Ginés, en Toledo, cuando un oyente, tan enigmático como el propio programa, entró telefónicamente en la emisión del programa, para dejar a la audiencia totalmente sobrecogida.
Se conoce como la Cueva de Hércules a unos espacios subterráneos, abovedados, en el subsuelo del centro de la antigua ciudad de Toledo. Mucho se ha escrito sobre esta fabulosa cueva y algunos escritos, tan maravillosos como las antiguas leyendas, afirman que su nombre obedece a que su construcción fue obra Hércules el Egipcio, personaje entre la mitología y la realidad que se considera muy vinculado con Hispania, en donde habría sido desde creador de varias ciudades, entre ellas Cádiz y Segovia, y hasta constructor de emblemáticos edificios, como el faro que lleva su nombre, en La Coruña, o las bases en la que asientan en la actualidad el Alcázar y el acueducto de Segovia.

Juan Antonio Cebrián, durante la emisión de uno de sus programas

En esas cuevas, horadadas por él en la roca granítica del subsuelo toledano, impartiría su lecciones sobre magia y ocultismo y al marcharse de allí, dejaría una advertencia para cualquiera que quisiera profanar aquel lugar de culto y sabiduría, aconsejando que se abstuviera de entrar en aquel lugar si es que temía a la muerte .
Otras fabulas hablan del “Toledo Subterráneo”, una especie de submundo de túneles y grutas en el que se refugiaban los iberos, habitantes de la zona centro peninsular, para defenderse de las múltiples invasiones que amenazaron su tierra. Otras hablan de conexiones misteriosas con otras dimensiones y así, hasta no parar de especular.
Pero la más fantástica de todas es la que atribuye la construcción de las cuevas al mismo arquitecto que construyera el Templo de Salomón, el también mítico rey hebreo, cuya verdadera existencia hoy se cuestiona –ver mi artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/03/existio-el-biblico-salomon.html.
Por razones que no se han explicado por los defensores de esta leyenda, Salomón habría trasladado a esta cueva gran parte de su tesoro, entre el que se encontraría la famosa “Mesa de Salomón”, una maravilla confeccionada en oro, con piedras preciosas y perlas, tan codiciada por templarios, esotéricos, herméticos, buscadores de tesoros y arqueólogos de todas las épocas y que tenía la extraordinaria particularidad de responder a cuantas preguntas se le hicieran sobre el pasado o el futuro.
Esas cuevas fueron usadas por los romanos y esto ya no es leyenda, sino historia constatada, como depósitos hídricos y según la “ciencia oficial” se construirían en la segunda mitad el siglo I. Dentro de las cavidades del subsuelo se construyeron depósitos, con sus correspondientes conexiones, aliviaderos, muros de contención, bóvedas de medio cañón y cuanto fue necesario para convertir el espacio en una aljibe que aprovechara las aguas de lluvia o de algún venero con el que abastecer a la población y que a la vez sirviera como fresco lugar de almacenamiento de determinadas mercancías.
Tras la invasión de los godos, al hacerse dueños de la Península, establecieron su corte precisamente en Toledo y aquellas aljibes fueron cayendo en desuso, quizás alimentado por toda la batería de leyendas que sobre las cuevas existían. Al convertirse al cristianismo el nuevo pueblo invasor, sobre el lugar que protegía la entrada a la cueva, posiblemente un torreón, se construyó una iglesia, dedicada precisamente a San Ginés, lo que dio nombre al callejón que quedaba ante la edificación, y en la que se habilitó un acceso a los subterráneos, protegido por una gruesa puerta, debidamente asegurada.
Por siglos, las puertas de la cueva se mantuvieron cerradas y la tradición imponía que cada nuevo rey que se sentara en el trono de Toledo, tendría que ir agregando un nuevo cerrojo a la puerta, con la promesa de no violar su entrada, so pena de iniciar una serie de desgracias que conllevarían al fin del mundo.
Así vino ocurriendo hasta que don Rodrigo se hizo con el poder en 710, tras derrocar a Witiza y sus partidarios, el cual, lejos de seguir la tradición con respecto a la cueva, profanó sus cerrojos y se introdujo en ella con algunos de sus más leales.
No se tiene constancia de lo que ocurrió realmente, pero algo muy grave perturbó el ánimo de los exploradores de la enigmática gruta, a los que se les vaticinó un cercano final.
Se cuenta que en un arcón, el propio don Rodrigo encontró un trozo de tapiz o tela en el que estaban dibujadas unas gentes de extrañas vestiduras, cubiertas sus cabezas con telas enrolladas y portando espadas curvas.
En efecto, un año después, los árabes, ayudados por los resentidos seguidores de Witiza, consiguieron llegar a la Península y atacar a don Rodrigo en la batalla del Guadalete (o de la Janda), venciendo estrepitosamente a los cristianos e iniciando la conquista que ya conocemos.
Respetuosos los musulmanes con las tradiciones esotéricas, en el tiempo en que Toledo estuvo bajo sus dominios, no se tiene constancia de que se profanara la cueva, aunque sí se convirtió en mezquita la antigua iglesia visigótica y no fue hasta 1546, cuando el arzobispo de Toledo, Juan Martínez Guijarro, filósofo, teólogo, matemático y hombre cultísimo, organizó una expedición para explorarla. Como la anterior exploración, ésta también acabó en tragedia, aunque en los anales de la ciudad no consta exactamente en que consistió, posiblemente debido al enorme poder de la Iglesia en aquellos momentos, que acallaría los nefastos resultados de aquella intrusión.
Hasta aquí, he pretendido narrar un poco de la historia de la cueva más enigmática de nuestro país y sobre la que se pueden encontrar multitud de publicaciones, estudios y artículos de difusión, ciertamente que sin demasiado rigor científico.
Pero algo está ocurriendo en los últimos quince años, porque el interés se ha vuelto a desatar, sobre todo cuando se han sabido cosas realmente curiosas que habían permanecido calladas durante mucho tiempo.
En 1940, iniciada la II Guerra Mundial, los alemanes habían tenido un fulgurante comienzo que los hacía suponerse vencedores del conflicto y amos del mundo. Así, enviaron a España, concretamente a Toledo, una expedición de la Unidad de Arqueología de las “SS”, que mandaba directamente Heinrich Himmler, con la intención de explorar la Cueva de Hércules y buscar la reliquia más sagrada y poderosa del rey Salomón, la famosa mesa, de la que ya se ha hablado.
¿Hasta qué punto deben de existir escritos ocultos que hablen de esa Cueva y sus tesoros, para que los alemanes le dedicasen una atención preferente?
Algo hay que desconocemos y ese algo quiere sacarlo a la luz una persona, de dudoso rigor científico que a veces desvaría en teorías “conspiranóicas” y que se llama Alberto Canosa.
Sobre esta última persona y sobre aquella incursión nazi, así como los secretos y misterio que la cueva oculta, trataba aquel programa de la madrugada de un domingo.
Cebrián, con su estilo tan personal, desgranaba los misterios que recorren la amplísima cueva, las conexiones que tiene con otros túneles, unos cegados por el paso de los años y los derrumbes y otros expeditos, que llegan a salir fuera de la ciudad de Toledo, a unas fincas privadas que en nada favorecen la investigación de tan complejo entramado subterráneo.
En ese momento, en el que se hablaba de la cantidad de misterios e incógnitas que encerraba la cueva, entró la llamada de un oyente. Dijo que se llamaba Pedro, pero ese no era su verdadero nombre. Quería preservar su identidad porque lo que iba a decir era algo de mucha trascendencia y no quería que se le identificase. Dijo haber estado varias veces en el interior de las Cuevas de Hércules, como parte de un equipo de lo que entonces se llamaba CESID (actual CNI) y que sabía muchas cosas que no podía contar.
Por mucho que el locutor trató de arrancarle información, el oyente no soltó ninguna prenda en concreto, pero manifestando de una forma en la que se veía que sabía de qué estaba hablando que el contenido de aquellas grutas nunca serán dados a la luz. Que los secretos y efectos que allí se contienen  son de tal magnitud que nunca serán hechos público. En definitiva, que habían sido considerado del más “Alto Secreto”.
Un corte del programa puede oírse en esta dirección: https://www.youtube.com/watch?v=r3Sf7OnRzZY.
Muy cerca de la Cueva de Hércules existen otras cuevas, posiblemente conectadas, sobre las que no se sabe mucho y sobre las que nadie parece querer aclarar su sentido.
En el año 2009, parte de las cuevas de Hércules fueron abiertas al público tras unas obras de conservación, pero se cerraron arcos que daban paso a otros espacios que continúan sin ser visitables.

Las cuevas tras las obras de conservación. Pueden verse los cerramientos de los arcos

¿Qué secreto contienen estas cuevas? ¿Por qué no se quiere ni se deja a nadie investigar sobre las mismas?
No lo sabemos y quizás, como dijo el enigmático Pedro, nunca lo sabremos

2 comentarios:

  1. Comisario

    una vez mas, nos das a tus lectores una Ilustración de algo, que al menos lo de las Cuevas de Toledo, yo no conocia.
    Te felicito por dedicar parte de tu tiempo en Seleccionar aquello que encuentras y crees que nos interesa a tus múltiples lectores.
    Tu Seleccion de Articulos me trae a la memoria el Reader´s Digest que leia con ansiedad en mi juventud y que luego pasó a denominarse SELECCIONES del Reader´s Digest.
    Te animo a que sigas adelante e iras aumentando el Éxito y con ello beneficiarás a nosotros tus Lectores

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  2. Muy interesante, temas tan desconocidos para mi pienso que mas que un lupa en la historia es casi un microcopio.

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