Hace ya
varios años, quince o más, a altas horas de la madrugada, el afamado locutor
del misterio, como alguien lo llamó, Juan Antonio Cebrián, estaba emitiendo su
programa La Rosa de los Vientos, que contaba con miles y miles de seguidores, a
pesar de que se emitía sábados y domingos, a partir de las doce de la noche.
Trataba en aquella emisión de la enigmática Cueva de Hércules, situada en el
Callejón de San Ginés, en Toledo, cuando un oyente, tan enigmático como el
propio programa, entró telefónicamente en la emisión del programa, para dejar a
la audiencia totalmente sobrecogida.
Se conoce
como la Cueva de Hércules a unos espacios subterráneos, abovedados, en el
subsuelo del centro de la antigua ciudad de Toledo. Mucho se ha escrito sobre
esta fabulosa cueva y algunos escritos, tan maravillosos como las antiguas
leyendas, afirman que su nombre obedece a que su construcción fue obra Hércules
el Egipcio, personaje entre la mitología y la realidad que se considera muy
vinculado con Hispania, en donde habría sido desde creador de varias ciudades,
entre ellas Cádiz y Segovia, y hasta constructor de emblemáticos edificios,
como el faro que lleva su nombre, en La Coruña, o las bases en la que asientan
en la actualidad el Alcázar y el acueducto de Segovia.
Juan
Antonio Cebrián, durante la emisión de uno de sus programas
En esas
cuevas, horadadas por él en la roca granítica del subsuelo toledano, impartiría
su lecciones sobre magia y ocultismo y al marcharse de allí, dejaría una
advertencia para cualquiera que quisiera profanar aquel lugar de culto y sabiduría,
aconsejando que se abstuviera de entrar en aquel lugar si es que temía a la
muerte .
Otras
fabulas hablan del “Toledo Subterráneo”, una especie de submundo de túneles y
grutas en el que se refugiaban los iberos, habitantes de la zona centro
peninsular, para defenderse de las múltiples invasiones que amenazaron su
tierra. Otras hablan de conexiones misteriosas con otras dimensiones y así,
hasta no parar de especular.
Pero la más
fantástica de todas es la que atribuye la construcción de las cuevas al mismo
arquitecto que construyera el Templo de Salomón, el también mítico rey hebreo,
cuya verdadera existencia hoy se cuestiona –ver mi artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/03/existio-el-biblico-salomon.html.
Por razones
que no se han explicado por los defensores de esta leyenda, Salomón habría
trasladado a esta cueva gran parte de su tesoro, entre el que se encontraría la
famosa “Mesa de Salomón”, una maravilla confeccionada en oro, con piedras
preciosas y perlas, tan codiciada por templarios, esotéricos, herméticos, buscadores
de tesoros y arqueólogos de todas las épocas y que tenía la extraordinaria
particularidad de responder a cuantas preguntas se le hicieran sobre el pasado
o el futuro.
Esas cuevas
fueron usadas por los romanos y esto ya no es leyenda, sino historia constatada,
como depósitos hídricos y según la “ciencia oficial” se construirían en la
segunda mitad el siglo I. Dentro de las cavidades del subsuelo se construyeron
depósitos, con sus correspondientes conexiones, aliviaderos, muros de
contención, bóvedas de medio cañón y cuanto fue necesario para convertir el
espacio en una aljibe que aprovechara las aguas de lluvia o de algún venero con
el que abastecer a la población y que a la vez sirviera como fresco lugar de
almacenamiento de determinadas mercancías.
Tras la
invasión de los godos, al hacerse dueños de la Península, establecieron su
corte precisamente en Toledo y aquellas aljibes fueron cayendo en desuso,
quizás alimentado por toda la batería de leyendas que sobre las cuevas
existían. Al convertirse al cristianismo el nuevo pueblo invasor, sobre el
lugar que protegía la entrada a la cueva, posiblemente un torreón, se construyó
una iglesia, dedicada precisamente a San Ginés, lo que dio nombre al callejón
que quedaba ante la edificación, y en la que se habilitó un acceso a los
subterráneos, protegido por una gruesa puerta, debidamente asegurada.
Por siglos,
las puertas de la cueva se mantuvieron cerradas y la tradición imponía que cada
nuevo rey que se sentara en el trono de Toledo, tendría que ir agregando un
nuevo cerrojo a la puerta, con la promesa de no violar su entrada, so pena de
iniciar una serie de desgracias que conllevarían al fin del mundo.
Así vino
ocurriendo hasta que don Rodrigo se hizo con el poder en 710, tras derrocar a
Witiza y sus partidarios, el cual, lejos de seguir la tradición con respecto a
la cueva, profanó sus cerrojos y se introdujo en ella con algunos de sus más
leales.
No se tiene
constancia de lo que ocurrió realmente, pero algo muy grave perturbó el ánimo
de los exploradores de la enigmática gruta, a los que se les vaticinó un
cercano final.
Se cuenta
que en un arcón, el propio don Rodrigo encontró un trozo de tapiz o tela en el
que estaban dibujadas unas gentes de extrañas vestiduras, cubiertas sus cabezas
con telas enrolladas y portando espadas curvas.
En efecto,
un año después, los árabes, ayudados por los resentidos seguidores de Witiza,
consiguieron llegar a la Península y atacar a don Rodrigo en la batalla del
Guadalete (o de la Janda), venciendo estrepitosamente a los cristianos e
iniciando la conquista que ya conocemos.
Respetuosos
los musulmanes con las tradiciones esotéricas, en el tiempo en que Toledo
estuvo bajo sus dominios, no se tiene constancia de que se profanara la cueva,
aunque sí se convirtió en mezquita la antigua iglesia visigótica y no fue hasta
1546, cuando el arzobispo de Toledo, Juan Martínez Guijarro, filósofo, teólogo,
matemático y hombre cultísimo, organizó una expedición para explorarla. Como la
anterior exploración, ésta también acabó en tragedia, aunque en los anales de
la ciudad no consta exactamente en que consistió, posiblemente debido al enorme
poder de la Iglesia en aquellos momentos, que acallaría los nefastos resultados
de aquella intrusión.
Hasta aquí,
he pretendido narrar un poco de la historia de la cueva más enigmática de
nuestro país y sobre la que se pueden encontrar multitud de publicaciones,
estudios y artículos de difusión, ciertamente que sin demasiado rigor
científico.
Pero algo
está ocurriendo en los últimos quince años, porque el interés se ha vuelto a
desatar, sobre todo cuando se han sabido cosas realmente curiosas que habían
permanecido calladas durante mucho tiempo.
En 1940, iniciada
la II Guerra Mundial, los alemanes habían tenido un fulgurante comienzo que los
hacía suponerse vencedores del conflicto y amos del mundo. Así, enviaron a
España, concretamente a Toledo, una expedición de la Unidad de Arqueología de
las “SS”, que mandaba directamente Heinrich Himmler, con la intención de
explorar la Cueva de Hércules y buscar la reliquia más sagrada y poderosa del
rey Salomón, la famosa mesa, de la que ya se ha hablado.
¿Hasta qué
punto deben de existir escritos ocultos que hablen de esa Cueva y sus tesoros,
para que los alemanes le dedicasen una atención preferente?
Algo hay que
desconocemos y ese algo quiere sacarlo a la luz una persona, de dudoso rigor
científico que a veces desvaría en teorías “conspiranóicas” y que se llama
Alberto Canosa.
Sobre esta
última persona y sobre aquella incursión nazi, así como los secretos y misterio
que la cueva oculta, trataba aquel programa de la madrugada de un domingo.
Cebrián, con
su estilo tan personal, desgranaba los misterios que recorren la amplísima
cueva, las conexiones que tiene con otros túneles, unos cegados por el paso de
los años y los derrumbes y otros expeditos, que llegan a salir fuera de la
ciudad de Toledo, a unas fincas privadas que en nada favorecen la investigación
de tan complejo entramado subterráneo.
En ese
momento, en el que se hablaba de la cantidad de misterios e incógnitas que
encerraba la cueva, entró la llamada de un oyente. Dijo que se llamaba Pedro,
pero ese no era su verdadero nombre. Quería preservar su identidad porque lo
que iba a decir era algo de mucha trascendencia y no quería que se le
identificase. Dijo haber estado varias veces en el interior de las Cuevas de
Hércules, como parte de un equipo de lo que entonces se llamaba CESID (actual
CNI) y que sabía muchas cosas que no podía contar.
Por mucho
que el locutor trató de arrancarle información, el oyente no soltó ninguna
prenda en concreto, pero manifestando de una forma en la que se veía que sabía
de qué estaba hablando que el contenido de aquellas grutas nunca serán dados a
la luz. Que los secretos y efectos que allí se contienen son de tal magnitud que nunca serán hechos
público. En definitiva, que habían sido considerado del más “Alto Secreto”.
Un corte del
programa puede oírse en esta dirección: https://www.youtube.com/watch?v=r3Sf7OnRzZY.
Muy cerca de
la Cueva de Hércules existen otras cuevas, posiblemente conectadas, sobre las
que no se sabe mucho y sobre las que nadie parece querer aclarar su sentido.
En el año
2009, parte de las cuevas de Hércules fueron abiertas al público tras unas
obras de conservación, pero se cerraron arcos que daban paso a otros espacios
que continúan sin ser visitables.
Las cuevas
tras las obras de conservación. Pueden verse los cerramientos de los arcos
¿Qué secreto
contienen estas cuevas? ¿Por qué no se quiere ni se deja a nadie investigar
sobre las mismas?
No lo sabemos y quizás, como dijo el enigmático
Pedro, nunca lo sabremos
Comisario
ResponderEliminaruna vez mas, nos das a tus lectores una Ilustración de algo, que al menos lo de las Cuevas de Toledo, yo no conocia.
Te felicito por dedicar parte de tu tiempo en Seleccionar aquello que encuentras y crees que nos interesa a tus múltiples lectores.
Tu Seleccion de Articulos me trae a la memoria el Reader´s Digest que leia con ansiedad en mi juventud y que luego pasó a denominarse SELECCIONES del Reader´s Digest.
Te animo a que sigas adelante e iras aumentando el Éxito y con ello beneficiarás a nosotros tus Lectores
Muy interesante, temas tan desconocidos para mi pienso que mas que un lupa en la historia es casi un microcopio.
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