sábado, 1 de septiembre de 2018

PLEITOS TENGAS Y LOS GANES



Así reza un viejo aforismo, más bien una indiscutible maldición que se atribuye a la etnia gitana y con la que se quiere resaltar de manera muy notable que litigar, aunque al final ganes el juicio, es una verdadera pesadilla.
Con este título, reducido a las dos primeras palabras, publiqué un artículo hace ya algunos años, pero con una temática completamente diferente, por lo que me he permitido volver a utilizarlo.
Lo estamos viendo todos los días; cómo se enrocan los asuntos y cómo prácticamente todas las sentencias dejan insatisfechas a las dos partes, incluso a más, si hay acusaciones privadas.
No hace falta poner ejemplos porque están en la mente de todos y tan recientes que aún la prensa viene a airearlos continuamente.
Después de años de instrucción, de miles de folios de documentación, de pruebas y más pruebas, testimonios y toda la parafernalia judicial, se produce una sentencia, medida, sopesada, meditada, que no contenta a nadie, a continuación un recurso tras otro hasta llegar al Constitucional, o al Tribunal de Estrasburgo.
Hay casos en los que sí contenta, por lo menos a la parte que sale beneficiada, pero en la mayoría de ellos se han visto pasar los años para que la justicia se decante a su favor. Aunque gane, ha soportado ya una verdadera condena que es la pena de banquillo.
Se define la justicia como “la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo que es suyo”, aunque hayan pasado siglos desde que lo reclamó, porque es que a lo mejor, como dijo un alcalde de Jerez muy famoso, actualmente cumpliendo el peso de la justicia en una cárcel de mi pueblo: La justicia es un cachondeo.
Y muy cerca del pueblo de ese famoso alcalde, hay un pueblo llamado Villamartín, que tiene el dudoso honor de haber soportado el litigio más largo de cuantos se han dado en España: dos siglos, setenta años, diez meses y veintisiete días.
Es decir, casi doscientos setenta y un año y ¿todo esto por qué?
Pues por caprichos reales, o por presiones de los nobles, o por pagos de favores, creando situaciones tan injustas como esta.
Toda la zona andaluza comprendida en las actuales provincias de Sevilla, Cádiz y parte de Málaga, fueron durante años frontera entre los reinos de Castilla y Granada, de ahí que numerosos pueblos de la zona, sobre todo de Cádiz, lleven como apellido el “de la Frontera”: Jerez, Arcos, Chiclana, Vejer, Conil, Jimena, Castellar…
Algunos menos en Sevilla, Huelva y Málaga: Cortes, Palos, Rosal o Morón.
Realmente las zonas de frontera eran tierra de nadie, en las que los castellanos construían un castillo, o recuperaban uno musulmán y desde allí defendían el territorio recién conquistado.
Paralelamente venían sucediéndose las repoblaciones de esos territorios, las más de las veces por campesinos que venían buscando buenas tierras de labor y las ocupaban sin más, adquiriendo la propiedad con el paso del tiempo, o al menos la creencia de su titularidad.
Eso ocurrió en una zona de la actual provincia de Cádiz, que es equidistante con las de Málaga y Sevilla.
Allí actualmente se encuentra el pueblo de Villamartín, capital de la comarca, pero en tiempos de la Reconquista lo único que existía era un castillo, más bien un torreón, construido en el siglo IX por el hispano-godo convertido al islam, rebelado contra el emirato de Córdoba y al final de su vida, vuelto a bautizar: el muladí Omar ben Hafsún, cuya historia puede consultar en este artículo publicado en este blog, hace algunos años: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2013/03/dos-muladies-rebeldes.html.
Conquistados aquellos territorios por Alfonso XI, en las cortes celebradas en Tordesillas en el año 1342, cedió el castillo que se llama Matrera y toda su zona de influencia, a la ciudad de Sevilla, con la clara intención de que se le apoyara en el asedio a Gibraltar que inició aquel mismo año.

Castillo-Torreón de Matrera y reciente obra de conservación

Buena parte de aquellas tierras ya estaban siendo ocupadas por campesinos venidos del norte que se afincaron en la fértil vega del río Guadalete, que riega la zona y el propio castillo de Matrera estaba ocupado por una familia llamada Peraza que defendía la comarca de las continuas agresiones y escaramuzas de los musulmanes.
Esta familia, en 1486 inició un pleito contra la ciudad de Sevilla en el que intervinieron los Reyes Católicos y en el que denunciaban que el Concejo Municipal los había expulsado de sus posesiones. Su resolución no fue satisfactoria porque el Concejo sevillano continuó en su política de querer medrar sobre aquellas tierras.
Años después, la ciudad de Sevilla decidió la creación de un pueblo que centralizase la vida de todas las personas que estaban diseminadas por la Serranía de Cádiz y la Campiña Jerezana y así nació Villamartín en el año1503, con concesión de Carta Puebla otorgada por la ciudad de Sevilla, a la que pertenecía.
Se asentaron en el nuevo poblado ciento dieciocho vecinos, procedentes de distintas partes de los reinos de castellanos, en el mismo lugar en el que se habían asentado comunidades humanas desde la prehistoria, como prueba el Dolmen de Alberite, de más de seis mil años de antigüedad y de los más antiguos de España. Luego tartesios, fenicios, romanos y godos, pasaron por aquella zona dejando sus huellas arquitectónicas.
Pero el problema estribaba en que ya había en el lugar muchos colonizadores por libre, repobladores tan necesarios para mantener las zonas reconquistadas que el Concejo de la ciudad de Sevilla, accedió a que conservaran sus tierras, a cambio de un tributo anual de un millón de maravedíes, moneda que ya en aquella época no se usaba físicamente, pero sí servía para la equiparación con las demás monedas. Mucho dinero, aunque no sabemos cual sería su correspondencia actual, para unos campesinos a los que para mayor adversidad, una epidemia de peste bubónica diezmó de una manera dramática.

El Dolmen de Alberite, uno de los más antiguos de España

Eran mucho menos para repartir la deuda e incumplieron el compromiso, por lo que el Concejo envió sus fuerzas, desalojó a los pobladores y ocupó el pueblo.
Vencida la epidemia, Sevilla quiso revitalizar el antiguo acuerdo, pero los colonos de Villamartín no estuvieron de acuerdo en la enorme suma que habían de satisfacer cada año.
Habían pasado más de cuarenta años desde la concesión de la Carta Puebla y no habiendo avenencia, denunciaron el acuerdo ante el Alto Tribunal de Granada, la Chancillería, que administraba justicia al sur del río Tajo.
Era el 22 de marzo de 1547 y así se inició el juicio más largo de la historia de España.
Once años después se dictó la primera sentencia, a favor de los vecinos de Villamartín, pero como ya entonces era costumbre, el Concejo de Sevilla la recurrió. Todo comenzó de nuevo y la Chancillería volvió a fallar ¡en 1806!, nuevamente a favor de los vecinos, pero nuevamente Sevilla volvió a recurrir, ahora ante instancia superior, el Consejo Supremo de Castilla.
Pero en esos momentos España vivía uno de los momentos más convulsos de su historia. Napoleón había invadido la Península y se estaba a las puertas del inicio de la Guerra de la Independencia, circunstancias que diluyeron la gravedad y premura del litigio.
El conflicto bélico finalizó y aún hubieron de pasar varios años hasta que el 18 de febrero de 1818 se produjo el fallo definitivo que nuevamente fue a favor de los vecinos de Villamartín.
Como es natural ninguno de los vecinos había estado en la génesis del conflicto y la inmensa mayoría desconocía totalmente que Sevilla, por “decretazo” del rey Alfonso XI, era la titular de aquellas tierras, de cuya propiedad podían comenzar a disfrutar, si bien hacía muchos años que ya las cosas estaban así y la sentencia casi no vino a cambiar nada.
Con la división territorial de 1833, llevada a cabo por Javier de Burgos, Villamartín pasó a pertenecer a la provincia de Cádiz y allí continúa.
El empecinamiento de vecinos y concejo sevillano obedece a la feracidad de aquellas tierras, Villamartín es el punto en que confluyen la campiña jerezana con la Serranía de Cádiz. Muy cerca nace el río Guadalete y en sus proximidades se encuentran municipios tan característicos como Ubrique, Prado del Rey, El Bosque o Grazalema, curiosamente el punto de mayor pluviometría de la mitad sur de España, habiéndose llegado a recoger más de cuatro mil trescientos litros de agua en el año 1963.
Una tierra fértil y bien regada, ¿qué más se puede pedir?
¡Sí 271 años de juicio, aunque se haya ganado!

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