jueves, 8 de noviembre de 2018

"ADORNO DEL CIELO"





Eso es lo que su nombre significa: “Adorno del Cielo”, aunque actualmente se cree que más bien es el título, referente a su dignidad o lugar en la sociedad por el que fue conocida la primera mujer cuyo nombre ha entrado en la historia.
Como estudiábamos, hace ya unos años, la historia de los diversos pueblos comienza cuando aparece la escritura. Hasta entonces, el larguísimo proceso por el que atravesó la humanidad es conocido como prehistoria, con un periodo no muy bien definido, entre una y otra que se conoce como protohistoria.
Determinar costumbres, creencias, ritos y otras características de pueblos que no conocieron la escritura y por tanto no nos legaron esos conocimientos, es una tarea ardua y apasionante que se basa fundamentalmente en el estudio de los huesos hallados, los objetos, las vestimentas, las piezas de cerámica, las joyas, las armas, los dibujos que hayan resistido el paso de los tiempos, la estratificación del terreno e interpretarlos de una manera científica y con un alto porcentaje de acierto.
La verdad es que esta ciencia multidisciplinar, mezcla de arqueología, antropología, sociología, junto con química, informática, física y medicina, ha avanzado en las últimas décadas de manera espectacular y ha llegado a interpretaciones tan acertadas que casi da pavor pensar que con unos mínimos detalles como un diente o un trozo de hueso, se haya llegado a conclusiones tan asombrosas como hemos visto en ocasiones.
Una vez que la escritura se hizo presente en la vida de los hombres, las cosas fueron mucho mejor para los investigadores y desde los primeros vestigios de escritura, la cuneiforme, originaria de Mesopotamia, pasando por la hierática, demótica y jeroglífica, de los egipcios, llegamos a la escritura fenicia, griega y latina, ya nos encontramos perfectamente explicados los ritos, las costumbres, la organización social, la alimentación, las creencias y todo lo que adorna una vida que empieza a ser civilizada.
La entrada en la historia de los pueblos primitivos que poblaron Asia, África y Europa, fue paulatina y conforme iban desarrollando un sistema de signos con los que entenderse unos con otros. Es necesario pensar que aún hay pueblos que viven en su prehistoria y que cuando en España estábamos en pleno Siglo de Oro, se descubrían culturas en América que vivían su prehistoria, lo mismo que en muchas otras partes del mundo, en donde en el momento de su descubrimiento no habían alcanzado ni tan siquiera la cultura del “canto rodado”.
Se cree que la cuna de la civilización se encuentra en Mesopotamia, palabra con la que los griegos designaron la zona de Oriente próximo y que quería decir “Tierra entre dos ríos”.
Los ríos son el Tigris y el Éufrates que regaba una buena parte de un territorio conocido como “El Creciente Fértil”, por tener forma de Luna en cuarto creciente.
Allí, hace casi doce mil años, se produjeron los primeros asentamientos humanos, si bien no eran tierras excesivamente fértiles ni bien regadas, pues a parte de los dos ríos mencionados, la zona es bastante desértica y estéril, pero había muchas vegetación silvestre aclimatada al terreno y animales salvaje que fueron domesticando con cierta facilidad.

Mapa de la zona

Asentados en la zona, sus conocimientos fueron progresando y tres mil años antes de nuestra era ya existieron dos civilizaciones que son conocidas como sumerios y acadios que se alternaron en la hegemonía del territorio, cuya ciudad mas importante fue Ur.
 Como siempre, todo vestigio de cultura se encontraba en las manos de las personas influyentes de la sociedad: los sacerdotes, en primer lugar, los escribas y algunas otras que habían sido atraídas por el estudio y que ciertamente eran muy pocas, pues el grueso de la población estaba dedicado a la guerra, escasos oficios artesanales y sobre todo a la agricultura y la ganadería.
En ese reducido núcleo de intelectuales es donde lógicamente se desarrollaron los conocimientos de aquellas civilizaciones que acabaron creando una escritura con la que fueron capaces de comunicarse entre ellos y dejar un importante legado a la posteridad.
Es normal que todas las tablillas de cerámica sobre las que escribían hubieran sido grabadas por los profesionales del sector y casi nunca eran señaladas con algún carácter identificativo.
El contenido de estas tablillas nos ha dado a conocer los conflictos sociales y las guerras, el número de soldados, de funcionarios, el precio de los alimentos, el valor de los metales y una enorme cantidad de detalles, sin contar con el magnífico compendio legal que supone el famoso Código de Hammurabi, pero la posibilidad de dejar escrito algo que no fuera tan material, algo más sublimado que encerrara un lenguaje bello y supusiera un equivalente de lo que hoy entendemos como canto o poesía, tardó mucho en llegar y no lo hizo hasta 2300 años antes de nuestra era y para sorpresa de muchos, fue obra de una mujer.
Esta mujer, sin duda excepcional, se llamó Enheduanna, aunque su nombre ha sido escrito de muchas otras formas y era la hija de rey acadio Sargón I que había conseguido imponerse sobre los sumerios y entre ambos pueblos formar una civilización común, mezclando los avanzados conocimientos que por separados tenían.
Los acadios no tenían dioses, eran lo reyes los que alcanzaban el grado de divinidad, por lo que haber nacido hija de un rey es un plus muy a tener en cuenta. Pero los sumerios si que adoraban a divinidades como la Luna y en la capital del reino tenían su templo más importante.
Con la unificación de los dos reinos Sargón I se convirtió en rey único y a la capital sumeria mando a su hija como sacerdotisa de Nanna, dios de la Luna. 
De la existencia de Enheduanna se sabe por un disco de alabastro aparecido en las excavaciones llevadas a cabo en las ruinas de Ur, la capital del imperio sumerio y que fue residencia de esta sacerdotisa, el cual ha sido datado en casi dos mil quinientos años antes de nuestra era. En él aparece grabado el nombre de esta mujer en escritura cuneiforme, lo que la convierte en el primer nombre de mujer que aparece en la historia.
El disco presenta en su cara principal un grabado en el que se ven a cuatro personas realizando una ofrenda; entre ellas hay solamente una mujer que es Enheduanna, cuyo nombre se menciona en el reverso del disco.
Posteriores y más científicos estudios, sobre todo a la luz de los conocimientos que cada día se van adquiriendo, Enheduenna quizás no sea el nombre de una persona, en este caso una mujer, sino más bien una calidad o dignidad de esa persona.
Así, “En” sería el título dado al gran sacerdote o sacerdotisa; “Hedu”, significaría adorno y “An” sería cielo, por tanto el nombre o el título sería algo así como: Suma sacerdotisa, Adorno del Cielo.

Disco de Enheduanna

Pero Enheduanna no ha pasado a la historia solamente por ser la primera mujer de cuyo nombre hay constancia, su legado ha sido mucho más importante.
Actualmente se la considera una mujer sumamente culta y preparada, como correspondería a las hijas de reyes que consagraron sus vidas a las divinidades y así es tenida por la poetisa y escritora más antigua de las que se conocen.
Su nombre ha sido identificado en las famosas tablillas de barro en las que se escribía, rubricando poemas hasta un total de cuarenta y dos catalogados, aunque es muy posible que escribiera muchos más.
Estas tablillas forman una colección que se conoce como “Los himnos de los templos sumerios” y se sabe que fueron copiados y distribuidos en muchos de los demás templos mesopotámicos, donde se realizarían lecturas rituales de los mismo.
Pero no solamente ensalzó a las divinidades con sus cántigas, también relató acontecimientos históricos, como el derrocamiento de su padre y el destierro de la familia real. Además de dedicar su vida a la literatura o la música, también era una mujer interesada por las ciencias que observaba los fenómenos del cielo y quería estudiarlos, aclararlos y saber sobre ellos, por lo que promocionó la creación de observatorios astronómicos en los que reunió a los más prestigiosos hombre de ciencia de aquel momento para dedicarlos al estudio de la Luna y las estrellas.
Una mujer de gran inteligencia y valía que se abrió un espacio en un mundo de hombres, sin tener que echar manos de las cuotas, claro que era hija de un rey.

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