viernes, 2 de noviembre de 2018

LA PRINCESA DE ALTÁI

                                                                                                                                 
El 27 de septiembre de 2003, un terremoto de magnitud superior a 8 de la escala de Richter se produjo al sur de los montes Altái, una zona en la que ni los más viejos del lugar habían sentido nunca temblar la tierra.
El Macizo de Altái es una cordillera de Asia Central que ocupa territorios de Rusia, China, Mongolia y Kazajistán y en donde nacen dos de los ríos más importantes de Siberia, el Obi y el Yeniséi. La mayor parte de su extensión la ocupa una república de la federación Rusa que toma su nombre de la cordillera: la República de Altái, cuya capital es Gorno-Altaisk. Es un territorio de extensión similar a Portugal que hace frontera con China, al sur, Mongolia, al este y Kazajistán, al oeste. Al norte se encuentra la inmensa Siberia, cuya capital, Novosibirsk, está nada más que a unos mil kilómetros de distancia de ese bellísimo territorio considerado reserva de la biosfera y Patrimonio de la Humanidad, en donde viven los pocos ejemplares que quedan del tigre de las nieves; el argali, una especie de oveja salvaje o el caballo Altái, a medio camino entre caballo y poni.

Ubicación de la República de Altái, en el centro de Asia

Su existencia como república es muy reciente, de 1922, en el proceso de formación de la URSS.
A pesar de ser una tierra perdida en el centro de Asia, rodeada de montañas por un lado y la tundra siberiana por el otro, con un clima extremadamente frío, ha sido desde hace tres mil años, tierra muy disputada.
Tras aquel terremoto que incrustó el pavor en los rústicos habitantes de la zona, las autoridades altáicas no dudaron ni un momento en achacar la catástrofe natural a la profanación de una tumba milenaria que diez años antes, en 1993, había sido descubierta.
Un equipo de científicos de Novosibirk, se había desplazado a la zona al objeto de realizar algunas investigaciones sobre lo que parecían unos túmulos funerarios. Las primeras prospecciones desvelaron la existencia de una tumba en la que se encontraron tres cadáveres a distintos niveles, dos hombres y una mujer, que junto con uno de los varones hallados en nivel superior, estaban perfectamente conservados.
De entre todos los cadáveres, el de la mujer fue el que atrajo más la atención de los arqueólogos pues por su vestimenta, ajuar funerario y unos tatuajes que tenía sobre su cuerpo, daba a entender que se hallaban ante una persona de una dignidad poco común. Era el cadáver, completamente momificado y en perfecto estado de conservación, de una mujer joven, alrededor de veinticinco años que presentaba unas características hasta ese momento desconocidas.
Tenía el cuerpo completamente tatuado con unos dibujos que sorprenden por su perfección y sobre todo por su actualidad y junto a ella, los cuerpos de dos caballos.
Los primeros análisis realizados a la momia arrojaron una edad aproximada de dos mil quinientos años y para sorpresa de los antropólogos que la examinaros, no pertenecía a ninguna raza asiática de las que se supone que pudieron poblar aquellas montañas quinientos siglos antes de nuestra era. A todas luces era una mujer de raza europea, caucasiana, es decir, de piel blanca y cabellos rubios; más concretamente aria, según confirmó años más tarde su ADN.
Su cuerpo no presentaba lesiones graves aparentemente, aunque sí alguna rotura de hueso por lo que las causas del fallecimiento se atribuyeron a enfermedad común, sin poderse determinar, a menos que se estudie la momia en profundidad practicándole una autopsia, aunque se tiene la sospecha de que padeció cáncer de mama.
Yacía en el interior de un sarcófago, cosa poco habitual para las personas corrientes. Solamente las altas dignidades de las tribus merecían el ser enterradas en sarcófagos, el resto se enterraba, cuando más, envuelto en un sudario, lo que hacía pensar que esa circunstancia, junto con los dos caballos hallados en el mismo enterramiento, los tatuajes rituales que cubrían su cuerpo y algún otro detalle de la rica vestimenta, eran signos evidentes de que aquella mujer había tenido un lugar importante en el grupo social que poblaba aquel territorio. La falta de los dos incisivos y sus correspondientes dientes inferiores, cuando el resto de su dentadura presentaba un aspecto envidiable, hace pensar en algún tipo de mutilación ritual, por lo que los científicos que estudiaron la momia llegaron a la conclusión de que aquella mujer debía haber sido una especie de princesa o reina y en otro caso, una chamán de la tribu, que gozaba de un lugar preeminente, como venía casi explicitado por todos los detalles que la arropaban, entre otros que era virgen, cosa poco usual en mujeres de su edad.

                                          
Momia de Altái y detalle del tatuaje

No se había hallado ningún otro enterramiento de aquellas características en la región por lo que los lugareños empezaron a considerar a aquella enigmática momia como una especie de talismán al que llamaban “La princesa de Altái”.
También se la empezó a conocer como “La dama de Ukok”, por el lugar exacto en el que se la había hallado.
Ukok es una meseta situada a dos mil metros de altitud, extremadamente fértil a pesar del clima siberiano que padece y que ocupa una extensión de varios centenares de hectáreas, regada por ríos y plagada de lagos, en donde, desde la más remota antigüedad, hay constancia de asentamientos humanos.
La comunidad científica interesada en desvelar los secretos de aquella pieza única, trasladó la momia a Novosibirk, en donde fue sometida a las pruebas científicas que se consideraron pertinentes, pero sin practicarle ninguna agresión.
Pasaron algunos meses y se convirtieron en años, tras los cuales, los habitantes de Ukok empezaron a reclamar la devolución de su talismán más preciado, a lo que la autoridades rusas ponían siempre obstáculos, aduciendo que en su actual emplazamiento estaba siendo mejor cuidada, pues de ella se encargaba el mismo equipo de mantenimiento que el del cadáver de Lenin.
Pero los nativos no se conformaron con aquellas explicaciones y continuaron en su petición, ahora amparada en una serie de fenómenos naturales que sin explicación alguna empezaron a ocurrir.
Aparte del terremoto, el primero registrado en la zona que además tuvo su epicentro a escasa distancia de la tumba de la momia y que tuvo una inaudita intensidad, con más de mil réplicas en los días siguientes, se sucedieron inundaciones, granizadas fuera de época y algunos otros fenómenos atmosféricos de menor consideración que hacían pensar a las buenas gentes del lugar que una desgracia se estaba cerniendo sobre ellos.
Aun así, las autoridades académicas rusas se negaban a la entrega de aquella joya arqueológica y los habitantes de Altái siguieron presionando para su devolución y durante una rueda de prensa que daba el ministro ruso de cultura, en la que justificaba que la momia se quedase en la ciudad y a la que asistían los representantes de la etnia de Altái, se produjo un terremoto de bastante intensidad que, no obstante, no produjo grandes daños y que de inmediato, los de Altái justificaron por la intercesión de la “Dama de Ukok”, que según ellos estaba advirtiendo de su deseo de volver a su tierra de origen.
Además, su Dama estaría tremendamente ofendida con aquellos que la habían profanado, la habían desnudado, llegando hasta sus partes más íntimas sin ningún pudor, fotografiado y mostrado al mundo, sin ningún recato, aquellos tatuajes que deberían ser sagrados para ellos.
Como es natural, el ministro y las autoridades académicas que le arropaban en aquella reunión, se rieron de la superchería pero cuando el ministro se desplazaba al finalizar el acto, tuvo un tremendo accidente de automóvil,  del que salió indemne, pero la aparatosidad del hecho le produjo cierta congoja y autorizó el traslado de la momia, con gran regocijo de los representantes de aquella etnia.
Que se tenga noticias, en Altái no han vuelto a sucederse aquellos fenómenos naturales que tanto alarmaron y la “princesa” reposa en una urna de cristal perfectamente climatizada para evitar el deterioro, en los sótanos de un museo. Expuesto al gran público hay una réplica exacta de cómo fueron hallados aquellas joyas arqueológicas, incluso con esqueletos de caballos que puede ser visitado libremente.
Expertos en tatuajes aseguran que las tendencias de la moda cambió radicalmente cuando se vieron los de la joven de  Altái y que en todo el mundo se creó una verdadera oleada de furor por realizarse aquellos dibujos que actualmente se vienen a denominar como étnicos.

1 comentario:

  1. Muy interesante historia, amén de conocer un territorio, ignorado hasta ahora...

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