Hay países
que casi no tienen Historia, pero la poca que tienen la aman por encima de
todo. Hay países que tienen mucha Historia y también la aman. Y hay países que
teniendo más Historia que ninguno, parece que no saben cómo desprenderse de
ella.
Creo que
cualquiera que lea esta introducción será capaz de poner nombre a cada uno de
los ejemplos, si no es así, bien que lo siento.
Hoy se
puede insultar a Dios, a la Virgen y a todos los santos; se puede quemar una
fotografía del rey y la bandera de España, o limpiarse los mocos con ella, en
un actuación que dice llamarse cómica, pero que no tiene ninguna gracia, para
nadie, sin que al final la cosa pase de cabreo contenido de un sector de la
población.
Limpiarse
los mocos en público es un acto de poca urbanidad, como se diría antaño, si se
hace con un pañuelo y de modo “trompetero”, es decir, haciendo mucho ruido y
aspaviento innecesario; si además lo haces usando de pañuuelo la bandera de
cualquier país, lejos de ser gracioso y de pésima educación, es una ofensa a
los sentimientos de muchas personas. Si lo haces con mi bandera, te tendré
tomado el número para siempre.
Ya he
comentado en otro artículo que guardo con sumo orgullo una bandera de los
Estados Unidos que me regaló la US NAVY, después de ondear durante veinticuatro
horas en el Capitolio, expresamente para mí. Para un norteamericano eso es un
orgullo; para mí, también lo es. (Ver mi artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2014/04/ondear-de-banderas.html)
Después de
esta introducción voy a entrar de lleno en el tema sobre el que me apetece
muchísimo escribir y que debo a mi buen amigo Juan Delgado que me ha hecho
llegar unas fotografías y un breve comentario que dan pie a esta bonita
historia.
Pocos
reyes han nacido siéndolo y eso le ocurrió a Alfonso XIII, hijo póstumo y rey
de España desde el mismo instante de su alumbramiento.
Creció el
chico y entró en edad de merecer, para lo que se buscó a una novia apropiada y
se encontró en una nieta de la mítica reina inglesa Victoria I: Victoria
Eugenia de Battenberg.
Era una
costumbre extendida entre las monarquías europeas, casi todas enlazadas por
vínculos de sangre que los reyes se nombrasen entre ellos para cargos de
relumbrón en el ejército de sus parientes y así, en 1908, Alfonso XIII nombró
coronel honorario del Regimiento de Lanceros, al zar Nicolás II de Rusia, que correspondió con
un nombramiento similar de coronel de Lanceros ruso. Intercambio de cromos,
porque aparte de hacerse valiosos regalos entre ellos que engrosaban el
patrimonio de sendos regimientos, las cosas no llegaban a más.
Pero con
el matrimonio del rey y la princesa inglesa, además de ocurrir un caso similar,
la cosa varía sensiblemente.
En 1906,
el rey Alfonso fue nombrado coronel de la Guardia Real Británica que estaba y
sigue estando integrada por varios cuerpos de ejército, entre los que están los
húsares, alabarderos, granaderos, lanceros y precisamente a este último cuerpo
fue adscrito el rey español.
Los Lanceros
es uno de los cuerpos de ejército más antiguos que existen. Ya desde las
ciudades griegas existían unos guerreros llamados hoplitas que eran lanceros a
pie, pero alcanzaron su máximo esplendor a partir del siglo XVIII, cuando a
algún genio militar polaco se le ocurrió subir a caballo a aquellos temibles
soldados, provistos de larga lanza y escudo.
Los
británicos fueron de los primeros en adoptar la nueva modalidad de cuerpo de
ejército, a la vista del enorme éxito que Napoleón había conseguido con los
lanceros polacos y los utilizaron en la famosa “Carga de la Brigada Ligera” y
en la Guerra de Crimea.
El cine,
años más tarde hizo mundialmente famoso a estos soldados con la inolvidable
película Tres lanceros bengalíes, protagonizada por Gary Cooper.
Por
supuesto que el de nuestro rey fue un nombramiento honorífico, pues jamás tuvo
mando alguno sobre tropas británicas, pero siguiendo muy bien la tan arraigada
tradición inglesa, los “albiones” escenificaron de manera espléndida el ritual.
En la foto
que sigue se puede ver cómo el flamante coronel de lanceros presencia unos
movimientos de unidades de caballería y cómo pasa revista al regimiento del que
es su jefe honorífico.
La
uniformidad ha cambiado poco desde la época, ya que se trata de unidades
militares más enfocadas a dar lucimiento y esplendor a las paradas militares
que a una verdadera efectividad castrense. Por eso, en desfiles y
acontecimientos especiales, podemos contemplar unidades espectacularmente
uniformadas, con relucientes cascos empenachados, abigarrados uniformes, botas
altas y relucientes, brillantes correajes y dorados cordones cruzando el pecho,
como lucían los lanceros de hace siglos.
Como deferencia
por el nombramiento de coronel del regimiento del rey de España, nuestra
bandera fue incorporada a la parafernalia y decoración de los lanceros y así,
dio colorido a la vez que identidad al nuevo coronel español.
Desde
entonces nuestra bandera ha estado presente en la silla de montar de todos los
coroneles que han sucedido a Alfonso XIII y ni siquiera el hecho de que fuese
depuesto por un gobierno republicano, hizo cambiar la tradición británica.
Y aquí
entra en juego la fotografía que me mandó mi amigo y que se la dejo para que
puedan apreciarla, pero antes es necesario examinar esta otra fotografía, de
más de un siglo en la que parece que se vislumbra la figura del rey con su
uniforme de lancero de gala y montado a caballo.
Es
necesario fijarse muy bien en la manta que cubre la silla y cuelga tras el
monarca, en la que se aprecia una cenefa que, sin verse con mucha claridad,
parece que reproduce los colores de la bandera de España.
Veamos
ahora una fotografía actual de un acto del Regimiento de Lanceros, en sus
funciones de proteger la seguridad de la reina del Reino Unido y observemos las
similitudes.
Parece que
la manta de la silla es muy similar a la que vimos un poco más arriba y además
lo que en la primera se aprecia como una cenefa a la que los blancos y negros
de la época impedían identificar como colores, ahora aparecen en todo su
esplendor y sí, efectivamente, es la bandera de España.
Es el
respeto por las tradiciones lo que da cohesión a los pueblos y aquí, nuestra
perpetua enemiga, a la que hemos derrotado en alguna ocasión, hemos tratado de
invadir, pero que también nos ha infligido algunas importantes derrotas,
conserva una tradición que pone la piel de gallina. Más de un siglo después, la
bandera, nuestra bandera, adorna el caballo del actual coronel del Regimiento
de Lanceros.
En
numerosos países en los que hemos tenido presencia se reconoce a España y su
bandera y se la respeta, mientras aquí, lamentablemente la vituperamos y
queremos romper nuestro país.
Y eso a
algún descerebrado le parece cómico.
En mi
tierra tenemos una palabra que define perfectamente a estas personas faltas de
gracia, malajes, mal educados, necios, “esaboríos”
y otros muchos calificativos peyorativos que reunimos en ese sincretismo
repentizador andaluz en toda una sentencia: “Sieso”.
Si miramos
el diccionario sieso quiere decir
“culo” y eso es lo que precisamente queremos decirle al que llamamos así: eres
un culo que como casi siempre, está mejor oculto. Tápate; deja que oculto
parezcas un culo y no hagas nada para demostrar que realmente lo eres.
"Sieso manía ", expresión muy gaditana. Un abrazo!!!
ResponderEliminarGracias una vez más, tocayo. Una lástima que nuestra enemiga histórica conserve de forma férrea sus tradiciones, algo envidiable, y que aquì hasta los payasos se atrevan a ofender nuestra bandera. Bochornoso.
ResponderEliminarFuerte abrazo y ¡adelante¡