viernes, 16 de agosto de 2019

ESCRITO EN UN ÁRBOL





En la época de los “graffitis”, las amenazas terroristas o las dianas pintadas sobre un nombre, no nos causan ya demasiada extrañeza y la lectura de frases llenas de odio y amenazas son tan corrientes que ni siquiera las leemos, pero en los tiempos en que se va a desarrollar esta historia, la cosa no era usual; más bien era extremadamente raro que un terrorista anunciara que iba a cometer un atentado y mucho más inusual si éste era un magnicidio.
Fue el hecho tan extraño hasta el extremo de que causó impresión en alguien que, días después, llegó a reconocer al que había escrito aquel mensaje.
La historia es de todos conocida, aunque quizás este detalle no haya tenido la debida difusión.
Uno de los restaurantes con historia de Madrid se encuentra en la calle Mayor número 84. Se llama Casa de Comidas Ciriaco y, ciertamente, para los que hemos tenido el placer de sentarnos a una de sus mesas, nos resulta obligado decir que se come francamente bien. Eso sí, cocina tradicional, nada de “platos desestructurados” ni  con nombres irreconocibles: cocidos, perdiz con judías....
En el restaurante, si es que antes no ha conocido su historia, se va a impregnar de ella, porque desde el cuarto piso de aquel edificio, es decir, encima de lo que entonces era un despacho de vinos y se rotulaba con el número 88 de la calle Mayor, un anarquista llamado Mateo Morral Roca, arrojó una bomba muy potente camuflada en un ramo de flores, al paso de la carroza en la que viajaban el rey Alfonso XIII y su flamante esposa, Victoria Eugenia de Battenberg.
Era el 31 de mayo del año 1906, una preciosa mañana primaveral y en la iglesia de los Jerónimos de Madrid se había celebrado el enlace regio de Alfonso y Victoria, que tras ser sacramentado, se exhibían en la nueva condición de los esposos, ante el pueblo madrileño que los aclamaba.
El recorrido estaba a punto de terminar, pues al final de la calle Mayor, se encuentra el Palacio de Oriente que sería la residencia del matrimonio.
Al pasar por el número 88, una bomba de gran potencia convirtió la alegre mañana en un baño de sangre, dolor y confusión.
Eran los máximos responsables políticos en aquel momento, Segismundo Moret, presidente del Consejo de Ministros y el Conde de Romanones, Ministro de la Gobernación.
Ambos fallaron, como falló todo el sistema de información que, en aquella época, siendo precario en medios, tenía sin embargo muchísimo control sobre la población.
Mateo Morral era un joven catalán, nacido en Sabadell en 1879, en el seno de una familia burguesa, con un padre industrial del sector textil, de tendencias republicanas y una madre de  una catolicidad extrema.
Mateo estudió en colegios laicos y con edad suficiente, se desplazó a Francia y Alemania para completar su formación en el sector textil al que pertenecía su padre.
De la transformación desde burgués, republicano y católico a anarquista activo, no se tiene constancia, pero parece ser que fue durante su estancia en Alemania, en donde entró en contacto con este movimiento que entonces hacía furor en Europa y del que Cataluña no estaba ajena.
Como persona gris que era, se sabe poquísimo de su vida, pero algo se fue descubriendo tras el magnicidio, como por ejemplo que había frecuentado la casa del italiano Malatesta, considerado el ideólogo del anarquismo.
De buena presencia, finos modales y cartera repleta, no causó ninguna extrañeza que pagara por adelantado, con un billete quinientas pesetas, una habitación en la pensión en la que se hospedó para esperar el momento del atentado. Circulaban tan pocos billetes de esta cantidad en la época que debió haber levantado sospechas en los propietarios de la pensión.
Pocos días antes del atentado recibió de Francia un paquete envuelto en una bandera francesa en el que estaba contenida la bomba “Orsini” que empleó en el atentado. Con el paquete entró en la pensión y tampoco produjo ninguna sorpresa, ni siquiera por la bandera de Francia.
El propio Morral era experto en fabricación de estos artefactos, pues en un librito que había escrito y que se titulaba “Pensamiento revolucionario”, explicaba de manera minuciosa cómo habrían de fabricarse.
Tampoco causó extrañeza que una persona ofreciera diez mil pesetas a una señora para que acercase un ramo de flores a la carroza del rey y que la señora rechazó, seguramente por el desproporcionado peso del ramo, ya que se calcula que la bomba debía pesar unos veinte quilos.
Lo cierto es que alrededor de las dos de la tarde, la carroza real pasó bajo el balcón en el que se encontraba Morral y arrojó la bomba, matando a 24 personas e hiriendo a más de un centenar.

Oportuna fotografía del momento del atentado


No se cuentan los animales que murieron también en la explosión, pues la carroza iba rodeada de alabarderos a caballo.
Inmediatamente y aprovechando la enorme confusión del momento, huyó del lugar, porque por muy anarquista convencido que fuera, dejarse prender sería su último deseo.
Al otro lado de la calle se descubrió otro artefacto similar que no llegó a hacer explosión, lo que confirma la información que posteriormente daría un ciudadano madrileño: eran dos los anarquistas que atentaron contra los reyes, aunque solamente se conoce la identidad de uno de ellos.
Hasta aquí todo parece como si se desenvolviera dentro de lo que es un atentado terrorista con su planteamiento, desarrollo y ejecución, pero unos días después del terrible suceso, el diario madrileño “ABC” publicó una noticia sorprendente.
Estaba fechada el 15 de junio y junto con un par fotografías, contaba una historia que ponía el vello de punta.
El ciudadano madrileño antes aludido, llamado Vicente García Ruipérez, al ver la fotografía que la prensa publicó del rostro de Mateo Morral, se presentó en un cuartelillo de policía e hizo unas manifestaciones explosivas.
Unos días antes del atentado, concretamente el día 26, paseaba por el parque del Retiro madrileño junto con uno de sus hijos de corta edad, cuando observó que dos hombres, se encontraban grabando algo con una navaja muy afilada, en un árbol del Paseo de Lauro, perpendicular al famoso Paseo de  Coches. Iban estos dos individuos bien vestidos y tocado uno de ellos con una gorra y el otro con un sombrero “Frégoli”.
Era este sombrero que se estaba haciendo muy popular y había sido diseñado por el actor y cantante italiano Leopoldo Frégoli y luego copiado por todos los sombrereros del mundo. Es el clásico sombrero que hemos conocido todos, pero que en 1906 era toda una novedad, de ahí que en el señor Ruipérez hubiese causado impresión como para fijarse detenidamente en él.
Cuando esas dos personas advirtieron que estaban siendo observadas, se marcharon rápidamente del lugar, lo que permitió al señor Ruipérez acercarse al árbol y contemplar el grabado.
De momento no le dio demasiada importancia, pues creyó obra de algún exaltado el mensaje que allí habían grabado, pero conocido el atentado y cuando contempló en la prensa la cara de Morral, lo comprendió todo.
El grabado fue fotografiado y es relativamente conocido y de haberse descubierto en el mismo día o antes del magnicidio, quizás todo se podría haber evitado, pero el señor Ruipérez no advirtió peligro alguno y ninguna otra persona, ni siquiera los guardas del Retiro, advirtieron la amenaza.

Fotografía del grabado publicada en “ABC”

Como quiera que los reyes habían salido ilesos, el autor detenido y muerto dos días después, el asunto fue pronto destinado al olvido y de los detalles que ahora conocemos, se dijo bien poco en su tiempo.
Pocos días después del atentado, el guarda de castillo de Aldovea, situado entre San Fernando de Henares y Torrejón de Ardoz, encuentra merodeando a un individuo que le levanta sospechas, por lo que decide llevarlo a Torrejón y entregarlo a la Guardia Civil. El individuo sospechoso es Mateo Morral, que no debía ir solo, porque según se sabe por las diligencias judiciales, caminaba delante del guarda, como a unos veinte metros, cuando se volvió y disparó sobre su captor, al que acertó en la boca, causándole una muerte instantánea y seguidamente se suicidó, pegándose un tiro en el pecho (hemitórax derecho), con orificio de salida por el homóplato del lado izquierdo, pero según dictamen forense, efectuado desde una distancia que invalida el suicidio.
Parece evidente que alguien más interviene y ante la detención de Morral, completamente casual, toma la determinación de eliminar todo lo que pueda implicar a la célula anarquista.
Hay muchas más irregularidades e inexactitudes en todo este suceso que desde luego no fue un atentado aislado, sino que formaba parte de un muy bien urdido complot, pero creo que lo más sorprendente fue anunciarlo con el grabado del árbol y es lo que he querido destacar.
En esta dirección de internet puede ver la fotografía que publicó el prestigioso periódico el día 15 de junio.

2 comentarios:

  1. La extraña historia política de España

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  2. Muy, muy interesante el artículo. Siempre lo catalán en los momentos más sórdidos...

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