Todo
comenzó con un regalo. Un regalo envenenado que las potencias europeas
quisieron hacer a España tras celebrar en 1906 una magna conferencia que se
conoce por el nombre de la ciudad en la que se celebró: Conferencia de
Algeciras, en la que prácticamente se repartían África.
En esta
conferencia que duró casi tres meses, entre otras cuestiones, se llegó al
acuerdo de que entre Francia y España ejercerían un “Protectorado” sobre
Marruecos, correspondiéndole a España la parte norte, mientras Francia se
reservaba el sur.
El norte
de Marruecos no era solamente la zona más pobre y deprimida, era un foco de
insurgencia en la que la infinidad de tribus que habitaban la zona de la Cordillera
del Rif, estaban en permanente sublevación.
Además, esa
zona, no se había visto nunca implicada en el sultanato marroquí que la había
tenido secularmente olvidada, marginada y de vez en cuando avasallada. Allí ni
siquiera se habla el árabe, ni ningún dialecto derivado del marroquí. Allí se
habla “El Chelja”, la lengua mayoritaria de los bereberes del norte, cuyo
origen es discutido y parece de procedencia centroeuropea, pero con la salvedad
que se escribe con el alfabeto árabe.
Un
territorio pobrísimo cuya capital se fijó en Tetuán y de la que se excluyó la
ciudad de Tánger y su zona de influencia que era la única que podría haber sido
rentable de todo aquel “regalo”.
Los
rifeños vivían en “cabilas”, pequeñas aldeas, dedicados a la artesanía local, el
pastoreo y la agricultura, con poquísima conexión entre ellos, en una zona muy
montañosa, sin carreteras y las más de las veces comunicadas por senderos de
ganados.
Allí, en
la provincia de Alhucemas, nació en 1882 Muhammad Ab del Krim, más conocido por
todos como “Abdelkrim”.
Pertenecía
a la alta sociedad rifeña, pues su padre era una especie de gobernador de
aquella zona (cadi) y tanto él como un hermano menor, estudiaron bachillerato
en Melilla y Tetuán. Luego se trasladó a Fez, ciudad sagrada, para estudiar
derecho islámico. Incluso perfeccionó estudios en Salamanca.
Con una
formación considerable, entró a trabajar para el gobierno español como
traductor de árabe, a la vez que escribía para un periódico llamado “El
telegrama del Rif”.
Ya durante
la primera Guerra Mundial, se decantó a favor de los alemanes, con los que no dudaba en colaborar, y que le
valió el ingreso en prisión de la que intentó escapar, sufriendo la rotura de
una pierna.
Cuando fue
puesto en libertad, su voluntad estaba totalmente radicalizada contra la
presencia colonial española y francesa, dedicando años a la preparación de una
sublevación general de todo el territorio del Rif, para lo que reclutaba a
cabileños e incluso soldados marroquíes del ejército colonial español que
desertaban para unirse a sus filas, enfervorecidos por las soflamas
anticolonialistas del improvisado caudillo.
Con un
nutrido grupo, bien armado y mejor entrenado, conocedores de todas las veredas
de la cordillera, empezó a hostigar al ejército español de la zona de Annual y
proximidades de Melilla, consiguiendo desmoralizar completamente a las tropas
españolas, hasta que el 22 de julio de 1921 se produjo el primer enfrentamiento
abierto en la batalla que ha quedado para la historia como “El Desastre de
Annual”, que supuso más de diez mil bajas españolas.
Esta
derrota fue un golpe enorme para España que comprendió por fin que con soldados
recién reclutados, mal uniformados, con material escaso y anticuado y sobre
todo, con un pánico cerval a los rifeños, no se podía hacer nada.
Pero es
que aún ocurría otro hecho que preocupaba más si cabe y es que el líder
guerrillero, envalentonado por las sucesivas victorias que iba acumulando, se
decidió también atacar al ejército francés, en la zona sur del Protectorado.
Los franceses no lo pensaron tanto como los españoles
y de inmediato se pusieron en contacto con el general Primo de Rivera que en
ese momento ejercía de dictador, para que ambos ejércitos se pusiesen manos a
la obra a fin de crear un plan que permitiera acabar con las continuas
revueltas y guerrillas.
Fue Primo
de Rivera quien tomó la decisión crucial de atacar, desde el mar, la zona que se consideraba el
núcleo fuerte de los revoltosos, con un desembarco masivo de
tropas españolas y francesas.
Este fue
el famoso “Desembarco de Alhucemas” para el que hubo que esperar cuatro años.
Fotografía del Desembarco, en la que
se aprecia la perfecta coordinación
Se escogió
la bahía de Alhucema, a unos cien kilómetros de Melilla, porque desde hacía
años se sabía de su importancia estratégica y se preparó concienzudamente lo
que sería el primer desembarco aeronaval de la historia.
En este
desembarco, Primo de Rivera tomó el mando directo y estableció el plan de
ataque que consistiría en lo que desde entonces se pondría en práctica en todos
los desembarcos. Los generales Sanjurjo del ejército de tierra, Soriano, de la
fuerza aérea y Yolif, de la marina, coordinaron sus planes de ejecución sin que
se produjera ningún fallo.
Las
fuerzas navales aproximarían sus unidades lo más cerca de la playa, para
desembarcar tropas de ejército que por primera vez emplearían carros de combate
en un desembarco, mientras unidades aéreas aportarían la cobertura necesaria
para abrir la cabeza de playa, también por
primera vez en la historia.
La
operación fue un éxito absoluto, pues desde tierra, las tropas se distribuyeron
en los sectores que cada una tenía asignado y tomaron todo el territorio.
Esto
ocurrió el día 8 de septiembre de 1925 pero la planificación, la ejecución y el
resultado quedaron imborrables en los libros y artículos que los estudiosos de
las guerras escribieron en su momento, tanto así que dieciocho años más tarde,
los ejércitos aliados de la Segunda Guerra Mundial, eligieron como general en
jefe de la alianza al general Eisenhower, el cual detentaría el mando supremo de
las fuerzas que iban a atacar a los alemanes y de las primeras decisiones que
tomó el general fue la de planificar un desembarco como el que se había
producido en Alhucemas.
Para eso
estudió mapas, disposición de unidades, ritmo de ataques, apoyos aéreos y
navales y cuanto le fue de interés en la documentación habida sobre el primer
desembarco de la historia, el de Alhucemas.
Con toda
la información recabada, más la que los espías aliados proporcionaron y las
maniobras de desinformación que se llevaban a cabo, eligió la costa de
Normandía y realizó una disposición aeronaval que había aprendido en su estudio
de nuestro desembarco; solamente una diferencia existía entre ambas acciones y
es que el contingente bélico de las fuerzas enfrentadas no tenía comparación
con las que se enfrentaron en Alhucemas, en donde precisamente, por no ser el
rifeño un ejército regular, no restaba dificultad, pues además de estar
fuertemente armado, había conseguido muchísimo material bélico como cañones,
bombas, fusiles y ametralladoras en sus escaramuzas contra los ejércitos
español y francés.
El
desembarco de Alhucemas ha sido considerado “El día D” español, pues aunque los
franceses también aportaron fuerzas, el grueso del contingente lo soportaron
las unidades españolas y todo el diseño, la planificación y la ejecución estuvo
dirigida por los mandos españoles.
Portada del Time de 1925, con la foto
de Abdelkrim
Pero no
fue solamente digno de estudio lo que ocurrió en el Protectorado de Marruecos,
es que muchos años después, cuando las guerras de guerrilla se popularizaron en
todo el mundo, los dirigentes guerrilleros más importantes fueron a estudiar
los sistemas empleados por Abdelkrim que consistían fundamentalmente en el
empleo de francotiradores y así, desde el líder nicaragüense Sandino, pasando
por El “Che” Guevara y siguiendo con los asiáticos Ho Chi Minh, Mao Zedong o
Pol Pot, emplearon tácticas guerrilleras basadas en las prácticas que tan
buenos resultado dieron al líder rifeño.
Unos meses
después del desembarco, Abdelkrim terminó por rendirse a los franceses que lo
deportaron a la Isla Reunión, en el Océano Índico, otorgándole unas
consideraciones de libertad y económicas impropias de un criminal de su talla.
España
pidió varias veces su extradición y no le fue concedida y tras más de veinte
años de exilio, consiguió escapar y refugiarse en Egipto, en donde el entonces
rey Faruq lo acogió con honores.
Murió en
El Cairo en 1963, satisfecho de haber vivido la completa descolonización del
norte de África y que su sistema guerrillero se hubiese popularizado en todo el
mundo.
Aun hoy la población marroquí de la zona de Tanger, según mi experiencia y comentarios recibidos por los indígenas locales, se recuerda a este sujeto. Lo curioso es que no todos hablan bien de él, como cabría esperar, llegando incluso aquellos que lo consideran fue un ladrón y asesino. De todas formas doy poca credibilidad a estos comentarios debido a la naturaleza servil de los mencionados que les lleva, en ocasiones, a renegar en presencia de extranjeros de su país y raza aunque luego se molestan cuando esos mismos comentarios lo hace uno de estos extranjeros (a algunos en España les pasa algo parecido incapaces de valorar lo que tienen, que es mucho, y a los cuales les recomendaría una vueltecita por el resto del mundo). También es verdad que he detectado cierta rivalidad o sutil barrera étnica entre los que son bereberes y el resto que se consideran descendientes de árabes o andalusíes y que podría explicar esta discrepancia local en la consideración hacia el protagonista de hoy. De todas formas recalco que es una impresión personal y no pretendo sentar catedra.
ResponderEliminarNunca deja de sorprenderme que grandes frustrados, con cierto grado de formación pero sin valía personal alguna que devienen en enormes lideres un tanto paranoicos, terminan siendo responsables de conflictos que se llevan cientos y miles de vidas por delante en nombre de la libertad o el pueblo y para la historia son heroes o villanos, segun quien los analice. Muchos, como el protagonista de esta historia terminan su "sacrificio" dandose la gran vida al amparo de colegas ideologicos con poder y a los muertos pues se les entierra y en paz. Es cierto algun aserto que escuché en mis tiempos de estudiante de Criminologia, al respecto de que hay personajes con marcados riesgos paranoides pero inteligentes que se convierten en grandes conductores de masas. La historia ofrece muestras suficientes de ello
ResponderEliminarHay una leyenda urbana sobre abdelkrin que había soliicitado una pensión para su padre que había servido a España y al denegarsela, creo que eran siete mil pesetas, se radicalizó. Ese era el precio que nos costó una guerra
ResponderEliminarInteresantisimo artículo. Yo también había escuchado esa leyenda de la radicalizacion de Abdelkrin consecuencia de la denegación de la pensión.
ResponderEliminar