En los
últimos días no paramos de leer y escuchar las intensas negociaciones, a varias
bandas que el prestigioso club de futbol francés “PSG” lleva a cabo para
deshacerse de un futbolista llamado Neymar, que no quiere jugar con ese equipo.
PSG son
las iniciales del popular barrio de París Sant Germain, el cual tiene una
curiosa historia muy relacionada con una ciudad española, concretamente con Zaragoza.
Para
encontrar dicha relación hay que remontarse mucho, muchísimo, en la historia y
situarnos en el siglo VI, cuando las tribus bárbaras de “Los Francos” se
asentaron en la entonces llamada Galia tras desplazar a los romanos y que más
tarde confirieron su nombre al país vecino: Francia, tierra de los francos.
A finales del
siglo V reinó sobre todas las tribus francas un rey llamado Clodoveo I, el cual
creó la dinastía merovingia, la primera dinastía de reyes en territorio francés
y gobernó hasta el año 511, con una excepcionalidad, para su época: fue el
primer rey cristiano.
Clodoveo
se casó con Clotilde, profundamente cristiana que fue influyendo sobre el
politeísta rey, hasta convencerlo y hacerlo bautizar.
A su
muerte, Clodoveo, dividió su reino entre sus cuatro hijos, un error muy común
en algunas dinastías antiguas, hasta que se impuso el criterio de la
primogenitura, que consiguió detener la fragmentación de los reinos.
Entre sus
hijos figuraba Childeberto I, que heredó la ciudad de París y los territorios
que se extendían al norte y hasta el Canal de la Mancha.
Bautismo de Clodoveo, oficiado por
san Remigio
A la
muerte de su hermano Clodomiro, rey de Orleáns y con la ayuda de su otro
hermano Clotario, se apoderó de Orleáns, capital del territorio que su padre le
había asignado, haciendo degollar a todos sus sobrinos, a fin de no tener
problemas de descendencia en el futuro.
Con la
inestimable ayuda de Clotario, se apoderaron del reino de Burgundia, en el
Sureste francés que actualmente conforma la zona de Borgoña y en el que había
nacido su madre, Clotilde, hija del rey, y desde allí comenzaron a hostigar a
los visigodos que se habían aposentado en la Península Ibérica.
En el año
541, Childeberto conquistó Pamplona y siguió bajando y hacia el este, poniendo
cerco a la ciudad de Zaragoza, la más importante que había en el norte
peninsular.
Los
visigodos eran también un pueblo cristiano desde la conversión de Recaredo que
sentía un enorme respeto por los mártires y por sus reliquias.
En
Zaragoza se conservaba una estimada reliquia de un santo al que se dio martirio
y horrenda muerte en el siglo IV, en la época del emperador Diocleciano. Era
Vicente de Huesca, posteriormente conocido como san Vicente Mártir, un clérigo
que acompañaba al obispo san Valero, actualmente patrono de la ciudad de
Zaragoza, que padecía una tartamudez muy acentuada que le impedía predicar,
labor que encomendaba a su diácono Vicente de Huesca que predicaba la nueva
doctrina en tierras del Levante español.
En el año
303 se publicó el primer Edicto Imperial que ordenaba perseguir a los
cristianos en tierras de Hispania y se envió a un gobernador especial para que
llevara a cabo con extremada pulcritud, las órdenes del emperador.
Publio
Daciano, que así se llamaba el nuevo gobernador llegó a la Tarraconense,
desembarcando en Gerona y desplegando su odio furibundo contra los cristianos a
todo lo largo de la costa levantina.
En estas
persecuciones fueron detenidos el obispo Valero y Vicente de Huesca, siendo
ambos trasladados Valencia.
Como
quiera que Valero no predicaba por su tartamudez, se le condenó solamente a
destierro, pero Vicente corrió peor suerte pues sufrió un atroz martirio para
obligarle a renunciar de su fe, en la que se mantuvo impertérrito pese a los sangrientos
castigos infligidos.
Fue
primero clavado en una cruz en forma de aspa (Cruz de San Andrés) en la plaza
pública y expuesto desnudo sobre un tablero denominado “catasta”, que giraba
sobre sí mismo, mostrando al atormentado a todas las personas que lo rodeaban.
Seguidamente
le quebraron los huesos de brazos y piernas, azotado y desgarradas sus carnes
con uñas de hierro.
Pero ni
ante semejantes sufrimientos Vicente renunciaba a su fe, por lo que el propio
Publio ordenó que fuese desollado y colocado sobre una parrilla con ascuas.
No es
fácil comprender como ni aun con estos últimos martirios falleciera, pues según
cuenta la tradición, aun continuaba vivo cuando lo arrojaron a una mazmorra,
donde por fin encontró el eterno descanso.
Su cuerpo
fue arrojado al río Turia pero fue devuelto a la orilla por la corriente,
recibiendo sepultura por parte de sus fieles, a las afueras de Valencia.
Algunos siglos después fue declarado patrón de la ciudad, en cuya región el
nombre de Vicente es muy popular gracias a este mártir.
Pues bien,
sus vestimentas, conservadas como reliquias, fueron distribuidas por diferentes
monasterios de varias partes de Levante y Aragón y, concretamente a Zaragoza,
por influencia del obispo Valero llegó una túnica del mártir.
Esa túnica
se conservaba en Zaragoza cuando Childeberto puso cerco a la ciudad.
Estaban
los zaragozanos dispuestos a resistir el asedio, cuando alguien perteneciente a
la capilla en la que se custodiaba la túnica del santo, hizo saber de su
existencia al rey franco.
Childeberto
entró en negociaciones con las autoridades de la ciudad y consiguió que le
entregaran la sagrada túnica a cambio de levantar el asedio.
Supongo
que para la época perder una reliquia como esa debió causar mucho dolor entre
sus adoradores, pero quizás pensaran que si el rey invasor ya conocía de su
existencia y su ejército era más poderoso, entraba en lo muy posible que
primero destruyera la ciudad, matando a muchos de sus habitantes y luego se
hiciera con la túnica, así que a pesar de lo doloroso, la sensatez se impuso.
Tan grande
era la fe y la alegría de Childeberto que de vuelta a París mandó construir un
monasterio que encargó ocupar por frailes benedictinos, a los que confió la
reliquia.
El lugar
escogido fue una gran llanura a orillas del río Sena, algo alejada del centro
de la ciudad y una vez terminada la obra fue consagrada a san Vicente por el
célebre obispo Germain, un personaje muy influyente en las casas reales de los
francos y sumamente querido por el pueblo que a su muerte decidió que aquel
monasterio, al que se había añadido una iglesia, fuera su lugar de sepultura y
desde entonces se la conoce como Sant Germain des Pres.
Con el
tiempo y el desarrollo de la ciudad, toda aquella llanura despoblada se fue
llenando de edificios hasta convertirse en un populoso barrio de París que
forma el Distrito VI y que se ha convertido en uno de los lugares más
destacados de la vida artística y cultural de la capital.
La abadía en la actualidad
En
Saint-Germain-des-Pres la vida gira muy en torno a la abadía que mandó
construir Childeberto, que, lógicamente y después de quince siglos, ha ido
sufriendo modificaciones y en la actualidad presenta una airosa torre
campanario que en aquella época no se podía construir.
Pero como puede apreciarse, conserva rasgos de
la construcción inicial, aunque se le han ido añadiendo muchos elementos y
actualmente es el único edificio parisino que presenta vestigios del arte
romano.
Así que el
famoso barrio parisino nació al calor de una reliquia española arrebatada a la
ciudad de Zaragoza.
Una curiosidad en el idioma de los francos es
la cantidad de nombres que empiezan por “Cl”, como el rey Clodoveo, del que nace
esta historia y que en francés se le llama “Clovis”, nombre del que procede el
actual Luis y es la causa por la que haya habido tantos reyes “Luises” en
Francia, nada menos que dieciocho.
Curiosa historia....
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