El
personaje de esta historia es controvertido desde su nacimiento. No se sabe a
ciencia cierta ni su fecha, que debía ser alrededor de 1470, ni si nació en
Palos de la Frontera o en Palos de Moguer, dos localidades que rivalizan por
llevar el nombre de Palos, que procede del latín “palus”, laguna.
Su nombre
era Gonzalo Guerrero, pero también lo conoce la historia como Gonzalo de Aroza
o Gonzalo Marinero.
Lo más
cierto de su vida es que fue el primer español que decidió hacerse mejicano por
decisión propia, decisión que le valió el ser conocido entre los españoles como
“El Renegado” y actualmente, por los
mejicanos, como el “Padre del Mestizaje”.
Soldado
del ejército de los Reyes Católicos, participó como arcabucero en la conquista de
Granada a las órdenes del Gran Capitán, en cuyo campamento conoció a Cristóbal
Colón.
Con el
Gran Capitán marchó a Nápoles, participando activamente en todas las
actuaciones de los que más tarde serían los famosos Tercios Españoles.
Pasarían
así unos años en los que nada se conoce de la vida de Gonzalo, el cual debió
viajar a América a principios del siglo XVI y ya en 1510 se le sitúa en un
territorio recientemente denominado Veragua, situado en América Central, en las
actuales Nicaragua, Costa Rica y Panamá, del que era gobernador Diego de
Nicuesa, un conquistador castellano.
El momento
histórico y la zona geográfica se convirtieron en un campo de batalla donde los
intereses encontrados de los distintos conquistadores, no terminaban nunca.
Todos querían fortuna y poder y rivalizaban entre ellos por alcanzar ambos
deseos.
Alonso de
Ojeda, otro de los conquistadores, fue nombrado gobernador de un territorio
denominado Nueva Andalucía, limítrofe con el de Veragua, gobernado por Nicuesa.
Gonzalo
tomó partida con este último y a sus órdenes embarcó con intención de dirigirse
a Santo Domingo para cargar esclavos, uno de los negocios que pese a estar
terminantemente prohibido, se ejercía con cierta tolerancia y que resultaba ser
de los más provechosos.
Pero una
fortísima tormenta, quizás uno de los muchos huracanes de la zona se hizo
presente al tercer día de navegación, desviándolo de su ruta y después de
muchas millas, el barco naufragó cerca de la península de Yucatan, aún por
descubrir, en una peligrosa zona de bajíos llamados de las Víboras.
Apenas
veinte hombres consiguieron salvar la vida y reparando un pequeño batel que
como embarcación auxiliar llevaba su buque, sin remos ni velas se hicieron a la
mar con la esperanza de que las corrientes los llevasen a tierra.
De los
veinte que iniciaron esta aventura solamente consiguieron llegar a las costas
de Yucatán ocho hombres.
Encontraron
en estas nuevas tierras un peligro añadido a su ya notable debilidad física,
pues durante la travesía pasaron grandes penalidades, viéndose en la necesidad
de beber su propia orina para no resultar deshidratados.
Hubieron
de enfrentarse a unos nativos belicosos y aguerridos llamados “cocomes”, una tribu que se integraba
dentro de los mayas, los cuales prendieron a los españoles a alguno de los
cuales sacrificaron a sus dioses.
Según
cronistas, ofrecieron a los más delicados de salud, reservando a los demás con
el fin de engordarlos para posteriores sacrificios y banquetes rituales.
Los pocos
supervivientes consiguieron escapar, pero fueron nuevamente capturados por los
nativos que los esclavizaron y distribuyeron, por separado, entre los jefes de
aquella tribu.
Gonzalo
Guerrero y Jerónimo de Aguilar se convirtieron en servidores de la casa del
cacique maya de Chetumal, actual provincia de Quintana Roo, llamado Na Chan Can y más concretamente, Gonzalo,
pasó a su servicio personal.
Hombre
curtido, inteligente y experimentado de la vida, pronto comprendió que había de
doblegarse a su nueva situación, si es que quería conservar la vida y así, poco
a poco fue ganándose la confianza de su señor e integrándose en las costumbres
y cultura maya.
Empezó por
vestir como los mayas, agujerearse las orejas y el labio inferior y colgarse
amuletos y hasta adoptó la religión de los indígenas.
Apaciguada
la inicial animadversión hacia su persona, pronto tuvo ocasión de ganarse un
puesto de mayor rango en la tribu, con ocasión de las continuas batallas que se
daban entre tribus vecinas.
El
conocimiento militar de Gonzalo lo hizo destacar como hábil estratega y comenzó
a instruir a los nativos en tácticas de guerra, así como en la construcción de
trincheras, fuertes, baluartes. Una labor muy importante fue la de eliminar el
miedo que la pólvora producía en los indios y enseñarle la estrategia necesaria
para vencer a los conquistadores, a los que presentaba como hombre normales.
De siervo
de su amo paso a yerno, cuando la hija del cacique, Zazil Can, puso sus ojos en aquel hombre fuerte y decidido que
llevaba a sus guerreros a continuas victorias.
Se desconocen
otros detalles de la hija del cacique con la que formó una familia y cuyos
hijos se convirtieron en los primeros mestizos del continente americano.
En 1519
Hernán Cortés, que marchaba a la conquista de Méjico, desembarcó en la isla de
Cozumel, frete a la península de Yucatán, en donde algunos indígenas le
informaron que por allí había dos náufragos españoles que llevaban mucho tiempo
entre ellos.
Cortés vio
la posibilidad de utilizar a aquellos hombres en su expedición, ya como
“lenguas”, ya como soldados conocedores de las costumbres bélicas de los
nativos, y así, despachó misivas invitándoles a unirse a su expedición.
La acogida
de la invitación tuvo dos posturas encontradas. Jerónimo de Aguilar, que
seguramente no se integró en la sociedad maya de la misma forma que hiciera
Gonzalo, no dudó en reunirse con los españoles a los que acompañó con notable
éxito, dado su conocimiento de la lengua maya.
Por el
contrario Gonzalo, ya más maya que castellano, rehusó el ofrecimiento alegando
que su mujer y sus hijos eran más
importantes que la gloria de la conquista.
Cortés le
hizo una contra oferta: podía llevar con él a su familia; pero Gonzalo alegó
entonces que era un esclavo del cacique y que no tenía opción de elegir.
Y pasaron
los años y Gonzalo seguía integrado en la sociedad que lo había acogido, por
cuya razón pensaba que debía estarle agradecido, pues podría haber terminado en
el ara del sacrificio y su corazón, aun latiendo, devorado por los nativos.
Así que
permaneció fiel a los mayas hasta sus últimos días y no solamente guerreó
contra tribus rivales, sino que se enfrentó a todos los intentos españoles por
conquistar Yucatán, lo que hizo que la conquista se demorara por años.
En el año
1527, el Adelantado Francisco de Montejo, intentó que Gonzalo se uniese a sus
tropas y le ayudara en la conquista, sabiendo del prestigio militar y guerrero
que había alcanzado. Así, le escribió una carta invitándole a que abandonara su
vida india y volviera al servicio de la Corona, con la promesa de los más altos
honores.
Pero el
Renegado Guerrero decidió continuar fiel a su pueblo de adopción y en el
reverso de la esquela, escribió de su puño y letra que como esclavo no tenía
opción de elegir, el mismo argumento ya utilizado, pero que los españoles
podían considerarlo su amigo.
Pero ya no
era amigo de los españoles, ni súbdito de su corona, era un maya más que
adivinando las intenciones de Montejo comenzó a organizar la fortificación de
la ciudad.
El
Adelantado creó en Yucatán una pequeña ciudad a la que llamó Salamanca, nombre
con el que, por añadidura, empezó a conocerse la península de Yucatán y que
pronto quedó en desuso, a favor del nombre que los indígenas daban a su tierra.
Desde la
nueva ciudad, Montejo lanzó un ataque contra Chetumal con sus fuerzas divididas
en dos grupos que por el norte, al mando de Alonso de Ávila con fuerza de
caballería y el sur, con fuerzas mandadas por él, atacarían conjuntamente para
coger a la tribu entre dos fuegos, pero Gonzalo, advertido de la maniobra obró
con astucia enviando falsos informadores a cada uno de los grupos de españoles
y haciéndoles creer a los de Ávila que Montejo había muerto en una escaramuza
con los indios, mientras a éste le llegaba información de que Ávila y su gente
habían sido esquilmados.
Ambos muy
ingenuos, se dejaron engañar y decidieron volver a la recién creada ciudad,
donde comprobaron hasta que punto habían sido engañados por la astucia de
Gonzalo.
Posteriores
intentos de conquistar Yucatán, fracasaron estrepitosamente frente a las hordas
indias capitaneadas por Gonzalo que, además, con sus triunfos había conseguido
erigirse en líder de muchas otras tribus que se le fueron uniendo, formando un
frente común contra los conquistadores españoles.
De ese
modo, años más tarde, cuando Alonso de Ávila intentó nuevamente la conquista
del territorio, tuvo que enfrentarse a una sublevación indígena de formidable
tamaño que no pudo sofocar y tuvieron que huir en canoas hacia Honduras.
Hacia
1536, la fama de Gonzalo era tal que tribus de etnia maya que habitaban Honduras,
reclamaron su ayuda para enfrentarse a los españoles. No lo dudó y acudió con
sus hombres en auxilio de sus compatriotas de adopción, pero en esta ocasión
tuvo poca fortuna pues fue alcanzado por un disparo de arcabuz y murió.
Un informe
del gobernador de Honduras, Andrés de Cereceda, fechado el 14 de agosto de 1536
dice que entre los muertos de la contienda fue encontrado el cadáver de un
hombre blanco, con vestimenta de indígena y pintado a la manera de un indio.
Historia y
leyenda combinadas en un personaje ambivalente que para los hispanos era un
renegado y para los nacionalistas mejicanos un mártir de la lucha contra el
imperialismo.
En numerosas ciudades de Yucatán hay estatuas dedicadas a este personaje en las que se le representa como gran guerrero, pero también como cabeza de familia, acompañado de su mujer e hijos.
Una de las muchas esculturas del
personaje
Es triste conocer estos detalles y ver como todo el esfuerzo colonizador tuvo tan altos obstáculos y tan poco reconocimiento en contraste con el realizado por anglosajones o franceses donde, al haberse asegurado la ausencia de indígenas y sucedáneos, se han garantizado una historia limpia y un presente sin recriminaciones. Después de la última ofensa a esta memoria que ha recibido España de la antaño Nueva España cabria, quizás, soñar el posible presente que tendrían estos pueblos y sus gentes si hubiesen corrido la misma suerte que sus hermanos del norte. Pero ya lo dice el refrán "es de mal nacidos ...". Por mi parte solo señalar que desde que la América española fue “liberada”, en lo que fueron guerras civiles porque España no pudo mandar ningún ejército y donde los supuestos liberadores practicaron un selectivo exterminio que no respeto edades o géneros, no han tenido un momento de paz estando ahora, dos siglos después, muy por debajo de lo que llegaron a ser siendo España.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el comentario de Viasco, a quien no tengo el gusto de conocer.
ResponderEliminarEl problema de los espoñoles es que nunca fueron verdaderos colonizadores, mas bien se comportaron como emigrantes con los pueblos que fueron descubriendo y eso propició el que se mezclaran con ellos (veanse los apellidos en sudamerica).
La consecuencia fue que propios españoles o mestizos se revelaran contra la propia potencia que en lugar de colonizarlos "a la inglesa" (vease cuantos apellidos ingleses hay en India)los culturizo, modernizo y enriqueció.
Los resultados son la la Republica Bolivariana de Venezuela y similares. (estudiese la historia de Simon Bolivar). Somos como somos y asi nos va.
Un saludo para Autor y Lectores
Los españoles, al contrario de los Ingleses siempre nos mezclabamos con los aborígenes...(los asuntos de la bragueta...)
ResponderEliminarMuy interesante y sobre todo porque fue el primero de mucho que se mezclo con los indigenas y no como los Ingleses que en toda su historia siempre los masacraron y jamas se mezclaron con ellos.
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