Si ha
habido un hombre del Renacimiento tan brillante como ignorado durante siglos por
la historia, ha sido Benito Arias Montano.
Nació en
la localidad de Fregenal de la Sierra, al sur de Badajoz, casi frontera con
Huelva en el año 1527 y falleció en 1598 en Sevilla, a la avanzada edad de
setenta y un años. Curiosamente los años de nacimiento y defunción de este
personaje coinciden con los del que fuera su amigo y benefactor, el rey Felipe
II.
No
solamente fueron a nacer y morir en los mismos años, sino que Arias Montano
llegó a ser el hombre de confianza, consejero político y factótum del monarca
en todo lo concerniente a temas bibliográficos.
Su padre
era letrado del Santo Oficio y se ocupó y mucho de la educación del tercero de sus
hijos, en el que muy pronto se advirtió que era extremadamente inteligente.
Bajo la tutela de su padre y de un sacerdote de la localidad, llegó a los
catorce años, momento en el que habiendo fallecido su padre, se trasladó a
Sevilla para prepararse para ingresar en la universidad, donde realiza un curso
de Artes de dos años.
A
principios del año 1548 se traslada a Alcalá de Henares, donde se encuentra la
universidad más importante de España y posiblemente de Europa, y en la que estudia
filosofía, amplía sus conocimientos de arte, física, filosofía natural y
medicina y amplía sus estudios de teología y de las lenguas clásicas, latín y
griego, en las que se convierte en todo un referente europeo. Estudia también y
llega a dominar el árabe, hebreo y sirio.
Ya dio
muestras de una inteligencia poco común, pues aparece en numerosas crónicas
relacionado con altos personajes de la intelectualidad española de la época,
como el humanista y poeta Juan de Quirós. Unos años después, se ordenó
sacerdote y se retiró a un pueblo de Huelva llamado Peña de Alájar donde se
dedico a estudiar las Sagradas Escrituras.
Adquirió
tal fama como experto en esta última materia que el obispo de Segovia, que iba
a participar en una de las múltiples sesiones en las postrimerías del Concilio
de Trento, se lo llevó como asesor.
En las
ocasiones en que pudo participar en el famoso concilio, dio muestras de una
gran erudición, la cual llegó a oídos del rey Felipe II que a su regreso de
Trento, lo nombró su capellán con el encargo de redactar una nueva Biblia que innovase
a la Biblia Poliglota Complutense, editada en la ciudad de Alcalá de Henares
por impulso del cardenal Cisneros en 1517.
Esta nueva
Biblia que se conocería como Biblia Políglota
de Amberes o Biblia Regia no fue bien recibida por la ortodoxia
recalcitrante de la Santa Inquisición, pues Arias Montano introdujo una
considerable cantidad de conceptos que la hicieran más asequible y entendible
para el lector no versado en temas bíblicos.
La Biblia
se publicó después de cuatro años de intensos trabajos en los idiomas hebreo,
griego, arameo y latín, todos dominados por el humanista español.
Al
finalizar su trabajo sobre la Biblia, Felipe II le encargó gestionar la
biblioteca de El Escorial, en donde desarrolló una labor ingente, realizando
multitud de traducciones de textos hebreos, a la vez que escribía tratados
teológicos, filosóficos y científicos.
Su
producción humanística es inmensa y por eso es conocido en todos los círculos
religiosos que debatían alrededor de las Sagradas Escrituras, en cuya materia
era una autoridad mundial.
Pero
existía otra cara de su extensísimo saber que nada tenía que ver con lo hasta
ahora descrito y esta es su faceta como científico.
Desde
Aristóteles y en relación con el aire que compone la atmósfera, se tenía por
cierto que no ejerce presión alguna; de igual manera había sentenciado el sabio
griego que el vacío no existe en la naturaleza. Esta última teoría conocida
como “horror vacui”, ya fue desestimada y demostrado su error por algunos
sabios alejandrinos, sobre los que escribí un artículo hace años y que puedes
consultar en este enlace: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2019/06/el-sabio-del-aire-comprimido.html
, pero desde entonces hasta el Renacimiento nadie se volvió a interesar por
este tema. Desde ese momento, la doctrina aristotélica empezó a ser
arrinconada, consiguiéndose avances tan importantes como los experimentos
realizados por Torricelli sobre la presión atmosférica.
No quedó
Arias Montano fuera de esta experimentación y en su monumental obra Naturae Historia trata la materia del
vacío y describe cómo al succionar por un tubo desde un depósito con agua, esta
sube y al cesar la succión desciende, lo que crea una mecánica utilizable para
fabricar ingenios capaces de hacer subir el agua hasta grandes alturas por
medio de la fuerza del vacío.
Superaba
en conocimientos de medicina a muchos de los médicos de su época y su amigo
Francisco de Arce, uno de los más afamados galenos de la época y médico
personal de Felipe II, le encargó que escribiera el prólogo de su obra médica.
En materia
de Ciencias Naturales era todo un experto como demostró con la obra antes mencionada Naturae Historia. Tuvo contactos y experiencias con varios
naturalistas europeos, como Carolos Clusius que fue el creador de los jardines
botánicos que se extendieron por todos los países de Europa y a la vez está
considerado el botánico-horticultor más influyente de su siglo.
Con él
intercambió plantas y semillas con fines de mejorar las cualidades de los
vegetales.
No
escapaba a sus conocimientos el campo de las matemáticas, influyendo sobre el
Duque de Alba, gobernador de Flandes, para la creación de una cátedra de esa
materia en la universidad de Lovaina.
En materia
de geografía era capaz de discutir con Gerardo Mercator, considerado el padre
de la cartografía moderna, con el que intercambió mapas e instrumentos
auxiliares para la cartografía.
Y también
fue un experto en numismática, una materia sobre la que con solo catorce años
escribió un trabajo científico titulado:
Discurso sobre el valor y la correspondencia de las monedas antiguas con las
nuevas.
Con tan
escasa edad y un título como el expuesto no es descabellado pensar que nos
hallamos ante un “niño repelente”, pero lo cierto es que no era así, solo que
sentía curiosidades por determinadas cosas que su inteligencia se negaba a
desdeñar y se empleaba a fondo para lograr ese conocimiento.
Y por último, aunque no está constatado, debía
poseer grandes conocimientos en materias jurídicas, porque su amigo, el rey
Felipe II, le encargó que redactara un dictamen sobre sus derechos sucesorios
al trono de Portugal tras la muerte, sin descendencia, del rey don Sebastián en
la Batalla de Alcazarquivir, dictamen que redactó en unión de otros dos
expertos y que buena enjundia jurídica debía tener, cuando Felipe fue jurado
rey por las cortes portuguesas el año 1581, bien es cierto que el pueblo no lo
aceptaba, pero ante las cortes sus derechos fueron reconocidos como hijo Isabel
de Portugal.
En 1592 regresa Sevilla y ya muy desgastado por la intensa vida llevada, no sale de Andalucía y reparte su tiempo entre el convento de Santiago, del que era prior, el Monasterio de la Cartuja, situado en la famosa Isla de la Cartuja y al que legó todos sus bienes y una finca que llamó “Campo de las Flores”, también en Sevilla.
El día
seis de julio de 1598, a las tres y media de la madrugada, entregó su alma al
Altísimo, según constaría en la fórmula de la época.
Como puede
verse la actividad humanística y científica de este olvidado personaje está
fuera de toda duda, si embargo tras su
muerte cayó en un olvido secular del que apenas ha despertado.
Es muy
posible que Arias Montano careciese de empatía con otros personajes ilustres de
su tiempo, quizás por considerar sus conocimientos muy por encima del resto y
también es posible que su enfrentamiento con la Inquisición, del que no le
libró nada más que su íntima amistad con el rey, hiciera de él un personaje
proscrito y que en el seno de la Iglesia no fuese demasiado querido, dada la
controversia creada por su Biblia, la de Amberes o Políglota, que no tuvo la
aceptación eclesiástica esperada.
Es una
incógnita, pero no es singular, pues muchos sabios y doctos hispanos sufrieron
de esa misma miseria humana de tratar de ignorar al contrario, a pesar de sus
cualidades.
Curioso y sabio, ...no tenía conocimiento de la existencia de este personaje.
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