Una de las
cosas más apasionantes de la Historia es descubrir en los archivos algún dato
inédito sobre cualquier hecho o personaje. En esta tarea tengo muy cercano a mi
cuñado Manolo, al que he dedicado algún artículo y él mismos ha contribuido a
este blog con otros de su creación, como el dedicado a Cándida la Negra, la
última esclava de El Puerto de Santa María. (Por “Mi cuñado Manolo” y “Cándida
la Negra” puedes localizarlos en el buscador de este blog)
Manolo es
un rastreador de archivos de primer orden, acumula una experiencia amplísima, con
cuyo argumento muchas veces insiste en que lo practique yo.
Pero soy
más de consultar trabajos publicados que bucear en las fichas y los legajos de
los archivos, en muchos de los cuales, según me cuenta él, la labor
investigativa se vuelve por días más complicada.
Eso le
debió pasar al que descubrió a este personaje del que hoy me propongo hablar.
Por su
nombre que era Juan Díaz de Torreblanca, no es fácil que nadie sospechara el
grado de parentesco que tenía con el autor del inmortal Don Quijote y por su
profesión tampoco.
Díaz de
Torreblanca fue uno de los médicos más conocido en la Córdoba de finales del siglo XV.
Consta su
titulación como bachiller en Medicina en documentos de los últimos veinte años
de aquel siglo.
Decir médico
en Córdoba, una de las ciudades más importantes de España en aquel momento, es
como decir que era parte de la élite médica de toda la Península. No olvidemos
que en los siglos precedentes, Córdoba fue la ciudad desde la que irradió la
cultura occidental y que esa misma ciudad fue cuna de grandes médicos, como el
andalusí Averroes o el judío Maimónides.
Esculturas de Averroes y Maimónides en Córdoba
Gran parte
de esta ciencia y tradición médica de la ciudad comienza a perderse con la
conquista cristiana y la expulsión de los musulmanes, pero es conservada y
aumentada entre la comunidad judía, cuya cultura médica era perfectamente
comparable con la musulmana.
Gran parte
de esa comunidad se había convertido al cristianismo para evitar las
persecuciones a las que estaban permanentemente sometidos, pero seguían
practicando sus ritos en la intimidad de sus casas, eran los falsos conversos,
muy perseguidos y desprestigiados.
La extensa
comunidad hebrea, indistintamente compuesta por conversos y falso conversos,
conservó la tradición de dedicar a sus más preclaros descendientes al noble
ejercicio de la medicina y eso explica el origen judío de muchos de los médicos
cordobeses. En un estudio de la universidad de Córdoba, se hace una relación de
cincuenta médicos que ejercieron su profesión en la segunda mitad del siglo XV,
gran parte de los cuales alcanzaron una amplia notoriedad y gozaron de gran
influencia política y social, llegando a ocupar cargos importantes en las
diferentes áreas de la administración local, a pesar de sospecharse su falsa
conversión.
Incrustado
en esta élite médica y ocupando un lugar destacado aparece el protagonista de
este artículo.
No se sabe
la fecha exacta de su nacimiento ni tampoco la de su defunción, que se cifra
entre 1504 y 1512. Era hijo de Rodrigo Díaz de Torreblanca y de su esposa María
Alfonso, la cual, al enviudar tempranamente, contrajo nuevas nupcias con el
médico Juan Sánchez que seguramente fue quien inculcó la vocación en el joven Juan
Díaz de Torreblanca.
A edad
conveniente, se casó con Isabel Fernández, hija de un mercader cordobés, con la
que tuvo nueve hijos, tres varones y seis hembras, la segunda de las cuales,
Leonor, se casaría con el bachiller en
medicina Juan de Cervantes.
Y un
detalle muy importante, su hija mayor fue monja en el convento de Santa María
de las Dueñas, de Córdoba, con cuya profesión, la familia se aseguraba un
tratamiento de cristianos.
Fruto de la
unión de Isabel con el Cervantes, nació un varón al que pusieron por nombre
Rodrigo que pasados los años, se convertiría en el padre del famoso Miguel de
Cervantes.
Volviendo
con el médico Juan Díaz, se sabe que conoció a Cristóbal Colón a través de su
padrastro, el médico Juan Sánchez y muy probablemente éste acompañase a Colón
como médico de la expedición descubridora.
Es muy
posible que así sucediera, pues el rastro del padrastro se pierde desde ese
momento y su lugar, como médico de prestigio cordobés, empieza a ocuparlo Juan
Díaz que ya tenía cierta fama como médico y según consta en protocolos y
documentos de la ciudad, disfrutaba de una holgada posición económica, pues desde
1483 tenía el título de bachiller y era requerido por destacados miembros de
las clases altas cordobesas para cuidar de su salud.
Tras la reconquista
de Málaga en 1487, su población entera fue hecha cautiva y trasladada, como
esclavos, a diversas ciudades. Córdoba recibió un contingente importante de
estos moros cautivos que venían en unas condiciones desastrosas, tras el largo
asedio de la ciudad y la marcha hasta Córdoba y según se piensa, la epidemia de
peste bubónica ocurrida en la ciudad al año siguiente, fuera transmitida por
aquellos cautivos. Torreblanca tuvo una actuación muy destacada en el control
de aquella epidemia.
Asimismo,
está acreditado que ejerció una gran actividad contra la enfermedad de la
lepra, tan común en la época.
Ya está
centrado un bisabuelo y el abuelo materno, de Miguel de Cervantes, pero siempre
hemos sabido que el insigne escritor nació en Alcalá de Henares, hijo de
Rodrigo Cervantes, un cirujano y sangrador y de Leonor de Cortinas y que tuvo
seis hermanos y que Saavedra no era su apellido, sino que lo empezó a utilizar
después de quedarse manco, pues es la castellanización de la palabra árabe “shaibedraa” que en árabe quiere decir
precisamente eso, manco.
Por la
saga familiar lo lógico es que Miguel hubiese seguido la tradición que desde su
bisabuelo seguían los hombres de la familia y hubiese estudiado y ejercido la
medicina, sobre todo teniendo en cuenta que gracias a la profesión y situación
económica de su padre, así como encontrarsee en la ciudad donde radicaba la
mejor universidad de España, pudo haber estudiado medicina con facilidad.
No existe
constancia de que el joven Miguel realizase en la Complutense, ningún estudio
superior, ni en su siguiente residencia de Valladolid, donde la familia se
refugia por las deudas del padre. Tampoco en Madrid, donde se sabe que asistía
como alumno al llamado Estudio de la Villa, centro ya antiguo creado por
Alfonso XI a finales del siglo XIV.
En este
centro, donde daba clases el eminente Juan López de Hoyos, Cervantes despierta
a su vocación de escritor y allí confecciona sus primeros poemas y entremeses.
Siempre se
tuvo por segura al ascendencia judía del escritor y de hecho y por vía materna,
como se ha visto, ciertamente que dicha ascendencia existía, pero después de un
siglo y sin que nadie de la familia hubiese sido acusado de falso converso,
lógico es pensar la completa integración familiar, quizás impulsada por aquella
lejana ascendiente que había sido abadesa en un convento cordobés.
La
definitiva conclusión llegó hace muy poco tiempo de manos de una profesora universitaria cordobesa, autora de un
artículo titulado Medicina y conversos en la Córdoba del siglo XV y en el que
recoge que una tal Mencía Fernández, hermana del bisabuelo de Cervantes, pagaba
una importante cantidad de dinero para “reconciliarse” con el Tribunal de la
Inquisición de Córdoba, por ser hija de un condenado llamado Ruy Díaz de
Torreblanca en uno de los primeros juicios que este Tribunal practicó en la
ciudad.
No constaban los cargos que se presentaron contra el condenado, pero habida cuenta de que su hija se ve obligada a la reconciliación, cabe pensar que sería por judaísmo pues era un cargo cuya pena se prolongaba hasta la tercera generación.
Hipótesis muy acertada porque Juan Díaz, el bisabuelo y hermano de Mencía renegó por escrito de su padre, del que menciona más arriba que murió prematuramente y de manera muy probable, a manos de la Inquisición.
Muy interesante...
ResponderEliminarComo siempre, de lo más interesante. En legajos no andarás pero investigador sigues siendo. Feliz Navidad. GIR.
ResponderEliminarMuy interesante y trabajada recopilación de datos.
ResponderEliminarMuy ameno y enriquecedor. Gracias
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