Todos los años, la prestigiosa revista Forbes publica
el ranking de los más ricos del mundo, de los empresarios que más dinero ganan
y de los deportistas mejor pagados.
Como para todo hay quien no se conforma, un jeque
árabe ha protestado porque no figura en dicha lista, a pesar de considerarse
más rico que muchos de los allí relacionados, pero eso ha sido un caso
excepcional, lo normal es que los que tienen mucho dinero quieren que nadie
lo sepa.
Entre los deportista ocurre lo mismo y cuando nos
hemos enterado ayer que Leo Messí, el número uno del fútbol mundial, ha
defraudado al fisco unos cuatro millones de euros en temas de publicidad, nos
preguntamos ¿cuánto gana este tío para defraudar esas cantidades?
Y es que los deportistas están entre las profesiones
mejor pagadas del planeta. Cierto que son pocos los que alcanzan cifras de
escalofrío, pero esos pocos ganan muchísimo dinero, que, curiosamente, no
quieren compartir con nadie.
Este año, el atleta mejor pagado ha sido el boxeador
Floyd Mayweather Jr. que por dos combates se ha embolsado 85 millones de
dólares, después le sigue el que durante muchos años estuvo a la cabeza, el
golfista Tiger Woods, luego el baloncestista Kobe Bryant. Luego están David
Beckam y Cristiano Ronaldo que aun estando en ese puesto, cobra más de cuarenta
millones de dólares al año. Eso en euros es una cantidad bastante inferior,
como una tercera parte menos, pero aún así es una cifra astronómica que si
consiguen mantenerla durante cinco o diez años, les quita los problemas económicos
de por vida.
Es indudable que el boxeador no puede mantener ese
caché por más de uno o dos años, en cambio, el golfista puede y de hecho el
“tigre” está consiguiendo mantenerlo durante diez o quince años a pesar de la
retirada de sus patrocinadores a raíz de sus problemas con el sexo.
Entonces, si aplicamos la aritmética, la cifra que se
revela es de auténtico infarto. Tiger Woods, con ochenta millones al año,
durante veinte años, ha ganado ni más ni menos que mil seiscientos millones de
dólares, lo que serían unos mil cien millones de euros, que tampoco está nada
mal.
Y así estaríamos ante una sociedad que se pirra por
el deporte y no escatima esfuerzos para hacer multimillonarios a los
deportistas de élite y entre ellos al deportista mejor pagado de la historia,
el famoso Tigre, medio negro, que sin arriesgar nada, dando porrazos con un
hierro o una madera a una pelotita, es capaz de meterla en un agujero situado a
centenares de yardas (queda mucho más fino que metros), en menos golpes que nadie.
Pero eso no es verdad.
Cierto que los deportistas ganan mucho más que los
ejecutivos, los científicos, o los profesores, por no hablar de funcionarios y
eso nos encabrona notablemente, pero esa realidad incuestionable no es moda de
nuestros tiempos: ha ocurrido así desde siempre.
Tanto que aunque nos cueste creerlo, el golfista
Woods, tenido por el deportista mejor pagado de la historia, no le llega ni a
la suela del zapato al que verdaderamente fue el atleta mejor retribuido.
Este dato me hubiera pasado desapercibido si no
hubiera sido por mi natural inclinación a desentrañar la historia y,
precisamente, leyendo historia, me enteré de la existencia de un personaje que
había que investigar.
Estaba con un libro ameno y muy bien escrito, la
Historia de España para escépticos de Juan Eslava Galán, cuando al hablar de
Roma y sus costumbres, menciona la pasión romana por el circo y la existencia
de un auriga que alcanzó grandes cotas de popularidad y que se retiró con
cuarenta y dos años, habiendo ganado una verdadera fortuna.
Un auriga es, como todo el mundo sabe, un conductor
de carros tirados por caballos que se conducía de pie, como vimos todos en la
famosa película Ben Hur. Los carros podían ir tirados por uno, dos, cuatro, las
famosas cuádrigas y hasta diez caballos y en función del número de animales,
las carreras eran de más o menos carros.
El auriga vestía una túnica del color de la facción a
la que pertenecía que eran cuatro: blanco, verde, azul y rojo, bajo la cual
colocaba protecciones de madera y cuero que las más de la veces eran inútiles
contra las tremendas heridas que se producían en los choques y vuelcos. La
túnica se sujetaba con correas a las que ataba las riendas para poder
manejarlas sólo con la mano izquierda y el látigo con la derecha. Al cinto
portaba un afilado cuchillo con el que cortar las riendas en caso de accidente,
cosa que se producía con mucha frecuencia y que acarreó la muerte del tribuno
Mesala en la película antes mencionada.
Cuádriga en plena carrera
Fueron varios los aurigas que alcanzaron gran
popularidad en el circo romano que, como es natural, era el más importante del
imperio y todos los aurigas querían competir en él: Eutimi, Pannoni, Marcianus...; y sobre todo los más famoso: Comunis, Venusto, Poncio
Epafrodito, Escorpo, Pompeyo Musculoso y Fortunato. Pero a todos ellos venció
en numerosas ocasiones el protagonista de esta historia, el auriga más famoso
de todos y el que más victorias obtuvo a lo largo de sus veinticuatro años de
vida profesional y este auriga en cuestión se llamaba Cayo Apuleyo Diocles.
Conocido como Diocles el Hispano, nació en el año 104
en Mérida, capital de la provincia romana de Hispania Lusitania y con dieciocho
años debutó como auriga en el circo romano de dicha ciudad. Pronto su fama lo
condujo a otros escenarios más importantes y por fin debutó en el circo romano.
Ahora nos sorprendemos cuando nos dicen que un
estadio de fútbol tiene capacidad para cincuenta mil o cien mil personas, aun
cuando la población de nuestras ciudades es infinitamente superior a las que
tenían en épocas romanas, pero el mismo circo de Mérida tenía capacidad para
treinta mil espectadores, cifra muy superior a la población de la ciudad y el
circo más famoso de cuantos han existido, el Circo Máximo de Roma, construido
en el año 600 antes de nuestra era, y remodelado en muchas ocasiones, albergaba a más de trescientos mil
espectadores. De la enorme popularidad que los circos y los hipódromos romanos
gozaban dan buena muestra la cantidad de grabados y mosaicos existentes.
No todos los espectáculos circenses eran gratuitos,
la mayoría eran de pago y solamente cuando el emperador o el gobernador de
alguna provincia celebraba algún festejo que pretendía atraerse la simpatía
popular, se permitía la entrada libre de los ciudadanos (panem et circenses).
Además el circo era un lugar de apuestas, en donde se movían cantidades
millonarias. Buena prueba de ello es la cantidad de dinero que algunos aurigas
llegaron a ganar.
Maqueta del Circus Máximo
Es muy posible que en cualquier otra cultura, no
supiéramos de este campeón circense tantos datos como conocemos, pero los
romanos eran muy aficionados a anotarlo todo, ya sea en rollos o en lápidas y
estelas, piedras esculpidas que se colocaban en los monumentos.
De Diocles se sabe por dos lápidas, la primera
colocada por sus admiradores en el Circo de Nerón, en el actual Vaticano y que
aunque ha desaparecido se conserva su contenido y por otra lápida colocada en
el templo de Fortuna Primigenia en la actual Palestrina, a unos cincuenta
kilómetros al este de Roma, ciudad a la que se retiró con cuarenta y dos años e
inmensamente rico. Sus hijos le dedicaron una estatua en cuya base puede
leerse: Caio Apvleio Diocli Agitatore Primo Factione Rvssato Natione Hispano
Fortunae Primigeniae.
Por eso sabemos de su origen y de la facción para la
que corría, la roja y con la que obtuvo 1.462 victorias, de ellas 1.064,
singulares. Cada una de esas victorias llevaba aparejada un premio en metálico
de hasta sesenta mil sextercios, moneda usada para cantidades ya considerables.
En la copia de la lápida del Circo de Nerón, se
describen cuantas victorias obtuvo y en qué categoría, así como la cantidad
percibida en cada premio, por lo que algún curioso y aburrido historiador, se
ha entretenido en ir anotando las cantidades, cuya suma alcanza una cifra para
nosotros difícilmente imaginable.
Según esas cuentas, Diocles ganó en su vida treinta y
cinco millones, ochocientos mil sextercios. Como quiera que tanto la cantidad
como la equivalencia nos es poco familiar, he tratado de buscar una posibilidad
de realizar una equiparación. La mejor manera es la de comprobar en cuanto se
cifraba el salario anual de una persona de tipo medio. Por ejemplo, un
magistrado, o un alto funcionario de la administración, o un jefe militar, en
el siglo II podía cobrar alrededor de los mil quinientos sextercios anuales
(Escipión el Africano cayó en desgracia por haber malversado quinientos
sextercios durante una de sus campañas). Un salario bueno podían ser mil
sextercios al año.
Usaremos esta cifra, más redondeada y más próxima a
la media para calcular cual sería la fortuna de Diocles a día de hoy.
Un sueldo en España equivalente al de los mil
sextercios, sería de unos cuarenta mil euros
anuales. Entonces, si un sueldo del mil en Roma equivale a otro de cuarenta mil, los casi treinta y seis millones
que ganó Diocles se pueden calcular por una simple operación que resulta de multiplicar los casi treinta y seis millones de sextercios por cuarenta, lo
que arroja la increíble cifra de dos mil quinientos y pico millones de euros
¡más del doble de lo que ganará el mejor pagado de todos los deportistas
modernos
Muy interesante la conversion en € actuales,con este articulo hubiera gozado D. Jorge Nadal Oller discipulo de Vicens Vives y profesor de historia economica de la Universidad de Barcelona en los años 60
ResponderEliminar