sábado, 15 de junio de 2013

EL DEPORTISTA MEJOR PAGADO




Todos los años, la prestigiosa revista Forbes publica el ranking de los más ricos del mundo, de los empresarios que más dinero ganan y de los deportistas mejor pagados.
Como para todo hay quien no se conforma, un jeque árabe ha protestado porque no figura en dicha lista, a pesar de considerarse más rico que muchos de los allí relacionados, pero eso ha sido un caso excepcional, lo normal es que los que tienen mucho dinero quieren que nadie lo sepa.
Entre los deportista ocurre lo mismo y cuando nos hemos enterado ayer que Leo Messí, el número uno del fútbol mundial, ha defraudado al fisco unos cuatro millones de euros en temas de publicidad, nos preguntamos ¿cuánto gana este tío para defraudar esas cantidades?
Y es que los deportistas están entre las profesiones mejor pagadas del planeta. Cierto que son pocos los que alcanzan cifras de escalofrío, pero esos pocos ganan muchísimo dinero, que, curiosamente, no quieren compartir con nadie.
Este año, el atleta mejor pagado ha sido el boxeador Floyd Mayweather Jr. que por dos combates se ha embolsado 85 millones de dólares, después le sigue el que durante muchos años estuvo a la cabeza, el golfista Tiger Woods, luego el baloncestista Kobe Bryant. Luego están David Beckam y Cristiano Ronaldo que aun estando en ese puesto, cobra más de cuarenta millones de dólares al año. Eso en euros es una cantidad bastante inferior, como una tercera parte menos, pero aún así es una cifra astronómica que si consiguen mantenerla durante cinco o diez años, les quita los problemas económicos de por vida.
Es indudable que el boxeador no puede mantener ese caché por más de uno o dos años, en cambio, el golfista puede y de hecho el “tigre” está consiguiendo mantenerlo durante diez o quince años a pesar de la retirada de sus patrocinadores a raíz de sus problemas con el sexo.
Entonces, si aplicamos la aritmética, la cifra que se revela es de auténtico infarto. Tiger Woods, con ochenta millones al año, durante veinte años, ha ganado ni más ni menos que mil seiscientos millones de dólares, lo que serían unos mil cien millones de euros, que tampoco está nada mal.
Y así estaríamos ante una sociedad que se pirra por el deporte y no escatima esfuerzos para hacer multimillonarios a los deportistas de élite y entre ellos al deportista mejor pagado de la historia, el famoso Tigre, medio negro, que sin arriesgar nada, dando porrazos con un hierro o una madera a una pelotita, es capaz de meterla en un agujero situado a centenares de yardas (queda mucho más fino que metros), en menos golpes que nadie.
Pero eso no es verdad.
Cierto que los deportistas ganan mucho más que los ejecutivos, los científicos, o los profesores, por no hablar de funcionarios y eso nos encabrona notablemente, pero esa realidad incuestionable no es moda de nuestros tiempos: ha ocurrido así desde siempre.
Tanto que aunque nos cueste creerlo, el golfista Woods, tenido por el deportista mejor pagado de la historia, no le llega ni a la suela del zapato al que verdaderamente fue el atleta mejor retribuido.
Este dato me hubiera pasado desapercibido si no hubiera sido por mi natural inclinación a desentrañar la historia y, precisamente, leyendo historia, me enteré de la existencia de un personaje que había que investigar.
Estaba con un libro ameno y muy bien escrito, la Historia de España para escépticos de Juan Eslava Galán, cuando al hablar de Roma y sus costumbres, menciona la pasión romana por el circo y la existencia de un auriga que alcanzó grandes cotas de popularidad y que se retiró con cuarenta y dos años, habiendo ganado una verdadera fortuna.
Un auriga es, como todo el mundo sabe, un conductor de carros tirados por caballos que se conducía de pie, como vimos todos en la famosa película Ben Hur. Los carros podían ir tirados por uno, dos, cuatro, las famosas cuádrigas y hasta diez caballos y en función del número de animales, las carreras eran de más o menos carros.
El auriga vestía una túnica del color de la facción a la que pertenecía que eran cuatro: blanco, verde, azul y rojo, bajo la cual colocaba protecciones de madera y cuero que las más de la veces eran inútiles contra las tremendas heridas que se producían en los choques y vuelcos. La túnica se sujetaba con correas a las que ataba las riendas para poder manejarlas sólo con la mano izquierda y el látigo con la derecha. Al cinto portaba un afilado cuchillo con el que cortar las riendas en caso de accidente, cosa que se producía con mucha frecuencia y que acarreó la muerte del tribuno Mesala en la película antes mencionada.


Cuádriga en plena carrera

Fueron varios los aurigas que alcanzaron gran popularidad en el circo romano que, como es natural, era el más importante del imperio y todos los aurigas querían competir en él: Eutimi, Pannoni, Marcianus...; y sobre todo los más famoso: Comunis, Venusto, Poncio Epafrodito, Escorpo, Pompeyo Musculoso y Fortunato. Pero a todos ellos venció en numerosas ocasiones el protagonista de esta historia, el auriga más famoso de todos y el que más victorias obtuvo a lo largo de sus veinticuatro años de vida profesional y este auriga en cuestión se llamaba Cayo Apuleyo Diocles.
Conocido como Diocles el Hispano, nació en el año 104 en Mérida, capital de la provincia romana de Hispania Lusitania y con dieciocho años debutó como auriga en el circo romano de dicha ciudad. Pronto su fama lo condujo a otros escenarios más importantes y por fin debutó en el circo romano.
Ahora nos sorprendemos cuando nos dicen que un estadio de fútbol tiene capacidad para cincuenta mil o cien mil personas, aun cuando la población de nuestras ciudades es infinitamente superior a las que tenían en épocas romanas, pero el mismo circo de Mérida tenía capacidad para treinta mil espectadores, cifra muy superior a la población de la ciudad y el circo más famoso de cuantos han existido, el Circo Máximo de Roma, construido en el año 600 antes de nuestra era, y remodelado en muchas ocasiones, albergaba a más de trescientos mil espectadores. De la enorme popularidad que los circos y los hipódromos romanos gozaban dan buena muestra la cantidad de grabados y mosaicos existentes.
No todos los espectáculos circenses eran gratuitos, la mayoría eran de pago y solamente cuando el emperador o el gobernador de alguna provincia celebraba algún festejo que pretendía atraerse la simpatía popular, se permitía la entrada libre de los ciudadanos (panem et circenses). Además el circo era un lugar de apuestas, en donde se movían cantidades millonarias. Buena prueba de ello es la cantidad de dinero que algunos aurigas llegaron a ganar.

Maqueta del Circus Máximo

Es muy posible que en cualquier otra cultura, no supiéramos de este campeón circense tantos datos como conocemos, pero los romanos eran muy aficionados a anotarlo todo, ya sea en rollos o en lápidas y estelas, piedras esculpidas que se colocaban en los monumentos.
De Diocles se sabe por dos lápidas, la primera colocada por sus admiradores en el Circo de Nerón, en el actual Vaticano y que aunque ha desaparecido se conserva su contenido y por otra lápida colocada en el templo de Fortuna Primigenia en la actual Palestrina, a unos cincuenta kilómetros al este de Roma, ciudad a la que se retiró con cuarenta y dos años e inmensamente rico. Sus hijos le dedicaron una estatua en cuya base puede leerse: Caio Apvleio Diocli Agitatore Primo Factione Rvssato Natione Hispano Fortunae Primigeniae.
Por eso sabemos de su origen y de la facción para la que corría, la roja y con la que obtuvo 1.462 victorias, de ellas 1.064, singulares. Cada una de esas victorias llevaba aparejada un premio en metálico de hasta sesenta mil sextercios, moneda usada para cantidades ya considerables.
En la copia de la lápida del Circo de Nerón, se describen cuantas victorias obtuvo y en qué categoría, así como la cantidad percibida en cada premio, por lo que algún curioso y aburrido historiador, se ha entretenido en ir anotando las cantidades, cuya suma alcanza una cifra para nosotros difícilmente imaginable.
Según esas cuentas, Diocles ganó en su vida treinta y cinco millones, ochocientos mil sextercios. Como quiera que tanto la cantidad como la equivalencia nos es poco familiar, he tratado de buscar una posibilidad de realizar una equiparación. La mejor manera es la de comprobar en cuanto se cifraba el salario anual de una persona de tipo medio. Por ejemplo, un magistrado, o un alto funcionario de la administración, o un jefe militar, en el siglo II podía cobrar alrededor de los mil quinientos sextercios anuales (Escipión el Africano cayó en desgracia por haber malversado quinientos sextercios durante una de sus campañas). Un salario bueno podían ser mil sextercios al año.
Usaremos esta cifra, más redondeada y más próxima a la media para calcular cual sería la fortuna de Diocles a día de hoy.
Un sueldo en España equivalente al de los mil sextercios, sería de unos cuarenta mil euros anuales. Entonces, si un sueldo del mil en Roma equivale a otro de cuarenta  mil, los casi treinta y seis millones que ganó Diocles se pueden calcular por una simple operación que resulta de multiplicar los casi treinta y seis millones de sextercios por cuarenta, lo que arroja la increíble cifra de dos mil quinientos y pico millones de euros ¡más del doble de lo que ganará el mejor pagado de todos los deportistas modernos

1 comentario:

  1. Muy interesante la conversion en € actuales,con este articulo hubiera gozado D. Jorge Nadal Oller discipulo de Vicens Vives y profesor de historia economica de la Universidad de Barcelona en los años 60

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